
Y si tú ya estás en esta etapa, te abrazo mucho, de verdad,“te entiendo”. Ya sea que la estés pasando muy bien, neutro o muy mal, el hecho de haber llegado hasta este momento, en el que estás hoy, seguro fue complicado en varias etapas de tu vida. Con alegrías, tristezas, desconciertos, incertidumbres, cambios importantes, recaídas, resiliencia… y mucho más.
Es que se viven tantísimas cosas, que uno inevitablemente cambia, evoluciona, a veces retrocede. Por eso, en este artículo quiero hablarte un poquito de esta transición hacia los 30s… y también de parte de los 20s, porque si tienes 25, es muy probable que ya estés experimentando ciertas dudas. Es un cuarto de vida importante, y tiene su propia transición. Según la APA, esta crisis vital suele estar marcada por la presión externa y la búsqueda interna de propósito y estabilidad emocional.
Presión externa y búsqueda interna.
Los 30s vienen cargadisimos de presión, empecemos por una en particular, la presión de la sociedad. Porque, ¿quién no ha sentido que nos han puesto la valla bien alta? A los 30 ya “deberíamos” tener un patrimonio, una familia, casa propia, pareja estable, un trabajo soñado o al menos estable, hijos, estabilidad… como si todo viniera en un checklist. ¡Qué abrumador! Todo tan ideal, tan perfecto… pero, ¿y si no lo logramos? o ¿lo que hemos logrado “no parece ser suficiente”? ¿Qué pasa entonces?

Ajá… ahí es donde empieza a aparecer esa montaña rusa emocional. Con ánimo de empatizar contigo querido lector, los dos siguientes párrafos van desde mi propia experiencia, si tan solo un pequeño porcentaje se siente acompañado, para mi será suficiente.
En camino a los 30s siento que:
Hay días… en los que cuesta, el cansancio me aprieta, las ganas se agotan, todo suena a lo mismo y la rutina pesa, la procrastinación se hace grande, esos días grises, en los que me pregunto si voy bien, si voy lento. Las dudas aparecen sin permiso y me hacen sentir chiquitita, la incertidumbre me grita fuerte, ¿realmente estoy en el cambio correcto?
También hay esos días en los que el presente me abraza, días en los que llega esa conciencia compasiva, que me hace mirar lo que tengo ahora, valido mi proceso y reconozco las posibilidades que siguen ahí. Días en los que siento que puedo con todo. Me despierto con muchísima energía, el cuerpo responde, la mente también. Y aunque no todo esté resuelto, voy con todo y entonces nace una nueva motivación.
En camino a los 30s me siento en un puente entre lo que fui, lo que soy y lo que quiero ser.
El cuerpo se siente distinto y las emociones también.

Diversos estudios han demostrado que llegando a los 30s somos mucho más propensos a experimentar síntomas de burnout, ansiedad y fatiga constante. Y es que, a esta edad, no solo el cerebro está analizando caminos y replanteando decisiones de vida: también el cuerpo empieza a pasar factura.
De pronto nos descubrimos con mayor rigidez muscular, más dolores de cabeza, pesadez estomacal, o ese sudor incómodo en momentos donde antes no nos pasaba. Es como si nuestro cuerpo nos dijera en voz alta, “¿me vas a prestar atención?”, pidiéndonos a gritos comer saludable, hacer ejercicio, dormir bien, momentos de distracción y más.
Todo esto no solo tiene que ver con el ritmo de vida que llevamos, que dicho sea de paso, cada vez se vuelve más exigente. También tiene que ver con que somos más conscientes de lo que sentimos, lo emocional fácilmente no se puede esconder. Estamos más atentos, más sensibles y por supuesto un poquito más frágiles también. Porque de pronto llegas a la conclusión pero de manera consciente que el cuerpo y la mente no van separados, que se hablan, y a veces hasta se gritan.
Decisiones conscientes y autocuidado emocional.

A los 30 algo cambia. No es que de un día para otro te vuelvas un experto en paz mental, pero empiezas a tomarte las pausas con más conciencia. Empiezas a cuestionar cosas que antes parecían obvias. Te preguntas si esa relación, ese trabajo, esa rutina…realmente te hacen bien, o si solo las sigues porque “así toca” o “así es la vida”.
No es egoísmo ni rebeldía. Es más bien que, con el tiempo, vas aprendiendo a ser un poco más amable contigo mismo. A tomar decisiones que realmente suman a tu bienestar, no solo para cumplir con lo que esperan los demás.
Cuestionas quién eres de verdad, dejando atrás versiones antiguas que ya no te definen. Te vuelves más consciente, más solidario con los demás, y también más cuidadoso con tu salud emocional. Reconoces tu historia, con todo lo que aprendiste en el camino, y eso te ayuda a protegerte mejor.

Entre dudas, pausas y nuevos comienzos
Los 30s no vienen con un manual de supervivencia, a veces puede sentirse como una continuación rara de los 20s, y otras, un salto inesperado hacia otra vida (los 40s con su propia crisis vital). Hay presión, hay dudas, días de procrastinación, días de alta motivación.
Pero también te trae algo muy reconfortante, más conciencia, más valentía para decir que no, para elegir distinto, para elegir cuidarte. Empiezas a escucharte más y a entender que está bien cambiar de idea, de camino, de ritmo.
No se trata de tener todo resuelto. Se trata de ir encontrando un sentido. Y si a veces eso implica perderse por momentos, también es parte del proceso.
Me gustaría recordarte que a los 30s y en realidad, a cualquier edad es importante y necesario volver a mirar lo propio, lo que sí estás construyendo.
En ocasiones, crecer, es solo eso, seguir caminando incluso cuando no tienes del todo claro a dónde vas.
Referencias
Harmon, A. (2024). Quarter-life crisis. EBSCO Research Starters.
Samuel Antonio Sánchez Amador. (2021, 1 de julio). La relación entre el estrés y las somatizaciones. Psicología y Mente.