¿Es posible medir la belleza?

A propósito del último Concurso de Miss Universo 2021, donde nuestra compatriota Janick Maceta obtuvo un meritorio tercer lugar y en el que la mexicana Andrea Meza terminaría ganando el certamen, pero más allá de los criterios de los jueces y del formato del concurso ¿Realmente es la representante mexicana más bella que la nuestra?

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Imagen: La representante mexicana Andrea Meza fue elegida ganadora del concurso Miss Universo 2021

Es una tarea complicada calificar objetivamente la belleza, ya que no hay manera de dejar de lado nuestro subjetivismos. Denis Pell, profesor de Psicología de la Universidad de New York menciona que de la misma manera en que no hay manera de saber si la percepción del color rojo es igual en dos sujetos a ciencia cierta, pasa lo mismo con la belleza.

Los estudios como el de A. Brielmann y Denis G., plantean que todos compartimos ciertos patrones de actividad cerebral asociados a la belleza o al reconocimiento de la misma, por ejemplo, según Semir Zeki, profesor de la Universidad de London, las personas que disfrutan de piezas musicales o de las artes plásticas, presentan actividad en la corteza frontal orbital media cerebral, donde se ubica el centro de placer y recompensa del cerebro.

La perspectiva actual del estudio empírico de la belleza se ha abordado desde dos importantes perspectivas, entender que hace que algo nos resulte bello (perspectiva centrada en el producto) y averiguar en lo que ocurre en nuestra mente cuando apreciamos la belleza (perspectiva centrada en el sujeto)

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Imagen: Personas observando la pintura «La Noche Estrellada» de Van Gogh en The Museum Modern Art

¿Qué es lo que consideramos bello?

Diversos estudios han demostrado que existen determinadas cualidades de los objetos que pueden contribuir en su valor estético. Es el caso por ejemplo de la simetría o de aquello que se encuentra en la media, una persona es catalogada como atractiva si tiene el rostro o facciones simétricas y/o ningún rasgo que sea muy distintivo de la media.

El 2007 un estudio en Perception & Psychophysics señaló que los rasgos simétricos pueden ser indicadores de la calidad genética. El proceso de evolución humana se ha realizado transmitiéndose genes de antepasados a sus descendientes, en estos genes se encontrarían aquellos que determinan los rasgos faciales simétricos que estarían relacionados a buena calidad de salud.

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Imagen: Comparación de una fotografía original y una fotografía con rasgos simétricos entre ambos lados del rostro

De la misma manera, algunas investigaciones sugieren, que somos más proclives a apreciar obras o composiciones en las que se dominen las curvas por encima de ángulos rectos. Esto último, según la psicología evolutiva, esta relacionada con la evolución de la especie humana, pues un cuerpo más curvilíneo resultaba atractivo, dada su relación con la fertilidad, de la misma manera una representación de un paisaje frondoso compuesto por múltiples ángulos va a resultar mucho mas acogedor para la vida que las líneas rectas de un desierto.

¿Qué es lo que ocurre en nuestro cerebro cuando observamos algo bello?

De acuerdo a diferentes estudios sobre el proceso de recepción del arte se concluye que un objeto mientras más simple se considera mas bello, esto debido a que resultan mas simples a ser procesados. Como se ha mencionado antes los centros de placer relacionados a la percepción de la belleza se encuentran en la región orbitofrontal.

La belleza en el cerebro

imagen: Representación del procesamiento mental de las obras que apreciamos

En este sentido, los investigadores apuntan a una posible explicación de por qué la belleza y el arte podrían resultar adictivos. En el momento que nuestro cerebro recibe un estimulo que le resulte positivo o placentero, es lógico que se busque replicar esta sensación con estímulos similares. He ahí la razón de porque la búsqueda de la belleza se da de manera cotidiana, con la ropa que vestimos o los lugares que escogemos para vacacionar. Todo orquestado en búsqueda del placer que nos proporciona las cosas bellas. 

La belleza y el Autoestima

Generalmente se suele asociar la autoestima y la apariencia física de la persona, ligando la belleza propia con su percepción de sí misma, dice Heather Patrick investigadora de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, “Comparamos cómo creemos que lucimos con la manera en que lucen otras personas, y tomamos una decisión acerca de sí estamos mucho mejor o mucho peor”, explica.

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Imagen: En épocas mas recientes las redes sociales influyen directamente con nuestra autopercepción de nuestra imagen

Esta comparación puede tener consecuencias emocionales y psicológicas. De acuerdo con Patrick, la importancia de la belleza y la apariencia física son formuladas desde la niñez. Los padres dan cierto grado de halagos a sus hijos por su apariencia y otro por la cantidad de esfuerzo que dedican a las tareas y actividades para las que son buenos. Eso prepara el escenario para como la gente piensa de sí misma en términos de apariencia o capacidades.

Así mismo, tenemos la tendencia a filtrar con mayor facilidad los juicios u opiniones de los demás sobre nuestra apariencia sobre nuestras propias percepciones. Esta obsesión por el aspecto particular llevado al extremo puede convertirse en un trastorno dismórfico corporal, razón por la cual algunas personas suelen someterse a decenas de cirugías plásticas, pero nunca quedan satisfechas con los resultados.   

La belleza y el poder

Algunos estudios sugieren que las personas atractivas pueden llegar a ser percibidas como más competentes y exitosas, Jasmín Cloutier una investigadora de la Universidad de Chicago exponía sobre la existencia de una dimensión cultural aprendida respecto a la percepción de la belleza.

El sistema legal de EEUU podría tomar cuenta el tema de la belleza, una serie de estudios han encontrado que el atractivo ayuda al momento de recibir dictámenes de veredictos y sentencias. Puesto que las personas, miembros del jurado, tienden a pensar que las personas bellas son menos propensas a cometer crímenes violentos, contribuyendo con la percepción que las personas bonitas son “buenas” y no hacen cosas malas.

 La psicóloga estadounidense Vivian Diller, hacía una división de la percepción de la belleza en tres aspectos: los factores aportados por la genética, el arreglo personal y la manera en que la gente reacciona a su apariencia en sus primeros años de vida. Etapa en la que los padres influyen de manera mucho más directa en la percepción de tu propia apariencia.

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Imagen: La apariencia de una persona muchas veces origina la estigmatización o creación de prejuicios.

La belleza influye en nosotros diariamente, como se explico antes, nos encontramos en la búsqueda constante de la sensación que nos produce contemplar algo bello. Y en las personas, esto puede influir directamente en nuestra percepción de los demás, atribuyendo connotaciones positivas o negativas a las personas solo por como lucen.

Sin embargo, no se puede dejar de mencionar el proceso que todo el mundo atraviesa eventualmente, el envejecimiento. Etapa en la que la apariencia de la juventud cambia y de la misma manera es natural que varía la visión de uno mismo. Por lo que no es recomendable basar el éxito que se pueda llegar a tener o el aprecio que se tenga de uno mismo, en tan solo uno de sus aspectos como lo es la apariencia física. Como señalaba la psicología Gestalt: el todo es más que la suma de sus partes, por lo que resulta importante tomar en consideración mas dimensiones de nosotros mismos y de los demás.

Referencias

Expansión. ¿En qué basamos nuestra percepción de la belleza?. Expansión. Recuperado de: https://expansion.mx/salud/2012/03/28/en-que-basamos-nuestra-percepcion-de-la-belleza

Raffio, V. (2018). ¿Qué es la belleza y qué provoca en nuestro cerebro? El Periodico.com. Recuperado de: https://www.elperiodico.com/es/ciencia/20180821/que-es-la-belleza-arte-filosofia-ciencia-6997236

El Síndrome de la cabaña en tiempos de coronavirus

¿Qué es el Síndrome de la cabaña?

Antes de la aparición del COVID-19, ya se había mencionado al Síndrome de la Cabaña, pero nunca antes se había investigado tanto como ahora que el confinamiento ha sido masivo.

Un síndrome es el conjunto de síntomas cognitivos, emocionales y conductuales, generado por uno o varios eventos y/o circunstancias que impliquen un cambio en las condiciones de vida de las personas.

Una persona o un colectivo social con este síndrome presentan pensamientos catastróficos, ya que perciben como altamente peligrosa la exposición, ya sea mental (imaginaria) o real, al tener que salir de un espacio concreto (desconfinamiento), y en consecuencia, sienten un malestar significativo. Por este motivo, prefieren continuar recluidos en casa o en el espacio de cuatro paredes que perciben como su «Lugar seguro».

¿Cómo surge este término?

Tal cual su nombre lo indica, el «Síndrome de la cabaña» viene de la percepción de seguridad que otorga el permanecer encerrados en nuestras propias «cabañas». No se trata de un trastorno mental, ya que debido a sus características se categorizaría como un síndrome.

El origen de este término, tiene dos vertientes, cada una de ellas compuesta por grupos de trabajadores que pasaron largas temporadas resguardados dentro de chozas o cabañas (las cuales les servían de protección ante el clima, depredadores, etc.), en zonas lejanas a su hogar. La primera se remonta al siglo XIX, y se refiere a los buscadores de oro en EEUU. La segunda se remonta a los inicios del siglo XX, y se refiere a un grupo de exploradores destinados a trabajar en el polo norte. En ambos casos, al retornar a sus hogares, la mayoría de los trabajadores tuvieron dificultades para adaptarse a sus anteriores rutinas de vida, mostrando cierto rechazo a la civilización, ansiedad y otros síntomas que se atribuyeron al miedo a salir de casa. (BBC Mundo, 2020).

El Síndrome de la Cabaña y el COVID-19

La sintomatología percibida por los grupos de trabajadores mencionados previamente, coincide con los síntomas que experimenta la población mundial actual, ya que en ambos casos la lucha más importante esta direccionada a sobrevivir ante una situación adversa.

Es interesante analizar que inicialmente el hecho de tener que estar en confinamiento, generó que se experimentaran sensaciones de insatisfacción, aburrimiento, desosiego, necesidad de romper la rutina e irritabilidad en la mayoría de la población. (BBC Mundo, 2020).

Actualmente la causa principal de este síndrome es el miedo a contraer el virus, hasta cierto punto este miedo puede considerarse adaptativo ya que nos mantiene alerta para sostener conductas que fomenten la higiene y salud. Sin embargo, este miedo se podría convertir en desadaptativo al momento de tomar ciertas decisiones que limiten nuestras experiencias de contacto social, académicas, laborales, de exploración y pasatiempos.

Estar encerrados por mucho tiempo en un mismo lugar, genera que, como mecanismo de adaptación, seleccionemos de nuestra mente, todas las cosas buenas de permanecer ahí, empleando auto-afirmaciones como: «Acá estoy a salvo», «Nada malo puede pasarme estando en este espacio». Y lo hacemos de una forma repetitiva y constante, así como también, filtramos todos los argumentos negativos del riesgo que implicaría salir de casa.

Así mismo, cuando van pasando los meses, se origina el acostumbramiento a espacios reducidos, y la adaptación a la nueva rutina de vida, es entonces cuando el pensar en la libertad de movilización se convierte en el problema central.

Esta pandemia ha confinado a la población mundial, y de cierto modo el hogar se ha transformado en un espacio de resguardo y seguridad. En esta situación actual, los argumentos de no salir de casa, tienen un sustento de protección real, que es validado por la sociedad.

El Síndrome de la cabaña en las cárceles y hospitales

Antes de la pandemia COVID-19, ya se había analizado el Síndrome de la cabaña en casos de personas que habían tenido que estar recluidas por un tiempo considerable, como por ejemplo, en convictos que estaban por recuperar su libertad y en pacientes de hospitales que estaban por ser dados de alta, o que ya se encontraban en casa, pero continuaban arrastrando los síntomas.

Algunos de los principales temores en convictos o ex convictos, se centran en la reinserción social, en el riesgo de volver a delinquir por escases económica, por retornar a una familia disfuncional, por recaer en el abuso de sustancias, etc. Mientras que, para las personas que son dadas de alta en los hospitales, se encuentra el temor a reincidir en algunos síntomas de la enfermedad previamente detectada, angustia por no tener a disposición al personal de salud para controles constantes, como a los que estaban acostumbrados, entre otras.

¿Qué nos hace más vulnerables a este síndrome?

Este síndrome puede ser desarrollado mayormente en personas que hayan tenido dificultades previas a nivel emocional, especialmente aquellas centradas en la percepción de estímulos ansiógenos, tales como: El trastorno de Ansiedad Generalizada, Agorafobia, Misofobia o fobia a los gérmenes, Trastorno obsesivo compulsivo, especialmente el de tipo contaminación (Hace referencia a la obsesión por la limpieza o por la higiene personal). 

Genéticamente, se podría considerar a personas con neuroticismo (predisposición a vivenciar emociones desagradables).

También es importante resaltar que aquellas personas que estén haciendo una cuarentena estricta, y que no hayan salido de casa desde que la pandemia inició, tengan una mayor probabilidad a desarrollar el síndrome de la cabaña.

Por último, este síndrome tendría mayor oportunidad de desarrollo en personas que hayan sufrido de COVID-19, o que hayan tenido alguna pérdida familiar, esto podría verse asociado a un cuadro depresivo – ansioso.

¿Cuáles son los síntomas?

Sintomatología a nivel cognitivo: Pensamientos catastróficos, aparecen anticipaciones relacionadas con la posible aparición de una crisis de ansiedad. Así como también, pensamientos intrusivos (Ideas o imágenes no deseadas que aparecen de manera espontánea, pensamientos desagradables involuntarios y obsesivos).

Sintomatología a nivel fisiológico: Respiración rápida y sensación de ahogo (hiperventilación), sudoración, aturdimiento, mareos, taquicardia (frecuencia cardíaca acelerada), entumecimiento, hormigueo o temblores en las extremidades, escalofríos, enrojecimiento, malestar estomacal.

Sintomatología a nivel conductual: Prevalece la evitación al estímulo temido (salir de casa, contacto social presencial).

Sintomatología a nivel emocional: Irritabilidad, nerviosismo, angustia, sensación de pérdida de control, apatía (falta de motivación y de entusiasmo ante cualquier estímulo externo), agotamiento (sensación de cansancio), dificultades para concentrarse, insomnio (dificultad para conciliar el sueño), o alguna otra alteración en el estado de sueño.

¿Cuál es la diferencia con la Agorafobia?

Es importante diferenciar al Síndrome de la cabaña, con el Trastorno de Agorafobia, este último resulta ser una de las fobias más comunes.

Los síntomas típicos de la agorafobia comprenden el miedo a: Salir de casa solo, a las multitudes o esperar en una fila, a los espacios cerrados, como cines, ascensores o tiendas pequeñas, espacios abiertos, como estacionamientos, puentes o trenes, y a usar el transporte público, como autobuses, aviones o trenes.

Mientras que, en el síndrome de la cabaña aparece el temor a salir de un espacio en el que se permaneció por mucho tiempo para evitar una consecuencia negativa pero probable, como el contagio del virus; el mayor temor de una persona con Agorafobia, es el encontrarse en espacios abiertos en dónde hayan varias personas, y se pierda el control de lo que pueda suceder en situaciones que, por su propia naturaleza, no coinciden con el malestar.

A pesar de las diferencias entre ambos, los síntomas de este síndrome, podrían volverse más crónicos y desarrollar un trastorno por agorafobia. A continuación, se coloca un cuadro comparativo entre ambos:

¿Cómo afrontar este síndrome?

Por lo general, el síndrome de la cabaña debería desaparecer o al menos disminuir por sí mismo con el tiempo, a medida que la situación externa se normalice o se adapte a una nueva condición.

De todas maneras, se plantean las siguientes sugerencias:

-Reconocer la ansiedad, y los factores desencadenantes frente a este tema.

-Llevar un registro de pensamientos (tipo diario), para identificar los de tipo catastróficos, y posteriormente poder cuestionarlos.

-Elaborar un nuevo patrón de gestión individual, en base a sus propias características, identificando necesidades y recursos.

-Identificar los miedos, y empezar a exponerse a estos, en un inicio de forma imaginaria, y paulatinamente de forma presencial. Esto para poder afrontar los miedos, sin necesidad de evadirlos, esta estrategia permitirá que las personas corroboren por sí mismas que la intensidad de muchos temores no es congruente con la vivencia real.

Dichos aspectos se vinculan a un proceso de re-aprendizaje, en donde es importante considerar que todas nuestras emociones son adaptativas, y que podemos transformar el miedo en valentía.

En caso que los síntomas sean muy intensos, lo sugerible es asistir a terapia psicológica, especialmente para tener un abordaje centrado en la Terapia Cognitivo Conductual.

Bibliografía

American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5ª ed.). Washington D. C.: American Psychiatric Association.

BBC Mundo. (2020). Obtenido de https://www.bbc.com/mundo/noticias-52091584

Clark, D. M. (1989). Anxiety states: panic and generalised anxiety. In K. Hawton, P. M. Salkovskis, J. Kirk Y D. M. Clark (Eds), Cognitive therapy for psychiatric problems: a practical guide. Oxford: Oxford University Press.

CLEPTOMANÍA. ROBAR PARA SENTIR

Hace unos días, empecé a buscar una serie nueva en Netflix, y encontré «Trinkets», que trata de un grupo de adolescentes que se conocen en terapia grupal «Ladrones anónimos», que brinda tratamiento a personas diagnosticadas con cleptomanía. La cleptomanía es un trastorno psicológico del grupo de trastornos del control de los impulsos, una persona con cleptomanía reúne la siguiente sintomatología: Obsesiones (pensamientos o imágenes intrusivas), compulsiones, ansiedad extrema, impulsividad, inadecuada regulación social.

Me resulta muy interesante analizar esta serie, ya que estos casos no son muy comunes en la consulta privada porque la mayor parte de ellos se descubren al cometer el acto delictivo y son derivados a terapia psicológica del estado por asuntos legales.

Esta serie está basada en la novela «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013), quien describe la vida de tres adolescentes, Tabitha, Elodie y Moe, quienes inician un proceso de introspección y de apoyo grupal por tener conductas de cleptomanía.

Revisando investigaciones de estudios de casos con cleptomanía, se han identificado reacciones cíclicas, las cuáles grafiqué de la siguiente manera:

Se trata de un círculo vicioso, en dónde el robo se convierte en un canal de escape a la realidad vivenciada por las personas con cleptomanía. Por ejemplo, en el caso de Eloy, el personaje protagonista de la serie, quien tuvo que lidiar con la experiencia traumática de perder a un ser amado.

«La primera vez que robé fue por accidente. Salí de la tienda con un paquete de caramelos Starbust en la mano que había olvidado pagar. Mi madre ya llevaba meses enferma y aquel día estaba de mal humor. Podría haber vuelto a la tienda pero sentí que merecía un regalo, un obsequio, algo bueno, porque si existen unas fuerzas que deciden llevarse a la gente al azar, también debería haber fuerzas que decidieran dar cosas gratis al azar». Fragmento extraído del libro «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013)

Se recurre al robo como canalizador de emociones negativas, como si luego de caminar largo rato en el desierto se pudiese beber un poco de agua. Y es justamente esa sensación «revitalizante», la que genera la adicción a este comportamiento. Sienten ansiedad antes del robo, la cual se va transformando en excitación, alivio o placer durante el mismo.

En este contexto, la mayor parte de las veces, la acción de robar no es planificada, ya que corresponde a un momento de arrebato. En dónde a más compleja sea la sustracción del bien(es) sin ser descubierto(a), mayor dificultad para resistirse al impulso.

Es cierto que, una vez cometido el robo baja la intensidad de la ansiedad o del malestar en general, en el transcurso de un breve tiempo, aparecerá una sensación de culpa por no haber ganado la lucha para oponerse al impulso, por haber vuelto a incurrir, en algo que se sabe, está mal. Así como una sensación de vergüenza y miedo.

«El problema de recurrir a la cleptomanía para aliviar tus problemas es que necesita ser activada una y otra vez». Fragmento extraído del libro «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013)

Estos objetos hurtados no suelen ser elegidos por su costo o por su prestigio de marcas, en algunos casos aquello que se roba es algo simbólico a una necesidad o carencia netamente emocional.

Independientemente del valor económico, en un caso de cleptomanía está en juego el valor emocional, me refiero a la vinculación que se forja con el objeto robado, que viene a ser como un reconocimiento, un premio a la astucia, al no dejarse descubrir, al poder engañar, al poder controlar.

«Las razones por las que hurtamos son diversas, pero todas tienen en común la euforia que siente un adicto al tomar su dosis de droga… Para algunos de nosotros el hurto está motivado por la pérdida. Cuando perdemos a una persona, el puesto de trabajo, los ingresos… sentimos un vacío interior, y robar lo llena. Para otros, robar es un acto de rebeldía contra un mundo que no podemos controlar». Fragmento extraído del libro «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013)

La persona con cleptomanía es consciente de que robar es una acción negativa, ilegal, rechazada socialmente, etc. por lo que la experiencia le parece incongruente consigo mismo (ego-distónica) (APA, 1995). Aún así, es probable que cada vez la persona busque condiciones más extremas para efectuar el robo, ya que esta conducta se va convirtiendo en su principal mecanismo de alivio a la activación interior generada por el malestar inicial.

«Al tener un mal día, me daba un premio yendo a una tienda a robar algo. Eso era lo que me daba la felicidad». Fragmento extraído del libro «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013)

Pero, ¿Qué ocurre con los objetos robados? Con frecuencia no los utilizaran, los acumularan en un rincón del armario o se desharán de ellos, regalándolos o votándolos. Esto porque lo que realmente les importa es el proceso del robo, no la permanencia del objeto.

Respecto al curso de la cleptomanía, existen tres modalidades: La esporádica, en dónde suelen darse episodios breves con procesos de remisión, la episódica, en dónde los periodos de robo y remisión son más extensos, y la modalidad crónica. APA (1994).

En las sesiones de terapia es necesario ayudar al paciente a identificar las causas que se ocultan tras el acto de robar para poder neutralizarlas. Tomando en cuenta que a menudo personas con este diagnóstico presentan alteraciones en sus relaciones interpersonales, por lo que no cuentan con redes de apoyo estables.

Grant, Suck y Grosz (2003), establecen que el robo puede desencadenar problemas legales, arrestos, multas, sanciones. Hecho que incrementa sus síntomas depresivo – ansiosos, la culpa y la humillación.

Todas las explicaciones acerca del robo, independientemente del punto de fijación, nos hablan acerca de una expresión de necesidades infantiles no satisfechas, además de la evitación del dolor y la gratificación de los impulsos.

Otras teorías afirman que la conducta de hurto es una reacción a un profundo sentimiento de inferioridad, lo que le otorga a la persona una autoimagen momentánea de «fortaleza».

Grant propuso recientemente que el modelo de la conducta adictiva puede ser apropiado para los individuos con cleptomanía, por la compatibilidad e intensidad en algunos síntomas.

También se ha considerado a la cleptomanía como una forma de expresión de la agresividad interna. (McElroy et al., 1991b).

Los psicoanalistas interpretan el síndrome como un reflejo de una defensa inconsciente del ego contra la ansiedad, los instintos o deseos prohibidos, los conflictos no resueltos. Se le atribuyó un significado simbólico al acto en sí mismo, al objeto robado y a la víctima del robo.

Otros autores, han considerado esta conducta como una forma de auto-punición, castigo generado por las emociones que aparecen posterior al robo, o mediante una búsqueda de castigo externo mediante la humillación y demás riesgos.

«Algunos robamos porque nos parece una compensación justa ante lo mucho que hemos perdido». Fragmento extraído del libro «Cleptómanas» de Kirsten «Kiwi» Smith (2013)

La psicopatología más asociada a la cleptomanía son los trastornos de personalidad, depresivos, ansiosos, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno obsesivo compulsivo, de acumulación, y con las disfunciones sexuales. Hudson y Pope (en Dannon et al.,2006).

La Terapia Cognitivo Conductual «TCC», suele ser una de las alternativas con mayor evidencia científica de eficacia, algunas de las actividades a desarrollar en las sesiones son: Llevar un diario que registre las principales experiencias y emociones percibidas con el objetivo de llegar a identificar los factores desencadenantes. identificar actividades placenteras que sean saludables, proveer de formas alternativas de satisfacción, deshacerse o destruir los objetos robados.

También se reconoce con un alto grado de efectividad la técnica de sensibilización conversiva, en la que se ayuda al paciente a visualizarse en la escena del robo, pero centrándose en consecuencias negativas, como por ejemplo la humillación social de ser descubierto. Así mismo, una de las técnicas más usadas es la desensibilización sistemática, en dónde mediante ejercicios de respiración y relajación el paciente imaginará que atraviesa por los episodios de impulsividad al robo, frenándolos mediante la reducción de los factores estresores.

Existen otras técnicas parte de la TCC, como la terapia de aversión, en la cuál se entrena al paciente a ejecutar técnicas levemente molestosas, incómodas, o hasta dolorosas, como por ejemplo, aguantar la respiración hasta que cese el impulso de robar.

En este tipo de casos es muy recomendable la terapia grupal, porque al escuchar relatos de personas con pensamientos similares, la sensación de culpa se reducirá.

BIBLIOGRAFÍA:

American Psychiatric Association. (1995). Diagnostic and statistical manual of mental disorders: dsm iv. Washington, DC: American Psychiatric Association

Fenichel O. (2009) Teoría Psicoanalítica de las Neurosis. Editorial Paidos. México

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