“ El instinto de los hombres no se basa en el amor en la sociedad, sino en el miedo a la soledad” – Arthur Schopenhauer.
Es curioso como los seres humanos tendemos a buscar el afecto y contacto con otras personas, es una necesidad emocional, psicológica, física y afectiva que suele guiar nuestro actuar en especial en etapas tempranas de la vida.
Según la Real Academia Española, el amor es definido como el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Sin embargo, no todos amamos de la misma manera, los constructos relacionados al amor cambian de acuerdo a nuestras propias experiencias, carácter, autoestima, personalidad.etc.
El apego es un vínculo que creamos desde muy pequeños, normalmente desarrollado por la forma en la que conectamos con nuestro principal cuidador, esto tiende a definir nuestras necesidades dentro de nuestras relaciones y la forma en la que interactuamos dentro de estas.
Actualmente, el contacto continuo con otras personas es básico para la satisfacción emocional, pero un factor importante como las redes sociales, han influenciado de forma exponencial la necesidad de “ ser vistos” y de recibir respuestas inmediatas a nuestras acciones.
En un mundo donde la autoestima depende de corazones virtuales enviados por personas que conocemos poco o nada, ejecutando interacciones banales que aparentan interés y reconocimiento; sin lugar a dudas, las relaciones han cambiado su dinámica.
En el 2018 el instituto de Andaluz de sexología y psicología se refirió a la dependencia emocional como la esclavitud del siglo XXI. En el 2022 la revista San Gregorio de la Universidadd Nacional de Huancavelica publicó un artículo sobre la dependencia emocional en estudiantes universitarios en aislamiento social obligatorio debido al Covid – 19, teniendo como conclusión que una de cada tres mujeres y uno de cada dos hombres se encuentran en el nivel moderado o servero de dependencia emocional hacia la pareja.
La dependencia emocional hace referencia a un apego patológico, un estado de subordinación extrema hacia otra persona casi siempre debido a la necesidad de mantener el vínculo emocional y el afecto de esta.
Normalmente relacionada a una autoestima baja, la persona con dependencia emocional abandona su propio YO para poder “ encajar” en un papel que piensan debe cumplir dentro de una relación disfuncional en la que las decisiones son tomadas en su mayoría por la otra persona.
También se presenta un miedo exagerado a la separación, culpabilidad, ansiedad, miedo a la soledad, control de la pareja, celos y ruptura de relaciones interpersonales con amigos o familia.
La teoría define 3 tipos de dependencia emocional:
Dependiente afectivo. Asume el rol de demandante y necesitado, requiere atención, afecto y valoración.
Dependiente instrumental. Asume el rol necesitado, y demanda protección, orientación y cuidados.
Codependiente. Su rol es el de dador, salvador y ayudado de la otra persona. Provoca o acrecienta la dependencia del otro para asegurar su permanencia y convertirse en una persona imprescindible.
Claves para una relación sana
Es importante recordar que dentro de una relación sana la comunicación es abierta, viene en dos sentidos, se escucha y se es escuchado, sin miedo a juicios.
Hay mucho respeto y lealtad mutuos que crean un lazo de confianza y seguridad dentro del vínculo; además, es vital el tiempo de calidad y el entendimiento de lo que la otra persona necesita para sentirse valorada ( lenguajes del amor ), aceptar que habrá diferencias, tener tiempo para uno mismo y cultivar las relaciones con la familia y amigos.
En la película “ las ventajas de ser invisible” el personaje del profesor Bill Anderson, dijo: “ aceptamos el amor que creemos merecer”, quererse a uno mismo es la base en la que cementaremos todas las relaciones y vínculos que crearemos a lo largo de nuestras vidas.
No hay que olvidar que la base para generar relaciones saludables, son el autoconocimiento y la autoestima, aceptar lo que somos y ser conscientes de lo que podemos mejorar, respetar nuestros límites y estar abiertos a respetar los límites de los demás.
Referencias
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ReiDoCrea. Revista electrónica de investigación Docencia Creativa. Volumen 2. Páginas 143-148.
Imagina esto: te encuentras en medio de una discusión familiar, un clásico, y sin darte cuenta, de repente te encuentras mirando al vacío como si estuvieras paralizado(a). No es que no te importe lo que está pasando, es solo que, de alguna manera, tu mente decide tomar un pequeño descanso…mental, por supuesto. Esto me pasó hace poco. Mis hermanos estaban discutiendo como si no hubiera un mañana y, sin querer, mi cerebro hizo «click» y me desconecté. Mi cuerpo seguía allí, pero mi mente se fue a dar una vuelta, quien sabe a donde. ¿Te suena familiar?
¡No todo es tan malo como parece!
La disociación, es un mecanismo tan humano que nos permite «escapar» de una situación emocionalmente abrumadora, no es algo que deba ser visto necesariamente como algo negativo. En muchos casos, es una respuesta adaptativa, algo que nuestro cerebro hace para protegernos, para sobrellevar momentos de alta tensión emocional.
Pero, claro, en exceso no es tan bueno. Cuando se vuelve habitual o excesiva, puede interferir con nuestra capacidad para conectar con la realidad y las personas que nos rodean, por ejemplo, a veces me pasa que cuando leo un libro, tengo que volver a leer la misma oración varias veces, es como si mis ojos estuvieran en el papel, pero mi mente estuviera en otro lado o a veces, me doy cuenta de que estoy haciendo algo en piloto automático, como cuando camino sin darme cuenta de a dónde voy, o de repente llegó a un lugar sin recordar cómo llegué allí. ¿También te pasa?
La disociación, como ves, puede ir desde una simple desconexión momentánea hasta episodios más largos, pero, en su forma más momentánea, es una forma de protegernos cuando las cosas se vuelven emocionalmente complejas, cuando estamos sobreestimulados, o cuando pasamos por mucho estrés.
¿Por qué a veces no es tan funcional?
La disociación puede ser útil como una estrategia rápida para lidiar con el estrés, pero cuando se convierte en un mecanismo de defensa habitual, puede dejar de ser funcional.
Si tu mente se desconecta cada vez que algo se vuelve incómodo o abrumador, es probable que evites procesar las emociones que necesitas enfrentar. A largo plazo, esto puede hacer que las emociones no resueltas se acumulen y que te desconectes cada vez más de la realidad. Además, cuando la disociación se vuelve frecuente, puede afectar tus relaciones, ya que estar presente y conectar con los demás se vuelve más difícil.
Si «huyes» mentalmente en una conversación o durante una actividad importante, puedes perderte momentos importantes de conexión emocional con los demás. Y, aunque es comprensible que quieras evitar el conflicto o la incomodidad, a largo plazo, esto puede generar sentimientos de aislamiento o desconexión.
Es importante recalcar que en casos de trauma severo, como abuso o violencia, la disociación puede ser una respuesta de supervivencia y es un tema mucho más complejo del que se redacta en este artículo.
En estos casos la mente se «desconecta» para protegerse del dolor insoportable de la experiencia. Este tipo de disociación, aunque adaptativa en ese momento, puede volverse crónica y dificultar el proceso de sanación. En situaciones de estrés postraumático (TEPT), por ejemplo, la disociación puede ser un síntoma persistente, ya que la mente busca escapar de las emociones y recuerdos traumáticos que no han sido procesados.
¿Cómo lidiar con la disociación?
Hay técnicas muy útiles para traer de vuelta nuestra atención al presente y hacer que nuestro cerebro se conecte nuevamente al «aquí y ahora».
Respiración profunda: Cuando me siento «fuera de mí misma», una de las mejores maneras de regresar al presente es parar un momento y tomar una respiración profunda. Inhala por la nariz, llena tu abdomen de aire (no solo el pecho) y exhala lentamente por la boca. Hazlo varias veces. Esto ayuda a calmar el sistema nervioso y a traer tu foco de atención al aquí y al ahora.
Grounding (o enraizamiento): Esta es una técnica sencilla y poderosa. Se trata de usar nuestros sentidos para estar en el presente, por ejemplo, si sientes que te estás desconectando, puedes tocar un objeto con textura (como una taza, una bola antiestrés o algo que esté cerca), sentir su temperatura o peso. Incluso puedes detenerte a notar cosas en tu entorno: «¿Qué veo? ¿Qué escucho? ¿Qué huelo?» Esto te conecta con el mundo real y te ayuda a salir del piloto automático.
Validación emocional: Hacer una pausa y reconocer en voz alta: “Ok, estoy disociando porque esta situación me está abrumando”, “aguanta, estoy disociando” es un primer paso. Validar tus emociones (incluso las que te hacen querer huir) puede ayudar a disminuir su intensidad.
Movimientos físicos: A veces, simplemente mover el cuerpo ayuda a liberar tensiones. Caminar, estirarse o incluso saltar un poco en el lugar puede hacer maravillas para devolver la atención al cuerpo y salir de ese «mood automatico».
Practicar mindfulness o atención plena: Hacer ejercicios pequeños de mindfulness en tu día a día, como estar 5 minutos completamente presente mientras tomas tu café, disfrutas de una caminata o te bañas, puede ayudarte a entrenar tu cerebro para estar más consciente y menos propenso a desconectarse en situaciones difíciles.
Todos tenemos nuestras formas de lidiar con lo que nos abruma. Sin embargo, aprender a manejarla y a conectar nuevamente con la realidad cuando sea necesario, es necesario para mantener un balance emocional óptimo.
«Así que, la próxima vez que tu mente se pierda en un viaje astral, dale la bienvenida con una sonrisa y dile: “aquí estás de nuevo, disociando”. Pero también recuerda traer tu mente al “aquí y ahora”, con cariño, respeto y si es necesario, un poco de humor. “oye Ale, pellizca tu mano o toca tu nariz”. Porque, al fin y al cabo, ¿quién no se ha escapado un poco de vez en cuando?
“La vida no es un problema a ser resuelto, sino una realidad a experimentar”
¿Qué consecuencias conlleva el uso excesivo o el mal uso de las redes sociales?
El Internet ha contribuido a numerosos beneficios a la sociedad, pero también ha generado riesgos, como la adicción a la tecnología y las consecuencias del mal uso. Es indudable que en la actualidad la tecnología y las redes sociales han llegado para quedarse y están profundamente integradas en nuestras vidas cotidianas. Sin embargo, los niños, adolescente, jóvenes y adultos enfrentan peligros de manera particular, muchas veces, no son plenamente conscientes de las posibles consecuencias negativas en sus vidas que podrían generar perjuicios para la salud mental y la integridad. Cada vez más, los menores reciben teléfonos inteligentes a una edad temprana sin un control adecuado sobre su uso, sin límites horarios ni información preventiva. Esto está contribuyendo a un aumento acelerado de la adicción a las nuevas tecnologías y al uso inadecuado.
Muchos de nosotros disfrutamos estar conectados a las redes sociales, pero el uso excesivo de estas plataformas puede provocar adicción, ansiedad, depresión, baja autoestima, aislamiento entre otros.
La directora de Salud Mental del Ministerio de Salud, July Caballero Peralta, subrayó que es necesario fortalecer espacios de diálogo en el hogar donde se converse sobre las vidas de sus integrantes propiciando confianza y seguridad en niñas, niños y adolescentes; así como establecer límites claros en el tiempo y calidad de contenido al que los menores están expuestos en las redes.
¿Qué ocurre cuando las redes sociales afectan nuestra salud mental?
Aunque las redes sociales ofrecen beneficios significativos en términos de conectividad y comunicación, su uso excesivo está vinculado a un incremento en problemas de salud mental, afectando la percepción que tienen de sí mismos y de los demás en la vida real.
Estos son algunos de los principales problemas de salud mental que se han incrementado con el uso excesivo de los medios sociales (Maza,2024):
Trastornos del sueño
El uso desmedido de las redes sociales ha sido asociado con un incremento en la aparición de trastornos de sueño, ansiedad, depresión y problemas de autoestima, sobre todo en los más jóvenes, personas con edades comprendidas entre 16 y 26 años.
Acoso cibernético o ciberbullying
Así mismo, también se ha identificado la presencia de otros problemas como el bullying cibernético o ciberbullying, el cual es cada vez más frecuente entre los escolares, universitarios y adultos jóvenes.
Muchos de ellos admiten haber participado de este fenómeno, ya sea contribuyendo con el acoso cibernético o siendo víctimas de este. En este sentido, las redes sociales también se han convertido en un espacio en donde muchos descargan sentimientos de hostilidad y rechazo hacia otras personas, especialmente escudados en el anonimato, la falta de límites claros y la poca o nula consecuencia inmediata que tiene este tipo de comportamiento en línea.
Ansiedad y síndrome de abstinencia
Por otra parte, aquellos que tienen dificultades para controlar el uso de las redes sociales, constantemente han experimentado síntomas de ansiedad, por la necesidad de estar conectado constantemente y así mantenerse actualizados de lo que sucede a su alrededor.
Esto ha llegado incluso a afectar hábitos de alimentación y sueño, generando una suerte de dependencia en algunas personas.
Baja autoestima
Entre otros de los efectos del uso desmedido de las redes sociales, está el efecto negativo entre aquellas personas que las utilizan como una suerte de parámetro a partir del cual tienden a compararse.
Por ejemplo, estar pendientes de las publicaciones de amistades que se encuentran disfrutando de salidas o viajes, puede generar en algunas personas sentimientos de baja autoestima, ansiedad y depresión por sentir que no tienen los mismos logros o experiencias o también por considerar que lo que tienen no es suficiente en comparación con lo que muestran otras personas en una situación diferente.
Señales de advertencia
Las principales señales que indican una dependencia de las tecnologías de la información y comunicación o de las redes sociales, y que pueden reflejar una transición de una afición a una adicción, incluyen (Young, 1998):
Reducir el sueño a menos de 5 horas para mantenerse conectado a la red, dedicando tiempos de conexión excesivamente largos.
descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el estudio o el cuidado personal.
Recibir quejas de personas cercanas, como familiares o amigos, sobre el uso excesivo de la red.
Pensar constantemente en la red, incluso cuando no se está conectado, y experimentar irritación extrema cuando la conexión es lenta o se interrumpe.
Intentar limitar el tiempo de conexión sin éxito, y perder la noción del tiempo mientras se está en línea.
Mentir acerca del tiempo real que se pasa conectado o jugando a videojuegos.
Aislarse socialmente, mostrarse irritable y experimentar una disminución en el rendimiento académico.
Sentir una euforia o excitación inusual al estar frente al ordenador.
Estrategias de prevención
Es necesario un enfoque equilibrado en el uso de las tecnologías y las redes sociales.
Los padres y educadores deben ayudar a los niños y adolescentes a desarrollar la habilidad de la comunicación cara a cara, lo que, entre otras cosas, supone (Ramón-Cortés, 2010):
Limitar el uso de aparatos y pactar las horas de uso del ordenador.
Fomentar la relación con otras personas.
Potenciar aficiones tales como la lectura, el cine y otras actividades culturales.
Estimular el deporte y las actividades en equipo.
Estimular la comunicación y el diálogo en la propia familia.
Desarrollar actividades grupales, como las vinculadas al voluntariado.
En conjunto, estas estrategias están diseñadas para ayudar a los niños y jóvenes a desarrollar hábitos saludables de uso de la tecnología, equilibrando su tiempo en línea con otras actividades y garantizando un entorno digital seguro.
Restringir el tiempo de conexión a la red durante la infancia y adolescencia (no más de 1,5-2 horas al día, excepto los fines de semana), ubicar los ordenadores en áreas comunes (como el salón) y supervisar el contenido al que se accede son estrategias adicionales importantes (Mayorgas, 2009).
Tenemos de conocimiento que los delitos violentos son sucesos negativos, que son vividos de forma brusca y que generan terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física o psicológica de una persona y dejan a la víctima en tal situación emocional, que es incapaz de afrontarla con sus recursos psicológicos habituales. Cualquier delito es causa de un trauma, que supone un quiebre en el sentimiento de seguridad de una persona y lo cual va a repercutir en el entorno cercano y la familia.
El padecimiento de un delito violento supone un ataque directo al sentimiento de seguridad de quien lo sufre, del que deriva una afectación en sus estructuras psíquicas.
Para Kilpatrick, un delito violento es un suceso negativo vivido de forma brusca, que genera terror e indefensión y pone en peligro la integridad física o psicológica de la persona, lo que deja a la víctima en tal situación emocional que es incapaz de afrontarla con sus recursos psicológicos habituales.
Dentro de los delitos violentos existen diferentes características multicausales que son complejas. El ambiente y las características de las personas tienen relación con la génesis de ciertos trastornos. De igual manera, la percepción social que se tiene de los trastornos, está relacionada con la ejecución de conductas violentas, provocando así una mayor dificultad de integración y marginación de las personas que lo sufren.
Echeburúa (2008) menciona que las personas que sufren trastornos mentales, automáticamente se relacionan con la violencia, ya que, estos sujetos son más propensos a ser objeto de violencia que protagonistas de ella, y que “la situación de esta bajo un trastorno mental, convierte a estas personas en seres más proclives de ser víctimas, que protagonistas”, porque la percepción social que se tiene del trastorno mental, está íntegramente relacionada con la ejecución de conductas violentas, lo que provoca una mayor dificultad de integración y marginación de las personas que lo sufren. Sin embargo, también hay personas que padecen trastornos y que ejercen acciones peligrosas. Generalmente, esta última idea ocurre cuando el protagonista está inmerso en el consumo de alcohol y drogas, no está o no ingiere el tratamiento correspondiente y cuando no cuenta con un apoyo familiar y social.
Desarrollo
Estrés postraumático
El trastorno por estrés postraumático (TEPT) constituye el eje psicopatológico fundamental sobre el que gravita el trauma. La importancia de este trastorno no es reciente, ya que comenzó a ser estudiado en el Siglo XIX. El TEPT ha sufrido un largo camino: maltrato infantil, agresiones sexuales, incendios, accidentes de tráfico, desastres naturales, atentados terroristas, torturas, han sido, entre otros, los aspectos más estudiados por los investigadores.
El síndrome o trastorno de estrés postraumático fue catalogado como un trastorno de ansiedad que tiene características singulares. Básicamente, lo padecen personas que “son víctimas de sucesos aversivos e inusuales de forma brusca, tales como las consecuencias de la guerra (Albuquerque, 1992), las agresiones sexuales (Echeburúa, Corral, Sarasúa y Zubizarreta, 1990), los accidentes (Alario, 1993) o las catástrofes (Holen, 1991).
Los resultados de diferentes estudios muestran que hay una indiscutible relación entre la ocurrencia de una situación traumática y el riesgo de sufrir problemas psicológicos posteriores. El estudio del trauma relacionado con la guerra también ha servido como paradigma en la investigación de otros tipos de estrés postraumático, como, por ejemplo, las situaciones traumáticas que ocurren durante la infancia. Los resultados de los distintos trabajos indican que es frecuente encontrar síntomas de TEPT tanto entre las víctimas de maltrato infantil, como entre las de abuso sexual infantil.
El hecho de ser víctima de un delito puede causar unas repercusiones psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas afectadas, especialmente en el caso de las víctimas de violación. Las investigaciones sobre agresiones sexuales han contribuido a que aparezcan datos sobre la frecuencia del TEPT en la población general, aunque no resulta fácil hacer una estimación precisa de la presencia de este fenómeno en la sociedad, ya que muchas de las víctimas no denuncian la agresión, ni acuden a hospitales o servicios de atención a la mujer, lo que dificulta la valoración epidemiológica. Los resultados de estas investigaciones coinciden en afirmar que el hecho de ser víctima de una agresión sexual pone a la víctima bajo un elevado riesgo de padecer TEPT, incluso en mayor medida que otras situaciones traumáticas.
El abuso emocional continuado, aún cuando no exista violencia física, provoca consecuencias muy graves desde el punto de vista de la salud mental de las víctimas. En efecto, se diagnostica trastorno de estrés postraumático en personas que han sufrido “solo” maltrato psicológico crónico (Echeburúa et al., 1996a), y se han realizado estudios que demuestran que la violencia psicológica tiene consecuencias tan perniciosas para las víctimas como la violencia física.
Las víctimas de abuso sexual tienen una incidencia alta de trastorno por estrés postraumático (TEPT), trastorno del pánico y abuso de SPA. Se ha documentado una estrecha relación entre el TEPT y el uso de la fuerza o amenazas por parte del agresor; además, se ha sugerido que el TEPT se asocia con la gravedad del abuso, el número de eventos de abuso, la duración y frecuencia del abuso y la presencia de penetración, la exposición previa a otros sucesos traumáticos esto especialmente a una edad temprana como se menciono anteriormente; el sexo femenino, el bajo nivel de educación y de ingresos y algunos factores biológicos (como la hiperactivación noradrenérgica e hipofunción del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal del individuo).
Trastorno adaptativo
Según el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el trastorno adaptativo o los trastornos de adaptación se definen como trastornos mentales relacionados con el estrés. Los eventos estresantes o una alta frecuencia de circunstancias desagradables son la mayor y primera causa de dichos trastornos (Kocalevent, Mierke, Danzer, & Burghard, 2014); en otras palabras, el trastorno adaptativo no se desarrolla sin estar presente el estrés. Específicamente, los trastornos de adaptación se pueden considerar como “respuestas desadaptativas a un estrés continuo o severo, en la medida en la que interfieren con mecanismos de afrontamiento eficaces que dificultan el funcionamiento social adecuado» (OMS, 2013). El trastorno adaptativo, generalmente, provoca malestar significativo y prolongado, pérdida de interés, tristeza, sensación de indefensión y ansiedad en el paciente. Sus consecuencias son extremadamente importantes dado que en algunas ocasiones puede provocar pensamientos e incluso acciones suicidas.
Se ha demostrado que, tras sufrir algunas situaciones estresantes, algunos individuos aprenden a prestar más atención a sus sensaciones fisiológicas y a interpretarlas como amenazantes cuando se sienten estresados, lo que a su vez genera mayores niveles de ansiedad (Rapee, Litwin, & Barlow, 1990) y un estado de ánimo deprimido, debido a la falta de control percibido sobre la situación. En otras palabras, algunas personas pueden terminar reaccionando al estrés de la misma manera que otras personas reaccionaron ante un verdadero peligro físico. Por lo tanto, los estresores pueden ser los precursores de la aparición y el mantenimiento del trastorno adaptativo en algunos individuos.
Síntomas del trastorno adaptativo
Los síntomas de los trastornos de adaptación se desarrollan cuando la persona se encuentra en una situación particularmente difícil o en un evento vital estresante al que debe adaptarse, como por ejemplo, una pérdida, una relación íntima problemática, un conflicto familiar, una oposición o evaluación académica complicada, un cambio de domicilio no deseado, dificultades financieras, cambio de trabajo, una decepción o un fracaso.
Los síntomas típicos del trastorno adaptativo son: bajo estado de ánimo, tristeza, llanto, preocupación, ansiedad, dificultad para respirar, opresión en el pecho, insomnio y problemas de concentración.
Otras manifestaciones comunes son baja autoestima, sentimientos de desesperanza, miedo, sentirse atrapado sin escapatoria, dudas constantes, incapacidad para planear actividades o llevar a cabo con normalidad la rutina diaria, y sentirse solo o sola.
En el caso de niños y adolescentes los síntomas del trastorno adaptativo son levemente distintos. En lugar de sentirse tristes, algunos niños pueden mostrarse irritables, con problemas para dormir y con un bajo rendimiento académico.
No se han encontrado correlatos físicos específicos para los trastornos de adaptación, no obstante, los pacientes deberían consultar a su médico de cabecera en el caso de dolores (especialmente de cabeza, cuello y espalda) o molestias, fatiga, problemas digestivos, de sueño o dermatológicos.
Diagnóstico del trastorno adaptativo
Desarrollo de síntomas emocionales o del comportamiento en respuesta a un factor o factores de estrés identificables que se producen en los tres meses siguientes al inicio del origen del estrés. Estos síntomas o comportamientos son clínicamente significativos, como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:
Malestar intenso desproporcionado a la gravedad o intensidad del factor de estrés, teniendo en cuenta el contexto externo y los factores culturales que podrían influir en la gravedad y la presentación de los síntomas.
Deterioro significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
La alteración relacionada con el estrés no cumple los criterios para otro trastorno mental y no es simplemente una exacerbación de un trastorno mental preexistente.
Los síntomas no representan el duelo normal.
Una vez que el factor de estrés o sus consecuencias han terminado, los síntomas no se mantienen durante más de otros seis meses.
La información que se ofrece en este artículo tiene una función divulgativa y orientadora. Todo diagnóstico relacionado con el trastorno adaptativo y cualquier otro trastorno psicológico, requieren de una completa y minuciosa evaluación y estudio que siempre serán realizados por profesionales sanitarios de psicología.
Tipos de trastorno adaptativo y prevalencia
Los siguientes especificadores se utilizan para identificar los subtipos del trastorno adaptativo:
Con estado de ánimo deprimido: Predomina el estado de ánimo bajo, las ganas de llorar o el sentimiento de desesperanza.
Con ansiedad: Predomina el nerviosismo, la preocupación, la agitación o la ansiedad de separación.
Con ansiedad mixta y estado de ánimo deprimido: Predomina una combinación de depresión y ansiedad.
Con alteración de la conducta: Predomina la alteración de la conducta.
Con alteración mixta de las emociones o la conducta: Predominan los síntomas emocionales (p. ej., depresión, ansiedad) y una alteración de la conducta.
Sin especificar: Para las reacciones de mala adaptación que no se pueden clasificar como uno de los subtipos específicos del trastorno de adaptación.
La prevalencia estimada utilizando datos del estudio Europeo Outcome of Depression International Network (ODIN) fue de 0.5% para los trastornos de adaptación.
Tratamiento del trastorno adaptativo
El principal objetivo del tratamiento del trastorno adaptativo es reducir y eliminar los síntomas de modo que la persona pueda recuperar un nivel de funcionamiento normal.
La Terapia Cognitivo Conductual es el tratamiento para los trastornos de adaptación que obtiene mejores resultados basados en técnicas científicas.
Objetivos del tratamiento cognitivo conductual
Identificar los estresores que están afectando al paciente y determinar si se pueden reducir o eliminar (entrenamiento en solución de problemas).
Comprender y reformular el significado del estresor para el paciente.
Elaborar una lista de las consecuencias negativas experimentadas por el paciente y trabajar conjuntamente para reducirlas.
Dotar al paciente de habilidades de afrontamiento (autorregulación emocional, evitación de afrontamiento desadaptativo, conducta asertiva, reestructuración cognitiva y autoinstrucciones positivas).
Ayudar al paciente a cambiar su interpretación del estresor, realizar ejercicio físico, aprender a relajarse, establecer relaciones, movilizar el apoyo social (no solo aprender a solicitarlo sino a aceptarlo), manejar sus emociones y los estresores mediante la inteligencia emocional.
3. Trastorno por estrés agudo
El trastorno por estrés agudo consiste en una reacción disfuncional, desagradable e intensa que comienza poco después de un acontecimiento traumático o abrumador y que se prolonga durante menos de un mes. Si los síntomas persisten durante más de un mes, se diagnostica un trastorno de estrés postraumático.
El acontecimiento traumático ha sido definido por la Asociación Psiquiátrica Americana como aquella situación psicológicamente estresante que sobrepasa el repertorio de las experiencias habituales de la vida (como puede ser un duelo simple, una enfermedad crónica, una pérdida económica o un conflicto sentimental), que afectará prácticamente a todas las personas y que provocará un intenso miedo, terror y desesperanza, con una seria amenaza para la vida o la integridad física personal o de un tercero (Calzada, Oliveros, & Acosta, 2012).
En el caso del trastorno por estrés agudo, las personas han atravesado un evento traumático, experimentado directamente (una lesión grave o amenaza de muerte) o indirectamente (ser testigo de acontecimientos que les suceden a otros). Las personas tienen recuerdos recurrentes del trauma, evitan los estímulos que les recuerdan el trauma y aumentan su estado de alerta. Los síntomas comenzarán en las cuatro semanas siguientes al episodio traumático y durarán un mínimo de tres días pero, a diferencia del trastorno por estrés postraumático, no duran más de un mes. Las personas que experimentan este trastorno pueden presentar síntomas disociativos (Warren Barnhill, 2020).
Criterios Diagnósticos DSM V
Para cumplir con los criterios diagnósticos, los pacientes deben haber estado expuestos directa o indirectamente a un evento traumático, y deben estar presentes mayor o igual de los nueve siguientes síntomas durante un período entre tres días y un mes:
Recuerdos angustiantes, recurrentes, involuntarios e intrusivos del evento.
Sueños angustiantes recurrentes sobre el evento.
Reacciones disociativas (flashbacks) en las que los pacientes sienten como si el evento traumático se estuviese repitiendo.
Intensa angustia psicológica o fisiológica cuando recuerda el episodio.
Incapacidad persistente de sentir emociones positivas.
Un sentido de la realidad distorsionado.
Incapacidad de recordar una parte importante del evento traumático.
Esfuerzos para evitar recuerdos angustiantes, pensamientos o sentimientos asociados con el evento.
Esfuerzos para evitar factores externos que rememoran el suceso (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones).
Trastorno del sueño.
Irritabilidad o crisis de enojo.
Hipervigilancia.
Dificultades para concentrarse.
Respuesta de sobresalto exagerada.
Además, las manifestaciones deben provocar malestar intenso o deteriorar significativamente el funcionamiento social u ocupacional, y no deben ser atribuibles a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otro trastorno médico.
Conclusiones
Como podemos observar, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno por estrés agudo y el trastorno adaptativo tienen en común un evento que causa un alto nivel de estrés, lo que conlleva a sentimientos encontrados, como tristeza, mal ánimo, miedo, ansiedad, etc. Ante situaciones de violencia, donde hay un abusador y una víctima, se pueden presentar estos síntomas en mayor o menor nivel, los cuales deben ser identificados oportunamente para una intervención exitosa.
De igual forma se puede notar que existe un gran impacto emocional de la violencia sexual, varias investigaciones dieron como resultado que tanto trastornos depresivos, ansiosos, comportamentales son unos de los más frecuentes en la población que ha sufrido este tipo de violencia. Es por ello que se deben tomar acciones, un ejemplo de ello serían las capacitaciones para las personas que son servidores de salud, para que ellos puedan poder brindarle la ayuda necesaria a víctimas de violencia, pero sobre todo brindarle una atención que sea integral, tanto física como psicológica.
Referencias
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En el vasto universo de la mente, hay un fenómeno que brilla con una luz única y enigmática: el autismo infantil. Como astrónomos de la mente, nos adentramos en este cosmos fascinante para descubrir las estrellas y constelaciones que componen este intrigante paisaje neurodiverso.
El autismo infantil es un trastorno del neurodesarrollo que afecta a la comunicación, las habilidades sociales y el comportamiento que presenta un desafío complejo para los niños, sus familias y la comunidad médica en general. En este artículo, exploraremos a fondo los diversos aspectos del autismo infantil, desde su identificación temprana hasta las estrategias de intervención y el impacto en las familias.
Síntomas del Autismo Infantil:
El autismo infantil se manifiesta de diferentes maneras en cada niño, lo que dificulta su diagnóstico y tratamiento. Los síntomas pueden incluir dificultades en la comunicación verbal y no verbal, como la falta de desarrollo del lenguaje o el uso inusual del mismo, al igual que dificultades en la interacción social, como la incapacidad para establecer relaciones con sus pares o la falta de reciprocidad emocional. Además, muchos niños con autismo muestran comportamientos repetitivos o estereotipados, así como intereses restringidos y actividades obsesivas.
Métodos de Diagnóstico:
El diagnóstico del autismo infantil es un proceso multidisciplinario que requiere la participación de profesionales de la salud mental, pediatras, neurólogos y otros especialistas. Se basa en la observación clínica, en la recopilación de información de los padres y cuidadores, y en la aplicación de herramientas de evaluación específicas, como el ADOS y el ADI-R. Además, es importante considerar el historial médico y el desarrollo del niño en su totalidad para llegar a un diagnóstico preciso y completo.
Tratamiento del Autismo Infantil:
El tratamiento del autismo infantil es individualizado y adaptado a las necesidades específicas de cada niño.
1. Terapia Conductual:
La terapia ABA (Análisis Aplicado del Comportamiento) es uno de los enfoques terapéuticos más comunes y efectivos para el autismo infantil. Se basa en principios científicos del aprendizaje y se enfoca en enseñar nuevas habilidades y reducir comportamientos problemáticos, a través de técnicas de refuerzo positivo y moldeamiento. Los terapeutas ABA trabajan individualmente con cada niño, utilizando procedimientos estructurados y repetitivos para enseñar habilidades sociales, de comunicación, académicas y de vida diaria. El programa de intervención se diseña específicamente para abordar las necesidades únicas de cada niño y se ajusta regularmente según su progreso.
2. Terapia del Lenguaje:
La terapia del habla y lenguaje es fundamental para los niños con autismo que presentan dificultades en la comunicación verbal y no verbal. Los terapeutas del habla y lenguaje trabajan con los niños para desarrollar habilidades de comunicación funcional, como el habla, el lenguaje expresivo y receptivo, la pragmática del lenguaje (uso social del lenguaje) y la comprensión del lenguaje. Utilizan una variedad de técnicas y actividades, como juegos interactivos, imágenes visuales, tarjetas de comunicación y dispositivos de comunicación aumentativa y alternativa (AAC), para ayudar a los niños a comunicarse de manera efectiva en diferentes contextos y situaciones.
3. Desarrollo de Habilidades Sociales y Emocionales:
Una parte importante del tratamiento del autismo infantil es el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. Los niños con autismo a menudo tienen dificultades para comprender y responder adecuadamente a las señales sociales, como el contacto visual, las expresiones faciales y las señales emocionales de los demás. Los terapeutas utilizan técnicas de juego estructurado, modelado de comportamientos sociales apropiados, roleplaying y actividades grupales para enseñar habilidades sociales y emocionales básicas, como tomar turnos, compartir, expresar emociones y resolver conflictos de manera constructiva. También se enfocan en el desarrollo de la empatía y la comprensión de las emociones propias y de los demás.
4. Desarrollo de Habilidades Académicas y de Autonomía:
Además de las habilidades sociales y del lenguaje, es importante desarrollar habilidades académicas y de autonomía en los niños con autismo. Los terapeutas trabajan en estrecha colaboración con los niños para enseñar habilidades académicas básicas, como la lectura, la escritura, las matemáticas y la resolución de problemas. También se centran en el desarrollo de habilidades de vida diaria, como la higiene personal, la organización, la planificación y la independencia en las actividades cotidianas. Utilizan técnicas de modelado, instrucción directa, reforzamiento positivo y generalización para ayudar a los niños a adquirir y generalizar estas habilidades en diferentes entornos y situaciones.
5. Apoyo Continuo y Participación de la Familia:
El éxito del tratamiento del autismo infantil depende en gran medida del apoyo continuo de los padres y cuidadores. Los terapeutas trabajan estrechamente con las familias para brindarles las herramientas y estrategias necesarias para apoyar el desarrollo de sus hijos en el hogar y en la comunidad. Esto puede incluir la capacitación en técnicas de manejo del comportamiento, la creación de un ambiente estructurado y predecible, el establecimiento de rutinas consistentes y la promoción de la comunicación y la interacción social en el hogar.
Impacto en la Familia:
El autismo infantil puede tener un impacto significativo en las familias, tanto emocional como financieramente. Los padres y cuidadores enfrentan desafíos únicos, como el estrés emocional, la falta de apoyo social y las dificultades para acceder a servicios adecuados para sus hijos. Además, el autismo puede afectar la dinámica familiar y las relaciones entre los miembros de la familia, lo que requiere adaptaciones y estrategias de afrontamiento efectivas. Es importante que las familias tengan acceso a recursos y apoyo adecuados, como grupos de apoyo, terapia familiar y servicios de intervención temprana, para ayudarles a enfrentar estos desafíos de manera efectiva.
Consideraciones Éticas y Sociales:
Además de los aspectos clínicos del autismo infantil, también es importante considerar las implicaciones éticas y sociales de este trastorno. La inclusión y aceptación de las personas con autismo en la sociedad son fundamentales para garantizar su bienestar y calidad de vida. Reducir el estigma asociado con el autismo y promover la igualdad de oportunidades para todos los niños, independientemente de sus habilidades o discapacidades, es un objetivo crucial en la lucha por la inclusión y la equidad.
Conclusión:
A medida que continuamos explorando el autismo infantil, la investigación y el desarrollo de intervenciones más efectivas y accesibles para los niños y sus familias, es fundamental. Además, se debe aumentar la conciencia pública y reducir el estigma asociado con el autismo, para promover una mayor inclusión y aceptación en la sociedad. Con un enfoque multidisciplinario y colaborativo, podemos trabajar juntos para mejorar la calidad de vida de las personas con autismo y sus familias.
Referencias
Díaz Atienza, F. (2018). El autismo. Del diagnóstico a la intervención. Editorial Síntesis.
Fernández, L. (2016). Guía de intervención en los trastornos del espectro autista. TEA Ediciones.
Rivière, A., Martos, J. (2005). Autismo: el niño y su mundo. Ediciones Pirámide.
Rodríguez, S. (2014). Autismo y síndrome de Asperger: una guía para comprenderlos y tratarlos. Ediciones Paidós.
¿Qué temores aparecen cuando escuchamos la palabra suicidio? Tal vez lo que más se nos aproxime es imaginar uno de los escenarios más complejos donde nos podamos encontrar: la muerte súbita y repentina de un ser querido.
¿Qué encierra el suicidio?
Según la Organización Mundial de la Salud, lo define como el acto deliberado inicial y realizado por una persona en pleno conocimiento de su propia expectativa de un desenlace fatal.
Según sus estadísticas, la OMS data que alrededor de 800,000 personas en todo el mundo mueren por suicidio cada año, con mayor predominancia en hombres que en mujeres (la tasa de mortalidad media en el 2012: 11.4 por cada 100,000; 15 para hombres y 8 para mujeres; OMS, 2014; es decir, una muerte cada 40 segundos).
Mitos y verdades
Dentro de un fenómeno tan complejo como el suicidio vemos que el estigma y las barreras de los estereotipos, los prejuicios y la discriminación hacen más difícil la búsqueda de ayuda y de superación a dicho problema. Es cuando buscar los recursos de apoyo, información en líneas de ayuda y en sitios web para la prevención del suicidio, así como otras herramientas disponibles para la comunidad, es sumamente imprescindible. A continuación desglosamos algunos mitos y verdades:
MITO
REALIDAD
Hablar del suicidio es una mala idea y puede interpretarse como un estímulo para quitarse la vida.
Está demostrado que hablar sobre el suicidio, en vez de incitar, provocar o introducir en esa idea, reduce el peligro de llevarlo a cabo y puede ser la única posibilidad que se le ofrezca el sujeto para el análisis de sus propósitos.
El riesgo de suicidio es hereditario, por lo tanto, no se puede prevenir.
Recordemos que el comportamiento suicida tiene múltiples causas. Aunque se puedan encontrar varios miembros de una misma familia que hayan fallecido por este motivo, cada caso está influido por factores bio-psico-sociales particulares.
Solo las personas con trastornos mentales son suicidas.
Los problemas de salud mental pueden ser un factor de riesgo de presentar estos comportamientos; sin embargo, no se les puede atribuir la causa directa (como si la relación entre problemas de salud mental-conducta suicida fuera lineal, evidente y unívoca).
El que intenta un suicidio es un cobarde o un valiente.
Este criterio pretende equiparar el fenómeno del suicidio con una cualidad negativa/positiva de la personalidad; cuando en realidad es una condición transitoria a causa de un fuerte sufrimiento.
La mayoría de los suicidios suceden repentinamente sin advertencia previa.
La mayoría de las muertes por suicidio han sido precedidas de signos de advertencia verbal o conductual (el 80%), solo algunos ocurren sin advertencia previa. Es por esto que es muy importante conocer los signos de alerta.
Solo las personas mayores se suicidan, los niños no se suicidan.
Si bien el grupo de riesgo en nuestro país se encuentra entre los jóvenes, se han registrado muertes en las diferentes etapas de la vida, como por ejemplo, en niñas, niños y adolescentes.
Una vez entendidos los mitos y verdades que engloba el suicidio, podemos comprender con un mejor panorama las señales de alerta. Algunas de ellas son las siguientes:
Sentir desesperanza, impotencia, falta de valor, tristeza.
Perder interés en actividades que, por lo general, se consideran agradables.
Cambiar patrones de alimentación y de sueño.
Sentirse ansioso, irritable, inquieto.
Padecer dolor físico sin una causa física.
Bajar el rendimiento escolar o laboral.
Tener dificultad para concentrarse o tomar decisiones.
No querer estar en contacto con otras personas.
Tener pensamientos suicidas o relacionados con la muerte.
Tener cambios de personalidad o de humor repentinamente.
Descuidar la apariencia o higiene.
Regalar pertenencias significativas.
Atender asuntos del final de la vida, como crear un testamento o poner en orden el seguro de vida.
Despedirse de amigos y seres queridos.
Si alguna de estas señales te hacen ruido y las has podido presenciar en un ser querido o en ti mismo, ¡no estás sólo! Frente a estas características podemos vernos en un contexto complejo, pero la intervención inmediata es esencial y para poder prevenir el suicidio aquí hay una lista de acciones a tomar en cuenta:
Escuchar con apertura y respeto, ante una declaración como quisiera morir, uno puede sentir mucho nerviosismo, pero lo mejor siempre es continuar escuchando y mantener toda la atención a la persona que en confianza nos revela dicha información.
Generar un ambiente de comunicación franca en donde la persona que sé que manifiesta el riesgo de suicidio pueda explayarse con libertad y soltura, sin valores de juicio o alguna inseguridad que haga difícil la comunicación.
Mostrar empatía y sensibilidad frente a los comentarios o ideas que se pueden estar presentando, ya que también ayuda explorar y tener una mejor comprensión respecto al sufrimiento de la otra persona y los motivos por los cuales quiere quitarse la vida.
Evitar juzgar o interrumpir a la persona, ya que entendemos que, por el nerviosismo o por recabar la información dentro de ese contexto, podamos ser un poco intrusivos al momento de dialogar un tema tan complejo como es el suicidio. Esto podría ser que se retroceda en la intención de poder compartir su dolor y sería perjudicial ya que la comunicación se vería interrumpida y la persona se encontraría aún más vulnerable.
Explorar la disponibilidad del apoyo social, siendo este tan importante, podemos hacerle notar que existen otras opciones de las cuales puede recibir ayuda, ya sean familiares o amigos.
Exponer la posibilidad de recibir ayuda profesional, esta es una gran alternativa, ya que la consulta con un especialista podría ser beneficiosa para abordar el problema, mediante herramientas y técnicas terapéuticas o incluso con la intervención hospitalaria o de fármacos.
Promueva factores protectores, en este sentido, podemos hacerle notar a la persona que entienda que hay cosas que tienen mucho valor y significado en su entorno, o que incluso existen propósitos y metas que se verían truncadas por el acto de quitarse la vida. Por ejemplo: terminar la carrera, obtener un ascenso en el trabajo, dejar a las mascotas desamparadas, etcétera.
El suicidio es sinónimo de sufrimiento. No importa la temporalidad del dolor, los tormentos del pasado, las preocupaciones del presente o la desesperanza del futuro, siempre se busca intentar con muchas estrategias, aminorar el dolor. Sea cual sea el caso, se debe propiciar un ambiente de comprensión, sin juicios de valor que hagan más difícil aun el momento que transita la persona y que experimenta la ideación suicida, o que pone de manifiesto la posibilidad de morir hasta acabar con su dolor por medio del suicidio.
Las redes de apoyo son fundamentales, pero también el propio autocuidado. Al ser esto una estrategia para poder anticiparnos al suicidio, podemos:
Fomentar relaciones sociales saludables.
Gestión del estrés.
Realizar actividades físicas y culturales.
Fomentar la comunicación en casa y estar alerta frente a los cambios sobre todo conductuales.
Facilitar a los jóvenes (población de riesgo) los contactos de especialistas en atención de gestión de emociones/toma de decisiones.
Contar con un personal capacitado para poder detectar y actuar ante el comportamiento de riesgo suicida en las instituciones educativas.
Promover hábitos de vida saludable y los servicios de salud mental.
La prevención del suicidio es tarea de todos, porque representa uno de los fenómenos más insidiosos en nuestra sociedad. Todos somos miembros de una misma cultura donde la conciencia y la comprensión pública debe estar sumamente involucrada en la lucha frente a los pensamientos suicidas, debe haber una intervención a tiempo, prevención y la reducción del estigma.
Los medios de comunicación también conforman una gran ayuda y los grupos de apoyo desempeñan un papel muy importante debido a la difusión masiva, lo que garantiza el cuidado y la prevención ante conductas que atenten contra la vida. Este es un avance fundamental en la reducción de las barreras que solo nosotros somos capaces de superar. Salvar vidas al prevenir el suicido no solo nos hace una sociedad más empática, sino eficiente frente a un fenómeno que va en aumento.
Referencias
Organización Mundial de la Salud (2014). Preventing Suicide: A Global Imperative. Ginebra: WHO Press.
Contreras-Cordova, C., Atencio-Paulino, J., Sedano, C., Ccoicca-Hinojosa, F., & Paucar, W. (2022). Suicidios en el Perú: Descripción epidemiológica a través del Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF) en el periodo 2017-2021. Revista de Neuro-Psiquiatría, 85(1), 19-28. http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-85972022000100019
“La soledad me consume, incluso cuando estoy rodeada de tanta gente”, “Siento que estoy perdiendo la batalla contra mis propios pensamientos”, “Qué sentido tiene levantarse de la cama si todo parece tan oscuro, me duele”, “A veces desearía poder simplemente desaparecer y dejar de sentir todo”, “No puedo recordar la última vez que me sentí genuinamente feliz”, “Me pregunto si alguna vez podré salir de este agujero oscuro en el que estoy”.
¡Estas son frases que las personas que tienen depresión dicen y sienten! Necesitan un abrazo, lo necesitan de nosotros, ¡pero, a la vez, no! ¿Sabes por qué? Porque con el transcurso del tiempo él o ella ya asoció el interés y valor de su persona hacia el resto como si no importara nada, porque en el momento no indicado, no estuvieron presentes y ahora permanece preguntándose e hiriéndose con esas preguntas. Está sensible y se siente irreparable, necesita verdaderamente tu apoyo y mi apoyo, porque cada día se está agobiando más y más, y si no llegaras en su auxilio pronto, si no te das cuenta, ¡lo lamentarás! Sí sospechas de alguien que necesite ese abrazo, dáselo, porque un abrazo nunca está de más… Un día, yo, tú escritora, lo necesité, espero que este artículo te pueda motivar a tomar esa iniciativa de ayuda.
¡La depresión es una realidad compleja que toca los corazones de millones en todo el mundo! Desde los síntomas más evidentes, hasta las causas más profundas, su impacto puede ser abrumador y difícil de entender para quienes no la han enfrentado. Pero aquí, en este artículo, nos embarcaremos en un viaje de descubrimiento y esperanza. ¡Vamos a explorar los matices de la depresión, desde su definición hasta las estrategias de apoyo! A lo largo de esta travesía, iluminaremos un tema que, a menudo, se ve envuelto en sombras, ofreceremos perspectivas y recursos para aquellos que están luchando. ¡La luz está al final del túnel y juntos la encontraremos!
Sigmund Freud fue el primero en diferenciar los procesos psicológicos que toman lugar en el duelo de los síntomas de la depresión melancólica. Él argumentó que la pérdida de autoestima, manifestada por autorreproches, es característica de la melancolía. Más tarde, el modelo cognitivo-conductual de la depresión propuso la presencia de pensamientos distorsionados o erróneos, conscientes sobre la interpretación de experiencias (Botto, Acuña, & Jiménez, 2021).
De igual modo, la depresión es un trastorno psicológico que se define por un estado emocional bajo, falta de interés en actividades que antes resultaban placenteras, y una sensación persistente de agotamiento. Estos síntomas impactan negativamente en la calidad de vida y pueden causar dificultades en el ámbito familiar, laboral y social de quienes la padecen (MINSA, 2023).
Supone una de las patologías más frecuentes en Atención Primaria, y es la primera causa de atención psiquiátrica y de discapacidad derivada de problemas mentales. Los tratamientos que combinan psicofármacos y psicoterapia suelen aliviar, parcial o totalmente, los síntomas de la depresión en la mayoría de los casos, y después de superar los síntomas, es recomendable continuar con el tratamiento antidepresivo durante el tiempo necesario para prevenir recaídas, que en algunos casos puede ser de por vida (Pla Vidal, 2023).
¡La batalla contra la depresión es una enfermedad emocional! Lahaye (2013) afirmó que, en las encuestas que hacía de manera masiva, la respuesta que recibía a la pregunta: “¿Hay entre los presentes alguno que nunca, en toda su vida, haya sufrido una depresión?, era que ninguna de las personas abordadas se había visto libre de este problema, aunque cabe agregar que mucha de esa gente, al responder esa pregunta, se refería a estados depresivos en términos leves, lo que algunos llaman “estar en la luna” o —como dijo una mujer encuestada— “tener un nudo en la garganta”.
La depresión aparte de ser una enfermedad mundial, no hace acepción de personas. Ninguna ocupación está exenta de la depresión, tanto amas de casa, comerciantes, obreros de construcción, maestros, contratistas, etc. Muchos temen que el hecho de confesar que están deprimidos, equivale a reconocer que padecen de una minusvalía mental (Lahaye, 2013).
Recomendaciones:
Aquí tienes algunas estrategias de apoyo que pueden ser útiles para alguien que está luchando contra la depresión:
1. Escucha activa: Estar presente y escuchar sin juzgar puede ser enormemente reconfortante para alguien con depresión. Hazle saber que estás allí para él/ella y que puedes ser un hombro en el cual apoyarse.
2. Ofrece tu compañía: Invita a la persona a participar en actividades sociales o simplemente pasar tiempo juntos, incluso si es solo para estar en silencio. La compañía puede proporcionar un sentido de conexión y pertenencia.
3. Anima la búsqueda de ayuda profesional: Apoya a tu ser querido para que busque ayuda profesional, ya sea animándole a hablar con un médico, psicólogo o psiquiatra. Incluso podrías acompañarle a las citas, si es necesario.
4. Ayuda con las tareas cotidianas: La depresión puede hacer que incluso las tareas más simples parezcan abrumadoras. Ofrece tu ayuda con las tareas domésticas, la preparación de comidas o la gestión de responsabilidades diarias para aliviar algo de su carga.
5. Fomenta la actividad física: Anima a la persona a realizar actividades físicas suaves, como pasear, practicar yoga o nadar, ya que el ejercicio regular puede tener un impacto positivo en el estado de ánimo y en la salud mental en general.
6. Evita minimizar sus sentimientos: Es importante validar los sentimientos de la persona y evitar minimizar su experiencia. Escucha con empatía y muestra comprensión sin intentar arreglar o solucionar sus problemas.
7. Ofrece información y recursos: Indaga más sobre la depresión y comparte recursos útiles, como libros, artículos o grupos de apoyo en línea, que puedan proporcionar información adicional y un sentido de comunidad.
8. Se paciente y compasivo: La recuperación de la depresión puede llevar tiempo y esfuerzo. Reconoce que tu ser querido está luchando contra una enfermedad legítima y que necesita apoyo continuo.
Recuerda que cada persona es única y puede responder de manera diferente a las estrategias de apoyo. Lo más importante es mostrarle a esa persona que tanto aprecias, que estás allí para ella, para brindarle tu apoyo incondicional y para alentarle en su camino hacia la recuperación.
Alguna vez te has preguntado por qué, al tener TLP, piensas cosas como: ¿Por qué necesito reemplazar el dolor emocional con dolor físico? ¿Por qué siento que cada vez que ocurre un problema es mi culpa y debo pagar por eso? ¿Por qué siento al dolor como algo tan familiar, como si fuera mi hogar? ¿Realmente me gusta sufrir? ¿Lo merezco?
Bueno, en este artículo intentaremos responder a esas preguntas, desde una perspectiva profesional y personal, para entender por qué se siente tan cómoda la idea del dolor.
Para comenzar, debemos tener una concepción sobre lo que es el trastorno límite de la personalidad (TLP). Según el Manual de diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-V, 2014), este trastorno de personalidad es caracterizado por un “patrón general de inestabilidad de las relaciones interpersonales, la autoimagen, y los afectos. Además muestra una notable impulsividad que comienza antes de la edad adulta y está presente en una variedad de contextos”.
Es decir, que se trata de un trastorno complejo, el cual afecta todas las áreas de la vida tanto de manera interpersonal como intrapersonal. En esta se acentúa la inestabilidad afectiva, debido a un profundo miedo al abandono que produce un vacío crónico en quien lo padece, lo que hace que el “humor” cambie repentinamente por estímulos pequeños que puedan estar prediciendo el abandono de alguien cercano, lo que hace que uno sienta un dolor indescriptible. Este dolor es tan grande que se ha llegado a comparar por especialistas como una “quemadura de tercer grado”, asimismo, se encuentra un enojo y control de ira inapropiado, el mismo que provoca disputas que llegan a alejar a personas cercanas, las cuales desencadenan un sentimiento enorme de culpa, y esto nos regresa al primer punto, el miedo al abandono.
Entonces se genera la interrogante: ¿Una persona con TLP vive en un ciclo constante donde el dolor es su único acompañante?
¿De dónde viene el TLP?
Este tiene su base en un factor genético y un factor ambiental. Cuando hablamos de un factor genético, nos referimos a lo que nos pudieron transmitir nuestros progenitores o familiares cercanos, al tener ciertas condiciones de salud mental a través de los genes, mientras que al hablar del factor ambiental, tenemos que tocar temas como los estilos de crianza, el apego y el ambiente invalidante.
En cuanto al apego, nos remontamos a los primeros momentos de vida, cuando aprendemos a distinguir lo bueno y lo malo, al hacer comparaciones radicales sobre lo placentero y displacentero, este proceso es llamado escisión y fue un término brindado por la corriente psicoanalítica.
Este proceso intenta explicar que todo inicia desde la infancia, pues, el recién nacido crea dos versiones de una misma persona. Por ejemplo, un bebé, al distinguir a su mamá, crea dos versiones de ella: a la “madre buena”, la cual cumple con sus necesidades fisiológicas y a la “madre mala”, que no lo atiende e ignora sus necesidades, dividendo a una misma persona en dos para poder entender algunas complicaciones de la vida. No obstante, en el futuro, el menor logrará unir a estas dos personas en un mismo ser. Pero si la madre siguiera con un patrón de invalidación o negligencia, el cerebro del hijo seguirá usando el mismo pensamiento dicotómico para entender la realidad y así, se convertirá en un mecanismo de defensa para el TLP. (Arango, 2018). A partir de la escisión surgen cuestiones como: ¿Todo o nada? o, ¿blanco o negro?
Durante la niñez, se tiene un sentido innato de buscar protección en nuestros cuidadores principales, lo cual no se cumpliría si es que se crece en un ambiente “invalidante”, mismo término que Linehan (1993) define como: “Las características del entorno que niega o responde de modo no adecuado a las experiencias privadas de los sujetos”. En ese contexto, no se podría cumplir con esta necesidad básica y el niño se encontraría en un “miedo irresoluble”; esto ya que muchas personas con TLP viven situaciones traumáticas de mayor o menor grado, he incluso les impide pedir ayuda, ya sea porque las personas que ocasionan el trauma son parte de quienes este consideraría como “seres queridos”, o que estos minimicen el hecho traumático e incluso lo culpen por la producción del trauma; esto hará que la persona se sienta en un dolor constante, del cual no ve salida. Según Causera y Peris (2015), “todos podemos funcionar a nivel borderline, pero la duración e intensidad de experiencias que impiden al niño establecer una relación segura con el objeto amado, hacen que éste actúe de forma crítica en un nivel borderline”.
Entonces, el ser criado en un entorno de negligencia o abuso puede provocar que, posteriormente, se cree un apego inseguro o desorganizado, siendo este último el de mayor gravedad y que dará mayor predictibilidad a vivenciar episodios disociativos. Por lo que, al vivir en un entorno sin la protección necesaria, es que se desarrollará un apego basado en el miedo.
Apegos en el Trastorno Límite de la Personalidad
Apego Inseguro:
Para desarrollar el apego inseguro, el padre, la madre o ambos actuarán de forma inestable al ejercer su paternidad, e incluso mostraran cierto rechazo, lo que ocasionará que, muchas veces, el menor no pueda contar con ellos; una consecuencia de esto, será que cuando este crezca, mantendrá cierto rechazo a sus cuidadores. Asimismo, al tener este tipo de apego se requerirá constante validación del amor, ya que no lo percibirá como un sentimiento real y genuino; por lo que, ante cualquier mínima señal de abandono, el cerebro mandará una alerta roja que ocasionará un estado de crisis y ansiedad en la persona que vive con este apego, todo ello debido a su constante miedo al abandono, que le lleva a tomar acciones impulsivas que muchas veces podrían atemorizar a sus seres queridos y provocar que se vayan.
Apego desorganizado:
Al hablar del apego desorganizado, nos encontramos con una niñez donde la incoherencia de los estados afectivos de los padres prima por sobre todo, es decir, que estos provocan un estado de amenaza por el abuso y protección excesiva al mismo tiempo. Lo que generará que estas personas tengan una estrategia de apego incoherente, donde si bien se mantendrá el mismo sentimiento de miedo al abandono, también provocarán una evitación hacia las personas que sean importantes para ellos, ya que su subconsciente pensará en: “Si no me relaciono de forma cercana a alguien, no podrá abandonarme”. Y el vivir dentro de un constante círculo de amor-evitación, será desgastante y doloroso para quien lo padezca, lo que hará que reviva constantemente su miedo al abandono, que muchas veces será provocado por él mismo (Causera & Peris, 2015).
En conclusión, el ambiente en el que nos criamos desde el nacimiento será precursor del posible desarrollo de un trastorno mental. Ya que cuando la “invalidación” por parte de nuestros cuidadores prime durante el desarrollo, aumentará la posibilidad de generar un posible TLP, y ya desde entonces, empezará a crearse la idea del “dolor” como parte de nuestra vida, el mismo que seguirá repitiéndose indefinidas veces por ser parte de nuestro apego. Sin embargo, a esto también se le suma los estilos de crianza, caracterizados por un excesivo control y poca protección, lo cual se denota en la falta de reconocimiento e invalidación, junto a un alto nivel de exigencia con castigos de bastante dureza, que pueden ser físicos o psicológicos.
Aquí es donde se resalta la teoría del doble vínculo de Gregory Bateson, la cual habla de un dilema de comunicación donde hay una confusión en el mensaje, con una notoriedad especial en el empleo de castigos.
Un ejemplo de este, sería en los castigos psicológicos: cuando se le quita toda atención al niño y sus necesidades por un periodo de tiempo, en el cual el dolor por el miedo al abandono será de gran intensidad. Aunque después de unas horas, regresé la madre y reafirme el amor con palabras corteses y preste atención a sus necesidades, ella incluso podría llegar a culpar a su hijo por hacer que tenga que castigarle. En este ejemplo se dio una primera comunicación no verbal amenazadora a la vida del menor, donde se le mostraba que no se le quería y se le quitaba la protección, mientras que, en la posterior comunicación verbal, se le muestra que sí le quiere y que la culpa de perder el amor es del propio niño. Entonces, su cerebro entiende que merece sufrir, ya que es su culpa, y la única forma de conseguir amor es sufriendo antes, aquí empezamos a relacionar un pensamiento dicotómico: Placer – Dolor.
A continuación, se procederá a responder aquellas preguntas por las que este artículo te interesó, pero, a diferencia de lo explicado anteriormente, se hará en primera persona, pues quien les habla, vive con este trastorno desde hace muchos años, y lo que busca, es ayudar a comprender ciertas cuestiones que nos planteamos sobre nosotros mismos. Entonces, desarrollemos las siguientes preguntas.
¿Necesito sentir dolor para sentir placer?
Cuando hablamos de “intercambiar dolor psicológico interno y vago por un dolor físico claro pero controlado puede ser una explicación para la paradoja que une placer y dolor” (Puértolas Argüelles, 2018). Es por ello que debemos tener en cuenta que muchas de las personas con TLP tienen alteraciones estructurales y funcionales en la red frontolímbica la cual incluye a la corteza cingulada, la ínsula y la amígdala con sus respectivas conexiones, lo que reduce la sensibilidad ante estímulos nociceptivos fásicos o la percepción del dolor, así se da una relación entre la experiencia de este con la liberación de endorfinas, las cuales son neurotransmisores que modulan la experiencia del dolor e incrementan la sensación de placer. A causa de ello, generan un estado de ánimo alterado en base a los estímulos provocados por una persona, que le permiten tener una percepción de control sobre el dolor, produciendo sentimientos de orgullo, logro, catarsis e identidad positiva.
Aunque también se ha podido ver por otros investigadores que, al generar un dolor físico, se puede escapar del “yo”, y aliviar la autoconciencia durante un corto periodo de tiempo. Esta forma de manipular el concepto de “dolor” por nuestro cerebro, hace que veamos a estímulos aversivos como más agradables si alivian un dolor mayor como lo es el emocional (Puértolas Argüelles, 2018).
¿Me gusta sufrir?
La respuesta es que a veces sufrimos tanto que ya no encontramos más salida que las conductas impulsivas que liberen las endorfinas que nos hagan sentir “vivos”. En muchas ocasiones, al tener mucho dolor cargado, empezamos a disociar el dolor, y nos quedamos con un estado de ánimo aplanado, que nos hace sentir completamente solos, y es en ese momento cuando solo buscamos sentir algo que nos libere de ese vacío, aunque se comience con un acto mínimo, si funciona, buscaremos repetirlo para seguir sintiendo lo mismo, aunque las exigencias vayan en incremento.
El sentimiento de placer que buscamos para desahogar el dolor es mucho más grande al que sentiría una persona sin este tipo de trastorno, ya que, no solo se disminuye el dolor, sino que se siente una salvación de cualquier estímulo negativo que podría haber pasado hasta el momento.
Para desarrollar esta idea, podemos imaginar el siguiente escenario: “Haberse perdido hace años, y que alguien te regrese a la realidad, sanando cada herida que pudiste tener, por más que sea superficial, y, a pesar de que al final te vuelvas a perder, tener esa sensación, aunque sea durante un corto periodo de tiempo, resulta en algo glorioso”.
Como dice en la canción “Pain” de Three Days Grace: Prefiero sentir dolor a no sentir nada en absoluto.
Mi bestie el TLP
Es por todo lo que hemos revisado que podemos decir que, desde la infancia, el dolor ha sido algo que se crio con nosotros, es parte de nuestro día a día, y por eso, ahora se siente como “nuestro hogar”, el lugar seguro en el que siempre estuvimos, por eso es que se siente tan familiar y cómodo el sentirlo cuando lo provocamos nosotros mismos, ya que nos da la sensación de poder controlar algo de nuestra vida, algo muy fuerte que vive con nosotros, y que produce calma, al darnos la falsa sensación de controlar nuestras emociones.
Pero, en realidad, este dolor no es exactamente nuestro hogar, nosotros hemos vivenciado muchas más cosas que nos llevan a ser quienes somos hoy en día, vivimos experiencias nuevas y gratificantes en cada momento, y así como podemos sentir un dolor crónico, en otras ocasiones nos podemos sentir con muchos ánimos que nos llevan a cumplir muchos objetivos propios. El dolor es parte de nosotros, pero no es toda nuestra vida, no es nuestra casa, pero sí podemos decir que es el hogar donde se crio nuestro TLP.
¿Merezco sufrir?
No, no merecemos sufrir, aunque nuestro cuerpo esté acostumbrado a la sensación de dolor y nuestra mente parezca necesitarlo para “funcionar” adecuadamente, la realidad es que esta necesidad de dolor es la que nos coloca en diversas situaciones de riesgo como las conductas suicidas y autolesivas, que incluso dificultan llevar un tratamiento psicoterapéutico, e interfieren con nuestra calidad de vida, al impedir que nos desarrollemos adecuadamente con nosotros mismos, así como con los demás.
¿Qué hago con mi dolor?
El tratamiento psiquiátrico y psicoterapéutico es esencial para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad, y ambas son completamente necesarias para trabajar en nuestro estado, pero quisiera resaltar la importancia de la psicoterapia con el Modelo Dialéctico Conductual, la cual fue creada y desarrollada por Marsha Linehan, quien creó su modelo teórico en base a su propia experiencia con el TLP, donde pudo identificar todos estos factores que interfieren en nuestra vida afectada por este trastorno.
En su modelo terapéutico se trabaja desde una visión de aceptación y cambio, ya que, como hemos podido revisar, pasamos por cosas muy difíciles durante toda nuestra vida, que provocan que ahora busquemos solucionar ciertos problemas de formas desadaptativas. Por ejemplo, pensar que, por haber discutido con nuestra pareja, todo es nuestra culpa, y por lo tanto, merecemos castigarnos con algo físico, como el acto de cortarse para dejar de sentir el dolor emocional. Esto es una acción que podemos aceptar, porque aprendimos a solucionar las cosas de esta forma, sin embargo, no significa que esté bien y es aquí donde comienza el cambio, así como el reeducar a nuestro cerebro para aprender a enfrentar la vida de forma adaptativa.
En este modelo se trabaja con diversos formatos como las terapias individuales, grupales (para desarrollar habilidades y estrategias de afrontamiento), el coaching telefónico (para mantener estas habilidades en un contexto de vida normal), así como el manejo de un equipo de consulta para el cuidado de los terapeutas.
Una vez que se consignan todos los formatos de intervención, podemos trabajar diversos objetivos. Se iniciará principalmente con la terapia individual, desarrollando la reducción de conductas suicidas y autolesivas en una primera instancia, junto a la reducción de las conductas que interfieran en la terapia, como puede ser el tratar con una dependencia al alcohol que podría interferir en la realización de las sesiones, para, después de un tiempo, comenzar a trabajar la reducción de las conductas que interfieran en la calidad de vida y tratar más a fondo con el paciente, otros padecimientos como del estado de ánimo o el trauma que, como pudimos revisar, es bastante común en el desarrollo; mientras que al mismo tiempo, se busca incrementar y generalizar la puesta en práctica de las habilidades sociales y estrategias impartidas en el formato grupal como: La atención plena, la regulación emocional, la tolerancia al malestar y la eficacia interpersonal. Por último, en esta terapia también se trabaja con la espiritualidad, para lo que se maneja mucho el mindfulness como técnica terapéutica para mantener un estado de vida más equilibrado y funcional (Laffite Cabrera et al., 2022).
Entonces, podemos ver que las personas con TLP tenemos muchas heridas por sanar, que incluso nos dificulta saber si nos permitirán vivir en algún momento sin dolor, pero el primer paso es reconocer que necesitamos ayuda, que merecemos una buena vida, tal y como lo deseamos muchas veces de pequeños, y cumplir con todos esos objetivos propios que, a veces, creemos inalcanzables por el diagnostico. La terapia dialéctico conductual es la más recomendada para el TLP, pero no es la única, mucho dependerá de nuestra personalidad propia el decidir a qué rama acercarnos más, pero si no sabes por dónde comenzar, este podría ser un buen lugar.
En conclusión, el dolor es algo tan familiar que duele pensar que eso sea cierto, y duele aún más cuando lo confirmas, a veces, parece que no hay salida para lo que sientes, aunque siempre procuramos buscarlo, ya sea a través de situaciones de riesgo que nos ponen en peligro, al intentar desfogar un poco nuestros sentimientos, pero que al final, nos dejan con el mismo sentimiento de culpa, desesperación y tristeza que tuvimos al inicio.
Recordando una parte de una canción que me identifica mucho, pienso que cuando describo el dolor se puede sentir algo así:
Hoy mis lágrimas se quieren suicidar, acurrucadas morir en tu piel, han nacido secas tienen sed, mi llanto hoy se quiere morir. Mago de Oz – La cantata del diablo
Cuando entendemos que el dolor propio no solo nos hace daño a nosotros, sino que también al resto, intentamos reprimir nuestras emociones hasta quedarnos solos, patinando en un lago de hielo que se está resquebrajando poco a poco, y nos terminará por hundir en un mar de sufrimiento donde ya no hay nadie para salvarnos, entonces son reales las preguntas: ¿En verdad merezco esto?, ¿debo estar sola? Y la respuesta es: no, no merecemos esto, y las decisiones que tomamos para deshacernos del dolor son en base a las herramientas que cada uno aprendió para protegerse. Debido al tipo de apego que se pueda tener, es que muchas veces alejamos al resto, y nos terminamos aislando a nosotros mismos, sin embargo, debemos resaltar que, muchas veces, estas herramientas no serán las adecuadas y necesitaremos cambiarlas.
Al final, la verdad es que las personas con TLP hemos vivido situaciones deshumanizantes desde que nacimos, ya sea por factores hereditarios o ambientales, pero nadie nos enseñó a vivir una vida “sana”, con herramientas adecuadas para enfrentar al dolor. Muchas veces, esperamos que alguien nos “salve”, pero al final terminamos alejando al resto para que no caigan en el mismo abismo que nosotras. ¿Eso nos vuelve malas personas? Bueno, de hecho, es lo contrario, sentimos gran amor por las personas que nos han ayudado, tanto que a veces es «intoxicante», o algo exagerado y muchas veces, vamos a decidir cuidar al resto en vez de cuidarnos a nosotras mismas. Y eso ocurre porque no sabemos manifestar el amor de forma sana, nuestros cuidadores tampoco supieron enseñarnos esta forma de amor, muy probablemente porque tampoco lo aprendieron. Aquí llega lo difícil, romper con este patrón de dolor que viene cargado incluso generaciones atrás.
Aprender a amar es difícil, especialmente cuando no sabes cómo te sentirás en unas horas, parece no ser primordial, ya que muchas veces, lo más importante es pasar el día sin hacer alguna conducta de riesgo. No obstante, no es algo justo para uno mismo, es por ello que me gustaría compartir con ustedes, el título del libro de Marsha Linehan, Construyendo una vida digna de ser vivida, la cual me hizo reflexionar sobre cómo se estaba desarrollando mi vida, y es que hemos vivido tanto tiempo “sobreviviendo” que nos hemos olvidado de “vivir”, y la verdad, es que nunca aprendimos este concepto, por eso, debemos hacer un trabajo extra al de otras personas, el cual es crear un ambiente en el que nos sintamos seguros y cómodos, donde podamos vivir la vida que deseamos de la forma más sana posible, y esto se desarrollará en gran parte durante terapia. Pero comencemos por aceptar que merecemos algo bueno, que somos humanos y que nos vamos a equivocar muchas veces, pero eso no quita que merecemos vivir mejor.
Por otra parte, sabemos que podemos vivenciar el dolor de varias formas, pero, en lo personal, la más peligrosa se puede dar cuando nos encontramos ante un episodio largo del dolor: empezamos a disociar las emociones y entrar en contacto directo con el vacío, es aquí cuando nos encontramos más propensos a mostrar conductas de riesgo, ya que intentamos bajar hasta lo más profundo del dolor para sentir algo, para que luego, cuando sintamos algo placentero en contraste, todo nuestro cuerpo sienta un estado eufórico que mejore el ánimo, aunque sea aparente y nos permita regresar a un estado más “funcional”.
No siempre sufrimos porque nos guste, pero es lo único que conocemos para lograr que las cosas funcionen y conseguir algo bueno, aunque sea solo durante unos segundos. Escapar de una realidad tan complicada y desgastante como es la de un TLP no es tan raro, si lo piensas bien, de hecho, es una función básica de cualquier humano cuando se encuentra ante el peligro, cosas que te podrían parecer tan descabelladas como el uso de sustancias, las conductas sexuales de riesgo e incluso los intentos de suicidio, son solo algunas formas que encontramos para huir del sufrimiento. Pero que, sin embargo, no le quitan lo desadaptativo y, aunque son válidas, no significa que sean correctas.
Recuerda que el tener un trastorno no es sinónimo de merecer una vida dolorosa y caótica, todos merecemos vivir de forma adecuada, en ambientes sanos y amorosos, así que permítete gozar de esta calma que tanto necesitas, y acude a terapia. Mi mayor recomendación es que no dejes tu tratamiento y si lo has hecho puedes retomarlo, es un proceso que toma tiempo, pero que resulta gratificante cuando ves los resultados, yo llevo varios años en terapia con distintos especialistas de diferentes ramas, pero gracias a eso, ahora me considero una persona mucho más funcional, que sigue generando logros y alcanzando metas, y que puede escribir este artículo que reúne muchos conocimientos y reflexiones obtenidos con el paso de los años.
No obstante, si te identificaste y aun no tienes un diagnóstico, acude con un especialista para que pueda evaluar tu situación personal. En Warayana podemos ayudarte con ello, tú también mereces una vida digna de ser vivida.
Referencias
American Psychological Association. (2014). Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).
Laffite, H., Rodríguez, F., Alonso, R., Medina, T., & Díaz, J. A. (2022). TERAPIA DIALÉCTICO-CONDUCTUAL. UNA BREVE REFERENCIA A SU ESTRUCTURA Y AL ABORDAJE INDIVIDUAL. Interpsiquis, 23. https://psiquiatria.com/congresos/pdf/1-10-2022-20-tem1.pdf
En mi círculo de amigos he conocido amigas que han tenido relaciones amorosas con rupturas que dejaron un antes y un después en sus vidas. Cuando las escuchaba hablar sobre los comportamientos de manipulación o la disonancia cognitiva, siempre pensé que se podía poner un límite, y que darse cuenta sería muy fácil. Realmente, no lo es.
Desde un aspecto personal y profesional profundicé más mis conocimientos sobre el trastorno de personalidad narcisista, y pude hallar que, actualmente, hay mucha especulación en redes sociales sobre el diagnóstico. Un ejemplo serían los controversiales podcasts de “Un tal Alfredo”, donde muchas mujeres influencer cuentan parte de su relación amorosa con personas con características de sociopatía, egocentrismo y narcisismo.
Pero ¿qué es el trastorno de personalidad narcisista?
Según el DSM-V, el trastorno de personalidad narcisista (F60.81) se describe como un patrón dominante de grandeza, necesidad de admiración y falta de empatía, que comienza en las primeras etapas de la vida adulta, como la exageración de logros y talentos, donde el individuo se encuentra absorto en fantasías de éxito, poder, brillantez o amor ideal ilimitado, siente que es especial y único, que solo pueden comprenderle o relacionarse con personas especiales o de alto estatus, experimenta sentimientos de un trato especialmente favorable que cumpla sus expectativas, explota las relaciones interpersonales al aprovecharse de los demás, siente envidia de otros o cree ser envidiado y muestra comportamientos arrogantes o de superioridad.
Así mismo, la Terapia Cognitiva de Beck considera que sus raíces se encuentran en la infancia y deriva de una serie de creencias disfuncionales sobre uno mismo, el mundo y el futuro producido por un exceso de favoritismo, adulación e indulgencia por la familia o figuras significativas o como un mecanismo de compensación a experiencias de exclusión, desvalorización o rechazo que refuerzan los esquemas de verse superior o especial.
Esquemas básicos del narcisismo (pensamientos):
“Soy especial, soy superior y merezco un trato igual”.
“A mi no me gustan las reglas que otros siguen”.
“Necesito ser reconocido”.
“Es intolerable que no se me tenga el debido respeto”.
“La gente no tiene derecho a criticarme”.
“Mis necesidades son importantes, incluso sobre las de los demás”.
“Tengo toda la razón sobre las grandes cosas que me esperan”.
“Solo me comprenden personas inteligentes, como yo”.
“Si los demás no me respetan, merecen ser castigados”.
Además, Beck menciona la función de dos autoimágenes: una muy positiva y otra muy negativa que se alternan. Cuando hay una autoimagen de grandiosidad y no se puede mantener, se activa la imagen negativa, entonces prevalece hasta volver a la autoimagen de grandiosidad, siendo más implícita y explicita respectivamente, lo que se complementa con un carácter de impulsividad no llevada de forma adaptativa.
Para Freud, el narcisismo es parte normal del desarrollo psicológico, pero, al tener una prolongación en la edad adulta, el individuo no podrá mantener relaciones satisfactorias con los demás.
Para la teoría Gestalt, un narcisista es dependiente de la actitud positiva de los demás hacia ellos, consideran al ambiente únicamente para apoyarlos, no los ven como seres autónomos, y no perciben que puedan tener necesidades, pues creen que el mundo entero es el lugar donde manifiestan insatisfacción y crueldad hacia los demás.
El narcisista está atrapado en una imagen de quien imagina que es y no posee limites claros, a causa de ello, exterioriza impulsos sin contenerse. Uno de los antecedentes puede deberse a la proyección de la figura materna sobre su narcisismo hacia el niño o la carencia del cuidado a nivel emocional y la necesidad constante de sentirse especiales. En terapia, casi siempre se muestra como miembro de una “familia perfecta”, pero mientras se avanza, el paciente menciona haberse sentido privado de libertad, incomprendido e invisible.
En un estudio realizado en Barcelona, que medía la comorbilidad del trastorno narcisista de la personalidad y el trastorno límite de la personalidad, describe un porcentaje de prevalencia. Por otro lado, los factores asociados son el trastorno disocial de la personalidad, el trastorno antisocial de la personalidad, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad, adicción al sexo, depresión, consumo de sustancias y ludopatía.
Para las neurociencias, el investigador chino Yu Mao menciona que hay una reducción del grosor y el volumen de la corteza prefrontal, donde hay una afección en el control ejecutivo del cerebro, lo que favorece a la desregulación emocional. Se observó también una disminución de la materia gris en una región del cerebro que corresponde a la compasión y la empatía.
Bruce Stevens, en su artículo A nine headed Hydra (2000), menciona nueve tipos de clasificación de la personalidad narcisista:
El dependiente: Necesidad de ser amado y jamás estar satisfecho.
El amante: Idealiza el amor y siente decepción, llevan consigo heridas de relaciones pasadas y no toleran las imperfecciones de su pareja.
El poderoso: Enamorado del poder, desprecia a sus inferiores y exhibe su éxito constantemente.
El cuerpo: Importancia a la imagen corporal, la perfección física es la cura de sus males.
El furioso: Muestra estallidos de rabia ante cualquier ofensa real o imaginada, y, debajo de ella, se esconde tristeza, vergüenza o desesperación.
El estafador: Una persona encantadora que solo pretende utilizar a los demás, no existen normas morales.
El fantasioso: Se encuentra en fantasías de éxito, admiración o amor, y no desean salir de ello, el deseo de ordenar es el protagonista, de igual modo, se muestran solitarios, se identifican con héroes de videojuegos o personajes, confundiendo la fantasía con la realidad.
El mártir: Su identidad se construye en base a ser una víctima: “nadie sufre como yo”. Esto con el objetivo de afrontar problemas reales de su vida y de sí mismo.
El salvador: “Solo yo puedo ayudarte”, dedica tiempo a “los que le necesitan”, pero siempre por algo a cambio.
Como redactora del presente artículo, al recopilar toda esta información, llegué a la consideración de que todos poseemos un cierto grado de egocentrismo, diferente al narcisismo. En comparación con las redes sociales, podemos evidenciar que es una condición que se desarrolla en la infancia y que se consolida en la edad adulta, siendo esta etapa de la vida un tiempo de concientizar la enfermedad para una posterior consciencia de cambio, en ello, los tipos de terapia que abordan esta condición y pueden sernos de ayuda son: la Terapia Dialéctica Conductual y la Terapia Psicodinámica.
Recapitulando lo mencionado al principio del artículo, es importante informarse sobre lo que vemos o escuchamos en las redes sociales y abordarlo con bases científicas. Debemos establecer límites saludables, puesto que el trastorno antisocial de la personalidad puede generar aspectos negativos -incluso dañinos- en las relaciones interpersonales, donde claramente no existe alguna justificación para las conductas que puedan vulnerar a la familia, amigos o pareja.
Es necesario realizar un autoanálisis para generar la consciencia de cambio y poder tener una mejor calidad de vida.
Hörz-Sagstetter, S., Diamond, D., Clarkin, J. F., Levy, K. N., Rentrop, M., Fischer-Kern, M., Cain, N. M., Doering, S. (2020). Características clínicas del trastorno comórbido de la personalidad narcisística en pacientes con trastorno límite de la personalidad. RET, Revista de Toxicomanías. 84. España. https://www.cat-barcelona.com/wp-content/uploads/RET-84-4.pdf
La depresión es tan antigua como la humanidad, durante muchos siglos fue manejada por amigos, brujos, sacerdotes, etc., y tratada con todo tipo de pócimas, brebajes, baños, cambios de ambiente y demás recursos.
Según datos de la OPS, hay cien millones de nuevos casos de depresión cada año en el mundo. Encontramos una alta prevalencia en el adulto, con 15 % de hombres y 24 % de mujeres, generalmente, estas se presentan en edades de 18 a 45 años.
La definición académica sitúa esta enfermedad como el síndrome caracterizado por una tristeza profunda y la inhibición de casi todas las funciones psíquicas, que da lugar a cinco series de síntomas: físicos, psicológicos, de conducta, cognitivos (intelectuales), asertivos y sociales.
La OMS define a la depresión como un trastorno mental afectivo común y tratable, muy frecuente en el mundo y caracterizado por cambios en el ánimo con síntomas cognitivos y físicos. Estos pueden manifestarse de manera primaria o secundaria a enfermedades de base (cáncer, enfermedad cerebro-vascular, infartos agudos al miocardio, diabetes, VIH, enfermedad de Parkinson, trastornos alimenticios y abuso de sustancias).
Se identifican un amplio grupo de factores de riesgo personales, cognitivos, sociales, familiares y genéticos que intervienen en la patología; la presencia de estos aumenta la probabilidad de padecer de ella. Se estima que, al menos, se va a tener un episodio en la vida, y la repercusión en cada persona va a depender de su grado de inteligencia emocional y resiliencia.
El enfermo con trastornos afectivos debe ser visto con la interacción mente-cuerpo, los cuales no se pueden desligar, en su manejo no solo se debe tratar el eje nuclear afectivo, ya que la tristeza que envuelve al sujeto puede llegar a afectar todas las esferas de su relación intrapersonal e interpersonal, y hacer que emerjan otros estados emocionales como la irritabilidad y la ansiedad, que se destacan en las depresiones neuróticas y tardías.
Por lo tanto, su manejo no se basa en “alentar” al paciente. En la sociedad, se ha construido la idea de que basta con pensar positivo y tener fuerza de voluntad para combatir la depresión, por ende, constantemente se utilizan frases que invalidan lo que una persona depresiva siente, vive y piensa, influyendo en que esta se sienta incomprendida, inútil y frustrada.
Como ejemplo, se puede establecer frases como: “Tu problema es de actitud”, “Métele ganas”, “Todo está en tu cabeza es cuestión de tener fuerza de voluntad”. Aunque estas frases, a los ojos de los demás, parecen alentadoras, las personas con depresión no ponen de su parte, no porque no quieran, como mucha gente cree, sino porque la enfermedad se lo impide; en el fondo, quieren salir de allí, pero no saben cómo.
Por lo tanto, aquellos que sufren de esta enfermedad mental, además de necesitar ayuda médica y psicológica, necesitan apoyo moral, sin embargo, la cultura y la falta de concientización en estos temas conlleva a que se utilicen expresiones incorrectas que, para quien padece de depresión, son un factor ansiógeno y de desesperanza.
Un dato curioso se encuentra en el hecho de que las depresiones evolucionan. Al menos así parece desprenderse de los estudios realizados durante las últimas décadas, aunque, a grandes rasgos, el trastorno es el mismo, también podemos observar diferencias notables entre las que se veían hace veinte o treinta años y las que tratamos hoy en día. Lo fundamental de las depresiones de hoy se consideraba secundario en las antiguas. Este cambio constatado por el análisis clínico ha desplazado el acento, hasta tal punto de que el psiquiatra y el psicólogo actuales deben sumergirse en la frondosidad del problema, si quieren establecer un diagnóstico correcto.
La enfermedad psíquica, igual que la somática, es algo vivo, en perpetuo movimiento, como la propia persona. Así pues, el diagnóstico nunca debe ser entendido como una cosa inamovible o un destino definitivo. Las depresiones se mueven, giran, alteran sus síntomas, cambian de expresión, etc.
Algunas de las prácticas que ayudan a prevenir la depresión son: contar con grupos de apoyo social activo, así como mantener un vínculo activo con la familia, pues esta, como sistema y red de apoyo social informal, cumple con dos funciones básicas que son: asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido, y proporcionar los vínculos afectivos, no solo en la enfermedad, sino también en su rehabilitación.
Cabe agregar que la actividad física tiene efectos favorables sobre la disminución del riesgo de padecer de depresión. Y evitar el aislamiento social es un pilar fundamental para impedir el declive físico y mental.
Referencias
Corea, M. T. (2021). La depresión y su impacto en la salud pública. Rev Méd Hondur, 89(1).
Josué, L., Torres, V., Urrutia, E., Moreno, R., Font, I., & Cardona, M. (2006). Factores psicosociales de la depresión. Rev Cub Med Mil, 35(3).
Rojas, E. (2011). Adiós, depresión. Madrid: Ediciones Planeta Madrid.