LOS 30s ME RESPIRAN LA NUCA

Y si tú ya estás en esta etapa, te abrazo mucho, de verdad,“te entiendo”. Ya sea que la estés pasando muy bien, neutro o muy mal, el hecho de haber llegado hasta este momento, en el que estás hoy, seguro fue complicado en varias etapas de tu vida. Con alegrías, tristezas, desconciertos, incertidumbres, cambios importantes, recaídas, resiliencia… y mucho más.

Es que se viven tantísimas cosas, que uno inevitablemente cambia, evoluciona, a veces retrocede. Por eso, en este artículo quiero hablarte un poquito de esta transición hacia los 30s… y también de parte de los 20s, porque si tienes 25, es muy probable que ya estés experimentando ciertas dudas. Es un cuarto de vida importante, y tiene su propia transición. Según la APA, esta crisis vital suele estar marcada por la presión externa y la búsqueda interna de propósito y estabilidad emocional.

Presión externa y búsqueda interna.

Los 30s vienen cargadisimos de presión, empecemos por una en particular, la presión de la sociedad. Porque, ¿quién no ha sentido que nos han puesto la valla bien alta? A los 30 ya “deberíamos” tener un patrimonio, una familia, casa propia, pareja estable, un trabajo soñado o al menos estable, hijos, estabilidad… como si todo viniera en un checklist. ¡Qué abrumador! Todo tan ideal, tan perfecto… pero, ¿y si no lo logramos? o ¿lo que hemos logrado “no parece ser suficiente”? ¿Qué pasa entonces?

Ajá… ahí es donde empieza a aparecer esa montaña rusa emocional. Con ánimo de empatizar contigo querido lector, los dos siguientes párrafos van desde mi propia experiencia, si tan solo un pequeño porcentaje se siente acompañado, para mi será suficiente. 

En camino a los 30s siento que:

Hay días… en los que cuesta, el cansancio me aprieta, las ganas se agotan, todo suena a lo mismo y la rutina pesa, la procrastinación se hace grande, esos días grises, en los que me pregunto si voy bien, si voy lento. Las dudas aparecen sin permiso y me hacen sentir chiquitita, la incertidumbre me grita fuerte, ¿realmente estoy en el cambio correcto?

También hay esos días en los que el presente me abraza, días en los que llega esa conciencia compasiva, que me hace mirar lo que tengo ahora, valido mi proceso y reconozco las posibilidades que siguen ahí. Días en los que siento que puedo con todo. Me despierto con muchísima energía, el cuerpo responde, la mente también. Y aunque no todo esté resuelto, voy con todo y entonces nace una nueva motivación.

En camino a los 30s me siento en un puente entre lo que fui, lo que soy y lo que quiero ser.

El cuerpo se siente distinto y las emociones también.

Diversos estudios han demostrado que llegando a los 30s somos mucho más propensos a experimentar síntomas de burnout, ansiedad y fatiga constante. Y es que, a esta edad, no solo el cerebro está analizando caminos y replanteando decisiones de vida: también el cuerpo empieza a pasar factura.

De pronto nos descubrimos con mayor rigidez muscular, más dolores de cabeza, pesadez estomacal, o ese sudor incómodo en momentos donde antes no nos pasaba. Es como si nuestro cuerpo nos dijera en voz alta, “¿me vas a prestar atención?”, pidiéndonos a gritos comer saludable, hacer ejercicio, dormir bien, momentos de distracción y más.

Todo esto no solo tiene que ver con el ritmo de vida que llevamos, que dicho sea de paso, cada vez se vuelve más exigente. También tiene que ver con que somos más conscientes de lo que sentimos, lo emocional fácilmente no se puede esconder. Estamos más atentos, más sensibles y por supuesto un poquito más frágiles también. Porque de pronto llegas a la conclusión pero de manera consciente que el cuerpo y la mente no van separados, que se hablan, y a veces hasta se gritan.

Decisiones conscientes y autocuidado emocional.


A los 30 algo cambia. No es que de un día para otro te vuelvas un experto en paz mental, pero empiezas a tomarte las pausas con más conciencia. Empiezas a cuestionar cosas que antes parecían obvias. Te preguntas si esa relación, ese trabajo, esa rutina…realmente te hacen bien, o si solo las sigues porque “así toca” o “así es la vida”.

No es egoísmo ni rebeldía. Es más bien que, con el tiempo, vas aprendiendo a ser un poco más amable contigo mismo. A tomar decisiones que realmente suman a tu bienestar, no solo para cumplir con lo que esperan los demás.

Cuestionas quién eres de verdad, dejando atrás versiones antiguas que ya no te definen. Te vuelves más consciente, más solidario con los demás, y también más cuidadoso con tu salud emocional. Reconoces tu historia, con todo lo que aprendiste en el camino, y eso te ayuda a protegerte mejor.

Entre dudas, pausas y nuevos comienzos

Los 30s no vienen con un manual de supervivencia, a veces puede sentirse como una continuación rara de los 20s, y otras, un salto inesperado hacia otra vida (los 40s con su propia crisis vital). Hay presión, hay dudas, días de procrastinación, días de alta motivación.

Pero también te trae algo muy reconfortante, más conciencia, más valentía para decir que no, para elegir distinto, para elegir cuidarte. Empiezas a escucharte más y a entender que está bien cambiar de idea, de camino, de ritmo.

No se trata de tener todo resuelto. Se trata de ir encontrando un sentido. Y si a veces eso implica perderse por momentos, también es parte del proceso.

Me gustaría recordarte que a los 30s y en realidad, a cualquier edad es importante y necesario volver a mirar lo propio, lo que sí estás construyendo.

En ocasiones, crecer, es solo eso, seguir caminando incluso cuando no tienes del todo claro a dónde vas.

Referencias

Harmon, A. (2024). Quarter-life crisis. EBSCO Research Starters.

Samuel Antonio Sánchez Amador. (2021, 1 de julio). La relación entre el estrés y las somatizaciones. Psicología y Mente.

La estabilidad de mis colores: Salud Mental en la Comunidad LGBTIQ+

La estabilidad de mis colores: Salud Mental en la Comunidad LGBTIQ+

La comunidad LGBTIQ+ ha enfrentado históricamente discriminación desde distintos flancos, en especial por la desaprobación hacia la homosexualidad. A pesar de los avances en conocimiento y globalización, todavía persisten el escarnio, la intolerancia y la falta de respeto hacia las personas de esta comunidad. Esta situación es crítica, ya que impide que vivan abiertamente su orientación sexual e identidad de género, afectando negativamente su salud mental simplemente por ser quienes son.

Habiendo pasado ya el mes del Orgullo LGBTIQ+ queremos hacerle mención a este desde la psicología, ya que este es un tema que merece ser abordado adecuadamente.

Historia de la Comunidad LGBTIQ+

La comunidad LGBTIQ+, amplia y diversa, ha atravesado diversos momentos históricos significativos. En la antigua Grecia y Roma hay evidencias de parejas del mismo sexo entre la realeza, aunque posteriormente fue criminalizado bajo el emperador Justiniano debido a creencias religiosas. Asimismo, la literatura china desde el año 600 a.C. también menciona relaciones homosexuales entre emperadores, mientras que culturas como las de Japón, Tailandia, Mesopotamia e India hacían referencia a la homosexualidad entre la realeza hace más de mil años.

En contraste, en el antiguo Israel y durante la colonización en América, las prácticas homosexuales fueron severamente castigadas. Debido a que la llegada de la Iglesia Católica Romana marcó un período de persecución hacia la comunidad LGBTIQ+, con penas que incluían la muerte. En el siglo XVIII y XIX, la psicología comenzó a relacionarse con la homosexualidad, considerándola criminal y psicopática.

Así también durante el gobierno de Hitler, la comunidad LGBTIQ+ tuvo que esconderse para evitar ser enviada a campos de concentración, donde muchos perdieron la vida. En Estados Unidos, las leyes impuestas bajo la constitución británica consideraban la homosexualidad como sodomía, con la pena de muerte como castigo.

A partir del siglo XX, especialmente después de la Primera Guerra Mundial, la homosexualidad comenzó a ser más visible nuevamente en lugares como Greenwich Village y Harlem. Sin embargo, con el advenimiento del victorianismo, los valores conservadores promovieron la censura, campañas de «pureza» y tratamientos psiquiátricos violentos como la terapia de electroshock, lobotomía y castración.

Finalmente el evento más significativo para los derechos LGBTIQ+ ocurrió el 27 de junio de 1969 en el bar Stonewall Inn en Nueva York, donde la comunidad resistió una redada policial, desencadenando una serie de disturbios que marcaron un punto de inflexión en la lucha por los derechos civiles y la visibilidad de la comunidad.

Salud Mental y Comunidad LGBTIQ+

La aceptación de las personas homosexuales sigue siendo difícil socialmente, lo que ha contribuido al deterioro de su salud mental. Desde tiempos antiguos, han enfrentado miradas despectivas, insultos, violencia física y psicológica, así como delitos de odio. Muchos han perdido la vida por simplemente ser quienes son y, en numerosas ocasiones, se han visto obligados a ocultar su identidad para evitar discriminación, agresiones o perder sus relaciones familiares y oportunidades laborales.

Según el INEI, el 56.5% de la población LGBTIQ+ siente temor de expresar su orientación sexual e identidad de género, con un 72.5% que se oculta por miedo a ser discriminado, agredido o perder oportunidades. Esta situación ha llevado a problemas significativos de salud mental como baja autoestima, ansiedad, depresión, entre otros trastornos afectivos, TEPT, intentos de suicidio, y trastornos de la personalidad. (Costa Aponte & Sánchez Aguilar, 2019)

¿Cómo abordar la salud mental desde la comunidad LGBTIQ+?

Con una correcta ayuda psicológica. Es necesario que cuando una persona de la comunidad se encuentra realizando acciones riesgosas para su vida tenga que recurrir a profesionales capacitados. La ONU en su “Guía para profesionales de la salud mental”, brinda un consejo importante para los profesionales de la salud, señalando lo siguiente: “En el proceso de construir una psicoterapia o acompañamiento psicológico para la población LGBTI+ existe la postura del “no saber”, la cual considera que la o el terapeuta no sabe más que la propia persona en la elaboración de soluciones, es decir, aceptar los puntos ciegos de la o el terapeuta. Esta postura también ayuda a aceptar que las soluciones pueden ser muy diferentes para quienes están fuera de la población LGBTI+. En otras palabras, que no todo lo escrito en psicoterapia dirigido a la población heterosexual es útil para la comunidad LGBTI+. Finalmente, esta postura genera que el o la terapeuta acepte que su formación no necesariamente le brindó las herramientas adecuadas para la atención de esta población.”

Por este motivo es necesario que existan profesionales que tengan en cuenta que tipo de terapia es correcta dependiendo del tipo del caso en el que se encuentren, lo que quiere decir que, no cualquier terapia “es” o “debe ser” estrictamente necesaria a la hora de abordar un caso con una persona LGTBQ+.

Asimismo la ONU señala dos tipos de terapias que funcionaban antiguamente siendo estas la terapia de afirmación y la terapia con enfoque a los derechos humanos. (Instituto nacional de estadística e informática, 2016).

Terapia de afirmación:

La terapia de afirmación es un enfoque terapéutico que ve a las identidades lésbicas, gays, bisexuales y trans, como identidades y relaciones válidas, así como también hace frente a las influencias que el heterosexismo, la homofobia y la transfobia tiene sobre las personas LGBTI+, la misma que tiene cinco aspectos:

  1. Reflexionar sobre sus propios prejuicios, estereotipos y estigmas que arrastra por el hecho de vivir inmersa/o en una cultura heterosexista y de privilegio heterosexual.
  2. Involucrarse y familiarizarse con los problemas de las personas LGBTI+
  3. Crear un ambiente de aceptación en el consultorio.
  4. Tener apertura sobre el hecho de ofrecer una terapia afirmativa, discutir sus diferentes modalidades, hacer investigación y difundir los resultados.
  5. No limitar la terapia afirmativa a las personas LGBTI+, sino también practicarla con personas que no son LGBTI+.

Terapia con enfoque de derechos humanos:

Para el trabajo terapéutico, es importante que la o el profesional de la salud mental se centre en la persona y sus emociones tales como el miedo o la tristeza, y también en aspectos importantes como la reconstrucción de su historia personal, identidad, pertenencia, redes de apoyo, duelo o prejuicios y no tratar de determinar las causas de la homosexualidad (que como ya se mencionó no tienen relevancia terapéutica).

Palabras finales

En términos generales, y tomando en cuenta que cualquier persona que asista a terapia debería de ser tratada dentro de aspectos básicos éticos, debemos hacer hincapié en que cuando una persona perteneciente a la comunidad LGBTI+ empiece un proceso terapéutico es importante, cuyos enfoques son:

  1. Seguridad
  2. Aceptación
  3. Respeto

(Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito et al., 2023)

Sin embargo, en diversas investigaciones se considera que una de las mejores terapias más efectivas para manejar el estrés, la depresión, la ansiedad y otras emociones que afectan a muchos miembros de la comunidad es la Terapia Dialéctico Conductual (DBT). Esta terapia estructurada tiene como objetivo aumentar las habilidades de regulación emocional, mejorar la motivación, asegurar la generalización de habilidades y estructurar el ambiente terapéutico.

La DBT es particularmente relevante para la comunidad LGBTIQ+ debido a que esta comunidad tiene mayor riesgo de autolesión y conducta suicida en comparación con la población heterosexual. Siendo así que la DBT promovería una intervención que aborde el impacto interpersonal del mismo, y la aceptación de su identidad sexual, ayudándolos a reducir la confusión y aumentar la aceptación a lo largo del tiempo.

Bibliografía

Depresión: La Pandemia Invisible

La depresión es tan antigua como la humanidad, durante muchos siglos fue manejada por amigos, brujos, sacerdotes, etc., y tratada con todo tipo de pócimas, brebajes, baños, cambios de ambiente y demás recursos.

Según datos de la OPS, hay cien millones de nuevos casos de depresión cada año en el mundo. Encontramos una alta prevalencia en el adulto, con 15 % de hombres y 24 % de mujeres, generalmente, estas se presentan en edades de 18 a 45 años.

La definición académica sitúa esta enfermedad como el síndrome caracterizado por una tristeza profunda y la inhibición de casi todas las funciones psíquicas, que da lugar a cinco series de síntomas: físicos, psicológicos, de conducta, cognitivos (intelectuales), asertivos y sociales.

La OMS define a la depresión como un trastorno mental afectivo común y tratable, muy frecuente en el mundo y caracterizado por cambios en el ánimo con síntomas cognitivos y físicos. Estos pueden manifestarse de manera primaria o secundaria a enfermedades de base (cáncer, enfermedad cerebro-vascular, infartos agudos al miocardio, diabetes, VIH, enfermedad de Parkinson, trastornos alimenticios y abuso de sustancias).

Se identifican un amplio grupo de factores de riesgo personales, cognitivos, sociales, familiares y genéticos que intervienen en la patología; la presencia de estos aumenta la probabilidad de padecer de ella. Se estima que, al menos, se va a tener un episodio en la vida, y la repercusión en cada persona va a depender de su grado de inteligencia emocional y resiliencia.

El enfermo con trastornos afectivos debe ser visto con la interacción mente-cuerpo, los cuales no se pueden desligar, en su manejo no solo se debe tratar el eje nuclear afectivo, ya que la tristeza que envuelve al sujeto puede llegar a afectar todas las esferas de su relación intrapersonal e interpersonal, y hacer que emerjan otros estados emocionales como la irritabilidad y la ansiedad, que se destacan en las depresiones neuróticas y tardías.

Por lo tanto, su manejo no se basa en “alentar” al paciente. En la sociedad, se ha construido la idea de que basta con pensar positivo y tener fuerza de voluntad para combatir la depresión, por ende, constantemente se utilizan frases que invalidan lo que una persona depresiva siente, vive y piensa, influyendo en que esta se sienta incomprendida, inútil y frustrada.

Como ejemplo, se puede establecer frases como: “Tu problema es de actitud”, “Métele ganas”, “Todo está en tu cabeza es cuestión de tener fuerza de voluntad”. Aunque estas frases, a los ojos de los demás, parecen alentadoras, las personas con depresión no ponen de su parte, no porque no quieran, como mucha gente cree, sino porque la enfermedad se lo impide; en el fondo, quieren salir de allí, pero no saben cómo.

Por lo tanto, aquellos que sufren de esta enfermedad mental, además de necesitar ayuda médica y psicológica, necesitan apoyo moral, sin embargo, la cultura y la falta de concientización en estos temas conlleva a que se utilicen expresiones incorrectas que, para quien padece de depresión, son un factor ansiógeno y de desesperanza.

Un dato curioso se encuentra en el hecho de que las depresiones evolucionan. Al menos así parece desprenderse de los estudios realizados durante las últimas décadas, aunque, a grandes rasgos, el trastorno es el mismo, también podemos observar diferencias notables entre las que se veían hace veinte o treinta años y las que tratamos hoy en día. Lo fundamental de las depresiones de hoy se consideraba secundario en las antiguas. Este cambio constatado por el análisis clínico ha desplazado el acento, hasta tal punto de que el psiquiatra y el psicólogo actuales deben sumergirse en la frondosidad del problema, si quieren establecer un diagnóstico correcto.

La enfermedad psíquica, igual que la somática, es algo vivo, en perpetuo movimiento, como la propia persona. Así pues, el diagnóstico nunca debe ser entendido como una cosa inamovible o un destino definitivo. Las depresiones se mueven, giran, alteran sus síntomas, cambian de expresión, etc.

Algunas de las prácticas que ayudan a prevenir la depresión son: contar con grupos de apoyo social activo, así como mantener un  vínculo activo con la familia, pues esta, como sistema y red de apoyo social informal, cumple con dos funciones básicas que son: asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido, y proporcionar los vínculos afectivos, no solo en la enfermedad, sino también en su rehabilitación.

Cabe agregar que la actividad física tiene efectos favorables sobre la disminución del riesgo de padecer de depresión. Y evitar el aislamiento social es un pilar fundamental para impedir el declive físico y mental.

Referencias

Corea, M. T. (2021). La depresión y su impacto en la salud pública. Rev Méd Hondur, 89(1).

Josué, L., Torres, V., Urrutia, E., Moreno, R., Font, I., & Cardona, M. (2006). Factores psicosociales de la depresión. Rev Cub Med Mil, 35(3).

Rojas, E. (2011). Adiós, depresión. Madrid: Ediciones Planeta Madrid.

El mundo no se va a acabar mañana: Cómo despejar la mente para comenzar un año nuevo

Cuando el año termina, trae consigo muchos pensamientos y reflexiones sobre lo que no pudimos realizar o lo que dejamos inconcluso, lo que puede influenciar de manera perjudicial a nuestra salud mental.

Por ello, cuando terminamos el año es necesario tomar algunas precauciones para no sobrepensar las cosas de manera despectiva, sino para tomar motivación para seguir adelante.

Pero ¿cómo podemos dejar de sobrepensar tanto las cosas negativas y enfocarnos en las positivas? Para ello debemos hacer un análisis completo de lo que queremos lograr este año y lo que no pudimos hacer en años anteriores, dejando de lado la frustración o el estrés, y enfocarse solamente en los objetivos que queremos lograr con la ayuda de la motivación 

Recomendaciones para despejar la mente este fin de año:

1. Empatía con nosotros mismos: A veces se nos olvida pensar en nosotros cuando se trata de entablar una conversación, es necesario reconocer lo que hicimos bien durante el año, para poder tener motivación y así alcanzar las metas del próximo año.

2. Perdonar: Pedir perdón o aceptar el perdón de los demás es necesario para poder avanzar y así, dejar atrás cualquier tipo de disputa que sucedió el anterior año, eso nos ayudará a despejar la mente.

3. Brindar afecto: A veces, sucede que no sabemos cómo expresar nuestros sentimientos a través de las palabras, pero lo podemos hacer de distintas maneras. Un abrazo o un beso a las personas con las cuales compartimos en las festividades, nos ayudarán a tener un confort con nosotros mismos y a ellos de igual manera. 

4. Retoma viejas amistades: Atraer gente con la cual no hablamos hace mucho tiempo, puede ser muy beneficioso para nosotros, nos ayuda a entender que nosotros estamos viviendo una vida al igual que ellos. Compartir esos pensamientos y experiencia con ellos, es gratificante para despejar la mente 

5. Desconéctate de las redes sociales: Actualmente, usamos el celular todo el tiempo, es una herramienta para poder comunicarnos, pero mantenernos constantemente en frente de una pantalla nos impide visualizar lo que hay a nuestro alrededor, nos perdemos de muchas cosas, por eso es necesario prestar atención a los momentos importantes.

Recomendaciones para iniciar bien el año

1. Organizar: Planificar correctamente nuestro horario, esto nos ayudará a lograr mas actividades en menos tiempo. Es necesario saber cómo hacerlo por medio del uso de una agenda o un planner todo lo que haremos durante el año.

2. Manifestar: Hablar de nuestros sueños o metas de este año es necesario para poder motivarnos y lograr lo que nos propongamos, por eso animémonos a compartir con las personas mas cercanas a nosotros aquellas cosas que queremos lograr este año y cómo es que las podríamos conseguir. 

3. Conocer nuevos lugares: Vivir nuevas experiencias renueva nuestra manera de pensar, no hacer adoptar nuevos hábitos y conocer muchas personas. Eso nos ayuda a tener mayor motivación para lograr nuestros objetivos o tal vez modificarlos.

4. Priorizar: Si nosotros dejamos de lado un sueño o algo por realizar en años anteriores, es necesario priorizarlo en el año nuevo para dejar de aplazarlo y dejar de procrastinar con ello.

5. Limpiar: Deshacernos de todo lo viejo, o lo que no usamos, hace que nuestra mente se despeje, y, por ende, podamos seguir adquiriendo nuevas cosas o experiencias. Podemos limpiar nuestra casa o nuestro espacio; donar lo que ya usamos nos hará sentir mejor.

6. Relajación y meditación: La relajación de la mente es necesaria para poder eliminar el estrés, por la mañana, al levantarnos, podemos inhalar y exhalar en periodos de cinco segundos para poder calmar la mente. La meditación nos ayuda a destensar los músculos y relajar la mente, es recomendable que nos apoyemos con música o algún video para poder hacerlo. 

6. Agradecer: Cuando nosotros decimos «gracias» por todo lo que nos pasó en el día o en el año, estamos siendo considerados con nosotros mismos, por eso, al levantarnos podemos escribir en un diario todo por lo que estamos agradecidos, ello nos ayuda a tener compasión hacia nosotros.

Ten en cuenta que si no lograste lo que te propusiste este año, ya vendrán más. Trata de ser mas agradecido contigo mismo, tu cuerpo y mente lo apreciarán, cuídate mucho y trata de vivir con mas calma, pues el mundo no se va acabar mañana. 

Referencia

Quintero, S. (2023). Salud mental: claves para cuidarla en el fin de año. https://www.vivirbiencolmedica.com/2023/12/19/salud-mental-claves-para-cuidarla-en-el-fin-de-ano/

Los Peligros Invisibles de la Productividad Desenfrenada: Una Reflexión sobre el Burnout en la Sociedad Moderna

Hace unos meses escribí este artículo: Tu motivación esta incompleta (https://warayana.com.pe/publicaciones/2023/07/10/tu-motivacion-esta-incompleta/). Y omití algo, pero no fue porque no lo quisiese decir, sino porque no lo había pensado.

Muchas veces, me sentí poco productivo en mi vida, en mi trabajo o en mis estudios, y para salir de esta situación intentaba generar buenos hábitos, aprender más rápido, leer libros sobre eficiencia, entre otras cosas. No me daba cuenta del terrible efecto que me estaba ocasionando, hasta que hace poco lo entendí.

La búsqueda de la productividad se ha convertido en un elemento fundamental de la sociedad moderna. Sin embargo, en este afán por alcanzar niveles cada vez más altos de eficiencia y rendimiento, pasé por alto las consecuencias perjudiciales que esto puede tener sobre la salud mental y física.

Por mi parte, tenía miedo a trabajar, a errar y a aprender, tenía ansiedad por cumplir funciones básicas, no solo del trabajo, sino de mi vida diaria.

La Obsesión por la Productividad:

Los centros de trabajo y estudio valoran la productividad como indicador de éxito y valor personal, se enfatiza la maximización del tiempo y la eficiencia del trabajo. Pero esta obsesión me ha llevado a una serie de problemas.

Me sentía poco productivo y usaba la misma productividad como distractor de lo que me sucedía, a menudo, sentía la presión social, miedo al fracaso, el ciclo de recompensa y castigo (sobre lo que escribí en el artículo que les compartí al principio), adicción al trabajo, y una cultura de gratificación instantánea.

Consecuencias del Burnout:

El agotamiento resultante del burnout no solo me afectaba productivamente, también convertía mi problema en un ciclo.

Este ciclo destructivo, sumado al agotamiento, conduce a una disminución de la productividad. En un esfuerzo por recuperarse, se intenta contrarrestar la falta de productividad con un aumento de la misma, solo para encontrarse atrapado en un círculo vicioso de fatiga y frustración. Los intentos desesperados de restaurar la eficacia resultan contraproducentes, lo que deja a la persona más exhausta y desilusionada. Este ciclo perpetuo se convierte en un laberinto agotador, donde cada intento de escape se traduce en una espiral descendente hacia el cansancio emocional y la desesperanza.

También tiene un impacto significativo en la salud mental y física. Tenía problemas como la ansiedad, la depresión y los problemas físicos, convirtiéndolo en un problema de salud que no debí subestimar.

La Necesidad de un Cambio Cultural:

Es esencial reconocer los peligros de una sociedad que valora la productividad a gastos del bienestar humano. Se necesita un cambio que promueva un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal, y reconocer la importancia del tiempo para la relajación y la recarga.

Si te sientes poco productivo, quizás solo debas descansar un poco en lugar de entrar en el ciclo del burnout, pues este ciclo solo te arrastrará a una serie de consecuencias en tu salud y bienestar.

Nos han preparado para tratar de ser productivos todo el tiempo. Muchos colegios buscan enseñarte que el trabajo es una actividad de producción de bienes o servicios, aprendemos capacidades técnicas que aseguran que precisamente seamos más productivos, aunque el trabajo sea mucho más que solo tener un empleo para producir.

Es hora de que te preguntes: ¿Tienes un trabajo o tienes un empleo?

Quizás esa pregunta sea el objeto de una próxima discusión.

Pedir ayuda no es motivo de vergüenza

Llegar a un punto en el que ya no puedes más… Llegaste a tu limite y en ese camino, te rompiste e incluso te hartaste de todo, del mundo, del trabajo, de la familia, de la pareja, de todo. Muchas veces, debido al orgullo al miedo al rechazo y a la burla, o por la creencia de que debemos resolverlo todo por nosotros mismos. A menudo, intentamos demostrar que somos fuertes y que podemos con todo, sin la ayuda de nadie; pero en realidad no es así, buscar el apoyo es necesario.

Es completamente normal querer y necesitar apoyo, no hay nada vergonzoso en pedir ayuda y empezar a aceptar que somos humanos, que todos sentimos miedo, cansancio, enojo, resentimiento, frustración, decepción, etc. Frecuentemente, escuchamos decir —y quizá ya nos dijeron— frases como: ¡no es para tanto!, ¡ya supéralo! Pero sanar toma tiempo, se puede tener recaídas y cada uno lo vive diferente, no permitas que aceleren tu proceso de sanación. Además, pedir ayuda no es sinónimo de debilidad es un acto de valentía.

En Perú, de enero a julio del presente año, los diferentes establecimientos del Ministerio de Salud (Minsa) atendieron 911,330 casos por trastornos de salud mental y problemas psicosociales. En los cuales, las patologías más frecuentes figuran la ansiedad (231 874), depresión (139 121), síndrome del maltrato (132 980), trastorno emocional y del comportamiento en la niñez y adolescencia (111 364) y trastorno del desarrollo psicológico (109 679), entre otros.

Las enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad y los diferentes trastornos puede afectar cómo te sientes, como piensas y hacer más difícil tu quehacer cotidiano. Es por ello que la salud mental es fundamental, para formar vínculos saludables, manejar el estrés, trabajar de forma productiva y vivir de forma plena.

¿Cuándo pedir ayuda?

Si reconoces que no te sientes bien: Si experimentas alguno de estos síntomas y no desaparece después de algunas semanas, podría ser el momento de buscar ayuda:

-Te sientes triste, sin esperanza o irritable.
-Sientes una ansiedad que no desaparece (esto puede incluir sentirse tenso, nervioso o inquieto, y tener aceleración de la frecuencia cardíaca).
-Has perdido interés en las actividades que antes disfrutabas.
-Te sientes sin energía, con pereza o cansancio.
-Tienes problemas con el sueño (no duermes lo suficiente o duermes demasiado).
-Haz tenido cambios en el apetito y el peso.
-Haz pensado en hacerte daño.

Pedir ayuda me hace ser justo conmigo mismo, ya que me enseña a mirar dentro de mí y apreciar mis debilidades y mis miedos, pero también mis capacidades, mis recursos y mi habilidad para llevar la vida que quiero llevar.

¿Cómo ayudar a quien no pide ayuda?
La ayuda psicológica continúa siendo un tema tabú en nuestra sociedad: los problemas mentales se asocian erróneamente a persona débiles o necesitadas, y muy poca gente se atreve a hablar abiertamente sobre sus percances de salud mental. Para poder ayudar a una persona que no quiere ayuda es importante que, ante todo, practiques la empatía. Aprender a ponerte en su lugar es esencial para que puedas apoyarla realmente. No debemos imponernos, ni forzarla a que esté mejor, porque si no lo está, no lo está. Que sienta que le brindas tu compañía, pero de forma respetuosa: -Manten una actitud empática.
-Ponte en su lugar.
-Recomiéndale ir a un terapeuta.
-Demuéstrale que es una persona importante para ti.
-Tiéndele la mano para que sepa que cuenta contigo.

Todos enfrentamos desafíos y es natural necesitar el apoyo de otros en algún momento, no estás solo/a. Empecemos a hablar de nuestras emociones. Pero también es importante que respetes tus momentos de soledad e intimidad. Muchas veces, si estamos pasando por una mala época, no nos apetece estar con gente. Sin embargo, si esto es demasiado frecuente, es necesario que busques apoyo psicólogo para evitar que la situación empeore todavía más.

Y en cuanto a la ayuda al otro, tu papel, como amigo/a, deberá ser estar a su lado, estar pendiente de esa persona, pero sin presionar. Así es como realmente la ayudarás.

Referencias

https://www.gob.pe/institucion/minsa/noticias/814543-casi-un-millon-de-casos-de-salud-mental-atendidos-en-diversos-establecimientos-del-minsa

https://magazine.medlineplus.gov/es/art%C3%ADculo/getting-help-for-mental-health

https://www.psicologia-online.com/como-ayudar-a-una-persona-que-no-quiere-ayuda-71.html

https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20220125/8009869/pedir-ayuda-salud-mental-profesionales.html

«En mi familia siempre decimos…» – Mitos Familiares

«Los hombres no lloran»; «la familia antes que todo»; «la oveja negra de la familia»; «lo que pasa dentro de la familia no debe saberse por nadie fuera de ella»; y «lo que dice papá es ley» son algunas frases que resuenan, como la voz de la conciencia al oído de los miembros de algunas familias, cuando se trata del comportamiento que debe tenerse para con los foráneos.

Los mitos familiares son creencias y esperanzas ficticias que se comparten de generación en generación y definen una parte importante de la dinámica familiar, tanto entre sus miembros como con el mundo externo; dichos mitos son usados como un método de defensa ante adversidades, o cuando la familia enfrenta un cambio en su funcionamiento. 

Esos mitos suelen representar la visión que la familia tiene de sí misma, y encubren una realidad que esta se rehúsa a aceptar; por lo general, no son mentiras si no que se basan en vivencias de peso o sucesos importantes de la familia en cuestión.  Normalmente, estos son de 3 tipos: 

Mitos de armonía: La familia construye una imagen de perfección de sí misma, y trata de evidenciar, con su comportamiento, unidad, fraternidad y equilibrio en cada uno de sus miembros.

Este tipo de mito usualmente trata de encubrir alguna culpa, por lo que, con esta visión que brindan a los demás, pretenden no ser juzgados ni indagados; al ser manejado de una manera rígida y poco tolerante a las voces de sus integrantes, la familia tendrá problemas no resueltos y fuertes hostilidades entre algunos de sus miembros.

Mitos de disculpa y reparación: En estos mitos, las desgracias y problemas familiares recaen sobre uno o más de sus miembros (vivos o muertos) para liberar culpas de los demás, y generar “tranquilidad” cuando se busca un responsable. 

Coco, 2017, Pixar Animation Studios

Mitos de salvación: La familia deposita sus esperanzas de salvación y solución de problemas en uno de los miembros o a una persona externa, pero con relación estrecha con la familia; suelen creer que este personaje aportará lo necesario para lo que no está funcionando bien, o que solucionará un error.

Los mitos normalmente pretenden mantener el statu quo de la familia y presentan resistencia al cambio. 

Finalmente, cabe recalcar que los mitos están en todas las familias, y, aunque no siempre son saludables, en muchas ocasiones ayudan a la familia a atravesar momentos de dificultad, esto sucederá si se manejan de manera sana y son capaces de ser modificados o superados conforme la situación de la familia lo requiera. Sin embargo, pueden ser nocivos cuando se presentan rígidos e irracionales, sin intenciones de comprensión al sentir de los miembros de la familia que podrían presentar un deseo de “cambiar el patrón”. 

Referencias

Dominguez, J. ¿Qué es el mito familiar? https://www.jorgedominguez.net/que-es-el-mito-familiar/

Sánchez, E. (2022). Los mitos familiares y sus efectos. https://lamenteesmaravillosa.com/los-mitos-familiares-y-su-efecto/

Escobar, M., Sánchez, L. (2018). Mitos y secretos familiares. Santiago de Cali: Programa Editorial Universidad Del Valle.

Protocolo BATD: Activación conductual ante la depresión

Activación Conductual

Si tan solo mi vida dependiera de mi motivación y de las charlas de algunos gurús…, ¡hubiera muerto, de forma literal en el intento! Pero sigo con este terco y fervoroso corazón, viviendo al límite hasta cuando el cuerpo quiera o cada uno de los órganos me lo permita y así lo dispongan…

En ocasiones mi otro diagnóstico me ha cobrado factura, como lo es la depresión -en mi caso la depresión mayor-, en términos generales, lo abordaremos de la siguiente manera:

La depresión resulta ser una enfermedad mental que en los últimos años ha ido en crecimiento prácticamente de manera exponencial. Según la Organización Mundial de la Salud es una de las principales causas de suicidio a nivel mundial, y se estima que más probable es que necesitemos cada vez más tener conocimiento respecto a ella.

Con el aumento a nivel mundial que cada vez las personas se enferman más por depresión, es necesario tener alternativas eficaces al alcance, donde el sistema de salud invierta en tratamientos que puedan aplicarse y que puedan revertir este tipo de problemáticas evitando la cronicidad.

Por otro lado, evitando que los tiempos se extiendan demasiado, porque esto también le permitirá algún tipo de ahorro, tanto económico y en el transcurso del tiempo. De este modo, para que la mayor cantidad de gente se pueda atender en los sistemas de salud de manera breve.

El tratamiento en BATD – R consiste en formularios básicamente de planillas de relleno donde el paciente va a tener que llevar a lo largo de 10 sesiones y el terapeuta simplemente lo supervisará.

El material del libro está planificado para que sea breve, es por ello que el tratamiento de activación conductual es indispensable. La persona con depresión deja de hacer actividades gratificantes para él/ella, ya que tiene más bien una conducta por déficit y no por exceso.

Cada vez se hacen notar menos las actividades significativas en su vida, se deja de relacionar con otras personas, de repente deja de trabajar, de hacer lo que más le gustaban como cursar sus estudios, etc. Incluso el hecho de bañarse o de comer se convierte en un hastío. Pierde el apetito, quiere estar cada vez más en la casa, la cama y cada vez se levanta menos. El elegir conductas por déficit (es más lo que no hace), por lo tanto, realizar lo opuesto en términos generales.

Adaptado de: Martell et al (2010) Behavioral Activation for Depression. A Clinician’s Guide. The Guilford Press

“[La gente] adquiere una cualidad particular actuando constantemente de una manera particular… Uno se vuelve justo haciendo acciones justas, templado haciendo acciones templadas, valiente haciendo acciones valientes” – Aristóteles (284 B.C. – 322 B.C.)

El primer paso para este camino de aprendizaje es que la persona empieza hacer actividades nuevamente pero… no se trata de que haga un millón de cosas para estar “activado”. Otra muy distinta es que la persona pueda hacer algo en particular y que esto sea significativo y gratificante que lo lleve a esa “vida digna».

No son las simples diligencias, sino no “qué” es lo que le sea reforzado; y es importante porque una de las características de la depresión es que los comportamientos que pueden ser disfuncionales (no bañarse, quedarse en la cama tirado y demás) serán reforzados, y los comportamientos que pueden ser útiles para la persona, por ejemplo, salir y conocer a otras personas, son castigados.

Lo cierto es que uno de los desafíos más grandes es actuar directamente en la motivación para repercutir en el comportamiento de las personas, es por eso que enseñar que no necesariamente tenemos que estar “motivados” para ponernos en movimiento, es fundamental.

Nuestro comportamiento, cómo nos sentimos, cambia cómo pensamos y por eso la propuesta de la activación conductual es que la persona empiece a registrar en las actividades y las cosas que hacía lo que estaba llevando a la depresión, y así, poder empezar a reconvertirse en esa persona que queremos llegar a ser. Esas cosas que son importantes para nosotros; que los demás nos vean como la persona que nos gustaría ser en el futuro, es decir, poder hacerlo en base al ideal que tenemos y deseamos.

La activación conductual tiene que ver con esto, tiene que ver con empezar a programar, empezar a descubrir “cuáles” son nuestros valores, a empezar a descubrir “cuáles” son esas cosas que nos validan y poder ir en dirección correcta a través de actividades concretas.

Sin embargo, aquí existe el “quid del asunto” y es que hay razones puntuales para realizar actividades:

1.- Es importante porque me produce placer

2.- Es importante porque me ayuda a sobrevivir.

La verdad es que a uno no le da muchas ganas de ir a comprar al supermercado o a la farmacia. Pero acá radica el problema de la depresión, cuando entendí que tenía la necesidad de que las cosas tienen que ser placenteras para hacerlas. Ese círculo resulta vicioso si no es resuelto.

Peor aún cuando suponía que era necesario “tener ganas” o “sentir placer” para hacer las cosas y que, el hecho de no tenerlas es porque no estoy haciendo las cosas que para mí son importantes y que para mí me interesaban. Entonces, me terminaron matando, me hundieron en una espiral descendente de la cual no podía salir y ¿cómo se rompe esto? Bueno, entendiendo que es una de las cosas que propone este tratamiento, que no se sustituye con una charla (motivacional), tampoco que no hace falta tener ganas para hacer las cosas, ya que hacer las cosas en función de las ganas resulta voluble y bastante variable e inconsistente …

También una de las cosas que ocurren es cuando la depresión también desemboca en la pérdida del sentido. La persona cree que su vida perdió el horizonte por eso las causas de los intentos de suicidio; frases tales como: “para que voy a seguir viviendo”. Esto entra en torno a los valores de la persona, cuáles son estos, sus pilares y por los cuales lleva orientados su vida.

Generalmente….

podemos ver personas que tienen muchas obligaciones y están deprimidas: trabajan, hacen mil y una actividades, y sin embargo se sienten deprimidas o desinteresadas por lo que hacen.

Se sienten tristes, o bien despliegan conductas placenteras, y sin embargo, también están deprimidas. Es lo que pasa justamente con la depresión en una crisis en torno a los valores. La persona se olvida de las cosas que son significativas a construirse en un futuro.

A veces, en mi experiencia, no tengo ganas de realizar ciertos pendientes que me demandan esfuerzo, por ejemplo: la especialidad en la que me estoy formando. Sin embargo, estos malestares pueden valer la pena; guiados en esos principios, son los valores, que resultan ser (nuestra) la  brújula interna, de tal manera que harán posible que mi mayor esfuerzo en ser una mejor profesional.

Por último, la más considerable y breve reflexión es no banalizar, puesto que la depresión no es una pequeña tristeza, y se puede enmascarar en la más tierna sonrisa, en la más común y típica mentira: “estoy bien”. Donde poco a poco, la persona se va extinguiendo delante de nosotros, incluso hasta el borde de la muerte.

Debemos tener esta gran consideración y llamada de alerta para nosotros como especialistas, redes de apoyo (familia, amigos, centros de salud, etc); estar atentos y poder actuar de manera efectiva (prevenir y promover) creando una cultura de cuidado y armonía en sociedad.

Bibliografía:

LIBRO – material:

depresión mayor criterios diagnósticos:

  1. Taylor WD. Clinical practice. Depression in the elderly. N Engl J Med. 2014 Sep 25;371(13):1228-36. [Medline]
  2. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, 5th ed. rev.: DSM-V. Washington, DC: American Psychiatric Association, 2013.

Más allá de la tristeza

Puede que en este momento te estés haciendo esta pregunta: ¿cómo saber si tengo depresión?, si la tengo, ¿cómo puedo salir de ella?, ¿será tan fácil cómo los demás me aconsejan? ¡Alto!  Detente, respira; llegó el momento de hablar de este enemigo silencioso. Probablemente por desconocer los verdaderos síntomas de la depresión, a menudo hablamos de este conjunto de trastornos mentales de un modo superficial o inadecuado. Frases cómo “ponle ganas”, “hemos venido a este mundo a ser felices”, “anímate” resultan tan fáciles de decir, pero es difícil describir lo que es una depresión a quien nunca lo ha vivido.

Mi primer acercamiento a ella fue por el 2009, no recuerdo bien las razones, pero si puedo mencionar cómo me sentía. Nada te divierte, nada te complace. Sientes que eres como un fantasma… que no eres parte del mundo real. Es como ahogarse, excepto que puedes ver que todos a tu alrededor están respirando. Te hace pensar que eres una actriz que te interpreta a ti misma —y que siempre está obligada a sonreír—. La depresión es la incapacidad para construir o imaginar un futuro. Sentirse oscura, sola, asustada. Dormir es la única escapatoria para el dolor. En el 2011 vino con fuerza y se presentó cómo “depresión post parto” (mejor vista en la sociedad, acababa de ser mamá); sueño e irritabilidad todo el día; pocas ganas de levantarse; pérdida del sentido del gusto; que un día se convierta interminable; sólo esperar que llegue la noche para meterme en mis pensamientos;  junto a eso estaba mi incapacidad para poder concentrarme y poder tomar decisiones.

No llegué a un tratamiento psiquiátrico ni terapéutico, hoy no recuerdo cómo salí de eso, quizá no era un trastorno depresivo y sólo fue un estado anímico debido a distintas circunstancias en mi vida. En muchas ocasiones los límites entre una salud mental normal y un trastorno del estado de ánimo son difusos. Es posible que en tu estado de ánimo haya un cierto “fondo depresivo” o que seas una persona más bien melancólica y pesimista. Eso no quiere decir exactamente que tengas una depresión en el sentido clínico, sobre todo si funcionas bien en otras áreas importantes de la vida y conservas la capacidad para disfrutar y relacionarte.

En la actualidad la sociedad nos exige un grado de bienestar inalcanzable, y satisfacciones inmediatas… Es cómo si estuviéramos en la orilla de una piscina y nos están diciendo: ¡Lánzate no hay de otra! Debido a que no solo nos frustra, sino que incluso llegamos a tener culpa por no sentirnos felices ¿qué estoy haciendo mal? ¿por qué no me siento plena? Entiéndelo de una vez, es falso ser felices todo el tiempo, la felicidad es intermitente, la vida real implica tener momentos de sacrificio, esfuerzo o simplemente estar cansados físicamente. Sin embargo, si te identificas con expresiones del tipo “Mi vida no tiene sentido”, “Nadie me puede ayudar a salir de esto” o “Todo está perdido, no hay esperanza en mi futuro” ha llegado el momento de tomar medidas más allá de la reflexión.

Es característico observar en las personas que la padecen una gran sensación de abatimiento, falta de energía y desmotivación para cualquier actividad a la que tengan que enfrentarse. De hecho, uno de los síntomas más relevantes suele ser la dificultad o incapacidad para disfrutar de las cosas y situaciones de la vida, incluyendo aquellas situaciones en las que antes sí se hallaba placer o ilusión. Junto a lo que ya hemos mencionado, en ciertos tipos de depresión es frecuente encontrar una autoestima baja y una falta de confianza en las propias capacidades para desarrollar una vida satisfactoria tanto en el presente como en el futuro.

La depresión es un problema de salud mental complejo que no se reduce solo a estar “muy triste” sino que tiene una estrecha relación con la manera que tenemos de definirnos y de valorarnos a nosotros mismos. Es decir: para observar nuestro estado de ánimo también tenemos que observar qué pensamos de nosotros mismos. Si has leído acerca de los síntomas de la depresión, recordarás las palabras anhedonia, abulia y apatía. Efectivamente, la depresión dificulta el disfrute y además paraliza y “desinfla” la motivación, las ganas de hacer cosas. Es importante fijarse en si un periodo de desánimo vital más o menos puntual va convirtiéndose en un trastorno grave. El trastorno estaría caracterizado por un estado de desgano y desmotivación que hacen que la persona pierda el interés por la vida que hay más allá de su pequeño espacio y de su mundo interior. Se presentan varios otros síntomas, entre los que se incluyen la dificultad de concentración, el sentimiento de culpa excesiva o de autoestima baja, la falta de esperanza en el futuro, pensamientos de muerte o de suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio acusado o de falta de energía.

En efecto, desaparece la ilusión por el futuro y aumenta el desinterés hacia los asuntos presentes, cuyo disfrute se hace cada vez más difícil. A nivel cognitivo genera una importante dificultad para hallar soluciones a los problemas o encontrar interpretaciones alternativas a la propia visión pesimista de la realidad. El desánimo puntual es un sentimiento humano normal, mientras que la depresión es una enfermedad y no se remonta con consejos superficiales o con frases motivadoras. Debido a que quienes padecen dicho trastorno no pueden estar felices, este tipo de actitudes de la familia y amigos suelen incrementar su culpa o frustración porque los llevan a preguntas como “¿por qué yo no puedo?”.

Cuando tenemos que convivir o relacionarnos con alguien que tiene depresión, no debemos confundir nuestro cuidado, compañía y apoyo con responsabilizarnos de la solución de su problema. Son cruciales y no tienen nada de malo, pero no debemos confiar en que nuestro amor, simpatía o cuidados son suficientes por sí mismos para revertir el curso de una enfermedad mental, sobre todo si esta es grave.  Podemos contribuir al bienestar de una persona que la esté padeciendo, pero es un error cargar con la responsabilidad de revertir su estado.  A menudo estas personas también piensan que nadie les comprende o les trata como merecen o que no hay solución posible a sus problemas. Es frecuente que los síntomas de la depresión hagan que la persona se aleje de los demás y no encuentre comprensión en ellos ni alternativas válidas en sus propuestas. Esto resulta muy frustrante y desolador para quienes tratan de acompañarla. No hay una manera concreta de tratar a las personas que padecen una depresión clínica establecida, porque las características de este trastorno se manifiestan de forma diferente de un individuo a otro. Es importante escuchar y tratar de comprender, pero sin dejarse arrastrar por su intenso nivel de apatía o abatimiento. Podemos mostrar empatía, calidez y apoyo, pero no reforzar la victimización que la persona experimenta. Si el caso es grave no basta con nuestras buenas intenciones: es necesaria la ayuda psicológica e incluso psiquiátrica.

Según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el desarrollo de la depresión es causado por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. A continuación se describen en mayor detalle:

  • Factores genéticos (40 a 50 %) : La depresión es una condición de salud mental que puede heredarse de los padres. Las personas diagnosticadas con depresión pueden tener antecedentes familiares de este trastorno.
  • Factores físicos (20 a 30%): Partes de su cerebro responsables de regular el estado de ánimo, el pensamiento, el sueño, el apetito y el comportamiento no funcionan adecuadamente. Además, las personas con depresión tienen un desequilibrio en ciertos neurotransmisores.
  • Factores ambientales (30 a 40%) : El trauma, la pérdida de un ser querido o cualquier otro evento estresante puede propiciar un episodio depresivo. O el no dejar de lado la presión del mundo y la competitividad que nos exige.

Habiéndola definido, identificado sus síntomas y evaluado sus causas; necesitamos saber cómo evitar que la “susodicha” toque nuestra puerta o vuelva a visitarnos. En primer lugar, hay que plantearnos preguntas para ver cuál es la percepción que tengo de mí mismo, del tiempo y del entorno. ¿Me exijo mucho?, ¿estoy en constante competitividad con los demás?, ¿siento que no logro nada en el tiempo y eso me hace creer que soy un fracasado? Si te has sentido identificado, es momento de conectarte con el presente, de actuar a conciencia, un día a la vez, empieza a ser compasivo contigo, a escuchar tu cuerpo y permitirte descansar, no olvides que el vivir en gratitud con tus seres queridos aliviana los problemas.

Como paso dos, tómate unos minutos para pensar en tus relaciones personales: la familia, la pareja, los amigos, los compañeros de trabajo, la gente de tu vida pasada y presente. De este modo podrás evaluar la percepción que tienes actualmente de tu red social, es decir, de la calidad de tus relaciones y de los vínculos con las personas importantes de tu vida. Si en esta fase detectas que no han sido de lo mas “sanas”, es hora de hacer una limpieza, así cómo cuando removemos archivos del celular y establecer distancia o límites por un tiempo con lo que no te hace bien.

Por último, puedes echarte una mano para salir de estos rasgos depresivos. En el proceso hay cosas que te pueden auxiliar, así como hay otras que puedes evitar. Recuerda que lo más probable es que no te apetezca hacer nada o estar con nadie. Pero en vez de meterte debajo de la manta o no hacer absolutamente nada, lo que a menudo hace que te sientas aún peor, puedes intentar, poco a poco, asumir alguna actividad. No te plantees qué te apetece hacer, porque la respuesta normal es que no te dé la gana de hacer nada, sino qué puedo hacer. Aunque te parezca poco, es mucho. Ponte objetivos sencillos que puedas cumplir: ir a tirar la basura, caminar un poco, copiar en un cuaderno la letra de una canción que te gustaba, ordenar los cubiertos en el cajón de la cocina. Cosas pequeñas, concretas, claras. Es un error plantearse objetivos ambiciosos en medio de una crisis emocional.

En definitiva, si con este artículo te ha entrado la incógnita que cité en las primeras lineas. Debemos tener en cuenta que cada depresión es diferente y que existen muchos grados, pero con la ayuda profesional adecuada es posible que tu estado de salud mental mejore mucho. Si es tu caso, al menos merece la pena que intentes salir de esto, por tu salud y por el bienestar de las personas que te rodean. Plantéatelo y da el paso. Los psicólogos estamos aquí para ayudarte.

Cambio de chip

Generalmente, en la vida siempre estamos esperando que los demás cambien para que nosotros podamos mejorar, o para que le transformen la vida a uno. Por ejemplo, una relación sentimental, cuando estamos en ciertas dificultades con la pareja normalmente decimos, “es que si él o ella cambiara todo sería diferente”. Tarde o temprano  llegas a la conclusión de que la solución a esto es que tu pareja transmute. A partir de ese momento pones mucha energía e interés en presionarla, culpabilizarla y convencerla de que debe cambiar. Te dices a ti mismo: “Cuando esto lo consiga, mi sufrimiento acabará y seré por fin feliz”.

Lo primero es entender que a las personas hay que aceptarlas tal y como son, que cada uno piensa y siente de manera diferente, esa es nuestra riqueza.  A menudo nos empeñamos en cambiar actitudes o comportamientos de los demás sin tener en cuenta que el otro tiene una historia distinta, y que lo que para mí es importante quizá para él no lo es, y eso está bien.  Tendemos a generalizar nuestras creencias hasta el punto de hacernos inflexibles.  Aceptar que no podemos tener poder sobre los demás es el primer paso para mejorar en nuestras relaciones interpersonales.  Llegado este punto, piensa: ¿Para qué quieres que el otro se transforme? Puede que la respuesta sea para que él o ella sea más feliz o para que sufra menos, aunque si profundizas un poco más quizás llegues a reconocer que sería para que tu relación con él o ella mejore y no te genere sufrimiento a ti. 

Hoy me voy a enfocar en las relaciones de pareja. Idealizar a la pareja es uno de los errores más comunes, esto a menudo nos lleva a echar sobre las espaldas del otro la supuesta responsabilidad de ser fuente de gratificación de muchos de nuestros deseos. Algunas personas, además,  de forma inconsciente tratan de  curar heridas afectivas de su pasado infantil por medio de la relación de pareja. Nuestras decisiones tienen que ver con la repetición de modelos que hemos aprendido a través de los primeros vínculos con las figuras parentales, y también con la identidad. Al enamorarnos, idealizamos al otro y ponemos en él o ella todo lo que creemos que nos falta o nos sobra; y si no encaja a lo que deseo pues intento cambiarlo.  La teoría del apego, desarrollada por el psicoanalista inglés John Bowlby en la década de 1950, afirma que los seres humanos seguimos en la edad adulta los patrones de relación que aprendimos en la infancia. Formamos un apego seguro cuando nos han educado con afecto, atendiendo nuestras necesidades y emociones (sin sobreprotegernos) y poniéndonos unos límites claros y adecuados. Desde este estilo nos identificamos con el modelo y buscamos parejas similares, que nos traten de manera sana y satisfactoria. 

Pero ¿Qué sucede cuando la figura de apego es rígida e inflexible, o cuando muestra rechazo u hostilidad ante nuestras necesidades, o si unas veces las atiende y otras veces no? En esos casos podemos generar inseguridad, miedos y ansiedad, y es entonces cuando elegimos  parejas que mantengan estos estados y acabamos convirtiéndonos en personas que entienden las relaciones desde el conflicto, sintiéndonos incómodos a menudo, desconfiados o ansiosos. El estilo que elegimos para llevar nuestra relación es un aprendizaje, no un instinto por lo que tenemos margen de movimiento. Lo que aprendimos se puede desaprender, descubriendo otra manera de relacionarnos y abriéndonos a características diferentes. Pero repetimos el patrón si no somos conscientes de nuestros miedos e inseguridades; y si por miedo a la soledad “evitamos el ser juzgados”, aferrándonos a la idea de pareja a pesar de que nuestra salud mental pueda estar en juego. 

Debemos tener presente que algunos patrones o creencias no las hemos generado nosotros a través de vivencias, sino que pueden corresponder a algo que vimos en nuestras familias o en algún modelo que terminó influyendo en nosotros. Quiero que te tomes un tiempo para responder estas preguntas:

  • ¿Cómo recuerdas la relación de tus padres?
  • Cuando había problemas ¿cómo los solucionaban?
  • ¿Qué muestras de afecto tenían contigo?
  • ¿Qué rol tuve que jugar y sigo jugando para sentirme bien, o para obtener amor y aprobación?
  • ¿Qué estás llevando hoy a tu relación de lo que viviste con tus cuidadores?

Después de tener este diálogo interno, vamos a dar con la “creencia” y hacernos conscientes de ella. El poder dar con la raíz de nuestras inseguridades, siendo comprensivos y compasivos, nos ayudará a una reformulación  de pensamiento que nos permitirá tomar decisiones sanas, haciéndonos responsables de nuestra felicidad, sin esperar que los demás deban cambiar. Entonces ¿por qué pasamos nuestra vida pretendiendo que mi pareja transmute? La respuesta está en la actitud cómoda y fácil de culpabilizar al otro cuando las cosas no son o no ocurren como nos gustaría, y así, librarnos de la responsabilidad de afrontar con la mochila emocional que llevamos. 

Cuando estoy en sesiones de pareja, suelo preguntarles en qué medida creen que están contribuyendo cada uno de ellos a que la relación no funcione como les gustaría. Es interesante, porque ambos buscan autoculparse de aspectos propios que por supuesto conocen y no saben manejar de forma adecuada. Esto me alegra mucho, “son conscientes” me digo a mí misma… Pero unos segundos después aparece la afirmación del “pero”. “Yo sé que no la escucho mucho… pero si ella fuera más cariñosa conmigo, yo la escucharía más”. En este escenario son muchas las relaciones que terminan por romperse. El planteamiento es tan turbio que las conclusiones a las que suelen llegar son, por un lado, de refuerzo de la culpabilización (“la otra destruyó la relación por no cambiar”) y, por otro lado, de fracaso (“no fui capaz de hacerla cambiar”), cuando en realidad no hay culpables ya que ambos no son conscientes de la raíz del problema y el único fracaso es el planteamiento erróneo de querer convertir a tu pareja.

Aquí te dejo tres estrategias para no pretender cambiarle el chip a tu pareja si llevas una relación sana:

  • Ten una mirada compasiva y comprensiva hacia ti mismo y tu pareja. Interioriza esta creencia: “Todos hacemos lo que podemos, de la mejor forma con los recursos que tenemos”. No te tomes las acciones de los demás como algo personal y considera que detrás de ellas puede haber una historia que las justifique, más allá de una intención maliciosa.
  • Olvida el querer modificar a tu pareja, centra todos tus esfuerzos en cambiar tú. Contempla la posibilidad de que el comportamiento de tu pareja te está mostrando algún aspecto de tu personalidad que puedes mejorar.
  • Colócate como un aprendiz en la vida y déjate enseñar. Mostrar vulnerabilidad es el primer paso para comprender que no podemos con todo y que necesitamos ayuda, quien está caminando a tu lado puede brindarte grandes aprendizajes. 
  • Por último, adquiere la sabiduría para saber distinguir qué aspectos puedes trabajar en ti y aceptar los que no. Aprender a aceptar es una de las habilidades que mayores frutos pueden dar en tu crecimiento personal. En este caso, aceptas al otro tal cual es, sin pretender que cambie, y te aceptas a ti mismo, con tus luces y tus sombras.

Referencia:

Bowlby J. (1979) : Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. España: Ediciones Morata