¿Y si hablamos de la muerte? Continuación…

“Doctora, últimamente me siento triste, sin ganas de nada, no tengo apetito y tengo muchas ideas en mi mente a veces no quisiera despertar… Hace 6 meses falleció mi hermano, me dicen que debo estar bien, que ya pasó mucho tiempo, que a mi hermano no le gustaría que yo esté triste… Pero yo sólo quiero llorar  y pensar que esto no es real,  ¿usted cree que estoy mal?

Confesiones cómo ésta escucho a menudo en consulta, muchos piensan que sólo se debe hablar de la vida y cómo vivirla o que hay emociones buenas y malas;  que no hay que llorar a los  muertos porque se ponen tristes o “no los dejamos descansar en paz”, y que todos viven el duelo de manera similar.  La única vez que nos permiten llorar y se alegran es cuando nacemos, luego se nos lo prohíben… Somos analfabetos emocionales. Cuando llegan a la primera sesión no son conscientes ni de sus emociones, ni pensamientos. Creen que los responsables son los demás o que lo que sienten está mal, pero juntos trabajamos el observar sus emociones sin juzgar, dándole la bienvenida tanto a la alegría cómo a la tristeza, al goce y al dolor. 

En mi caso, los pequeños golpes que me iba dando la vida, no fueron suficientes para despertarme, tuve que tocar fondo para descubrir por fin qué era lo realmente importante, para aprender a disfrutar de las cosas cotidianas. Recuerdo en mi  formación en Psicología que nuestra mente sólo tiene dos objetivos: buscar el placer y evitar el dolor. Sin embargo, una vida en absoluto placer, sin percibir las otras emociones básicas, estaría indicando un desequilibrio y de seguro alguna enfermedad mental.

Nos han enseñado que los errores son fracasos, que no podemos equivocarnos, la equivocación conlleva castigo. El castigo nos expone, nos avergüenza, nos hace sentir culpables y produce dolor. ¿Pero de verdad es que podemos ser perfectos? Esta exigencia impuesta por los sistemas educativos y aceptada por nosotros desde niños como si fuera real, nos lleva a inhibir la autenticidad que hay detrás del dolor. ¿Y si lo que entendemos por castigo fuese realmente una bendición?

Probablemente hayas escuchado que el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional. Pero es posible que esta afirmación te haya despertado cierta confusión y rechazo. Estos dos conceptos, aunque muchas veces aparezcan unidos, son opuestos. Además, la tendencia de reacción de cada persona hacia alguno de ellos tiene mucho que ver con sus vivencias tempranas. Es decir, con el modo en que aprendimos a gestionar la frustración y los cambios. El dolor es una reacción natural ante un suceso desagradable, una experiencia transitoria, cambiante, que se diluye si la abrazamos y permitimos. El sufrimiento, por el contrario, puede alargarse indefinidamente: depende de nosotros crearlo o ponerle fin por medio de la aceptación, ya que se produce cuando nuestro pensamiento se resiste a una sensación que considera molesta. Cuando nos sumimos en el sufrimiento nos sentimos víctimas injustamente tratadas por la vida e incapaces de controlar lo que sucede. 

El dolor nos da un mensaje que nos protege y regenera, nos inspira y enseña el camino correcto, nos hace más fuertes, nos permite aceptar realidades diferentes. Nos enseña cuáles son nuestras limitaciones, y a partir de ese momento, entrenarlo (como si fuese un músculo) nos hace más resilientes.  Si fallece un ser querido, si perdemos una relación importante o si quedamos desempleados es normal que el dolor aparezca. En general cualquier pérdida significativa, cualquier situación en que nuestras expectativas se rompan nos generará este sentimiento.

Todos reaccionamos de forma diferente a la muerte y echamos mano de nuestros propios mecanismos para sobrellevar con el dolor que ésta conlleva.

Cuando evocamos en nuestra memoria la palabra “duelo”, suponemos que estamos hablando de pérdidas humanas y que tiene que ver sólo con la muerte. Nos cuesta pensar que si nos mudamos a otro país o cambiamos de trabajo también vivimos un duelo, que si me cortan una pierna debido a una enfermedad también lo transito, al igual que cuando pongo fin a una relación. Un divorcio o alejarte de alguien con quien mantenías un vínculo afectivo es un “duelo de vivos”,  la aflicción es más intensa porque sabes que la persona aún está y puedes imaginártela en su rutina diaria o hasta te la puedes volver a encontrar. Es más difícil procesarlo y sanar, a veces quedan palabras pendientes, conflictos no resueltos que se van arrastrado. Se viven las mismas etapas que en una defunción; el shock o negación de no entender, la rabia junto a la culpa y reproches, la tristeza profunda que es la etapa más larga hasta llegar a la anhelada “aceptación”.

Sea por deceso o por alejarse de alguien, en ambos casos no respetan lo que podemos llegar a sentir, quieren vernos bien. Si estamos en el velorio nos dan agüita de azar o incluso pastillas para calmarnos ¿Y cuándo podremos llorar la ausencia de esa persona? Se dice que duelo que no se llora no avanza; no es que lo superemos del todo y volvamos a hacer nuestra vida como si nada, se aprende a caminar con  el pesar. Sentir confusión, rabia, desesperanza es natural;  hay que  atravesar todas las fechas especiales como Navidad, Día de la madre, o los cumpleaños sin la presencia de esa persona.

En el camino del duelo hay que tomar decisiones, vamos eligiendo continuamente la forma de recorrerlo y en este trayecto hay una serie de tareas que han de realizarse para conseguir una sana elaboración del mismo:

  1. Aceptar la ausencia, para poder llegar a esto primero debemos atravesar los distintos estadios identificados por la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross en su libro «Sobre el duelo y el dolor»
  • Negación: La persona no asume la muerte o separación , puede entrar en estado de shock y sentir la sensación de que está viviendo un sueño o pensar que su ser querido va a  volver en cualquier momento, puede haber una cierta sensación de irrealidad y las emociones se pueden bloquear.
  • Culpa: Pensamientos cómo “no haber hecho lo suficiente” o “no haberse portado bien con el otro”, por ejemplo. Sentirse culpable por haber provocado una discusión o por no estar presente en el deceso.
  • Rabia: Los sentimientos de frustración y de rabia cuando se produce una muerte son naturales, y es necesario hacer consciente esta emoción para no transformarla en rabia hacia nosotros mismos pues es cuando surge la culpa patológica.
  • Desesperanza: En esta etapa la emoción principal es la tristeza al hacerse consciente de la pérdida. Este dolor nos hace conectar con un sentimiento profundo de soledad y vacío, podemos llegar a tener la sensación de que sin el otro no podemos vivir.
  • Aceptación: Cuando admitimos la muerte es momento de empezar a rehacer nuestra vida. Hacerse la idea que la otra persona ya no está no quiere decir que ya no nos duela o no la echemos de menos. Aprendemos a vivir sin ella, aunque siempre nos quedará su recuerdo.

2. Abrirse al dolor, permitirse sentir todo ese dolor, mirarlo, abrazarlo, expresarlo, no esconderlo o reprimirlo. Permitirnos también los momentos de tregua (sino sería como mirar fijamente al sol) ya que el duelo fluctúa entre el sentir y el hacer, la orientación a la pérdida y la orientación a la recuperación.

3. Aprender a vivir sin esa persona, todo lo que antes se hacía de forma compartida o lo realizaba la otra persona ahora ha cambiado y con ello, nuestras responsabilidades, costumbres… Una parte tuya muere y hemos de reestructurar nuestra identidad, no solamente como individuos sino también en relación con los demás.

4. Encontrar de nuevo sentido a la vida, volver a ocuparse de ella y de los vivos. También es cierto que para transmutar un gran dolor es necesario encontrar un propósito o proyecto cuyo amor sea proporcional a la magnitud del dolor sufrido.

Se dice que en la sociedad existe una tendencia negadora a la muerte y se arraiga la idea de ésta como si fuera un fantasma. Pero de igual forma la experiencia dice que si a este fantasma se le pone nombre y apellido se le integra y se vuelve parte de nuestra vida. Jorge Bucay, terapeuta y escritor argentino en su libro “El camino de las lágrimas” nos habla sobre las necesidades emocionales de las personas que atraviesan una pérdida y cómo verse satisfechas:

  • Necesitan ser escuchadas y creídas en toda su historia de la pérdida.
  • Sentirse protegidas y tener permiso para expresar emociones.
  • Ser validadas en la forma de afrontar el duelo (saber que esto que les pasa es natural, está bien hecho y no es malo sentirse así).
  • Estar en una relación de apoyo desde la reciprocidad (que la otra persona le entienda gracias a una experiencia similar o que la otra persona “sepa” de lo que está hablando el afectado).
  • Que respeten su individualidad y forma de procesar el duelo.
  • Necesitan poder expresar amor y vulnerabilidad ante otras personas.

Todos en algún momento hemos experimentado un duelo, ya sea por terminar una relación,  por el diagnostico de una enfermedad o la pérdida de un ser querido. Quiero terminar éste artículo con algunas ideas que pueden ayudar a transitar este tiempo:

  • Busca el apoyo de familiares y amigos.  Es importante saber que en ocasiones preferimos estar solos o acompañados, va a depender del momento. Es normal sentirnos confusos y no saber qué es lo que deseamos, ten paciencia, no te culpes, ve a tu ritmo.
  • Intenta compartir tus malos momentos con personas diferentes para que ninguna de ellas pueda sentirse desbordada.
  • Evita tomar decisiones importantes de forma precipitada. En ocasiones la emoción es la que intenta controlar esa decisión y no siempre es la acertada.
  • Permítete estar en duelo emocional, pero a la vez es positivo marcarse pequeñas obligaciones con la finalidad de no aislarse y recuperar nuestra vida familiar, social, laboral y personal.
  • Te sugiero ver de manera gradual los recuerdos que te resulten dolorosos, no quieras correr ni exponerte en exceso. Poco a poco lo irás consiguiendo y el sufrimiento irá disminuyendo.
  • Intenta cuidarte a ti mismo, a través de la alimentación, el ejercicio físico, el descanso, la reducción de hábitos no saludables.

Soy consciente de que los consejos que te acabo de proponer no son fáciles de seguir. Pero no olvides que todos tenemos una capacidad de adaptación inimaginable. Te animo a que cada vez que sientas ese dolor y esa tristeza tan intensa que puede llegar a invadirte por dentro, intentes sustituirlos por amor. Amor hacia lo que tuviste, amor por todos los buenos momentos vividos.

Referencias

Jorge Bucay (2006). El camino de las lagrimas. España: Grijalbo.

Elisabeth Kübler-Ross ( 2005). Sobre el duelo y el dolor. Barcelona: Ediciones Luciernaga.

El sonido del amor: Mamá, ¿Puedo ir al parque?

Habita en el hombre una tendencia oculta a ser reconocido por los demás. Desde pequeñitos aprendemos a escuchar para sobrevivir. Al que no hace caso, lo carga el payaso*. Escuchar y confiar en los otros es práctico: permite conocer aquello que es, sin la necesidad de atravesar las experiencias desagradables que podrían originar este conocimiento. Los adultos en los que un niño confía son, parcialmente, los cristales a través de los cuales observa el mundo. De aquí la importancia para los padres de convertirse en figuras de apego honestas con el niño y la causa de la exaltación de la obediencia en múltiples culturas como instrumento para favorecer la supervivencia colectiva.

Sin embargo, si se persiste en considerar la aprobación u opinión de los otros como confirmación de realidad, se presentan complicaciones en la vida adulta adulta. Se traduce en la necesidad de reconocimiento. Al respecto hay múltiples teorías. En especial se levanta recientemente la de Axel Honneth (que es usada además como excusa para exigir el reconocimiento social como derecho inherente a la dignidad humana). Esta teoría del reconocimiento postula que un sujeto necesita de otro para tener una identidad estable y plena. Es decir, la dinámica social descansa sobre el principio radical del mutuo reconocimiento. Sin reconocimiento, las identidades se diluyen, el hombre no puede considerarse a sí mismo un hombre completo y sufre injustamente la privación de un derecho. Maslow se refería a esta cuestión (aunque sin considerar sus implicancias político-sociales) al hablar sobre la necesidad de reconocimiento. No obstante, es importante aclarar que Maslow distingue dos niveles en esta necesidad de reconocimiento: la social e individual. Existe la necesidad de ser reconocido por otros, pero también la de reconocerse y apreciarse a uno mismo.

Ahora bien, sucede que la estima social es variable por múltiples razones. ¿Debe serlo también el reconocimiento de uno mismo como ser capaz?. La necesidad de reconocimiento social continuo es el origen de múltiples problemas, como el desarrollo de una personalidad complaciente en exceso y la falta de asumir responsabilidades sobre las propias acciones, utilizando como escudo la obediencia a estándares externos que se asumen como válidos solo por existir fuera del sujeto en cuestión. En cristiano: cuando uno trata de confirmar la realidad a partir de lo que dicen los demás, termina por culparlos siempre, directa o indirectamente, por todos los errores que pueda cometer. Al fin y al cabo, ellos son los que tienen razón.

No te escondas Pepito

Podríamos afirmar entonces que el valor interno que le demos a la opinión de los otros es inversamente proporcional, se desee o no, a la seguridad que poseamos en nuestros propios juicios. Existe una forma simple de evaluar esto: cuando mi opinión y la de los demás es opuesta, ¿Cuál pesa más? Si es siempre la de los demás, tenemos un problema de responsabilidad sobre nuestras decisiones y sobre el valor que damos a nuestras propias apreciaciones. Por el contrario, si la perspectiva propia tiene más peso en nuestro fuero interno que las ajenas, nos consideramos en igualdad de condiciones frente a los demás. Esto, porque a quien más afectan nuestras posiciones es a nosotros mismos. Necesitamos estar seguros de las posturas sobre las que sufriremos consecuencias tarde o temprano.

No debe confundirse esta última actitud con evitar todo tipo de duda sobre una posición adoptada. Es necesario dudar para afirmarse en una opción determinada, lo que no es saludable es dudar continuamente a causa de un menosprecio de la propia capacidad.

Pero, ¿No decías que escuchar a los demás era una forma de supervivencia útil? Definitivamente, aunque no puede ser permanente. La confianza ciega en el entorno es eficiente mientras nuestra capacidad de juicio sea inferior a la del medio. Una vez llegada la adultez, y gracias al proceso de individuación y afirmación que se da usualmente durante la adolescencia, es necesario que la presión social pase a un segundo plano frente a las preferencias del individuo.

Y, ¿Por qué hablamos del sonido del amor en el título? Porque el consejo y escucha continuas suele confundirse con amor. Especialmente destacan los vínculos exagerados con los padres: pedir opinión para vestirse, elegir un trabajo, una carrera, etc. El común de la gente pretende asociar las voces de consejo con muestras de amor, cuando muchas veces prevalece en ellas una catarsis personal, un culto ególatra o una visión muy parcializada por cualquier otro motivo en el consejero.

No todo consejo es malo, no. No todos los demás están siempre equivocados. Pero hay que sacar cara primero por uno mismo, para eso hay que estar seguros, pensar, pensar mucho porque hace falta. Saber que quien saldrá ganando o perdiendo seremos nosotros mismos. Si somos honestos, si somos responsables, si acogemos nuestra voz interna con amor.

*El payaso de rodeo tiene la misión de alejar el toro del vaquero cuando cae a tierra. Lo peor que puede pasar es que no le quede más remedio que cargar al retador cuando el peligro es excesivo.

Referencias:

Gandler, S. (2018). Historical Ethos, Quadruple Ethos of the Capitalist Modernity and Baroque Ethos: Contributions of B. Echeverría for a Critical Theory from the Americas. 마르크스주의 연구15(3), 274-318.

Heidegren, C. G. (2002). Anthropology, social theory, and politics: Axel Honneth’s theory of recognition. Inquiry45(4), 433-446. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/002017402320947531

Huitt, W. (2007). Maslow’s hierarchy of needs. Educational psychology interactive23. http://www.rlifiles.com/files/en/2015_Grad_F.pdf

Van Leeuwen, B. (2007). A formal recognition of social attachments: Expanding Axel Honneth’s theory of recognition. Inquiry50(2), 180-205. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00201740701239897

Apreciaciones sobre la vida, la felicidad y la alegría

El mundo es demasiado grande como para que los hombres puedan entenderlo. En especial cuando pareciera que el hombre, al tratar de entender, no sólo al mundo, sino también a la vida misma, hace un esfuerzo “débil e inseguro”. Pero no hay que ser indiferente ante tal situación.

Dos perspectivas

Gustavo Flaubert, aparentemente cayó en una apatía impresionante. Él confesó en sus cartas, que, hace mucho tiempo, había dejado de creer en la vida, en la belleza y en sí mismo. Y que si seguía cultivando su arte, solo lo hacía por diversión (1989, p. 23).

La carta en la que Flaubert hizo aquella confesión, fue dirigida a la poeta francesa Louise Colet.

¿Cómo alguien de su categoría llegó a esa conclusión, incluso cuando sólo se refería a sí mismo? Hay que notar que el texto habla de su propia renuncia, no lo universaliza. Con una interpretación literal es claro entender que una indiferencia colosal se apoderó de él. Pero eso no fue suficiente para “dejarlo inmóvil”, pues Flaubert aún dedicaba su tiempo para el arte, tan vital para la humanidad como para él mismo (así solo fuese “por diversión”). Aun sin poder leer su corazón, no creo que eso sea un abandono total de parte suya.

Por su parte, Franz Kafka tuvo una salud muy frágil durante toda su vida, a eso agreguemos su depresión, melancolía o su muy conocida mala relación con su padre. Podemos suponer que tenía todo para mandar al cuerno al mundo y a la vida, sin embargo, no fue así. Es verdad que sí llegó a detestar su obra literaria, e incluso quiso que su mejor amigo la queme para que nunca fuese publicada (afortunadamente este último no le hizo caso) pero eso es otro asunto. El hombre siguió creyendo en el amor, a pesar de estar postrado en cama debido a una tuberculosis gravísima. Ya prácticamente desahuciado, Kafka todavía tenía la esperanza de seguir viviendo aunque sea un poco más, y casarse con la última mujer que llegó a amar.

Dora Diamant, la mujer que amó y acompañó a Kafka en sus últimos años de vida.

Al final, el matrimonio fue negado por el padre de su amada, y Franz murió por causa de la tuberculosis poco después (2012, p. 26). No obstante, la enfermedad solamente se llevó su cuerpo, el que no haya visto cumplidos sus últimos deseos no fue motivo para que maldijera a la vida. El ejemplo que nos da Kafka no es el de conseguir los objetivos anhelados sino de buscarlos hasta el último aliento (incluso literalmente, como en su caso).

No busco hacer una comparación entre estos dos genios, y mucho menos un juicio de valor. Solo diré que los dos se aferraron a la vida con lo que sabían/creían, y de la manera en que pudieron.

Sentido

El conocido psiquiatra Viktor Frankl sostuvo que el sentido de la vida es lo que te da esperanzas y motivación para seguir adelante y según sus postulados podrían ser varios motivos: Un trabajo de investigación, una vocación, un familiar, una pareja o Dios mismo.

¿Pero qué ocurre cuando tu fuente de esperanza tiene la debilidad de ser arrancada y deshecha sin la posibilidad de hacer nada al respecto? Pues Frankl tiene una respuesta, cuando uno se vea en esa situación o peor aún, cuando no tenga absolutamente nada —casi paradójica mente— aún se posee algo, nuestra libertad individual, nuestra existencia desnuda— de la cual podemos hacer uso para buscar nuevas esperanzas dentro de lo posible y también dentro de lo ideal.

En el propio caso de Frankl, durante los inicios de su periodo como prisionero de los nazis en los campos de concentración, llegó a estar desnudo y completamente rasurado; él ya no  era dueño, ni siquiera de un par de lentes, ni siquiera de un pelo en todo su cuerpo (1991, p. 24). Si vemos la efectividad de la propuesta de Frankl en su propia situación así de extrema, en circunstancias menos terribles como aquella, es muy probable que también pueda funcionar.

Con nuestra más íntima libertad siempre se puede elegir. Elegir amar, perdonar, apreciar la soledad y la compañía, y mil cosas más dirigidas al bien. Para uno mismo, es cuestión de examinar nuestra situación personal (tarea no tan fácil), en pro de hacer algo al respecto, ya de manera más especifica.

Volviendo con Frankl, durante su aprisionamiento, puso sus esperanzas en las investigaciones que podría hacer si quedase en libertad; en su esposa (que tristemente ya había muerto cuando él quedó libre) y en Dios (1991, pp. 23, 47, 97). Frankl, el día después de quedar libre, mientras caminaba, de pronto cayó de rodillas y comenzó a rezar numerosas veces: “Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el espacio en libertad” (Frankl, 1991, p. 94). Por otro lado, al enterarse de la muerte de su esposa, transformó aquella esperanza depositada en ella. Si bien ya no podía tenerla a su lado, eso no significaba que tuviera que dejar de amarla.

Vida y libertad.
Viktor Frankl, detrás suyo, un cerco de alambre como los que rodeaban a los campos de concentración.

A todo esto, ni Frankl, ni su teoría juzgan cuáles son los motivos esperanzadores que podría tener otro individuo. En apariencia, esto podría ser facilismo de parte suya ya que, siendo Dios su fuente de esperanza más grande, tendría lógica esperar que Frankl se hubiera comprometido a convertir a la fe, a toda persona que siguiese su método terapéutico. Pero no fue así, y no por ello vamos a desmerecer su postulado de siempre buscar algo de que aferrarse para seguir perseverando en el recto obrar.

A mi parecer, lo último demuestra que Frankl tenía una gran comprensión —y compasión— de las demás personas y  sus propias luchas internas. De ninguna manera pienso que el Señor en quien creía (por su fe judía) haya pasado por alto aquella cualidad tan valiosa.

Recordemos que la propuesta de Frankl es científica, y tiene resultados comprobados. Pero justamente por ser del orden de la ciencia, no es perfecta ni infalible; y está sujeta al cuestionamiento y la crítica. De ahí el hecho de que me haya permitido hacer una apreciación, sin temor de quedar como un necio o imprudente.

La alegría de vivir

Marco Aurelio Denegri en un artículo suyo, llamado «La pomada de la invisibilidad y la alegría de vivir», nos dice que la ciencia no es el único camino para explicar las cosas que encontramos en el mundo: “De hecho, hay muchas cosas que la ciencia no ha explicado y que posiblemente nunca explique: La poesía, la religión, la creación artística, la vida misma” (2017, p. 142).

«El falso espejo» de René Magritte. Pintura usada para la portada de «Mixtifori» de Denegri, debido a que representa la temática abordada en el libro. El ojo ve, pero percibe según la profundidad del alma.

Sí no se puede explicar la vida científicamente —agregaría, en su plenitud—, entonces el asunto es similar con la alegría y la felicidad. No desconozco ni niego los estudios desde las diversas disciplinas que buscan entenderlas, es más, hay que perseverar en ello. Pero de haberlas comprendido definitivamente, ciertamente ya nos hubiéramos enterado, y las investigaciones en pro de ello quizás ya hubieran cesado.

Luego de todo lo expuesto, lo que sí puedo compartirles ahora (y con bastante seguridad, pues me apoyo de la voz y ejemplo de hombres que fueron capaces de entender la realidad en un nivel superior), es que la alegría no es la felicidad, y tampoco es la esperanza más sólida para vivir la vida. Debemos buscar motivos más fuertes, que puedan ser nuestra roca y cimientos.

La alegría, ante un episodio trágico se puede apagar o mostrarse muy frágil, pero ello no es razón suficiente para renunciar a ella. Por supuesto que la alegría nos puede ayudar mucho en nuestro paso por este mundo, y para lograr ese propósito, debe ser una firme y constante, no explosiva, ni payasa, ni accesoria.

A modo de cierre, les dejo una conmovedora reflexión, por parte de Denegri, inspirada por su tía, quien vivió abrazando con sinceridad y madurez, a la alegría de vivir: “haz logrado convencerme de que, efectivamente, de vez en cuando, este mundo trueca sus lágrimas por risas y contento” (2017, p. 145).

Referencias

Denegri, M. A. (2017). Mixtifori. Lima: Fondo editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.

Flaubert, G. (1989). Cartas a Louise Colet. Madrid: Editorial Siruela.

Frankl, V. (1991). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder.

Kafka, F. (2012). Obras Selectas: Franz Kafka. Madrid: Edimat.

El amor a la luz de Eric Fromm y Marco Aurelio Denegri

Ya que hablar de amor es algo prácticamente inagotable, en este pequeño artí­culo, vamos a concentrarnos en algunas de las ideas más resaltantes de la cosecha de Eric Fromm y Marco Aurelio Denegri. Empezando por los tipos de amor de Fromm, luego por las formas del amor compartidas por Denegri, seguidamente de un rápido análisis de la palabra amor, para concluir con unas reflexiones personales.

Palabras clave: Amor, amare, diligere, propósito, humanidad

«El jardí­n del Amor» de Pedro Pablo Rubens

Fromm y el amor

Eric Fromm

Eric Seligmann Fromm (1900-1980), fue un psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista nacido en Alemania. Fue uno de los que renovaron el psicoanálisis en el Siglo XX.

Fromm (según Giardini et al., 2017, p. 105) nos dice que el amor es un acto social. El hombre que quiere ser libre y autónomo, debe abrirse al encuentro con los demás. Amar es juntar el «tú» con el «yo», esto hace que la identidad e integridad de la persona  que ama y la que es amada, se enriquezcan.

Entonces podemos ver al amor como la guí­a que hace que el hombre alcance su plenitud. Nuestro amar no debe reducirse a un cí­rculo pequeño e í­ntimo (si bien este cí­rculo es muy valioso para cada uno y no hay nada malo en amarlo con fervor), sino que debe ampliarse a toda la sociedad. Compartir y confraternizar con distintos grados y formas de amar, dirigidos a un solo propósito, darle sentido a la existencia del ser. El amor es un movilizador, que pone en marcha la voluntad y el alma.

Los rostros del amor

Así es como Fromm (en Giardini et al., 2017, p. 106), nos muestra los diferentes rostros del amor, con diferentes caracterí­sticas con respecto a lo que es amar. No son caretas del amor, son diferentes actitudes inmanentes a la capacidad de amar. El amor no es unidireccional es un cí­rculo virtuoso que da y genera más amor.

Según Fromm (1984, p. 56), el hombre posee la necesidad de trascender su propia naturaleza humana, el hombre no busca ser solo criatura sino también creador. Lo mejor que podemos crear es amor y el amor materno (Fromm, 1984, p. 54 y 55) es un ejemplo completí­simo de ello. Crear una vida que sea capaz de amar, que la madre esté dispuesta a entregarse toda ella a su bebé que no es puede retribuir tal donación proporcionalmente, es una manifestación del amor circular y virtuoso del que hablamos anteriormente. Un recto amor de madre prepara al hijo para la misión de amar y repartir más amor a la humanidad. El sentimiento —o virtud, dirí­a yo— de un amor puro y desinteresado es el verdadero aliciente para el hijo de una madre y posteriormente, para el prójimo del hombre.

Mientras Fromm habla del amor fraternal, universal para la humanidad, que «por él se entiende el sentido de cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier ser humano» (1984, p. 52). también menciona un amor exclusivo que no desentona con el anterior, hablamos del amor erótico (según Giardini et al., 2017, p. 108), que restringe a quien se ama según el deseo sexual pero que abre paso al amor respetuoso, atento, responsable y conocedor de la persona amada. El deseo sexual llevado con rectitud, puede abrir la puerta al amor a la propia esencia del ser a quien se ama, es decir, no ama solo su superficie sino también su alma, sus profundidades en un todo que no excluye nada de su identidad. Este amor está libre de la fugacidad y lo banal.

Fromm también nos habla del amor a uno mismo (Giardini et al., 2017, p. 109). Uno debe amar su propia naturaleza y su propia esencia, para poder amar a los demás. Tener deseos y buscar nuestra propia felicidad no es malo en lo absoluto, el error se encuentra en la corrupción de estos intereses, esto es el egoí­smo que ya no busca amarse a sí­ mismo para entrar en comunión con los demás, sino que nos encierra; estanca y embrutece. Que uno se vea reflejado en la humanidad y ame al otro como a sí­ mismo, es un paso más a la solución de la cuestión acerca de la existencia humana. El amor brinda significado y valor al hombre, tanto como individuo y como parte de la humanidad.

Fromm va incluso más allá de ello y nos presenta el amor a Dios (Giardini et al., 2017, p. 111), este amor se vislumbra a partir de nuestra existencia limitada, y la conciencia de lo corta que es nuestra duración en el mundo. Cuando hablamos del amor a Dios hablamos del amor y el anhelo de lo eterno, no porque Dios nos entregue cosas o haga esto o aquello, sino porque lo amamos a él mismo, que nos ama infinitamente. El amor a Dios por el hombre y el amor del hombre a Dios, no deben separarse. No obstante el amor de Dios por el hombre nunca desfallece aún si el hombre no dirija su amor hacia él. Es el hombre consciente de su caducidad y sus propios lí­mites, el que es capaz de un recto amor por Dios (quien encarna los principios de verdad, justicia y amor, tan buscados por la humanidad).

Toda esta variedad del amor, le da complejidad y hondura. Trabajar con él es un arte; el amor es sí mismo es un arte, y Fromm no se equivoca en catalogarlo como tal. Como todo arte, se debe cultivar con atención y cuidado, durante toda la vida. Buscar la belleza del amor y el conocimiento de uno mismo son cimientos fortí­simos para la vida del ser humano, que, con este apoyo, puede combatir la soledad al mismo tiempo que consigue su libertad.

Denegri y el amor

Marco Aurelio Denegri

Marco Aurelio Denegri Santagadea (1938-2018) fue un destacado intelectual peruano. Hasta los últimos años de su vida se preocupó por preservar y difundir la cultura.

Denegri (2015), nos comparte que el psicoanalista Theodor Reik, sostiene que, cuando nacemos, somos tan capaces de amar como de leer, es decir, somos totalmente incapaces, por supuesto que eso se corrige con el tiempo y aprendemos a leer y amar. Dice Reik que para aprender a amar correctamente —para desenvolverlo y darle fruición— debemos ser amados.

La capacidad del amar, afirma Denegri, se ve afectada por dicho factor. Y la intensidad y magnitud variaran dependiendo de la persona. Poder amar nos corresponde a todos, pero no se desenvuelve en todos de la misma manera. Cada individuo ama de manera diferente, grande, pequeña, o quizá no ame casi nada. En este sentido el amor es un reflejo de nuestra personalidad. Es necesario desarrollar nuestra personalidad para poder desarrollar nuestra capacidad de amar y no quedarnos cortos, con poco o nada que ofrecer. Denegri habla de esta carencia como una indigencia y nos explica el uso de la palabra:

«El indigente, en tal sentido, es el pobre; pero a lo que yo me refiero, cuando digo indigente, es al ser humano carente de contenido, que no tiene intereses, ni inquietudes, ni valores, ni desarrollo; que ignora la expansión mental y desconoce la riqueza espiritual«. (Denegri, 2014, p. 53)

Y concluye Denegri (2006, p. 31) con: «Esto quiere decir que el amor sin el conocimiento, si el conocimiento particularmente de uno mismo, es manco».

San Agustí­n de Hipona

Dos maneras de amar

Denegri (2018) nos da noticia que en el idioma latí­n, se diferencian dos verbos relacionados con el amor. Amare (amar; verbo admitido en el lexicón oficial del idioma español) y diligere (diligir; no admitido, aunque palabras como diligencia o diligente sí­ lo están). Es un gran vací­o que el español y otros idiomas solo admitan el verbo amar, pues admitir los dos verbos sería un gran facilitador para el entendimiento del amor.

Continuando con la idea, Denegri (2016) nos explica que la muy famosa frase de San Agustí­n: «Ama, y haz lo que quieras«, si es leí­da en latí­n dice «Dilige, et quod vis fac«. Nos damos cuenta entonces, que una traducción más certera serí­a «Dilige, y haz lo que quieras«. Denegri también nos comenta que, en la Vulgata de San Jerónimo (la traducción al latí­n de la Biblia), el verbo amare se usa 51 veces pero diligere (y sus derivados) se usa 465 veces. La razón es muy simple, diligere calza mucho mejor con la concepción del amor predicado en la Biblia.

Agrega Denegri (2015) que, por un lado, amare es adhesivo, es el amor que desea, que se pega al otro, que busca posesión, carnal y pasional. Pero esto no significa que este amor sea malo; en un recto sentido, el interés propio, puede ser bien llevado a cabo, sin cosificar al ser amado. Y por otro lado, diligere es reflexivo, es el amor diligente, atento, responsable, y desinteresado, que busca al otro por su bien, por su desarrollo en valores y crecimiento espiritual. Hablamos de un amor tierno y puro, totalmente desinteresado.

Denegri (2015), sostiene que los antiguos Santos Padres de la Iglesia, hablaban del amor de concupiscencia y el amor de benevolencia. La concupiscencia es el deseo de bienes terrenos y la apetencia incoercible de placeres mundanos, es una corrupción del amor. Mientras que el amor de benevolencia es el mismo amor que se propone en la concepción de diligere, es decir, el amor desinteresado y virtuoso.

Tal y como sugiere Denegri, haciendo esta diferenciación, podremos comprender mucho mejor las ramificaciones del amor y distinguir al que esta guiado por la virtud y al que esta guiado por las pulsiones. También nos daremos cuenta con que tipo de amor estaremos actuando en nuestro día a día.

Podría decirse que, diligere debe darle recto sentido al amare, en especial cuando se trata de relaciones de pareja. El fuego y pasión de una relación amorosa, debe ordenarse lo mejor que se pueda, para que el fuego no se apague rápidamente y para que no lastime a la pareja amada. Cuando amare quede debilitado y pequeño a causa del inevitable paso del tiempo, lo sostendrá diligere, que permanecerá fuerte e íntegro.

En definitiva, nos hemos dado cuenta que Fromm y Denegri coinciden en muchos aspectos interpretados a su propio modo, el primero, concibiendo sus propias ideas y el segundo, brindando certeras reflexiones de los postulados de grandes figuras del mundo académico. Tales como, la universalidad del amor, el esfuerzo que conlleva amar, los distintos destinatarios del amor o la naturaleza trascendente del amor que va más allá del propio ser humano.

Podemos afirmar que los dos autores se complementan, Fromm hace énfasis en la variación del amor dentro del orden abstracto y psicológico; Denegri no olvida mencionar que nuestra capacidad de amar se verá afectada en mayor o menor medida, por nuestro contexto sociocultural. también nos ilumina con un análisis de la palabra amor (regresando a sus raíces en el latí­n). Y ambos autores, hacen un gran énfasis en el autoconocimiento. Todo esto nos ayuda a aproximarnos al entendimiento de una cuestión tan compleja —y quizás, casi inexplicable— como el amor.

El tema da para mucho más y no duden de que revisitaremos la fructí­fera obra de Fromm y Denegri, en futuras entradas. Los dejo con un vídeo que contribuyó mucho a la inspiración de estas lí­neas.

https://www.facebook.com/watch/?v=1794972160538926

Referencias

Denegri. M. A. (2006). De esto y aquello. Lima: Universidad Ricardo Palma.

Denegri. M. A. (2014). Polimatí­a. Lima: Fondo editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.

Denegri, M. A. (23 de marzo del 2015). La necesidad de ser amado. El Comercio. https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/necesidad-amado-marco-aurelio-denegri-345451-noticia/

Denegri, M. A. (4 de enero del 2016). Propercio y el amor. El Comercio. https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/propercio-amor-marco-aurelio-denegri-259252-noticia/

Fromm, E. (1984). El arte de amar. Buenos Aires: Editorial Paidos.

Giardini, A.; Baiardini, I.;Cacciola, B.; Maffoni, M.; Ranzini, L. y Sicuro, F. (2017). Comprende la Psicologí­a. Eric Fromm: El divulgador de la Psicologí­a social. Barcelona: Editorial Salvat, S.L.

TV Perú. [TvPeruOficial]. (2018, mayo 14). La palabra: Amar y diligir [Archivo de video]. https://www.facebook.com/watch/?v=1794972160538926