Las relaciones románticas se conocen simplemente como aquellas relaciones en las que existe un interés y acuerdo mutuo entre dos personas. Se caracterizan porque son elegidas voluntariamente, porque existe algún tipo de atracción, ya sea basada en la apariencia física, intereses, habilidades de la persona o en su personalidad, y por último, porque implican expresiones de intimidad, protección y apoyo. Pero… ¿Qué se cumplan estos requisitos es hablar de amor? La respuesta corta es que ¡no!, vamos a profundizar a continuación.
¿Qué requiere el “verdadero” amor?
Creo que la literatura es el arte más hermoso para explicar cosas complejas, por ello, evocaré a la obra El Principito, escrito por el autor Antoine de Saint Exupéry. En un extracto del libro, donde interactúan los personajes del principito y el zorro del desierto, se explica algo que, en términos más complejos, encontramos en el libro de Erich Fromm, El Arte de Amar, este episodio nos explica la parte esforzada de un amor que va más allá de una atracción hormonal y de procesos neuroquímicos, que algunos confunden con el amor a primera vista o con los llamados flechazos. Habla en cambio de lo que algunos conocemos como amor fatuo (de amigos y compañeros) o amor de construcción (de pareja), en el caso del público general lo que conocen como “amor verdadero”, que, en sentido amplio, ellos asocian a la durabilidad de una relación, a estar juntos a pesar de los problemas y, en el mejor de los casos, lo asocian a una relación tranquila y equilibrada, en el marco de la pareja.
El principito quería ser amigo de un zorro del desierto, este le dijo «¡ven a jugar conmigo!, estoy tan triste».
EL zorro le dijo: «No puedo jugar contigo, no estamos familiarizados».
«¿Qué significa familiarizar?», pregunta el niño.
El zorro contesta, «es una cosa demasiado olvidada, significa crear lazos. Para mí no eres todavía más que un muchachito parecido a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero, si nos conocemos, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo…».
«¿Cómo nos conocemos?», dijo el principito.
«Hay que ser muy paciente», contesta el zorro, «te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo, pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…».
Al día siguiente volvió el principito.
«Hubiese sido mejor regresar a la misma hora», dijo el zorro. «Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro, estaré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Los ritos son importantes. Solo se conocen las cosas a las que dedicas tiempo, los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada, compran las cosas hechas a los mercaderes, pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, conóceme!», dice el zorro.
En conclusión, las relaciones que creamos con las personas requieren el conocimiento del otro, si realmente queremos que no sean superficiales es necesario dedicar tiempo para conocer. También requieren de paciencia y de constancia, no basta con hacer algo por otro un día o hacerlo unos días sí y otros no, hay que ser constantes en el cariño, en la búsqueda de frecuentar la compañía, en la escucha hacia el otro. Los ritos son importantes porque nos hablan de hacer ciertos actos permanentemente, de tener designados un tiempo y esfuerzo para los mismos.

Indica acertadamente Erich Fromm que el amor implica cuidado. Por ejemplo, es especialmente evidente en el amor de una madre por su hijo que ninguna declaración de amor por su parte nos parecería sincera si viéramos que descuida al niño, si deja de alimentarlo, de bañarlo, de proporcionarle bienestar físico; y creemos en su amor si vemos que cuida a la criatura. Lo mismo ocurre incluso con el amor a los animales y las flores: si una mujer nos dijera que ama las flores, y viéramos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su «amor» a las flores. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor. Entonces también vemos (si reflexionamos en el primer ejemplo), que en el amor esta presente el valor de la responsabilidad de la madre a su hijo, ya que forma parte del amor el atender las necesidades de su pequeño. Asimismo, en el amor entre adultos, se ve la responsabilidad al cuidar las necesidades psíquicas de la otra persona.

La responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no fuera por un tercer componente del amor, el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es, de ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación. Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia, y no para servirme.
El respeto solo existe sobre la base de la libertad; el amor es hijo de la libertad, nunca de la dominación. Respetar a una persona sin conocerla, no es posible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guía el conocimiento. El conocimiento estaría vacío si no lo motivara la preocupación, la empatía.

Quien no conoce nada, no ama nada. Quien no puede hacer nada, no comprende nada. Quien nada comprende, nada vale. Pero quien comprende también ama, observa, ve… Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es el amor… Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo, nada sabe acerca de las uvas.
Paracelso

Después de todas estas reflexiones, seguramente notaremos que muchas de las relaciones que vemos en nuestro entorno no son de amor, pues muchas veces hay ausencia de valores en los individuos, y, por tanto, en las relaciones que conforman. Hay muchos factores que pueden volver a una relación malsana, y no hay que olvidar que, en cada caso, veremos que una o ambas personas tienen conductas o muestran patrones de comportamiento «tóxicos» en mayor o menor medida, según sea el caso.
Las «relaciones tóxicas» son relaciones con comportamientos disfuncionales, entendidos como aquellos que no permiten, o cohíben el crecimiento individual, inhiben la expresión psicoafectiva, lo cual afecta a las emociones, conductas y cogniciones de las personas que forman parte de la relación. En sí, la relación tóxica hace que una persona sea un amo y el otro un esclavo; en las relaciones de maltrato, esta dinámica se mantendrá con la sumisión o el vínculo traumático de uno de los lados. En otros casos, habrá una lucha de poder, es decir, habrá reclamos mutuos, cargados de manipulación, de culpabilizar al otro, de insultos o más (violencia), todo esto con el fin de que el otro se someta,
Es bueno entender qué es el verdadero amor, pues cuando escuchamos que otros están pasando por un problema o decepción, o cuando nosotros mismo nos desilusionamos, empezamos a satanizar al amor o a acusarlo de ser muy complicado por asociarlo al maltrato o a estas luchas de poder, a estas relaciones que no son de amor, y que no deberíamos aceptarlas en nuestra vida. El amor es complicado por otras razones, pues ser una persona de valores y con principios requiere de madurez y de estoicismo, es complicado porque el tiempo y la dedicación amerita que estemos presentes, que escuchemos activamente, y que comuniquemos. Hablar con los otros de forma tranquila, en el tono de voz adecuado, con las palabras correctas, ello significa que tenemos la capacidad de ser asertivos.
Debemos poner en practica todo lo mencionado, no solo en los días bonitos, no solo mientras dura el enamoramiento (y no deberíamos confundir estar enamorados con amar). Es complicado por los días donde tenemos poco tiempo, cero ganas de conversar, los días donde algo nos puso de mal humor y entonces debemos poner un esfuerzo extra, días donde debemos darnos un momento para gestionar esas emociones con las que venimos cargados, gestionarlas con un paseo a solas, con respiración diafragmática, con una ducha u otras formas, y tomar aire para ser esas personas que respetan, que son responsables y cuidadosas, que se alegran por las alegrías del otro y sufren con su sufrimiento. Debemos estar listos para una conversación o un abrazo con ese ser humano que tenemos delante… Listos para ser esas personas que saben amar.
Por supuesto, este amor de calidad es real, se extiende a todos nuestros seres queridos, a la humanidad y la naturaleza, porque si hemos llegado a este punto de la lectura y vimos todos los valores que rodean al amor, nos daremos cuenta de que amar es más que lo que sentimos por un solo ser humano, es una capacidad que poseemos, la cual puede estar estropeada o nutrida, depende de qué tanto pongamos en práctica los valores mencionados en nuestra vida diaria. No siempre es sencillo pero qué bello y qué grande es poder decir: yo amo.
Referencias
Fromm, E. (1977). El Arte de Amar, una Investigación sobre la Naturaleza del Amor. Buenos Aires: Paidos.
Saint – Exupéry, A. d. (2004). El Principito. México D.F.: Publimexi
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