¡Ey tú!, no te voltees que vengo a encararte, tal como lo hace tu tía Chona en Navidad, logrando incomodarte, preguntándote por tu vida amorosa frente a todos, sí, esa seré yo.
¿Cuándo fue la última vez que saliste con alguien? Reformulo, ¿cuándo fue la última vez que te depilaste antes de salir con alguien? Sé que sonríes… Pero, antes que respondas, te tengo otra pregunta, ¿cuándo fue la última vez que sentiste atracción por otro y que además, ese otro, también quería algo contigo? Porque una cosa es querer a Cillian Murphy en Peaky Blinders y otra muy distinta, es querer a Fulanito Normalis ¿Entiendes? Y, finalmente, ¿cuándo fue la última vez que viste el amor como una oportunidad de alegría y estabilidad que también suma en el abanico de instancias de la vida? Se que está pregunta es rebuscada y larga, pero, te la puedo sintetizar: ¿Cuándo fue la última vez que contemplaste el enamorarte? ¡Auch! Eso fue requete incómodo; lo percibo hasta aquí, y no es para menos, ya te explicaré el porqué.
En resumen, lo que veremos en las siguientes líneas es la típica reunión de patas después del trabajo, un viernes por la noche, conversando, algunos pesadumbrandos y otros fingiendo desinterés sobre sus truculentas vivencias amorosas. Aquí, notaremos los vaivénes sociales de cómo se aprecia la soltería, aún en estas épocas de Tinder y Grinder, dónde, pese a hablar libremente de ellas, más se sobrepone la idea de la hipocresía, de que sí no estamos acompañados, estamos en la goma. ¡Vamos!, que hasta el amigo vikingo (por lo de la cornamenta, nada que ver con virilidad o ser pelirrojo) tiene más valor social “porque está con su esposa pese a todo” que ese amigo solvente en casi todo pero que a sus 46 años sigue soltero ¿será gay?
Este y otros prejuicios sobre las personas solteras los estaremos develando en está primera parte. Y, al mismo tiempo, te entregaré par de luces necesarias para que descubras por qué estás soltero y para qué es útil estarlo, tanto como estar en pareja. Así que empezamos.
En las mesas del bar en Cercado, están todos los de la oficina reunidos, más aquellos dos ingenieros municipales que, para evitar la convivencia fatídica de sus familias, aplazan unas horas el llegar a casa y desenfundan la tarjeta para apañarse con unos cuántos tragos de “lo de siempre”; nótese el hábito.
Quién habla, es una libélula que de forma insospechada entre la nicotina revolotea y escucha. Chisme gratis, aquí se los cuento.
Abandono: “la relación es estable, nos entendemos bien, pero seguro alguna bandera roja saldrá y nos dejaremos”.
Martina, quién se pedía siempre una piña colada baja en alcohol se quejaba nuevamente de su suerte en el amor. Su herida de abandono la llevaba a pensar que todo el mundo la iba a dejar. ¿Te ha pasado algo similar? Cuestiónate, pero, sigamos echándole un ojo a lo que ella decía.
Sobre esto último, solía agregar:
Todos los amigos la ven con una cara suspicaz, Martina suele quejarse cuando la relación pasa a estabilizarse, para ella, sus señales de alarma son el crecer en rutinas de parejas, no tolera que la atención no vaya tras de sí, le disgusta el sentirse sola cuando se queda consigo misma por “demasiado tiempo” que a veces, puede ser una ida a la ducha por más de una hora. Si había algo que especialmente le parecía mortal, era no sentir atención en un evento, y no es para menos, sus padres, quienes la visitaban casi a diario en su casa, la tratan como la esquirla más dorada de la casa, nunca aprendió a manejar las dificultades de la vida sola, al contrario, siempre había un apoyo paterno.
¿Te suena? estas vivencias son muy comunes, y nos invitan a reflexionar:
● ¿Mi deseo de pareja es para sentirme unido a alguien y así sentir confort?
● ¿Exijo tiempo de calidad exclusivo sin miramientos de cómo está la otra
persona solo para satisfacerme?
● ¿Prefiero tolerar abusos e irrespetos para no estar solo frente a otros, y conmigo mismo?
Dependencia: “ojalá esto se de, he pasado demasiado tiempo solo y ninguna se queda al final, necesito que esta vez funcione, lo necesito”.
Marco, es un joven políglota, excesivamente amable, digno ejemplar de la vieja escuela de llevar serenatas, dar detalles costosos y sobre todo, esa cualidad tan suya de cercenarse un brazo sí hace falta, todo, por su chica. Para él, no hay medias tintas, o lo da todo, o no da nada. Y esto, no tiene que ser recíproco, con que lo “aguanten” tal como él dice, es suficiente. Su relato inicia así:
Tales palabras envueltas en miel son típicas de Marco, independientemente de que las hayamos escuchado con las últimas tres chicas anteriores, él las sigue repitiendo, parece que no se da cuenta que lo que busca es una compañera formidable que lo acepte como una diosa soberana y contemplativa donde él es el máximo súbdito a costa de su propia piel, algo así como un Smithers promedio.
Si bien su armadura es sólida en lo que trabajo y bienes se refiere, su personalidad pende de un hilo. No gusta de salir solo a menos que sea con alguna de sus chicas o con el grupo de amigos, si va a tomar una decisión respecto a su vida todos se enteran, incluida su pareja, por más reciente que sea. Para él, cada proceso de alternativas tiene que ser sometido a votación, el sentimiento de incompetencia que lo envuelve es masivo y empeora cuando se suma a la necesidad estrecha de que debe conseguir a una mujer cueste lo que cueste.
Los preguntas que vienen al caso con una situación así, serían algo como:
- ¿Qué tan cómodo es para tu vida el sentirte como el pequeño de la casa?
- ¿Te gusta que otros tomen decisiones por ti o simplemente crees que eres un incompetente perdido?
- ¿Qué tan a gusto te sientes de hacer cosas distintas, crees que tu configuración para el amor es la idónea en todo momento y circunstancia?
Normas inalcanzables: El desgaste. «No estoy seguro si ella me querrá. Trabajo, soy independiente, vivimos con nuestros gustos, pero, algo falla, creo que no funcionará si no me esfuerzo lo suficiente esta vez».
Erick, es ese hombre que cuando pasa deja una estela aromática que provoca muchas miradas con sigilo para contemplar con detenimiento tal huracán. Sin embargo, muchas de sus noches son una eterna tonada sobre una queja respecto a sí mismo y lo insuficiente que se siente respecto a su vida social y amorosa.
El portentoso Erick está encerrado en las normas inalcanzables, alli, ha construido una cárcel en la que cree que esforzándose lo suficiente va a conseguir bienestar no sólo para él mismo sino para todos en su sistema, engañándose con que la última tarea es el último esfuerzo, sin darse cuenta que simplemente abre una puerta más hacia una nueva meta, enrrollándose así en una serie de objetivos que no tienen fin y que nunca terminan de satisfacerlo con el agravante extra de que su sistema lejos de mejorar, se deteriora progresivamente. Bajo esta premisa cabe preguntarse:
- ¿Qué tan dispuesto estás a callarte con tal de quedar bien con otros?
- ¿El amor que recibes está condicionado a lo que das, casi siempre?
- ¿Cumplir con las expectativas de otros es tu prioridad?
Grandiosidad: «bueno, necesito un verdadero hombre, ¿sabes?, ese quién pueda darme lo que yo necesito y cómo lo necesito. No soy quisquillosa, sólo pido lo que me corresponde y que además, lo hagan bien. Mis padres no criaron a una mediocre».
Esta señorita es Patty Velásquez, de los de Velásquez de Vallecito, ojo no te confundas, porque esta mujer es capaz de encender su furia en tu contra. Y no es para menos, su familia, especiales reforzadores sociales, la han acostumbrado a ejercer el hábito de la exigencia, incluyendo el amor. Su madre, la señora intachable y sobria, siempre ocupa la seccion de sociales con su marido «es mi deber acompañarlo. Detrás de un gran hombre de negocios, hay una mujer que decidió quedarse cómodamente en casa», solía decir con cierto aire de resignación, dichos valores fueron transmitidos a sus hijos. Por tales motivos, cabe preguntarse:
- ¿Las relaciones amorosas qué son para ti, una consolidación de un estatus perdido o por obtener?
- ¿Las relaciones son para ti un deporte de caza que cesa cuando ya tienes el «objetivo» / «trofeo» entre tus manos?
- ¿Para ti, las gratificaciones en pareja deben ser siempre inmediatas y nunca construidas en plazos por ambos?
Subyugación: «mi matrimonio genial, ciertamente he cedido algunas cosas, pero es lo normal ¿no? Prefiero que ella tenga la carga de decisiones, así estoy tranquilo. En serio.»
El lacónico Felipe siempre dubitativo e íntimo en compartir ideas y formas de ver la vida con Marco, después de unos tragos se anima finalmente a apuntar sobre sus ya pesados 20 años de relación marital, comenta lo siguiente:
Nuestro Felipe, es el típico personaje que agacha la cabeza cuando sus defectos son dichos a viva voz, como animalito en problemas rehuye de todo conflicto, nunca confronta, encara ni resuelve, todo engulle, para, finalmente, sacarlo como si mordiera la queja y refutando toda posibilidad de mejora, está subyugado y parece que su concepto de las relaciones de pareja es rendirse al fuerte, ese, a quien él mismo dotó de tal poder que se le ha escapado de las manos y no encuentra forma de escapar, consiguiendo en su celda un paraíso evasor de responsabilidades. ¿A quién te recuerda?
- ¿Cuántas de tus relaciones amorosas o afectivas han perdurado sólo porque tú te callas y permanecer subyugado al otro?
- ¿Permites que te controlen?
- ¿Doy más a los otros de lo que ellos me devuelven/me demuestran?
Vulnerabilidad: «no se en qué limbo estoy, a veces nos vemos y la pasamos bien, pero él a veces me aleja, luego, quiero irme a mis vacaciones y conocer a otros hombres y él casualmente regresa respondiendo alguna publicación en Instagram, siento que si hablo de lo que siento por él, me rechazará».
Raúl está en una encrucijada respecto al esquema de vulnerabilidad, sabe, porque se lo han enseñado, que necesita compartir su vida con alguien. Más que por gusto, por miedo a estar desamparado. Sí bien gusta de coquetear y salir a buscar amores, se consume en la nada que sostiene con su «casi algo» con el que lucha por concretar y descifrar con base a likes y los encuentros fugaces que de madrugada concerta el otro, quién, sin miramientos lo llama, ilusiona y se desvanece. Lo curioso, es que pese a sus estrategias de «cacería» no logra desengancharse, o, al menos, decir lo que piensa, se acostumbró a estar presto a todo y para todos, él, yace olvidado de sus propias prioridades. Raúl, que te parece si:
- ¿Acaso estás esperando que tu pareja sea el superhéroe que carga feliz con todas las decisiones e inclusive, con tu vida?
- ¿No puedes tolerar tus propios temores e inseguridades y buscas quien se haga cargo de ellos, pero, irónicamente encuentras a personas ajenas a esto?
- ¿Te molesta tu propia inseguridad, rehúyes de estar contigo mismo y verte vulnerable, prefieres la coraza del indiferente, pero, que sufre en soledad?
Fracaso: «para qué hacerme ideas sí no estoy segura de que funcionará, es decir, mira a ese chico, ¿Qué puede darme que yo no pueda brindarme a mi misma? definitivamente es una pérdida de tiempo porque con él no funcionará… igual que con los otros 22 chicos anteriores.»
Paula, derrotada por el simple hecho de existir, finalizaba la ronda de tragos explicando casi que a modo de excusa, porqué seguía soltera:
Como vemos, las ideas distorsionadas de Paula llegan de una voz muy extendida, muchas son las personas que como ella se refugian en prejuicios respecto a un género. Por otro lado, es palpable su coraza antipersonas, que esconde simplemente un anhelo hueco que no soporta aceptar, engañandose a sí misma explicándose que toma la decisión correcta apartandose o huyendo antes que otra persona pueda sí quiera reaccionar e intervenir, para ella las relaciones son unidireccionales: sólo ella siente y decide entre quedarse o no.
Para Paula y su herida de fracaso:
- ¿Qué tan frecuente te sorprendes desvalorándote a ti o a otros?
- ¿Te comparas respecto a las relaciones fallidas o exitosas de los demás?
- ¿Prefieres mentirte sobre tener una relación porque así no lidias con la idea de construirla con otro?