El otro día me preguntaba. ¿Cuál es el bien, cualidad o cosa más importante que posee el ser humano? Y me di cuenta según mi perspectiva que hay dos conceptos imprescindibles para ser feliz. Uno es la autoestima y otro es la libertad. Uno no puede andar sin el otro porque van de la mano.
AUTOESTIMA Y LIBERTAD
¿Qué es la autoestima?
La autoestima es un sentimiento valorativo de nuestro conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que forman la personalidad. Dicho sentimiento puede cambiar con el tiempo: a partir de los cinco o seis años de edad, los niños comienzan a formar el concepto sobre cómo son vistos por el resto de la gente. (Gardey, 2024)
Un ser humano que pierde la autoestima ya no es libre pues puede caer en las manos de personas manipuladores, narcisistas y que busquen perjudicarlo emocionalmente de alguna manera.
Es por ello que se debe recalcar en fomentar la autoestima en los niños, una forma práctica es conversarles sobre situaciones cotidianas o mostrándoles escenarios ficticios, buscando la forma de hacerlos razonar, sobre como deberían actuar ante situaciones que los perjudiquen. A continuación, también mencionare otros temas que ayudaran a mantener a nuestros niños sanos, tanto mental como físicamente.
Los cuentos aportan mucho al cerebro de los niños
Está demostrado que, al tomarnos tiempo como padres, para leer cuentos a nuestros niños, no solo se solidifican los lazos afectivos que fortalecen el vínculo familiar, sino que también se aporta múltiples habilidades.
Los cuentos son una forma efectiva de estimular el cerebro de los niños y niñas. Al leer o escuchar historias, los menores tienen la oportunidad de aprender nuevas palabras y conceptos, lo que les ayuda a desarrollar su vocabulario y comprensión del lenguaje. (Sentir, 2023).
Además, que los cuentos les ayudan a ser niños sociables, a comprender diferentes panoramas de la vida y fomentar valores.
Manejo de rabietas:
Otra manera de impulsar a nuestros niños es sabiendo manejar adecuadamente las rabietas o berrinches que estos suelen presentar, es así como se debe capacitar a los padres en la adecuada crianza de sus hijos.
Pero, ¿Por qué ocurren las rabietas? Se presentan con frecuencia en respuesta a deseos o necesidades insatisfechas. Las rabietas tienen mayor probabilidad de presentarse en niños pequeños o en alguien que no pueda expresar sus necesidades o controlar sus emociones cuando está frustrado. (MedlinePlus, 2023).
Como prevenir las rabietas:
Se debe saber que las rabietas empeoran a partir de los cuatro años, por ello debemos ejecutar un plan de acción.
Hablar con un tono claro y firme al dar indicaciones a nuestros hijos, por ejemplo:” si guardas todos tus juguetes, después podrás salir a jugar afuera”, lo que se busca es no confundirlos y darles tranquilidad y seguridad, hablándoles de manera clara y sencilla.
Los padres no deben engreír a sus niños ni darles las cosas que quieren cuando ellos lo piden, porque así estarán acostumbrado al menor a pensar que siempre puede obtener lo que quiere, solo con llorar, gritar, tirarse al suelo, etc.
Los padres deben mostrar una figura de autoridad en los comportamientos con sus hijos, sin llegar al autoritarismo ni a ser padres muy sumisos sin mostrar fortaleza.
Enseñarles a cuidar su cuerpo, integridad y autoestima:
La integridad forma parte de la autoestima. En el aspecto de integridad no se debe permitir que nadie toque el cuerpo de los niños aparte de sus padres, puesto que es sabido que los agresores de la víctima en la mayoría de los casos son parientes cercanos que abusan de la confianza de los padres para hacer estos actos inaceptables.
Si uno como padre valora el cuidado integral, enseña al menor a ver por sí mismo, generando autocuidado y desarrollando la habilidad de velar por el propio bienestar. De tal manera se debe inculcar y desarrollar esto en los niños desde muy temprana edad con el apoyo de canciones, historias, música, arte y deportes.
Referencias:
MedlinePlus. (4 de Mayo de 2023). Obtenido de MedlinePlus: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/001922.htm#:~:text=Se%20presentan%20con%20frecuencia%20en,sus%20emociones%20cuando%20est%C3%A1%20frustrado.
Sentir. (4 de Julio de 2023). Editorial Sentir. Obtenido de https://editorialsentir.com/noticias/leer-para-crecer-como-la-lectura-en-la-infancia-fomenta-el-desarrollo-personal-y-emocional/
No sé en qué momento comencé a contemplar la maternidad. De hecho, no estoy segura si esta reflexión surgió como un deseo genuino o si fue influida por mi entorno: amigas y conocidas que empezaron a embarazarse (y ya no eran embarazos adolescentes), ¿o también podría se que la sociedad así lo demanda?
Puedo explicar, por medio de la siguiente metáfora, uno de los motivos por el cual maternar no esté en los planes de vida de algunas mujeres: Las personas que en alguna oportunidad hayamos viajado en avión, hemos escuchado el protocolo de seguridad que las aeromozas explican antes de despegar: en caso de despresurización en el vuelo, debemos colocarnos primero la máscara de oxígeno antes de ayudar a otros. A veces, en medio del caos, podríamos sentir la urgencia de ayudar a los demás antes que a nosotras mismos, con la posibilidad y el riesgo de sufrir algún tipo de descompensación o incluso la muerte. Y es esta enseñanza la que nos recuerda la necesidad de cuidarnos primero para estar en condiciones de cuidar a otros. Trasladando lo anterior a la maternidad, implica reconocer que intentar darles a nuestros futuros hijos algo que nosotras mismas carecemos (desde falta de estabilidad financiera, mental o emocional), podría resultar contraproducente. ¿Cómo brindaríamos cuidados a otro ser (que depende 100 % de una) si no nos cuidamos primero a nosotras mismas?
En el momento que me di cuenta de que la maternidad no figura entre mis prioridades actuales (ni siquiera cercanas) y comencé a compartir esta reflexión con personas de mi entorno, rápidamente me enfrente al juicio. Algunas personas me tildaron de “egoísta” o me dijeron frases como “cambiarás de opinión con el tiempo” o “tu instinto maternal llegará con los años”. Estas reacciones me llevaron a cuestionar dos cosas: ¿Realmente existe el “instinto maternal”?, ¿y por qué se consideraría egoísta la decisión de no querer traer hijos a este mundo?
La idea de querer tener hijos viene, en cierto punto, del deseo de supervivencia, asegurar nuestra continuidad y nuestro legado (tener a quien preceda nuestros apellidos, y herede nuestras pertenencias, “todo el trabajo duro que hicimos en vida”) para sentir que una parte de nosotros prevalece en la tierra, aun cuando nuestro cuerpo físico parta de esta dimensión y experiencia terrenal, sin embargo, ¿es esto realmente necesario? ¿Es justo esperar que otro ser nos dé sentido de trascendencia?
Es innegable que existe un rol social asignado a la mujer, un rol de reproducción, donde solemos ser vistas como complemento del varón (no se da de manera inversa), lo que le da un valor a la mujer asociado al rol de esposa y de madre (no de sí misma). En nuestra sociedad, hemos observado una dinámica donde el varón se establece como el proveedor del hogar, mientras que se asigna a la mujer el rol de cuidadora del esposo y los hijos, el cual es considerado como una obligación. Esto conlleva a una visión estereotipada de la mujer, lo cual la limita a únicamente al papel de madre (Recciutti, 2020). Este modelo permite que se pueda afirmar que la idea del instinto materno no es más que un constructo social, moldeado históricamente por el machismo. Las mujeres que se ven presionadas a conformarse con esta forma de maternidad, se arriesgan a sentirse culpables y transgresoras si no cumplen con el ideal maternal impuesto por la sociedad (Del Castillo y Polo, 2020); muchos hablan incluso de que el no tener hijos haría que la mujer no estaría cumpliendo con lo que “debería”, por lo tanto, no sería una “mujer completa”.Estas expectativas generan síntomas de ansiedad, impotencia y frustración por no encajar con la idea de ser “buenas madres”, más aún en una cultura machista que suele ver a las madres como “mujeres sacrificadas, puras, virtuosas y dignas”; y si una de ellas se sale de este estereotipo es rápidamente señalada y juzgada.
En este contexto, la mujer se encontraría restringida en su capacidad de elegir roles más allá de la maternidad, lo cual refleja una concepción arcaica. En el año 2024, la noción de que existe un instinto maternal “innato”, arraigado en la sociedad parece obsoleta y limitante.
En una perspectiva distinta, algunos sostienen que el deseo de no tener hijos es egoísta, disfrazado bajo la premisa de que “solo piensas en ti”. Sin embargo, ¿no es igualmente egoísta querer tener hijos con la expectativa de que cuidarán de nosotros en la vejez? Ya que se suele plantear la pregunta “¿quién te cuidará cuando envejezcas?” como una de las razones para elegir la maternidad. Pinilla y Sánchez (2020) analizaron el egoísmo en base al pensamiento de Hobbes, indicando que, desde la psicología, es la forma en la que una persona actúa solo en pro de sus intereses, y por ello, actúa de manera que “sea” o “parezca” conveniente, resaltando que existe una diferencia entre actuar en base a nuestros intereses personales y actuar en función de lo que nos interesa. El querer ejercer una maternidad, por lo tanto, tiene que nacer desde el interés real, no solo querer ser madres sino ejercer de manera presente.
Y otro punto a señalar es que otras personas (en especial mujeres que son madres) indican que la única forma en la que se experimenta el “verdadero amor” es solo siendo madres; en cierto punto, no dudo que sea así, es decir, las mujeres que se convierten en madres deben sentir un amor muy grande por sus hijos (por lo menos un porcentaje alto), sin embargo, desde mi perspectiva profesional y humana, creo firmemente que no es necesario ser madre para experimentar el “verdadero amor”.
El amor es uno de los sentimientos de más alta frecuencia, que nos permite vibrar ligeramente con la vida, y decir que solo se experimenta este sentimiento al ser madres es limitarlo (y el amor no tiene límites). Podemos sentir amor hacia nosotras mismo, nuestros padres, hermanos, hermanas, amigos, amigas, pareja, mascotas, incluso al contemplar un atardecer, o al tomar una taza de café o té; y no se trata de comparar que se ama más o menos, sino entender de que el amor tiene expresiones infinitas, y que ninguna es más o menos “verdadera”.
La maternidad puede dar lugar a experiencias que sean satisfactorias y empoderadoras, como también a experiencias traumáticas que pueden afectar el estado psíquico de la mujer que se convierte en madre, esto incluso puede llegar a afectar el vínculo que se pueda tener con el recién nacido (Del Castillo y Polo, 2020), aquí podríamos poner como ejemplo claro a la depresión post-parto. Es decir, algunas mujeres no atraviesan por ese “momento mágico” de dicha y felicidad, sino que algunas tienen miedo, ansiedad y frustración, emociones completamente válidas al viaje de la vida que empiezan: el cuidado de otro ser humano que depende completamente de una.
Decidir no tener hijos también es una elección valida, especialmente en una cultura que idealiza la maternidad. No ser madres no nos hace “menos mujer” o “mujeres incompletas”, todas somos igualmente valiosas, ya sea si elegimos maternar o no.
Para las personas que juzgan acerca de ello, es bueno comprender que nuestra verdad no siempre será replicable a otras personas o contextos, así que antes de emitir algún tipo de juicio mejor escuchemos con atención: si alguna mujer te comenta su deseo de no ser mamá, escucha con apertura y amor, respetando la opinión y decisión que tome.
El traer a alguien a esta vida es un milagro, de por si la vida misma es un milagro, sin embargo, ese “milagro” o coloquialmente llamado “bendición” requiere de cuidados, en especial en sus primeros años de vida (si no es en toda su vida o la vida de la madre), cuidados que tienen un coste económico, mental y emocional.
¿Qué ocurre si en ningún momento me llego a sentir preparada para asumir ese rol? Pues nada, soy una persona egoísta, y tacho esta palabra porque simplemente soy una persona que decide, con toda libertad, no ejercer la maternidad.
Por último, deseo aplaudir la responsabilidad y carga física, mental y emocional que las madres llevan (ya sea que lo hayan decidió o que les haya tocado). Criar a un ser humano es una tarea apoteósica y difícil por donde lo veamos, que requiere no solo de esfuerzo si no de mucho sacrificio; y fuera como se haya dado la situación, requiere a veces de posponer o dejar de lado por completo metas propias para proveer y criar a otra persona. Hay que entender que las madres, antes de serlo, son personas con sueños y metas propias que atraviesan un cambio emocional desde que se enteran del embarazo, además, es necesario reconocer y respetar su identidad más allá de la maternidad.
Referencias
Del Castillo, R., & Polo, C. (2020). Maternidad e identidad materna: deconstrucción terapéutica de narrativas. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq 40(138), 33 – 54. https://doi.org/ 10.4321/S0211-573520200020003
Pinilla, D., & Sánchez, P. (2020). El egoísmo en el pensamiento de Thomas Hobbes. Interpretación y racionalidad cooperativa. Cinta moebio, (69), 241 – 254. https://doi.org/10.4067/S0717-554X2020000300241
Recciutti, P. (2020). Los artificios del Instinto Materno. Representaciones de la madre universal. Universidad de la República – Uruguay. https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/29363/1/tfg_paula_recciutti_2.pdf
Una de las cosas que más marca la temporada de fiestas navideñas es el exagerado consumismo que vemos en los negocios, centros comerciales y en todo lugar; así como las grandes diferencias de aquellos que lo tienen todo (o al menos más que los demás) y de quienes no tienen nada; lo que genera un caos total que eleva en cada ser, emociones intensas que conducen a algunos a amar estas fiestas, y a otros, a detestarlas, a sublimar o deprimirse.
Aquellos que tienen familias grandes, se vuelven creativos para cubrir las expectativas familiares; y aquellos que no las tienen, sienten el temor a la soledad y al olvido, se llenan de nostalgia, de recuerdos que un día fueron y hoy no están, o de ansiedad por lo que les hubiese gustado tener, y no tienen.
Esto pareciera un estado alterado y frenético, por dejar una “huella de amor” y de presencia en el otro, con una acción, un regalo, una obra de caridad, etc. Los más exigentes esperarán que no falte ningún miembro de la familia antes de las doce, y los más relajados estarán más atentos a cubrir las fantasías de aquellos que todavía creen en “la magia de la navidad”.
Lo cierto es que dentro de cada persona, hay un mover que se manifiesta en presiones, pasiones, deseos, compromisos, expectativas, temores, etc. Las personas se conducen compulsivamente por las calles, con el anhelo de poder dar a sus seres queridos lo que sus propios deseos y anhelos los motiva a dar.
Ese mover en cada persona, es, en esencia, “el Espíritu de la Navidad” que nos toma y nos acoge. Para quienes somos creyentes, celebramos la venida de Cristo, quien simboliza el amor perfecto y la posibilidad de una vida eterna. Para aquellos que no son creyentes, es un tiempo de celebración en familia, de unión y de hermandad. “El Espíritu de la Navidad” es aquel que nos invade de un amor perfecto, que construye y no destruye, que aprecia y no desprecia, que incluye y no excluye.
Quizás, solo por eso, hoy me permita celebrar el caos, la locura por las compras, la alegría en las calles invadidas de villancicos, luces, árboles y nacimientos. Aunque sea una expresión efímera y pasajera “el Espíritu de la Navidad”, llevado en un recto sentido, nos envuelve, y nos aleja de lo violento.
Agradezco y celebro el esfuerzo de cada uno por llevar lo mejor de sí a sus hogares, aun cuando esto sea algo comprado o donado, algo nuevo o de segundo uso, algo de una marca reconocida o algo artesanal, o simplemente una banalidad, qué importa, si brinda alegría y satisfacción.
En este sentido, con una taza de chocolate caliente, escuchando una de mis canciones y películas favoritas de navidad, Last Christmas en la versión de Jada Facer y Alex Alexander, termino con la imagen de mi más preciado regalo, celebro “el Espíritu de la Navidad” y deseo para todos una ¡Feliz Navudad!…
“Sentido de extrema protección”, algunos padres usan la hiperpaternidad para con sus hijos. Cuando queremos controlar todo, se esconde detrás un gran sentido de inseguridad contra la vida, además se busca cubrir carencias desde tiempos remotos. En este caso, los padres tuvieron infancias difíciles, y en su deseo de que sus hijos no pasen lo mismo, creen erróneamente que “sobre-ayudando” harán una buena tarea. Esta situación, además, denota cierto egoísmo en los progenitores, detrás de esto, se encuentran padres narcisistas, con probable trastorno de la personalidad “pasivo-agresivo”, dependientes emocionales, víctimas, etc. Se usan frases como: “Lo hice por ti”, “sufrí mucho al tenerte”, “eres todo para mí”, “viniste a salvarme”, etc.
Unos progenitores con buena salud mental siempre querrán que sus hijos se defiendan por sí mismos ante las adversidades, dándoles la libertad adecuada.
Algunas de las características del estilo educativo sobreprotector:
Impiden que sus hijos exploren el mundo.
No se les permite ser independientes y eligen las actividades que harán, incluso deciden que vestimenta tendrán.
Les privan de expresar sus sentimientos y deseos, pensando por ellos.
Los padres evitan que los niños experimenten situaciones incómodas o difíciles, y no dejan que el niño se defienda por sí mismo.
Para ejercer el control, generan miedo al decirles que no son capaces de hacer algo.
Alojan sentimientos de culpa por falta de tiempo con sus hijos.
Consecuencias de la sobreprotección:
Consecuencias en el área biológica:
Demora en el control de esfínteres.
Demora en caminar.
Demora en comer solo.
Consecuencias en el área psicológica:
Fobias.
Inseguridad.
Bruxismo.
Agresividad.
Timidez.
Celos excesivos.
Baja tolerancia al fracaso.
Consecuencias en el área social:
Dependencia de otros.
Dificultad en habilidades sociales.
Baja autoestima.
Niño inhibido y retraído con los demás. (Cisneros, 2017)
Unos padres felices criarán hijos felices:
¿Amor o desamor? El amor verdadero no causa daño, ¿o sí lo hace?
El amor verdadero es planificado. La llegada de una de las alegrías más grandes de la vida (como podría ser para muchos la idea de tener hijos) debe ser correctamente preparada. Pues si los padres se encuentran extenuados con la crianza y sienten que dieron más de lo que debían, resurgirán ideas de victimismo, y con ello, se transmitirá, consciente o inconscientemente, el propio dolor a los hijos, buscando llenar vacíos, y uno sería el de la extrema protección.
Se debe tener primero las necesidades básicas cubiertas para con uno mismo (techo, comida, salud, paz) y los propósitos que puedan ir más allá (porque no solo de pan y agua vive el hombre), como una profesión, deseos de la vida, viajes, etc., antes de la llegada de hijos. Cuando estemos felices con nosotros mismos recién podremos hacer felices a los demás. Por ello, resolver tempranamente nuestros conflictos internos, emocionales, sociales y económicos, nos brindará ese camino deseado, y podremos dar amor de calidad a los demás.
Fuente: Cisneros, J. (2017). ColegioArcangelRafael.com.
Desde antes de su nacimiento, el ser humano tiene la necesidad de cuidados, protección, atención y apego. Uno de los motivos básicos e «instintivos» de la experiencia humana es la búsqueda y conservación de un fuerte vínculo emocional con otra persona. Necesitamos de muestras de amor: abrazos, besos, palabras cálidas, caricias, etc., que son una parte esencial para conseguir un correcto desarrollo y maduración cerebral. Si hay una ausencia de dichas muestras afectivas por parte de los padres o cuidadores, el bebé no podría llegar a desarrollarse debidamente, lo que alteraría no solo el aspecto afectivo, sino también el físico y el mental, provocando sensaciones de soledad y vacío.
«El niño desde el principio de su existencia está recibiendo sensaciones, percepciones, respuestas a sus reacciones impregnados de connotaciones» Singly (1976).
¿Cómo afecta psicológicamente la ausencia o percepción de ausencia?
La ausencia de estimulación afectiva a los niños por parte de los adultos que juegan un rol relacional afectivo importante, provoca la aparición de trastornos, no solo de la maduración, también genera síntomas clínicos que se expresan en trastornos somáticos, afectivos y conductuales. El término de «carencia afectiva», señala tanto la causa (déficit de estimulación afectivo-maternal) como la consecuencia (clínica somática, afectiva y conductual con retraso en la maduración afectiva del niño).
La percepción de esta carencia afectiva provoca malestar, sensación de soledad y vacío producido por esa necesidad afectiva no cubierta, y la búsqueda de aprobación constante para satisfacer esa necesidad.
“Me gustaría que en las noches, cuando llegan mis papás de trabajar, se sienten conmigo a hablar sobre lo que nos pasó en el día, pero no se puedo hablar con ellos porque llegan muy cansados de trabajar” (RJRR).
Síntomas que presentan los niños que tienen estas carencias:
Algunos síntomas son: desconfianza, deficiente habilidad social, ansiedad, depresión infantil, etc.
Según su edad, el niño puede presentar diferentes síntomas:
Bebés: Suelen llorar mucho y pueden tener enfermedades infecciosas.
Edad infantil: Trastornos en el lenguaje.
Edad escolar: Baja autoestima, trastornos de aprendizaje, celos, y fracaso escolar.
Pubertad: Trastornos del comportamiento, retraimiento, problemas en las relaciones sociales, y hostilidad.
Adolescencia: Consumo de sustancias, conductas impulsivas, incumplimiento de normas, baja autoestima, y ansiedad.
Estos síntomas se suelen mantener hasta la vida adulta, y afectan nuestras habilidades, de igual modo generan dependencia emocional. En la edad adulta afecta a la capacidad de adaptación, seguridad, autoestima y estabilidad en las relaciones personales. Además, en muchos casos, presentan ansiedad y sintomatología depresiva.
En conclusión, el niño necesita experimentar afecto de sus padres o cuidadores para cultivar su autoestima y la seguridad necesaria para alcanzar su autonomía personal.
Referencias
Centre Londres 94 (1976). Carencia afectiva. http://www.centrelondres94.com/files/carencia_afectiva_0.pdf
Psicólogos Málaga (s/f). Síndrome de la carencia afectiva. https://www.psicologos-malaga.com/sindrome-carencia-afectiva/#:~:text=La%20carencia%20afectiva%20se%20define,por%20falta%20de%20la%20misma
Sánchez, L. A. (2018). Carencia afectiva y desarrollo socioemocional de estudiantes de décimo grado del Instituto Nacional de Segovia Leonardo Matute, de Ocotal, Nueva Segovia segundo Semestre 2018 (Tesis). http://riul.unanleon.edu.ni:8080/jspui/bitstream/123456789/7438/1/243355.pdf
Singly F. (1976). La lutte conjugale pour le pouvoir domestique. La influencia del entorno educativo en el niño. Ma. P. Bandres, Francia.
A veces, hablar del siguiente tema puede ser difícil, pero les contaré un poco de lo que me tocó ver. Si yo no hubiera tenido estos conocimientos quizá hubiese sido solo una expectadora.
Conocí a una persona que, por no saber sobre estos temas, terminó destruyendo un futuro. Esta persona era madre de dos hijas, desde muy pequeñas las crio en un hogar donde había mucha violencia. Discutía demasiado con su esposo, delante de sus hijas, sin saber que ellas sufrían.
Sabemos que las discusiones son parte de la vida. Y tenemos distintos tipos: desde las negociaciones en las que se intercambian ideas para llegar a un acuerdo, hasta las peleas en las que no faltan los agravios, las burlas y otras afrentas. Estas situaciones, sin embargo, dejan heridas en quienes participan de ellas, y también (a veces muy graves), en los niños que se ven involucrados.
¿Qué pasa cuando discutimos delante de nuestros hijos?
En su artículo, el profesor Harold concluye que una amplia selección de la investigación académica, desarrollada desde la década de 1930 en torno a la psicología del niño (junto a una variedad de trabajos experimentales y de seguimiento a largo plazo), demuestra que los menores expuestos al conflicto, pueden experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés. Todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los seis meses.
También es posible que sufran retrasos en el desarrollo del cerebro, problemas de sueño, ansiedad, depresión y problemas de comportamiento. Aquellos niños que ven peleas menos intensas, pero por un periodo continuado, también pueden desarrollar los mismos problemas.
El «maltrato leve» no existe
Cabe agregar que los niños y las niñas viven las disputas de forma distinta. El profesor Harold, en un artículo publicado en la revista de psicología El desarrollo del niño, sostiene que mientras los niños suelen experimentar problemas de comportamiento, las niñas se ven más implicadas emocionalmente.
Si estas discusiones se manejan de una manera adecuada, puede ser una gran oportunidad para que los hijos adquieran habilidades de cara a que, cuando ellos tengan que enfrentarse a esas mismas situaciones, puedan resolverlas de manera efectiva, y tengan control sobre sus emociones.
Si estas discusiones se realizan desde el respeto, sin alzar la voz, sin utilizar insultos, ni chantajes emocionales, los hijos podrán desarrollar destrezas para manejar estas situaciones de conflicto con otros niños, y, posteriormente, en su edad adulta.
En cambio, si estas discusiones son expresadas desde la agresión, los niños van a imitar estos comportamientos de los padres, y repetirán esas conductas en el trascurso su vida.
Nuestros hijos son como una esponja, y mucho más si son pequeños; ellos no solo hacen lo que nosotros hacemos, sino también lo que decimos.
“El aprendizaje es bidireccional: nosotros aprendemos del entorno, y el entorno aprende y se modifica gracias a nuestras acciones”
Albert Bandura
Investigaciones anteriores ya habían demostrado que las conductas agresivas pueden afectar al desarrollo del comportamiento. El famoso experimento de Albert Bandura, nos puede servir de ejemplo.
Experimento del muñeco Bobo: un modelo de agresión
Bandura no estaba de acuerdo con la postura de los conductistas, porque consideraba que subestimaban la dimensión social del comportamiento humano. Por ello, enfocó su estudio en la interacción entre el aprendiz y el entorno, para explicar los procesos de aprendizaje. Para ello, puso en marcha su famosa y mundialmente conocida investigación: el experimento del muñeco Bobo.
En el escenario del modelo agresivo, el adulto comenzaba jugando con los juguetes de la sala, durante un minuto aproximadamente. Después de este tiempo, el modelo agresivo iniciaba un comportamiento violento hacia el muñeco, pegándole o utilizando un martillo de juguete para golpearlo en la cara. En el modelo no agresivo, el adulto jugaba sin más con el muñeco. Y, por último, en el grupo control no existía observación previa de interacción con ningún modelo.
Más adelante, los niños fueron pasando, uno a uno, a la sala con los juguetes y el muñeco Bobo. Estos fueron grabados con cámaras para registrar su comportamiento tras haber contemplado las formas de actuar de los modelos adultos.
En cuanto a los resultados referidos a las diferencias de género, estos apoyaron firmemente la predicción de Bandura de que los niños estaban más influenciados por los modelos de su género.
Además, entre los niños que habían estado presentes en el escenario del modelo agresivo, el número de ataques físico exhibidos fue mayor en los niños que en las niñas. Es decir, los niños mostraron más agresividad cuando se expusieron a los modelos masculinos agresivos.
«Prepara a tu hijo para la vida no la vida para tu hijo«
Tim Elmore
¿Qué esperamos de nuestros hijos?
Debemos de tener claro que algo hay que ofrecerles, porque ellos lo esperan. Ellos nos observan constantemente, esperan ver aquello que le dé sentido a su vida, un “algo” donde apoyarse, para crecer con estabilidad y firmeza. Y de esta manera, crear su propio criterio de la vida, algo a partir de lo cual, puedan tomar sus propias decisiones. Entonces, ¿por qué no empezamos con nosotros mismos? Si hemos vivido en un hogar donde hubo violencia, cortemos esos lazos que nos conectan al pasado. Comencemos un hogar sano, sin violencia, sin discusiones. Hagamos la diferencia.
Antes de escribir este artículo, me limitaban mucho mis ideas de exponer mi vida e imagen como profesional de la salud mental envuelta en esta situación. Quienes saben un poco más de mi, conocen mi historia familiar; soy casada, tengo dos hijas, una de once años, otra de seis, y un pequeño bebé con apenas días de nacido, que me ha llevado a conectar con mi vulnerabilidad y esa parte sensible que no me gusta reconocer en mí. Es más fácil mostrarse fría, tener las cosas bajo control, y con una respuesta que ayude a la esperanza. Pero, decidí hacerlo porque es una forma de sanar.
A quienes son mis pacientes, muchas veces, les dije que escribir es terapéutico, y que las veces en que he escrito artículos para el blog han sido durante momentos que necesitaba conectar conmigo y reconocer mis emociones. Espero poder ayudar a algunas mamás que estén pasando esta etapa. Ya seas primeriza o tengas tu cuarto hijo, cada experiencia es distinta.
Este tiempo he estado leyendo mucho sobre la depresión postparto, o artículos de cómo puede afectarnos la llegada de un nuevo ser a nuestra vida; nadie niega que no lo hayas esperado tanto y que deberías estar contenta y agradecida, porque ya está contigo; pero se olvidaron de decirnos que la maternidad duele. Duele ya no tenerlo en tu vientre, no poder hacer las cosas que hacías antes, dejar de sentirte reconocida en tu trabajo; duele dar de lactar; las malas noches; el cansancio; ver que tu cuerpo que ya no es el de antes; afecta esa carga hormonal que estaba a mil con el bebé dentro, y hoy, ya no está; frustra la ansiedad que sientes por si acaso podrás terminar tus cosas a tiempo, antes de que despierte el bebé; apena no tener tiempo de pareja, y pensar que tu relación puede llegar a su fin, porque eres invisible para él; destroza no tener el mismo tiempo, ni la sonrisa y energía para los tuyos cómo te veían antes… Y así, una lista interminable de la que no se habla mucho, porque se ha idealizado «la maternidad».
Según la sociedad, el fin y felicidad de toda mujer debe ser el tener una familia o casarse; cuanta mentira nos metieron las novelas y cuentos de hadas, desde esas creencias absurdas de que «el amor debe ser sufrido» y que «el matrimonio es para siempre, así tu salud mental o física esté en peligro», Todos esos mensajes equivocados han hecho que veamos el amor hacia el otro y no hacia uno mismo, lo que hace que anulemos o posterguemos nuestras necesidades y satisfagamos la de los otros. ¿Y por qué menciono esto? Porque al comienzo la maternidad puede verse así, dar de lactar o dar biberones antes de tomar desayuno, despertarse por alguien que necesita que lo atiendas, así no hayas pegado el ojo toda la noche… La maternidad, al inicio, es de alta demanda y sí se sufre; no pretendas que en el primer mes, puedas hacer todo lo que hacías antes, o estar súper-arreglada, bañarte todos los días, tener una sonrisa deslumbrante… Ideas completamente falsas; por eso, cuando nace un bebé, él estará protegido y con buenos cuidados, más sin embargo, quien necesita apoyo es la nueva mamá para manejar los cambios de su ser, de su cuerpo y de su antes vida.
Las redes sociales y medios de comunicación ponen imágenes de mamás puerperinas, alegres, sin ojeras y dando de lactar, completamente realizadas, poco real, ¿no? Eso te hace sentir como una extraterrestre, con miles de dudas de por qué yo no vivo mi maternidad así. Por qué me duele cada vez que doy teta, o por qué mi ropa termina manchada de leche; mi mirada anda perdida por extrañar mi yo de antes, y me pregunto, ¿qué estaría haciendo hoy, meses atrás? Pero la realidad no es esa, la realidad es que estoy en mi cuarto, metida las veinticuatro horas, siete días a la semana, atendiendo las necesidades de un ser pequeñito, tomando muchísimo líquido para tener leche, y, con mis emociones cómo una montaña rusa, que van desde sentir ternura, hasta querer desaparecer por un momento.
Así es cómo hoy me siento, y qué bueno es hablarlo con mi red de apoyo, porque no soy la única que vivió su postparto así. Debido a mi alta vulnerabilidad, conversé con muchas amigas mamás, donde tuve que quitarme el papel de psicóloga, mostrarme humana y frágil; al fin me sentí comprendida… Muchas pasaron depresión postparto, otras, melancolía postparto, varias la manejaron más rápido, y algunas ni la sintieron. Seguro que has escuchado de ese término…
Aquí te lo defino teóricamente: La depresión posparto o posnatal es diferente de la melancolía que se siente después del parto. Suele aparecer entre dos y ocho semanas después de dar a luz, pero puede darse hasta un año después del nacimiento del bebé. “Uno de los aspectos importantes de la depresión posparto es que no es solo un sentimiento de tristeza”. (Stuebe, en Rich, s/f). Los sentimientos de ansiedad intensa, también son una característica común de la depresión posparto.
Algunos síntomas de la depresión posparto, a los que debe prestarse atención, son la sensación de agobio, el llanto persistente, la falta de lazos de afecto con el bebé, y las dudas sobre la propia capacidad para cuidar de una misma y de la criatura.
“Todos nos preocupamos por nuestros hijos, pero [las mujeres que viven una depresión posparto] están tan preocupadas, que eso les impide disfrutar de su bebé y de su vida” (Stuebe, en Rich, s/f). La depresión posparto también puede dificultar el cuidado de una misma y el del pequeño. Ahora, que ya tenemos la definición, vamos a hablar de lo que yo pasé, muchos lo confunden con «depresión postparto», pero se le dice «melancolía postparto». ¿Melancolía posterior al parto?
Alrededor de dos o tres días después de dar a luz, son comunes los sentimientos de depresión y ansiedad. Es posible que llores sin motivo, tengas dificultades para dormir, o dudes de tu capacidad para cuidar a tu bebé recién nacido. “Esto se debe, sobre todo, al cambio en los niveles de progesterona», me lo explicó mi ginecólogo. Sin embargo, es poco probable que los cambios hormonales sean la única causa. Además de estos cambios, existen otros factores que pueden provocar esos sentimientos, tales como los períodos prolongados de cansancio o agotamiento, las dificultades con la lactancia, y otras complicaciones posparto.
Estos son otros factores que también pueden intervenir:
Problemas previos de salud mental.
Causas biológicas.
Falta de apoyo.
Experiencias difíciles durante la infancia.
Poca comunicación con tu pareja.
Sentirte invalidada emocionalmente.
Experiencias de abusos.
Baja autoestima.
Condiciones de vida estresantes.
Con un buen apoyo de la familia, los seres queridos y los amigos, estos sentimientos suelen desaparecer en unas dos semanas, sin necesidad de tratamiento. No estoy aun a mi 100 %, quizá estoy en un 30 o 40 % de mi esencia, pero déjame decirte que todo lo que sientes en esta etapa es válido. Es normal no querer ver a nadie durante un tiempo, así los quieras y sean parte de tu vida; a veces, una necesita una pausa, más aún cuando estamos transformándonos en cuidadoras; es normal llorar en el baño, al caer la noche o de día; recuerdo que hubo una vez en la que lloré mares, fue el día de bañarme después del parto… Me dolía todo, la herida de la cesárea, que hasta me daba miedo pasar mi mano por ahí; el pecho, por la angustia; la soledad… Todo.
No te juzgues si lloras una o trecientos sesenta y cinco veces por lo mismo, no seas tan dura y juiciosa contigo. Reconoce tus emociones, exprésalas; si no tienes una red de apoyo, puedes hacerlo mediante la escritura, la pintura, o el dibujo… Vivamos un día a la vez, hoy no es siempre. Para terminar, te dejo algunas ideas que, hoy en día, me sirven para sobrellevar este tiempo:
Agradece, a si sea por lo más mínimo.
Habla de lo que sientes, dilo una y mil veces sin prejuicios.
Desconéctate de redes sociales o grupos, si sientes que es necesario, pero al mismo tiempo, busca una red de apoyo que te sostenga.
Canta las canciones que siempre te ayudaron en momentos de tinieblas.
Ponte límites a ti misma, no estás con toda tu fuerza; prioriza lo que es necesario y delega si tienes oportunidad.
Poco a poco y según tus fuerzas, trata de volver a tu rutina de antes.
Confía y espera en Dios, si eres católica esto puede ayudarte.
Y por último, déjame recordarte que, aunque el bebé esté sano, así haya sido un parto increíble, y lleves una lactancia admirable; aunque tengamos todo lo necesario, dinero, comida y amor; aunque hayamos deseado con todas nuestras fuerzas a este bebé, aún lloramos, y eso está bien. Lloramos porque nuestro cuerpo duele, el cabello se nos cae, el tiempo y nuestra identidad se desvanece; lloramos por quién éramos hace apenas unos días atrás; lloramos porque nuestras hormonas se descontrolan y desconocíamos su poder sobre nuestra complexión física y sobre nuestras emociones; lloramos de cansancio, sí, lloramos de un agotamiento enorme. Pero somos fuertes, poderosas, creadoras, y también lloramos, eso es completamente sano, que nadie te diga lo contrario. Lo estás haciendo bien.
Referencia
Rich, M. (s/f). ¿Qué es la depresión posparto? Aprende cuáles son las señales y cómo encontrar apoyo. https://www.unicef.org/parenting/es/salud-mental/que-es-la-depresion-posparto
El comportamiento suicida es un tema crítico y fundamental para la sociedad actual. ¿Por qué? Si tomamos los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) donde nos dice que el suicidio es la tercera causa de muerte en la población de 15 a 19 años, y que el 79 % de los suicidios consumados suceden en países de ingresos bajos y medios; asimismo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) refiere que los adolescentes tienen una tasa de mortalidad de 9.1 por 100.000 habitantes (ONU, 2023).
Si hablamos sobre las principales condiciones de riesgo para cometer suicidio consideremos la comunicación poca o nula con los demás; problemas escolares; embarazos no deseados; falta de recursos emocionales, económicos o materiales; ausencia de relaciones afectivas estables; dificultades en relaciones con los padres; no pertenecer a un “círculo”; aislamiento; poca interacción con grupos de pares; carencia de relaciones sociales confiables y de apoyo, etc.
A la vez, se ha intentado esclarecer la relación entre causas neurológicas y el suicidio, si se considera que el funcionamiento irregular de las estructuras cerebrales responsables del estado de ánimo, impulsividad, inteligencia emocional y la toma de decisiones pueden predisponer, biológicamente, a una persona joven, o de cualquier otra edad, a cometer un suicidio.
Si se presenta hogares con padres con baja o nula escolaridad; cambios drásticos en el nivel de vida; desempleo; hogar conflictivo; antecedentes de intentos o suicidios consumados realizados por familiares; desconfianza en los padres; ausencia de una figura de apoyo afectivo; dependencia de figuras parentales ajenas a la víctima; castigo físico, o enfermedad mental, hacen que haya riesgos relativos a la estructura del grupo familiar, con una alta probabilidad de afectar el área emocional y afectiva de jóvenes vulnerables (Dávila & Luna, 2019, Fonseca-Pedrero & Pérez de Albéniz, 2020).
Factores protectores
Se consideran tales como la presencia de una red social fuerte; dinámicas familiares que posibilitan una autoestima favorable; apoyo percibido de los padres; relaciones estables de pareja; las creencias y las prácticas religiosas; aceptación de defectos propios en el caso de los hombres; ausencia de percepción de rechazo en las mujeres; comunicación horizontal entre sus miembros; ausencia de agresiones psicológicas y físicas; adecuada contención emocional y apoyo, son condiciones fundamentales para disminuir el riesgo de suicidio (González-Sancho & Picado, 2020).
Hablemos sobre el suicidio
Ahora, al mencionar el “efecto de contagio” o “efecto Werther”, donde se indica que las noticias podrían influir en las conductas suicidas de las personas que tienen acceso a ellas y que, si sumamos los otros factores de riesgo, podrían tener influencia sobre el público (mayor efecto si el o la suicida es una persona famosa).
Si consideramos que a nivel mundial una persona se suicida cada cuarenta segundos, habría que ver realmente si este efecto es considerable estadísticamente o no. Porque también tenemos que ponernos en la otra posición; qué debemos hacer para prevenirlo, y claramente, es de vital importancia hablar de este tema en todos los ámbitos posibles, por eso es importante el efecto Papageno.
Entonces, es pertinente fomentar la psicoeducación para reducir el estigma y aumentar los conocimientos generales sobre el suicidio; entrenamiento en habilidades de afrontamiento; búsqueda de ayuda y resolución de problemas para reducir el estrés y los factores de riesgo del suicidio; además de los formación en el gatekeeper (especialista en salud mental que se encarga detectar, contener y evitar potenciales casos de suicidio). Cabe destacar que algunos de los programas incluidos en ambas revisiones coinciden, sobre todo los que han demostrado mejores resultados, como el SOS, el C-CARE, o el Yellow Ribbon (Soto-Sanz, y otros, 2019).
Referencias
Baños-Chaparro, J. (2022). Ideación suicida pasiva y activa: una breve descripción. Peruvian Journal of Health Care and Global Health, 6(1), 42-45. doi:10.22258/hgh.2022.61.111
Baños-Chaparro, J., Fuster, F. (2023). Evidencias psicométricas de la Escala de Ideación Suicida de Roberts en adolescentes peruanos. INTERDISCIPLINARIA, 40(1), 159-171. doi:doi.org/10.16888/interd.2023.40.1.10
Dávila, C., Luna, M. (2019). Intento de suicidio en adolescentes: Factores asociados. Revista chilena de pediatría, 90(6). doi:dx.doi.org/10.32641/rchped.v90i6.1012
Fonseca-Pedrero, E., Pérez de Albéniz, A. (2020). Papeles del Psicólogo. Evaluación de la conducta suicida en adolescentes: a propósito de la Escala Paykel de Suicidio, 41(2). doi:dx.doi.org/10.23923/pap.psicol2020.2928
Gonzalez, L. (2023). La Ideación suicida en adolescentes. Estado de la cuestión. Revista CoPaLa, 8(17). doi:https://doi.org/10.35600/25008870.2023.17.0270
González-Sancho, R., & Picado, M. (2020). Revisión sistemática de literatura sobre suicidio: factores de riesgo y protectores en jóvenes latinoamericanos 1995-2017. Actualidades en Psicología, 34(129). https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2215-35352020000200047
Nock, M., Green, J., Hwang, I., McLaughlin, K., Sampson, N., Zalacsky, A., & Kessler, R. (s.f.). Prevalence, correlates, and treatment of lifetime suicidal behavior among adolescents: results from the National Comorbidity Survey Replication Adolescent Supplement. JAMA Psychiatry, 70(3), 300-310. doi: 10.1001/2013.jamapsychiatry.55
ONU. (23 de Febrero de 2023). Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2023/02/1518852
Soto-Sanz, V., Ivorra-González, D., Alonso, J., Castellvi, P., Rodriguez-Marín, J., & Piqueras, J. (2019). Revisión sistemática de programas de prevención del suicidio en adolescentes de población comunitaria. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 6(3), 62-75. doi:10.21134/rpcna.2019.06.2.1
Sentada en mi consulta, trabajando un proyecto, escucho la canción «Photograph» de Ed Sheeran, muy buena canción, con una letra muy profunda que me lleva a la reflexión, sobre todo cuando dice: «El amor puede doler, a veces» (2014). Esta observación me lleva a nuestros primeros afectos, el de nuestros padres y cómo estos pueden marcar nuestra vida.
Donald Winnicott, en 1953, acuñó el término de “la madre suficientemente buena” luego que, en su consultorio, una madre le dijera que deseaba ser la madre perfecta, algo que escuchaba muy a menudo en su consulta.
Al leer esto, me pregunto, ¿cuál sería la experiencia de esta mamá, que la llevaba a imaginar para su hijo un mundo perfecto, en donde esa infancia transcurriría sin daño o fracturas? Sí por alguna fantasía, pudiéramos imaginar un mundo así; una primera infancia perfecta, sin heridas, ni angustias, ¿cómo sería esta?, ¿tendría momentos memorables?
En la actualidad, ese anhelo de perfección sostenido ahora por el tecnicismo y la excesiva información en medios y redes sociales que muestran imágenes y expresiones de familias perfectas disfrutando de una vida plena, que nos llevan a idealizar a una familia feliz, y que nos hace críticos e inflexibles frente a nuestra propia paternidad.
Hoy en día llegan a consulta padres agotados, frustrados, debilitados en la crianza de sus hijos, con manifestaciones cercanas a un burnout parental, es decir, con un agotamiento extremo, inundados de culpa y frustración al ver que no pueden ser proveedores de ese ideal.
Para Winnicot, la madre suficientemente buena es aquella que se adapta a las necesidades de su hijo y las solventa; que calma y se calma, y que no se culpa por cada error u omisión. Winnicot, define lo suficiente como aquello que se entiende por necesario, no adscrito a una perfección, ni a una técnica, simplemente al amor y a la intuición, al estar ahí, y proveer.
Es difícil pensarlo así, sobre todo, cuando vivimos en una época donde “lo suficiente” puede ser señal de conformismo, de falta de esfuerzo, y de falta de búsqueda de perfección. Perfección que también se le exigirá al hijo; lo que generará un círculo vincular vicioso, cargado de ansiedad, que no hace más que traer agitación al hogar.
«Suficientemente buena», involucra la confianza, una confianza básica y primaria que otorga el nacido a su madre, y que, a la vez, la madre le devuelve en amor y sustento, en estar ahí regularmente para él, y en esa regularidad es que se hace suficientemente buena, y acepta que no todo será perfecto, pero sí adecuado para sentirse amado y atendido.
El ser tolerante con uno mismo, en esa crianza, permitirá que su pequeño sea tolerante con él mismo y con la vida. Confiará en sí y no se juzgará por sus errores, más que por sus aciertos. Los ideales solamente colocan al padre frente al hijo, en una fuente inagotable de ansiedad.
Referencias
Winnicott, D. W., et al. (1978). Donald W. Winnicott. Buenos Aires: Editorial Trieb.
Martinez-Shulz. (2016). LO SUFICIENTEMENTE BUENO: Con un cinco basta. Clinica e Investigación Relacional, 10(2), 570-577. https://www.psicoterapiarelacional.es/Portals/0/eJournalCeIR/V10N2_2016/14_Martinez-Shulz_LO%20SUFICIENTEMENTE%20BUENO_CeIR_V10N2.pdf
Todos hemos pasado por ese momento de dejar atrás una relación, pasar la página, empezar de nuevo. Cada relación es diferente, las parejas suelen crear sus propias reglas y, de pronto, se desarrolla todo un mundo nuevo que, como núcleo, tiene a estas dos personas que decidieron estar juntas.
Pero, empezaremos por el inicio, al iniciar una relación se mezclan dos maneras de amar tan distintas que aprenderán a cooperar una con la otra, para poder llevar dicha relación hacia el futuro. Allí es cuando se presentan los tres componentes esenciales del amor: intimidad, pasión y compromiso. La teoría dice que mientras más equilibrio haya entre estos tres, la pareja será más exitosa.
El momento de quiebre de una pareja puede ocurrir por múltiples factores, aburrimiento, desinterés, infidelidad, discusiones constantes, decisión mutua, hábitos molestos, comunicación insuficiente o incluso ignorar esas “cosas importantes” para el otro.
Cuando este momento llega, incluso si una de las partes ya lo veía venir, de igual forma se presenta sensación de vacío, frustración, pérdida y estrés.
Las etapas de la ruptura son las siguientes:
Conmoción: Suele ser una etapa desconcertante, por lo que significan los sentimientos encontrados en la ruptura, suele surgir la necesidad de entender qué salió mal o qué ocurrió para que se diera fin de la relación.
Negación: En esta etapa, es común que recordemos y nos centremos en cosas dichas durante la relación como “Él/ella me dijo que nunca me dejaría, que me amaba”, o pensar en los planes hechos con la pareja a futuro; esto como un intento de buscar una razón para no dejar ir a la pareja y entrar en un estado de negación.
Negociación: En algunas parejas se da la etapa de negociación, en la que se conversan soluciones, límites o condiciones para intentar la superación de la crisis que, finalmente, llega a la ruptura; sin embargo, hasta que las cosas no se hayan enfriado, lo mejor es no intentar negociar ya que esto puede originar una nueva discusión y nueva caída.
Ira: Una vez superadas las tres primeras etapas, la realidad de la ruptura nos caerá como un balde de agua fría, y nos encontraremos con emociones negativas que quizás nos hagan sentir irritables y cuestionarnos el porqué de la situación que originó la ruptura.
Depresión: En algunas rupturas, en esta etapa es que recién empieza el proceso de duelo y afloran sentimientos de tristeza y dolor. En este punto, empezaremos a reconocer que la separación ya ocurrió y no hay marcha atrás, poco a poco, aceptaremos la realidad aunque nos cueste pensar en que todo acabó.
Aceptación: La última etapa de la separación nos lleva al reconocimiento de todo lo ocurrido, hay personas que responden a ello de una forma negativa y apática, en cambio, otros toman una actitud esperanzadora, toman seguridad en sí mismos y con una mirada hacia el futuro.
Es importante resaltar que estas fases no son una regla para todas las separaciones, ya que dependerá de la forma en la que acabó la relación, los motivos y las personalidades de la pareja.