La depresión es tan antigua como la humanidad, durante muchos siglos fue manejada por amigos, brujos, sacerdotes, etc., y tratada con todo tipo de pócimas, brebajes, baños, cambios de ambiente y demás recursos.
Según datos de la OPS, hay cien millones de nuevos casos de depresión cada año en el mundo. Encontramos una alta prevalencia en el adulto, con 15 % de hombres y 24 % de mujeres, generalmente, estas se presentan en edades de 18 a 45 años.
La definición académica sitúa esta enfermedad como el síndrome caracterizado por una tristeza profunda y la inhibición de casi todas las funciones psíquicas, que da lugar a cinco series de síntomas: físicos, psicológicos, de conducta, cognitivos (intelectuales), asertivos y sociales.
La OMS define a la depresión como un trastorno mental afectivo común y tratable, muy frecuente en el mundo y caracterizado por cambios en el ánimo con síntomas cognitivos y físicos. Estos pueden manifestarse de manera primaria o secundaria a enfermedades de base (cáncer, enfermedad cerebro-vascular, infartos agudos al miocardio, diabetes, VIH, enfermedad de Parkinson, trastornos alimenticios y abuso de sustancias).
Se identifican un amplio grupo de factores de riesgo personales, cognitivos, sociales, familiares y genéticos que intervienen en la patología; la presencia de estos aumenta la probabilidad de padecer de ella. Se estima que, al menos, se va a tener un episodio en la vida, y la repercusión en cada persona va a depender de su grado de inteligencia emocional y resiliencia.
El enfermo con trastornos afectivos debe ser visto con la interacción mente-cuerpo, los cuales no se pueden desligar, en su manejo no solo se debe tratar el eje nuclear afectivo, ya que la tristeza que envuelve al sujeto puede llegar a afectar todas las esferas de su relación intrapersonal e interpersonal, y hacer que emerjan otros estados emocionales como la irritabilidad y la ansiedad, que se destacan en las depresiones neuróticas y tardías.
Por lo tanto, su manejo no se basa en “alentar” al paciente. En la sociedad, se ha construido la idea de que basta con pensar positivo y tener fuerza de voluntad para combatir la depresión, por ende, constantemente se utilizan frases que invalidan lo que una persona depresiva siente, vive y piensa, influyendo en que esta se sienta incomprendida, inútil y frustrada.
Como ejemplo, se puede establecer frases como: “Tu problema es de actitud”, “Métele ganas”, “Todo está en tu cabeza es cuestión de tener fuerza de voluntad”. Aunque estas frases, a los ojos de los demás, parecen alentadoras, las personas con depresión no ponen de su parte, no porque no quieran, como mucha gente cree, sino porque la enfermedad se lo impide; en el fondo, quieren salir de allí, pero no saben cómo.
Por lo tanto, aquellos que sufren de esta enfermedad mental, además de necesitar ayuda médica y psicológica, necesitan apoyo moral, sin embargo, la cultura y la falta de concientización en estos temas conlleva a que se utilicen expresiones incorrectas que, para quien padece de depresión, son un factor ansiógeno y de desesperanza.
Un dato curioso se encuentra en el hecho de que las depresiones evolucionan. Al menos así parece desprenderse de los estudios realizados durante las últimas décadas, aunque, a grandes rasgos, el trastorno es el mismo, también podemos observar diferencias notables entre las que se veían hace veinte o treinta años y las que tratamos hoy en día. Lo fundamental de las depresiones de hoy se consideraba secundario en las antiguas. Este cambio constatado por el análisis clínico ha desplazado el acento, hasta tal punto de que el psiquiatra y el psicólogo actuales deben sumergirse en la frondosidad del problema, si quieren establecer un diagnóstico correcto.
La enfermedad psíquica, igual que la somática, es algo vivo, en perpetuo movimiento, como la propia persona. Así pues, el diagnóstico nunca debe ser entendido como una cosa inamovible o un destino definitivo. Las depresiones se mueven, giran, alteran sus síntomas, cambian de expresión, etc.
Algunas de las prácticas que ayudan a prevenir la depresión son: contar con grupos de apoyo social activo, así como mantener un vínculo activo con la familia, pues esta, como sistema y red de apoyo social informal, cumple con dos funciones básicas que son: asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido, y proporcionar los vínculos afectivos, no solo en la enfermedad, sino también en su rehabilitación.
Cabe agregar que la actividad física tiene efectos favorables sobre la disminución del riesgo de padecer de depresión. Y evitar el aislamiento social es un pilar fundamental para impedir el declive físico y mental.
Referencias
Corea, M. T. (2021). La depresión y su impacto en la salud pública. Rev Méd Hondur, 89(1).
Josué, L., Torres, V., Urrutia, E., Moreno, R., Font, I., & Cardona, M. (2006). Factores psicosociales de la depresión. Rev Cub Med Mil, 35(3).
Rojas, E. (2011). Adiós, depresión. Madrid: Ediciones Planeta Madrid.
Es común que se confundan los términos temperamento, carácter y personalidad. La mayoría de las personas los tratan como conceptos iguales o similares, pero lo cierto es que, si bien tienen relación, cada uno tiene sus propias características.
Por un lado, el temperamento es la base desde la que se formará el quiénes somos; es innato, viene con nosotros desde el día en que nacemos y nos acompaña por el resto de nuestra vida. Por otro lado, el carácter se forma a partir de nuestro temperamento, es adquirido, moldeable y puede ser “controlado”, externamente, por las situaciones que hemos vivido, lo que nos han enseñado nuestros padres, lo que hemos observado y lo que hemos aprendido de los demás en el transcurso de nuestra vida, hay ciertas cosas que se quedan con nosotros hasta que morimos y otras que se desvanecen conforme envejecemos.
Según C. R. Cloninger, el temperamento se trata de diferencias individuales en el ámbito de aprendizaje, está relacionado a respuestas automáticas que se dan ante estímulos emocionales básicos que producen la formación de hábitos y desarrollo de habilidades, esto significa que nuestro temperamento influye en la manera en la que vemos el mundo y nos brinda herramientas básicas que son parte de nuestro desarrollo.
Como seres humanos, somos el único ser vivo capaz de replantearse quién queremos ser y qué queremos mostrar; el carácter, es una cualidad que se transforma, está relacionado con la lógica, construcción, evaluación e invención individual de metas y valores, con esto se refiere a que de acuerdo a nuestras vivencias y exposición a estímulos, formaremos lo que hemos construido a nivel personal para compartir con el resto del mundo, ya que no todos pasamos por las mismas experiencias.
Finalmente, tenemos a la personalidad, proveniente del latin persona, denominación que se utilizaba en el latín clásico para la máscara que portaban los actores de teatro en la antigüedad. En palabras simples, se refiere a la forma de pensar, sentir y comportarse que tiene cada persona, la cual es relativamente estable, ya que está formada por el temperamento y el carácter, además, suele permitirnos predecir las acciones o reacciones de una persona ante ciertas situaciones.
Cada uno de nosotros tiene una parte de sí mismo con la que vino al mundo y al pasar por diferentes experiencias, vamos cambiando, aprendiendo y transformándonos; nuestra forma de pensar, nuestras creencias, todos los aspectos adquiridos de los que nos adueñaremos junto con nuestra “configuración de fábrica”, son parte de nuestra personalidad, lo que somos, lo que presentamos al mundo e incluso lo que el mundo no sabe de nosotros.
A veces, hablar del siguiente tema puede ser difícil, pero les contaré un poco de lo que me tocó ver. Si yo no hubiera tenido estos conocimientos quizá hubiese sido solo una expectadora.
Conocí a una persona que, por no saber sobre estos temas, terminó destruyendo un futuro. Esta persona era madre de dos hijas, desde muy pequeñas las crio en un hogar donde había mucha violencia. Discutía demasiado con su esposo, delante de sus hijas, sin saber que ellas sufrían.
Sabemos que las discusiones son parte de la vida. Y tenemos distintos tipos: desde las negociaciones en las que se intercambian ideas para llegar a un acuerdo, hasta las peleas en las que no faltan los agravios, las burlas y otras afrentas. Estas situaciones, sin embargo, dejan heridas en quienes participan de ellas, y también (a veces muy graves), en los niños que se ven involucrados.
¿Qué pasa cuando discutimos delante de nuestros hijos?
En su artículo, el profesor Harold concluye que una amplia selección de la investigación académica, desarrollada desde la década de 1930 en torno a la psicología del niño (junto a una variedad de trabajos experimentales y de seguimiento a largo plazo), demuestra que los menores expuestos al conflicto, pueden experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés. Todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los seis meses.
También es posible que sufran retrasos en el desarrollo del cerebro, problemas de sueño, ansiedad, depresión y problemas de comportamiento. Aquellos niños que ven peleas menos intensas, pero por un periodo continuado, también pueden desarrollar los mismos problemas.
El «maltrato leve» no existe
Cabe agregar que los niños y las niñas viven las disputas de forma distinta. El profesor Harold, en un artículo publicado en la revista de psicología El desarrollo del niño, sostiene que mientras los niños suelen experimentar problemas de comportamiento, las niñas se ven más implicadas emocionalmente.
Si estas discusiones se manejan de una manera adecuada, puede ser una gran oportunidad para que los hijos adquieran habilidades de cara a que, cuando ellos tengan que enfrentarse a esas mismas situaciones, puedan resolverlas de manera efectiva, y tengan control sobre sus emociones.
Si estas discusiones se realizan desde el respeto, sin alzar la voz, sin utilizar insultos, ni chantajes emocionales, los hijos podrán desarrollar destrezas para manejar estas situaciones de conflicto con otros niños, y, posteriormente, en su edad adulta.
En cambio, si estas discusiones son expresadas desde la agresión, los niños van a imitar estos comportamientos de los padres, y repetirán esas conductas en el trascurso su vida.
Nuestros hijos son como una esponja, y mucho más si son pequeños; ellos no solo hacen lo que nosotros hacemos, sino también lo que decimos.
“El aprendizaje es bidireccional: nosotros aprendemos del entorno, y el entorno aprende y se modifica gracias a nuestras acciones”
Albert Bandura
Investigaciones anteriores ya habían demostrado que las conductas agresivas pueden afectar al desarrollo del comportamiento. El famoso experimento de Albert Bandura, nos puede servir de ejemplo.
Experimento del muñeco Bobo: un modelo de agresión
Bandura no estaba de acuerdo con la postura de los conductistas, porque consideraba que subestimaban la dimensión social del comportamiento humano. Por ello, enfocó su estudio en la interacción entre el aprendiz y el entorno, para explicar los procesos de aprendizaje. Para ello, puso en marcha su famosa y mundialmente conocida investigación: el experimento del muñeco Bobo.
En el escenario del modelo agresivo, el adulto comenzaba jugando con los juguetes de la sala, durante un minuto aproximadamente. Después de este tiempo, el modelo agresivo iniciaba un comportamiento violento hacia el muñeco, pegándole o utilizando un martillo de juguete para golpearlo en la cara. En el modelo no agresivo, el adulto jugaba sin más con el muñeco. Y, por último, en el grupo control no existía observación previa de interacción con ningún modelo.
Más adelante, los niños fueron pasando, uno a uno, a la sala con los juguetes y el muñeco Bobo. Estos fueron grabados con cámaras para registrar su comportamiento tras haber contemplado las formas de actuar de los modelos adultos.
En cuanto a los resultados referidos a las diferencias de género, estos apoyaron firmemente la predicción de Bandura de que los niños estaban más influenciados por los modelos de su género.
Además, entre los niños que habían estado presentes en el escenario del modelo agresivo, el número de ataques físico exhibidos fue mayor en los niños que en las niñas. Es decir, los niños mostraron más agresividad cuando se expusieron a los modelos masculinos agresivos.
«Prepara a tu hijo para la vida no la vida para tu hijo«
Tim Elmore
¿Qué esperamos de nuestros hijos?
Debemos de tener claro que algo hay que ofrecerles, porque ellos lo esperan. Ellos nos observan constantemente, esperan ver aquello que le dé sentido a su vida, un “algo” donde apoyarse, para crecer con estabilidad y firmeza. Y de esta manera, crear su propio criterio de la vida, algo a partir de lo cual, puedan tomar sus propias decisiones. Entonces, ¿por qué no empezamos con nosotros mismos? Si hemos vivido en un hogar donde hubo violencia, cortemos esos lazos que nos conectan al pasado. Comencemos un hogar sano, sin violencia, sin discusiones. Hagamos la diferencia.
La percepción ha tenido múltiples miradas a través de los años, se ha visto desde muchas corrientes como el estructuralismo, gestalt, constructivismo, etc. Pero en este apartado revisaremos a la percepción como concepto cognitivo/perceptivo que nos lleva a dar diferentes significados a lo vivido.
Todos vemos el mundo de una forma diferente, la percepción no solo se refiere a cómo recibimos los estímulos mediante los sentidos, sino también a cómo la mente procesa lo que estamos presenciando.
La percepción, usualmente, es definida como la capacidad de los organismos para obtener información sobre su ambiente, a partir de los efectos que los estímulos producen sobre los sistemas sensoriales, lo cual les permite interaccionar adecuadamente con su alrededor.
Claramente, la percepción se da —a primeras instancias— mediante los sentidos; sin embargo, se trata de información que es captada por el cuerpo, a la que se le dará un significado luego de todo un proceso cognitivo.
Justo en este punto es que se da la diferencia entre sensación y percepción, que a veces son confundidas; la segunda se refiere a la interpretación de los estímulos que recibimos, en base a la cultura, costumbres, experiencias y necesidades propias de cada persona.
Green, Fairchild, Knudsen & Lease-Gubrud (2022) comentan que el proceso de la percepción tiene tres etapas:
Estimulación sensorial y selección
En la primera etapa recibimos una abrumadora cantidad de estímulos, sonidos, olores, sabores, temperatura, colores, movimientos, etc, y pese a su recepción, no podemos atenderlos a todos; es entonces cuando iniciamos la selección sensorial, este es el proceso por el cual elegimos a qué estímulo le prestaremos atención, todo ello, casi siempre de manera inconsciente y, normalmente, guiado por nuestras vivencias, necesidades, limitaciones, expectativas, preferencias e intereses.
Organización
Lógicamente, es necesario que nuestro cerebro ordene lo que recibimos, por ello, utilizamos las plantillas que nos han sido enseñadas para poder procesar la información. Por ejemplo, diferenciar entre lo bueno y lo malo, o reconocer el prefijo de un número telefónico de otro país, etc. Asimismo, ocurre la proximidad que trata la manera en la que vemos las cosas dependiendo de lo que está a su alrededor; también se produce la agrupación dentro de este último aspecto, en el que asignamos características o rasgos similares a los items o cosas que lo rodean.
Las percepciones simples suelen ser de agrado para nuestro cerebro, debido a ello, las primeras impresiones son importantes y nos dejamos llevar por lo que inicialmente creemos de alguna situación o persona, por ejemplo, los estereotipos.
Interpretación
Este último paso representa la manera en la que damos sentido a nuestras vidas, y determinamos lo que significa para nosotros. Aquí es cuando se presentan las vivencias, necesidades, limitaciones, expectativas, preferencias e intereses que nos llevan a dar una opinión o reacción ante un estímulo.
Todo el proceso de la percepción es complejo, y es impresionante como nuestro cerebro es capaz de traducir, organizar y reaccionar a estímulos durante toda nuestra vida, de manera automática, casi el 100 % de las veces.
Es importante recordar que lo que hemos vivido, el lugar del que venimos, las personas con las que nos hemos relacionado, la religión que seguimos, etc., nos llevará a tener una mirada diferente de lo que nos ocurre, por ello intentemos ser empáticos y entender lo que hay entre los sentidos y la mente.
“Doctora, últimamente me siento triste, sin ganas de nada, no tengo apetito y tengo muchas ideas en mi mente a veces no quisiera despertar… Hace 6 meses falleció mi hermano, me dicen que debo estar bien, que ya pasó mucho tiempo, que a mi hermano no le gustaría que yo esté triste… Pero yo sólo quiero llorar y pensar que esto no es real, ¿usted cree que estoy mal?”
Confesiones cómo ésta escucho a menudo en consulta, muchos piensan que sólo se debe hablar de la vida y cómo vivirla o que hay emociones buenas y malas; que no hay que llorar a los muertos porque se ponen tristes o “no los dejamos descansar en paz”, y que todos viven el duelo de manera similar. La única vez que nos permiten llorar y se alegran es cuando nacemos, luego se nos lo prohíben… Somos analfabetos emocionales. Cuando llegan a la primera sesión no son conscientes ni de sus emociones, ni pensamientos. Creen que los responsables son los demás o que lo que sienten está mal, pero juntos trabajamos el observar sus emociones sin juzgar, dándole la bienvenida tanto a la alegría cómo a la tristeza, al goce y al dolor.
En mi caso, los pequeños golpes que me iba dando la vida, no fueron suficientes para despertarme, tuve que tocar fondo para descubrir por fin qué era lo realmente importante, para aprender a disfrutar de las cosas cotidianas. Recuerdo en mi formación en Psicología que nuestra mente sólo tiene dos objetivos: buscar el placer y evitar el dolor. Sin embargo, una vida en absoluto placer, sin percibir las otras emociones básicas, estaría indicando un desequilibrio y de seguro alguna enfermedad mental.
Nos han enseñado que los errores son fracasos, que no podemos equivocarnos, la equivocación conlleva castigo. El castigo nos expone, nos avergüenza, nos hace sentir culpables y produce dolor. ¿Pero de verdad es que podemos ser perfectos? Esta exigencia impuesta por los sistemas educativos y aceptada por nosotros desde niños como si fuera real, nos lleva a inhibir la autenticidad que hay detrás del dolor. ¿Y si lo que entendemos por castigo fuese realmente una bendición?
Probablemente hayas escuchado que el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional. Pero es posible que esta afirmación te haya despertado cierta confusión y rechazo. Estos dos conceptos, aunque muchas veces aparezcan unidos, son opuestos. Además, la tendencia de reacción de cada persona hacia alguno de ellos tiene mucho que ver con sus vivencias tempranas. Es decir, con el modo en que aprendimos a gestionar la frustración y los cambios. El dolor es una reacción natural ante un suceso desagradable, una experiencia transitoria, cambiante, que se diluye si la abrazamos y permitimos. El sufrimiento, por el contrario, puede alargarse indefinidamente: depende de nosotros crearlo o ponerle fin por medio de la aceptación, ya que se produce cuando nuestro pensamiento se resiste a una sensación que considera molesta. Cuando nos sumimos en el sufrimiento nos sentimos víctimas injustamente tratadas por la vida e incapaces de controlar lo que sucede.
El dolor nos da un mensaje que nos protege y regenera, nos inspira y enseña el camino correcto, nos hace más fuertes, nos permite aceptar realidades diferentes. Nos enseña cuáles son nuestras limitaciones, y a partir de ese momento, entrenarlo (como si fuese un músculo) nos hace más resilientes. Si fallece un ser querido, si perdemos una relación importante o si quedamos desempleados es normal que el dolor aparezca. En general cualquier pérdida significativa, cualquier situación en que nuestras expectativas se rompan nos generará este sentimiento.
Todos reaccionamos de forma diferente a la muerte y echamos mano de nuestros propios mecanismos para sobrellevar con el dolor que ésta conlleva.
Cuando evocamos en nuestra memoria la palabra “duelo”, suponemos que estamos hablando de pérdidas humanas y que tiene que ver sólo con la muerte. Nos cuesta pensar que si nos mudamos a otro país o cambiamos de trabajo también vivimos un duelo, que si me cortan una pierna debido a una enfermedad también lo transito, al igual que cuando pongo fin a una relación. Un divorcio o alejarte de alguien con quien mantenías un vínculo afectivo es un “duelo de vivos”, la aflicción es más intensa porque sabes que la persona aún está y puedes imaginártela en su rutina diaria o hasta te la puedes volver a encontrar. Es más difícil procesarlo y sanar, a veces quedan palabras pendientes, conflictos no resueltos que se van arrastrado. Se viven las mismas etapas que en una defunción; el shock o negación de no entender, la rabia junto a la culpa y reproches, la tristeza profunda que es la etapa más larga hasta llegar a la anhelada “aceptación”.
Sea por deceso o por alejarse de alguien, en ambos casos no respetan lo que podemos llegar a sentir, quieren vernos bien. Si estamos en el velorio nos dan agüita de azar o incluso pastillas para calmarnos ¿Y cuándo podremos llorar la ausencia de esa persona? Se dice que duelo que no se llora no avanza; no es que lo superemos del todo y volvamos a hacer nuestra vida como si nada, se aprende a caminar con el pesar. Sentir confusión, rabia, desesperanza es natural; hay que atravesar todas las fechas especiales como Navidad, Día de la madre, o los cumpleaños sin la presencia de esa persona.
En el camino del duelo hay que tomar decisiones, vamos eligiendo continuamente la forma de recorrerlo y en este trayecto hay una serie de tareas que han de realizarse para conseguir una sana elaboración del mismo:
Aceptar la ausencia, para poder llegar a esto primero debemos atravesar los distintos estadios identificados por la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross en su libro «Sobre el duelo y el dolor»
Negación: La persona no asume la muerte o separación , puede entrar en estado de shock y sentir la sensación de que está viviendo un sueño o pensar que su ser querido va a volver en cualquier momento, puede haber una cierta sensación de irrealidad y las emociones se pueden bloquear.
Culpa: Pensamientos cómo “no haber hecho lo suficiente” o “no haberse portado bien con el otro”, por ejemplo. Sentirse culpable por haber provocado una discusión o por no estar presente en el deceso.
Rabia: Los sentimientos de frustración y de rabia cuando se produce una muerte son naturales, y es necesario hacer consciente esta emoción para no transformarla en rabia hacia nosotros mismos pues es cuando surge la culpa patológica.
Desesperanza: En esta etapa la emoción principal es la tristeza al hacerse consciente de la pérdida. Este dolor nos hace conectar con un sentimiento profundo de soledad y vacío, podemos llegar a tener la sensación de que sin el otro no podemos vivir.
Aceptación: Cuando admitimos la muerte es momento de empezar a rehacer nuestra vida. Hacerse la idea que la otra persona ya no está no quiere decir que ya no nos duela o no la echemos de menos. Aprendemos a vivir sin ella, aunque siempre nos quedará su recuerdo.
2. Abrirse al dolor, permitirse sentir todo ese dolor, mirarlo, abrazarlo, expresarlo, no esconderlo o reprimirlo. Permitirnos también los momentos de tregua (sino sería como mirar fijamente al sol) ya que el duelo fluctúa entre el sentir y el hacer, la orientación a la pérdida y la orientación a la recuperación.
3. Aprender a vivir sin esa persona, todo lo que antes se hacía de forma compartida o lo realizaba la otra persona ahora ha cambiado y con ello, nuestras responsabilidades, costumbres… Una parte tuya muere y hemos de reestructurar nuestra identidad, no solamente como individuos sino también en relación con los demás.
4. Encontrar de nuevo sentido a la vida, volver a ocuparse de ella y de los vivos. También es cierto que para transmutar un gran dolor es necesario encontrar un propósito o proyecto cuyo amor sea proporcional a la magnitud del dolor sufrido.
Se dice que en la sociedad existe una tendencia negadora a la muerte y se arraiga la idea de ésta como si fuera un fantasma. Pero de igual forma la experiencia dice que si a este fantasma se le pone nombre y apellido se le integra y se vuelve parte de nuestra vida. Jorge Bucay, terapeuta y escritor argentino en su libro “El camino de las lágrimas” nos habla sobre las necesidades emocionales de las personas que atraviesan una pérdida y cómo verse satisfechas:
Necesitan ser escuchadas y creídas en toda su historia de la pérdida.
Sentirse protegidas y tener permiso para expresar emociones.
Ser validadas en la forma de afrontar el duelo (saber que esto que les pasa es natural, está bien hecho y no es malo sentirse así).
Estar en una relación de apoyo desde la reciprocidad (que la otra persona le entienda gracias a una experiencia similar o que la otra persona “sepa” de lo que está hablando el afectado).
Que respeten su individualidad y forma de procesar el duelo.
Necesitan poder expresar amor y vulnerabilidad ante otras personas.
Todos en algún momento hemos experimentado un duelo, ya sea por terminar una relación, por el diagnostico de una enfermedad o la pérdida de un ser querido. Quiero terminar éste artículo con algunas ideas que pueden ayudar a transitar este tiempo:
Busca el apoyo de familiares y amigos. Es importante saber que en ocasiones preferimos estar solos o acompañados, va a depender del momento. Es normal sentirnos confusos y no saber qué es lo que deseamos, ten paciencia, no te culpes, ve a tu ritmo.
Intenta compartir tus malos momentos con personas diferentes para que ninguna de ellas pueda sentirse desbordada.
Evita tomar decisiones importantes de forma precipitada. En ocasiones la emoción es la que intenta controlar esa decisión y no siempre es la acertada.
Permítete estar en duelo emocional, pero a la vez es positivo marcarse pequeñas obligaciones con la finalidad de no aislarse y recuperar nuestra vida familiar, social, laboral y personal.
Te sugiero ver de manera gradual los recuerdos que te resulten dolorosos, no quieras correr ni exponerte en exceso. Poco a poco lo irás consiguiendo y el sufrimiento irá disminuyendo.
Intenta cuidarte a ti mismo, a través de la alimentación, el ejercicio físico, el descanso, la reducción de hábitos no saludables.
Soy consciente de que los consejos que te acabo de proponer no son fáciles de seguir. Pero no olvides que todos tenemos una capacidad de adaptación inimaginable. Te animo a que cada vez que sientas ese dolor y esa tristeza tan intensa que puede llegar a invadirte por dentro, intentes sustituirlos por amor. Amor hacia lo que tuviste, amor por todos los buenos momentos vividos.
Referencias
Jorge Bucay (2006). El camino de las lagrimas. España: Grijalbo.
Elisabeth Kübler-Ross ( 2005). Sobre el duelo y el dolor. Barcelona: Ediciones Luciernaga.
El desarrollo académico convencional se compone de 3 etapas principales, la educación primaria, secundaria y profesional. Las dos primeras se dan en colegios, tienen el fin de formar los aspectos más esenciales, complejizando los temas acordes se desarrolla el alumno. En cambio, la educación profesional es optativa por lo que se profundiza en temas mas específicos. Por tanto, la duración como la certificación se definen acorde a la especialización deseada.
El aprendizaje universitario presenta un gran reto, puesto que se requiere que los estudiantes sean maduros emocionalmente, las exigencias que supone la formación universitaria, puede generar efectos adversos (Rosas-Santiago et al., 2016). No obstante, en la actualidad se espera que apenas se concluya con la educación secundaria se inicie con la profesional, situación que en muchas ocasiones acarrea confusión y ansiedad. Estudios realizados durante el 2015 en la universidad de sierra sur México, muestra que de 539 estudiantes al menos 121 refiere sentirse triste gran parte del tiempo, y 9 de ellos expresan sentirse superados por la tristeza, llegando a referir que no pueden soportarlo (Rosas-Santiago et al., 2016).
Estrés estudiantil.
Se puede afirmar que el término estrés es uno de los temas más estudiados en la historia de la psicología. Debido a que esta puede afectar a todas las personas, sin importar el sexo, raza o creencia (Matalinares et al., 2016). El desarrollo de la patología está ligada a su entorno, por lo que el estrés tiene cabida en el ámbito universitario. Más específicamente, en la fricción que puede generar el estudio de materia complicadas, el intercambio social, el desarrollo académico y problemas financieros (El Ansari et al., 2014).
Consumo de sustancias.
El consumo de sustancias en la época universitaria, mayormente se ven condicionados a factores internos y externos. Entre los internos se denota el estrés, la ansiedad y la depresión como principales factores, y entre los externos, se resalta el ámbito social y familiar. Estudios realizados en la universidad de Sevilla durante el año 2007, revelan que el consumo de cigarrillos y café se ven incrementados durante el periodo de exámenes (Monzón, 2007). Así mismo, el consumo de alcohol, cannabis, entre otras drogas, se ve incrementado como respuesta a factores emocionales. Estudios realizados en Colombia sugieren que una correlación positiva entre el uso de sustancias y la depresión, estrés académico y la ideación suicida en estudiantes universitarios (Restrepo et al., 2018).
Por otra parte, el uso de nootrópicos, llamados también drogas inteligentes, a aumentado en los últimos años, puesto que los efectos estimulantes resultan atractivos para los estudiantes, quienes por el cansancio o la carga laboral requieren de mayor estimulo (CEDRO, s. f.). Sin embargo, estudios realizados en estudiantes universitarios de Lima Metropolitana, sugieren que, tras el uso de dichas sustancias, al menos el 56% de los estudiantes presentan nauseas, cefaleas, insomnios y fatiga crónica. Lo que significa que el organismo resiente el esfuerzo, demostrando un mayor índice de estrés (Aliaga Sánchez, 2019). Cabe resaltar que, en dicho estudio, no se comprende el efecto a largo plazo que pueda conllevar el uso de dichas sustancias.
Ciertamente el consumo de sustancias psicoactivas resulta en un efecto nocivo sobre la salud física y mental. Irónicamente, son empleados como métodos para el afrontamiento del estrés, lo que contribuye a un rendimiento académico deficiente (Becerra, s. f.). Situación que retroalimenta dicho comportamiento.
Afrontamiento del estrés
Los estudiantes en el curso de sus actividades académicas suelen estar expuestos al estrés. Dado que no se puede evitar realizar dichas actividades, el afrontamiento se centra en la utilización de estrategias que faciliten el ejercicio de competencias asertivas, mediante un adecuado manejo interpersonal de situaciones sociales y sentimentales aporten tranquilidad y optimismo (Velásquez et al., 2008).
Los estilos de afrontamiento requieren de esfuerzos cognitivos y conductuales, dado que el estrés no suele estar relacionada a una única variable. Dichos esfuerzos pueden ser funcionales a corto o largo plazo, puesto que el objetivo es reducir el impacto del estresor estos afectan de distinta forma la calidad de vida, la salud mental y el bienestar psicológico (Espinosa et al., 2009).
Aplicación de estrategias de afrontamiento de estrés.
El cuestionario de Afrontamiento al estrés (CAE), elaborado por Sandín y Chorot constituye uno de los principales instrumentos para la evaluación de los niveles de estrés (Sandín & Chorot, 2003). Este se compone de siete subescalas de evaluación:
Búsqueda de apoyo social
Referencia la búsqueda de amigos o familia como apoyo y fuente de información.
2. Expresión emocional abierta
Referencia la facilidad para exteriorizar los sentimientos relacionados el suceso de estrés.
3. Religión
Referencia la utilización de métodos religiosos, tanto en comunidad como de forma personal.
4. Focalizado en la solución del problema
Referencia la utilización de estrategias para dar solución a problemas, resaltando los pasos que se requieren.
5. Evitación
Referencia la tendencia a reducir el estrés, poniendo atención a otros factores.
6. Auto focalización negativa
Referencia la tendencia a juzgarse, reconociendo la incapacidad de resolver los problemas.
Reevaluación positiva
Referencia la tendencia, reconociendo la dificultad del problema y la capacidad de resolver los problemas.
Estudios realizados en la universidad privada de Argentina empleando el instrumento anteriormente nombrado revelaron que, de 126 estudiantes se evidenció que la estrategia más utilizada es la reevaluación positiva, mientras que la religión fue el recurso menos elegido. Lo que sugiere que los estudiantes buscan aprender de las dificultades, sobre la atribución a factores externos. Así mismo, la población que recurre principalmente a la religión son las personas mayores, y precisamente este grupo poblacional es el que tiene un nivel de autoeficacia más alto (Piergiovanni & Depaula, s. f.).
Conclusión
En base a lo anteriormente expuesto, se puede concluir que el estrés en el ámbito universitario es una constante. Por lo que, se requiere de asesoría y prevención para evitar el desarrollo de cuadros clínicos. Así mismo, el uso de sustancias supone un factor a tomar en cuenta, puesto que se evidencia mayor uso de estas en periodos de estrés académicos. Por otra parte, la investigación es de sumar importancia, puesto que facilita la creación de campañas de prevención.
Referencias
Aliaga Sánchez, B. A. (2019). Relación entre el consumo de nootrópicos y estrés académico en universitarios de Lima Metropolitana. Universidad Peruana Unión. https://repositorio.upeu.edu.pe/handle/20.500.12840/3009
Becerra, S. (s. f.). Rol de estrés percibido y su afrontamiento en las conductas de salud de estudiantes universitarios de Lima. Recuperado 24 de noviembre de 2021, de https://core.ac.uk/download/pdf/196537131.pdf
CEDRO. (s. f.). El Problema de las drogra en el Perú. Recuperado 24 de noviembre de 2021, de http://repositorio.cedro.org.pe/bitstream/CEDRO/378/1/CEDRO.Problema%20de%20las%20drogas.2018.pdf
El Ansari, W., Oskrochi, R., & Haghgoo, G. (2014). Are Students’ Symptoms and Health Complaints Associated with Perceived Stress at University? Perspectives from the United Kingdom and Egypt. International Journal of Environmental Research and Public Health, 11(10), 9981-10002. https://doi.org/10.3390/ijerph111009981
Espinosa, J. C., Contreras, F. V., & Esguerra, G. A. (2009). Afrontamiento al estrés y modelo psicobiológico de la personalidad en estudiantes universitarios. Diversitas, 5(1). https://doi.org/10.15332/s1794-9998.2009.0001.07
Matalinares, M. L., Díaz, G., Arenas, C., Raymundo, O., Baca, D., Uceda, J., & Yaringaño, J. (2016). Afrontamiento al estrés y bienestar psicológico en estudiantes universitarios de Lima y Huancayo. Revista de Investigación en Psicología, 19(2), 123-143. https://doi.org/10.15381/rinvp.v19i2.12894
Monzón, I. M. M. (2007). Estrés académico en estudiantes universitarios. 25, 14.
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¿Alguna vez has sentido que no tienes ganas de hacer nada?, ¿Qué nada te llama la atención?, ¿Qué estás en modo automático?, ¿Qué todo te aburre?, ¿Qué no encuentras satisfacción en lo que antes te gustaba hacer?
Existe un término para explicar este fenómeno psicológico: «Anhedonia». Se trata de un factor desadaptativo que genera la pérdida o reducción significativa de la capacidad para disfrutar de la vida y/o para experimentar placer. También se le considera como una baja activación emocional.
Es un déficit severo que genera la pérdida del interés, de la sensibilidad, del impulso y de la motivación ante estímulos que previamente eran gratificantes. Suele estar acompañada de un aplanamiento afectivo.
Es importante señalar que, existen grados de anhedonia, por lo que podemos ver personas con niveles graves de afección, en donde se trataría de una incapacidad total de disfrutar y obtener placer, y otras personas percibirán básicamente un descenso en dicha capacidad.
La anhedonia no es un trastorno en sí misma, pero es parte de la sintomatología de varios de ellos, los cuales se mencionan a continuación:
Théodule-Armand Ribot (1839), psicólogo francés, agregó el término «Anhedonia», para describir la pérdida patológica de la felicidad.
Esta palabra es el antónimo de la palabra «hedoné», que significa «felicidad», «placer». Ribot, empleó sus conocimientos mitológicos, para crear dicho término. Acorde a la mitología Hedoné, fue hija de Eros y Psiqué, y representó a un personaje que simbolizaba el placer (deseo y lujuría).
Fisiológicamente, se han evidenciado distintas causas por las que aparecería y se agudizaría la anhedonia:
Una de ellas, indicaría una alteración cerebral que impide que se genere la cantidad regular de dopamina, siendo la dopamina aquel neurotransmisor encargado de provocar las sensaciones placenteras y de relajación.
Otra de las posibles causas asignadas, se refiere a ciertas deficiencias en los centros de recompensa del Sistema Nervioso, esto sumado a factores genéticos y ambientales.
Otros investigadores identificaron la producción excesiva de galanina, una molécula de señalización neuronal responsable de la regulación emocional.
Un estudio publicado en la revista ‘JAMA Psychiatry’, revela que los niños con anhedonia presentan diferencias en la forma en que su cerebro integra la recompensa y la excitación y en la manera en que su cerebro se activa al anticipar las recompensas.
Existen dos tipos de clasificación de Anhedonia:
A continuación, se mencionarán los subtipos de anhedonia en base al estímulo percibido:
Anhedonia social:
Se refiere a la incapacidad para disfrutar de las relaciones interpersonales y por ende, por presentar interés en este relacionamiento. Esto podría conllevar al aislamiento social.
Anhedonia física:
El placer tiene un carácter multisensorial, puede ser olfativo, auditivo, visual, táctil y gustativo, por lo que una persona con anhedonia reduce o anula la sensibilidad positiva percibida, ya sea en alguna de las modalidades sensoriales de forma específica, o en su totalidad.
Las personas con anhedonia física, no logran disfrutar de placeres sensoriales, como por ejemplo, la música (anhedonia musical), los paisajes, las relaciones sexuales o la comida.
Algunos autores, mencionan un término específico «Anhedonia eyaculatoria», que se refiere a la dificultad para percibir un orgasmo durante la fase de eyaculación.
Por otro lado, la anhedonia en base al tiempo en el que surge, se cataloga de la siguiente manera:
La anhedonia anticipatoria:
La cual se caracteriza por la falta de ilusión y de interés antes de que ocurra cualquier estímulo previamente mencionado, o con tan solo imaginarlo. Se les dificulta visualizar que la experiencia será positiva.
La anhedonia consumatoria:
Relacionada con la falta de placer al experimentar en el presente cualquiera de los estímulos sociales o físicos, mencionados previamente.
La anhedonia recordativa:
También conocida como la anhedonia del recuerdo.
Se refiere a la dificultad para recordar satisfactoriamente sucesos previos que en su momento se vivenciaron de forma placentera, no brindándole la misma valoración que se percibió al momento de vivir las experiencias.
A continuación, se detallan los principales instrumentos psicotécnicos que nos permitirán medir esta dificultad emocional:
Estas escalas nos brindarán un mayor entendimiento del tipo de anhedonia, así como del nivel de gravedad y de afección en el paciente, aunque es necesario que estos datos sean corroborados en las entrevistas y sesiones psicológicas.
En primer lugar, hay que destacar la necesidad de diagnosticarla, identificar los tipos de anhedonia, y especialmente lograr conocer sus causas.
Una vez identificada la(s) causa(s), los objetivos de psicoterapia podrán ser focalizados en la(s) mismas, por ejemplo, cuando la anhedonia está causada por la depresión, los trastornos de ansiedad o consumo de sustancias psicoactivas, al mejorar estas enfermedades también irá desapareciendo o disminuyendo la anhedonia.
Como se mencionó previamente, la anhedonia es un síntoma de otra patología o trastorno, por lo que es necesario identificarlo de base para establecer un tratamiento idóneo.
Por último, es recomendable efectuar una derivación al psiquiatra, nutricionista, y de ser posible a algún entrenador(a) físico para trabajar en conjunto.
Matar mi juventud con dagas ansiosas; ostentar la librea extravagante de esta edad mezquina; dejar que cada mano vil se hunda en mi tesoro; trenzar mi alma al cabello de una mujer y ser sólo un siervo de Fortuna. Lo juro, ¡no me agrada! Todo eso es menos para mí que la fina espuma que se inquieta en el mar, menos que el vilano sin semilla en el aire estival. Mejor permanecer lejos de esos necios que con calumnias se burlan de mi vida, aunque no me conozcan. Mejor el más modesto techo para abrigar al peón más abatido que volver a esa cueva oscura de guerras, donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.
Tedium Vitae (Tedio por la vida), Poema de: Oscar Wilde (1854-1900)
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La palabra empatía, tal como aparece en frases motivacionales en redes y como se usa a diario, siempre me ha resultado sosa. Una versión desteñida y secular de lo que en otros tiempos se llamaba amor. Tanto, que he intentado darle un sentido menos pueril asumiendo que se refiere a la aprehensión de las circunstancias emocionales despertadas por determinada vivencia en determinado sujeto. Una versión intelectualoide del mal usado “Ponerse en los zapatos del otro”, que también resulta ser la frase favorita y menos clara para definir el término. Punto aparte.
Lo interesante
Resulta ser que en búsqueda de cuestiones más profundas, que colocaran la emoción humana y su comprensión cotidiana en un espacio un poco más importante, encontré una definición interesante que linkeo y pasaré a explicar a continuación:
La aproximación primera es bastante sencilla. Básicamente empatía no es lo mismo que simpatía; es la comprensión íntima y asimilación de la situación existencial de otro. Bien. Palabras de leguleyo que funcionan en cualquier corte.
Y ¿La promesa de novedad?
¡Empatía no significa empatía! No como la conocemos popularmente. No hasta mil novecientos y pico. En principio, la usaba Galeno escrita así: ἐμπάθεια (/empátheia/), significa «sentimiento/dolencia (pathos) intenso». Y dos siglos antes, Aristóteles, llamando ἐμπαθής (/empathḗs/) a los apasionados. Con todo el sentido del mundo, en es ‘dentro’; y páthos, ‘sentimiento’.
Poquísimo tiene que ver con ser comprensivo y escuchar al otro.
¡Ah! El alemán.
Sucede que el estructuralista Titchener (americano de nacimiento e hijo intelectual del Wundt) importó a los Estados Unidos el término alemán einfühlung (empatía), desarrollado por Theodor Lipps en Psychologische Untersuchungen (Investigación Psicológica, 1907), como empathy.
Einfühlung (Se lee algo así como ainfiulõn) Es un término introducido a la existencia por Vischer.
¿Podemos realmente? ¿En cada situación? ¿Con cada persona?
Vischer era un poeta. Tenía la teoría de que el arte implica dos cuestiones: (1) una idea y (2) su manifestación. Así, la estética radica en el rescate de la idea pura, porque la cuestión de ‘manifestación’ se envilece con el tiempo. Desarrolla una extensa disertación sobre estos términos en su libro: Ueber das optische Formgefühl: ein Beitrag zur Aesthetik (Sobre el sentido óptico de la forma: una contribución a la estética, 1873) a tal punto que, sin haber acuñado un término específico, se le considera el originador del concepto primigenio de empatía: ‘sentimiento introducido’ por el hombre en los objetos que observa.
Embanderando la empatía
Sin embargo, es importante saber que el verdadero creador de la palabra (en alemán, al menos) es Hermann Lotze. En su libro Mikrokosmus, quince años antes de Vischer (1858), define la einfühlung como una traducción del término ἐμπάθεια referido a la ‘animación’ (de ánima) artificial de los objetos al atribuírsele emociones. Este es el concepto de empatía que atravesó el atlántico con Titchener.
Estética y psicología
Volviendo al tema de la estética, en las traducciones de textos freudianos, einfühlung (empatía) se refiere al ‘sentimiento introducido’ por un hombre en otro: la ‘proyección psicológica’. Así es que la difusión de los escritos psicoanalíticos, hizo popular la referencia de la palabra para el estado emocional de un sujeto observado por otro.
Se trasladó el término estético a el análisis psicológico y, desde ahí con mucha facilidad al uso cotidiano, que no distingue diferenciación entre empatía afectiva y cognitiva. La primera referida al sufrimiento conjunto con el padeciente y la segunda, a la comprensión intelectual del sufrimiento.
El uso popular y actual del término está más incluso más alejado de otros más especializados: en 1895, Lasswitz llamaba einfühlung a la “propiedad física del sistema nervioso análoga a la capacitancia eléctrica relacionada con el sentimiento”.
Por supuesto, todas las frases motivacionales con intenciones optimistas que existen en las redes tienen alguna verdad dentro, pero no debería significar esto la tolerancia sobre la manipulación de un término y su extrapolación a cuestiones más profundas que aquellas que su definición reclama. El psicópata puede ser tan empático como un santo porque su capacidad de leer emociones no está limitada. Empatía no es bondad, ni amor, ni bien.
Goethe. Retratado como si acabara de leer las frases motivacionales de arriba.
Pequeña nota sobre H. Lotze:
Pensador alemán de mitad del siglo XIX, sostiene la conciliación entre mecanicismo y espiritualismo teísta en armonía. En Mikrokosmus defiende la realidad como el resultado de tres cuestiones: leyes universales, realidades captadas por la percepción y plano cósmico (los valores, que unifican conceptos).
Referencias
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Wikipedia contributors. (2021, 30 junio). Edward B. Titchener. Wikipedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Edward_B._Titchener
La palabra “personalidad”, tiene muchas aplicaciones en la vida cotidiana, es así que podemos escuchar expresiones como “tiene personalidad”, refiriéndose a la fuerza de voluntad que tiene una persona, como si fuera algo que se puede o no se puede tener, pero nada más alejado de su naturaleza real. Sobre su significado aún no existe un concepto definido, pero queda claro que está relacionada con características propias de un individuo que pueden evidenciarse a través de la conducta. Es así que la palabra personalidad es el resultado de la combinación de persona y esencia, que ha sido abordada a través de los años desde diferentes perspectivas, como la teología, la filosofía y el derecho; siendo la psicología la ciencia que más ha profundizado en su estudio a través de sus diversos planteamientos. La psicología comprende a la personalidad como un conjunto de cualidades propias, en función del desarrollo de cada individuo y a partir de características ambientales, biológicas y sociales. Asimismo, existen dos aspectos esenciales para una mejor conceptualización de este término, como son: el temperamento de naturaleza genética o emocional; y el carácter que responde más a factores externos como la moral y la experiencia de cada sujeto. Lo cierto es que existen muchas teorías sobre este concepto, que han sentado las bases de lo que hoy conocemos en psicología como personalidad. A continuación, hablaremos un poco sus principales enfoques y como han aportado al desarrollo de este concepto.
Análisis de las teorías de la personalidad
Respecto al análisis de las diferentes teorías de la personalidad, encontramos seis teorías. Primero, la teoría psicodinámica que tiene como representante a Sigmund Freud y posee tres perspectivas desde las cuales trata de explicar la personalidad. La primera comprende tres estructuras: el ello que es totalmente inconsciente y responde al principio del placer; el yo entre lo consciente y lo preconsciente que responde al principio de la realidad; y el superyó representado por el consciente y que responde al componente moral. La segunda plantea cinco etapas psicosexuales: la etapa oral en la que el bebé obtiene placer al succionar el pecho de la madre; la etapa anal en la que el niño obtiene placer en la expulsión y retención de las heces; la etapa fálica en la que los niños descubren sus genitales; la etapa de latencia en la que se pierde el interés sexual; y la etapa genital, en la que el adolescente puede satisfacer sus deseos sexuales reprimidos. Asimismo, su forma de evaluación estaría dada por manchas o tintas, dibujos, recuerdos, técnicas verbales y de ejecución. Segundo, la teoría fenomenológica tiene como representantes a Carl Rogers y Gordon Allport. El primero sostiene que la personalidad se construye al cumplir metas positivas, con componentes benéficos, y que existe una tendencia a la realización. Por su parte Allport está de acuerdo en que debe existir una motivación, pero no positiva, sino sexual y solo en determinadas etapas; que los motivos de la persona reflejaran su madurez; y que el “yo” es un aspecto que se desarrolla a lo largo del tiempo. A su vez, esta teoría utiliza como instrumentos para medir la personalidad: estudios de casos y entrevistas no estructuradas. Tercero, la teoría de los rasgos tiene como principales representantes a Raymond Cattel y Hans Eysenck. El primero agrupo los rasgos en cuatro formas: comunes contra únicos; superficiales contra fuentes; constitucionales contra moldeados por el ambiente; y dinámicos contra habilidad y temperamento. Por su parte Eysenck agrupo los rasgos en tres dimensiones: introversión, extroversión y neuroticismo. Los instrumentos de evaluación más conocidos son el 16PF, el MMPI, el CPI, el PIC, entre otros; que evalúan la personalidad de niños, adolescentes y adultos, tomando como referencia los rasgos y dimensiones en los que se basa esta teoría. Cuarto, la teoría conductual tiene como representantes a John B. Watson y B. F. Skinner, y propone que el comportamiento humano está decidido por las experiencias, y es producto de la estimulación externa. La postura de Watson es que la observación y la modificación de la conducta son la vía de acceso al interior de la mente humana. Por su parte, Skinner nos dice que el ser humano aprende producto de su medio ambiente, donde existen estímulos o refuerzos de la conducta. Asimismo, Hull sostiene que los estímulos forman lazos y por consiguiente los hábitos; y divide los impulsos en primarios o fisiológicos que suceden al interior del organismo, y secundarios que son los que se adquieren a causa de los primeros. Quinto, la teoría cognoscitiva de Walter Mischel, Bandura, Rotter y Kelly, nos dice que la conducta individual está más allá de un simple resultado de los rasgos y que dependen de las situaciones, es decir que la personalidad no es estable y cambia dependiendo de cada situación en particular. De modo que la conducta es el resultado del razonamiento de la persona, respecto de la persona y del medio ambiente que lo rodea. Mischel expone que las cualidades del individuo tienen un efecto en el ambiente y que estas cualidades son complejas y pueden variar. Bandura, sostiene que la autoeficacia es el desempeño interno que nos da la capacidad de manejar situaciones complicadas con buenos resultados. Rotter nos dice que la conducta responde a las metas y a la autoregulación. Kelly plantea el constructo en la personalidad como la anticipación la interpretación y el significado de los sucesos, que permite diferenciarnos de los demás. Respecto a sus instrumentos de evaluación Rotter presenta una escala que evalúa las expectativas generalizadas de la persona y su control interno o externo del reforzamiento. Sexto, la teoría integradora de la personalidad, como su nombre lo dice integra todas las teorías antecesoras en un significado más amplio, esto debido a que explicar la personalidad desde una de las teorías es limitarla porque todas las teorías en sí mismas aportan en gran medida a su conceptualización. Su principal propuesta es el “modelo evolutivo de Millon”, que incluye aspectos cognitivos, conductuales y biológicos; y la perspectiva nomotética que trata diferentes aspectos de forma general, y la ideográfica que trata de las diferencias individuales. También resaltan los cinco factores o dimensiones que tiene como instrumento de evaluación el BFQ; y el modelo de los Siete Factores de Cloninger. Los instrumentos de evaluación de esta teoría propuestos por Milton son el MCMI-III, el MACI para adolescentes y MIPS para adultos.
En relación a las semejanzas y diferencias de estas teorías. La teoría psicodinámica coincide con las demás teorías al sostener que la personalidad es el resultado de las fuerzas psicológicas que se dan dentro de cada persona, pero contradice las demás teorías al basarse en los impulsos sexuales; y porque sus instrumentos de evaluación de la personalidad son muy subjetivos. Por otro lado, la teoría fenomenológica, se diferencia de la primera al basar su enfoque en la motivación positiva y a su desarrollo a lo largo de la vida hasta alcanzar niveles superiores de funcionamiento, y al tener instrumentos de evaluación más fiables; pero se asemeja a la teoría de Freud cuando acepta la teoría sexual como una causal de motivación, aunque no durante toda la vida, ya que la motivación tiene que ver con la madurez de la persona. En otro orden, la teoría de los rasgos difiere completamente de la primera y de la segunda, al tratar la personalidad como las características propias de cada persona basada en sus rasgos, su estabilidad emocional y el ser más impulsivo o reservado; y porque sus instrumentos de evaluación responden al método científico. Por su parte en la teoría conductual y cognitiva, si bien la teoría cognitiva se basa en los procesos cognitivos (atención, percepción, memoria, entre otros), el conductismo se basa en el estudio de la conducta humana a partir de los procesos observables y cuantificables (estímulo-respuesta). Otra diferencia destacable son su perspectiva de la personalidad; ya que la teoría cognitiva parte de la introspección y de estímulos internos como el pensamiento y los sentimientos. Mientras que el conductismo basa el comportamiento del ser humano en la experiencia a través de estímulos externos. Por otra parte, la teoría cognitiva nos dice que la personalidad es cambiante de acuerdo a cada circunstancia en específico, mientras la teoría conductual nos señala el estímulo respuesta en una circunstancia premeditada. Finalmente, la teoría integradora es la conjunción de todas las teorías de la personalidad, por lo que se asemeja a todas al tener aspectos de todas las teorías en general, y se diferencia de todas al no ser una teoría limitada sino englobadora.
Conceptos que nos ayudan a entender mejor que es la personalidad
Cuando se busca explicar el comportamiento o la forma de ser de una persona, no solo se habla de personalidad, sino de otros conceptos que también se han venido utilizando para explicar las características particulares de alguien en específico. Según Schultz y Schultz (2010), “La respuesta más completa que podríamos sugerir es que todas las teorías hablan de factores que influyen, en cierta medida, en la configuración de nuestra personalidad. Cada teórico ha aportado piezas vitales para armar el rompecabezas”. (p.p. 470). Es así que en la actualidad el concepto de personalidad es uno de los más discutidos en el ámbito de la psicología, esto debido a su naturaleza complicada y de difícil definición, por lo que al buscar el contraste de las teorías aceptadas para lograr a futuro un concepto completo y de alcance general, surgen conceptos que nos van a ayudar a definir y fundamentar su verdadero significado.
Respecto a las definiciones científicas, encontramos el temperamento, el carácter, la inteligencia y la conducta, como conceptos de factor genético psicológico y ambiental que influyen sobre la estructura de la personalidad. En primer lugar, el temperamento implica el factor genético. Según Cerdá citado por Allport y luego por Montaño y otros, (2009), “el temperamento es un fenómeno naturalmente emocional, es decir, que se puede presentar a causa de factores genéticos o hereditarios” (s.p.). Segundo, en relación al factor psicológico, relacionado al nivel de afrontamiento del estrés, podemos relacionar este factor con el concepto de inteligencia respecto a los procesos cognitivos, la cual se determina por la eficacia con la que el sujeto trabaja por una meta, teniendo como influencia la herencia y el aprendizaje. Como nos menciona Schultz y Schultz (2010), “Allport decía que somos reflejo de la herencia y también del ambiente. La herencia proporciona la materia prima (psique, inteligencia y temperamento), y las condiciones del entorno la moldean, expanden o limitan” (p.p. 480). Tercero, el concepto de carácter, que implica el factor ambiental. Según Montaño y otros (2009), “El carácter es una combinación de valores y sentimientos que un individuo va adquiriendo a lo largo de su desarrollo a través de la interacción, condiciones y circunstancias externas, además difiere en cada individuo de acuerdo con su forma o punto de vista de interpretar la realidad humana” (p.p. 86). Finalmente tenemos el concepto de conducta que es la manifestación del temperamento, el carácter y la inteligencia. Según Montaño (2009) en su explicación de la teoría cognitiva de la personalidad, “la conducta está guiada por la manera como se piensa y se actúa frente a una situación” (p.p. 96).
Para finalizar, considero que los enfoques de la personalidad que más han aportado en el desarrollo del concepto de personalidad se encuentran en los que surgen en la etapa científica o moderna, ya que permiten proceder a la formulación de modelos hipotéticos que cada día se acercan más a un concepto concreto de personalidad, y porque visualizan a la psicología como una ciencia, esto debido a que la psicología como una ciencia nueva, debe buscar la consolidación, por lo que el concepto de personalidad debe construirse a través de teorías que puedan ser comprobadas en un proceso sistemáticamente organizado bajo el método científico, que explique y diseñe teorías que permita probar una hipótesis. Por otro lado, este concepto aún no está definido, debido a que existe una gran controversia en torno a un concepto concreto, por lo que en la actualidad se busca contrastar todas las teorías aceptadas en la llamada teoría integradora, y así lograr un concepto completo que se acerque de forma general a lo que significa personalidad en un sentido amplio y sobre todo científico.
En relación a la teoría integradora de la personalidad, es el resultado de una comunidad científica que no se pone de acuerdo en un concepto final de personalidad, por lo que esta teoría se plantea la elaboración de un modelo de personalidad amplio que considere a las principales teorías, debido a que como nos explica Montaño y otros (2009), “la personalidad no podrá limitarse a describir o explicar el temperamento, el carácter (el self) o la inteligencia, al consciente o al inconsciente, a las conductas observables o a las internas, ni a las diferencias o semejanzas”. (p.p. 99). Un ejemplo de esta teoría es el “modelo evolutivo” de Millon (1990), que atribuye variables cognitivas, conductuales y biológicas a la personalidad. De esta manera se concluye que, la personalidad no debe limitarse a estar determinada por una teoría, sino que su conceptualización debe ser el resultado de su construcción a lo largo del tiempo, en la fusión de todos los enfoques, para darnos una visión mucho más acertada y más amplia sobre su gran variedad de planteamientos y su metodología en la evaluación de sus componentes.
Respecto a si considero que el concepto de personalidad seguirá evolucionando, es un rotundo sí, ya que más allá de del factor biológico y psicológico, la personalidad también se guía por un factor social y recordemos que la sociedad va a seguir siempre en constante evolución, por lo que siendo la personalidad algo que se basa en este factor social, va a tener que seguir dilucidando nuevas teorías de las nuevas formas de ser que puedan darse en el futuro. Un ejemplo de esto son las investigaciones en base a contextos sociales, respecto de un grupo de una edad en específico, como nos da a conocer Schultz y Schultz (2010), que nos habla de las investigaciones en una población de hombres, de raza blanca, pertenecientes a culturas occidentales y los jóvenes entre los 20 a 25 años, “Tienden más a consumir drogas, a fumar, a beber alcohol, a conducir a gran velocidad, a tener relaciones sexuales con mucha frecuencia, a apostar, a correr riesgos físicos y a viajar a lugares peligrosos, en lo tocante a su personalidad suelen ser egocéntricamente extrovertidos, independientes, asertivos, no conformistas y desinhibidos para expresar sus emociones…”. (p.p. 445).
Fuentes
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La autoestima es un concepto que nos llama a valorarnos de una forma muy personal, en donde esta valoración puede darse de forma positiva o negativa, debido a que como seres humanos sentimos y pensamos de una manera propia y podemos guiarnos de un buen o un mal autoconcepto. La dignidad en cambio, como un concepto antecesor, nos da cuenta del valor de ser un ente moralmente autónomo que merece respeto y que goza de libertad, dilucidándose como el reconocimiento universal del valor humano desde tiempos antiguos. Es así que la autoestima y la dignidad se unen, y valorarnos deja de ser totalmente un concepto individual y psicológico, para ser un hecho religioso, filosófico y de derecho, que se ha desarrollado dentro de la humanidad como comunidad y que ha hecho posible que vivamos en sociedad. En la actualidad, la dignidad es un derecho fundamental y es la base de la sociedad. El Estado a través de su regulación normativa, tiene la obligación de garantizar un ambiente idóneo en el que todas las personas podamos vivir con dignidad y aprender a tomar consciencia de nuestro valor humano, es decir a tener autoestima.
Cuando una persona no tiene una buena autoestima, generalmente se relaciona a conceptos que nos proporciona la psicología, como un autoconcepto negativo de sí misma o la falta de autoaceptación que no le permite ser consciente de su especial naturaleza, pero ¿Acaso solo la psicología aborda este problema? La respuesta es no, ya que existen otras áreas de estudio como la filosofía, la religión y el derecho, que abordan el valor de la persona desde otro punto de vista muy similar a la autoestima, como es el de la dignidad. A continuación, explicaré el valor humano desde el concepto de la dignidad, sus orígenes, y su relación con la autoestima, agregando a esto algunas reflexiones a seguir frente a posibles pensamientos negativos que puedan estar rondando tu mente. Después de leer este artículo no va a quedarte duda de que eres un ser valioso, especial e irrepetible y que solo falta que tú te des cuenta de ello.
El concepto de dignidad humana
Como concepto general, la dignidad es el valor único, insustituible e intransferible que posee toda persona humana, es la base de todos los valores superiores y se fundamenta en la autonomía moral de la persona, característica que lo hace especial de entre otros seres vivos. Según Kant, “la dignidad tiene un valor intrínseco en la persona moral y este valor no admite equivalencias”.
La dignidad es un valor interno que no puede desprenderse de la persona, que tiene valor pero que no tiene precio y que está ligada a la libertad de poder hacer lo que pensamos y lo que sentimos, esto dentro de los límites del ordenamiento jurídico y los principios morales ya establecidos, porque como seres humanos somos poseedores de la autonomía moral, que no es más que la capacidad que nos hace valorar situaciones de carácter moral y tomar decisiones.
La moral como base de la dignidad
El término “moral”, fue rescatado por los romanos y tiene sus raíces en el término griego “ética”, así que podemos decir que son términos equivalentes. Entonces, la moral se refiere a las expectativas o ideales que acogemos como correctos, respecto de nuestra comunidad, en torno a situaciones particulares que necesitan ser evaluadas en base a un criterio propio, para convivir en armonía. Es así que la moral es un modo de vida en la cual podemos ser buenos o malos.
Respecto a esto Cortina (2013) menciona que:
“Todos los seres humanos son más o menos altos o bajos, todos son morenos, rubios o pelirrojos, todos pesan más o menos, pero ninguno carece de estatura, volumen o color. Igual sucede con la ética, que una persona puede ser más moral o menos según determinados códigos, pero todas tienen alguna estatura moral”. (s.p.).
La moral se imprime en la dignidad, como la libertad que posee el ser humano, de hacer lo correcto de acuerdo a las circunstancias y a su conocimiento. Este es responsable de sus decisiones, sean buenas o malas y siendo la autonomía moral eso que nos hace especiales y que ningún otro ser vivo posee. Para más exactitud Cortina (2013) nos explica lo siguiente, “el núcleo del mundo moral consiste en reconocer, estimar, proteger y empoderar a los seres que merecen ser reconocidos como valiosos por sí mismos y, por lo tanto, tienen dignidad y no precio”. (s.p.).
La autonomía moral, es la esencia del concepto de la dignidad y significa que los seres humanos somos especiales porque en la libertad que nos otorgan nuestras facultades, como adquirir conocimientos y ser morales, para hacer lo correcto o incorrecto, reposa el valor de la dignidad, que nos hace dignos y merecedores debido a nuestra naturaleza humana, de entre otros seres vivos que conocemos.
Antecedentes de un concepto precursor de la autoestima
La historia de la dignidad empieza con el desplome de las jerarquías sociales, que solían ser la base del honor. Relacionado antiguamente con la desigualdad, tenía honor él que había sido reconocido públicamente, él que por alguna cualidad tenía el respeto de todos o él que era una persona moralmente correcta, por lo que era esta cualidad moral la que impulsaba a una persona a actuar dentro de lo permitido. Taylor (2010) nos dice, “Es obvio que el concepto de la dignidad es el único compatible con una sociedad democrática, y que era inevitable que el antiguo concepto del honor “cayera en desuso”. (s.p.).
La dignidad a diferencia del honor, se emplea en un sentido universalista e igualitario, en donde el honor le abre paso a la dignidad, como un concepto moderno que reconoce el valor de la persona de forma igualitaria para todos, es decir, todos somos dignos, todos somos valiosos sin importar nuestra apariencia física, nuestra condición social u otros factores, somos dignos porque somos humanos.
Más adelante sucedería la Segunda Guerra Mundial, en donde se dieron a cabo hechos aberrantes, y es debido a los abusos cometidos y a un mundo conmocionado, que se renueva la teoría institucional que le dio a la dignidad humana el perfil de un principio constitucional y un derecho fundamental. En relación a esto Landa (2000) opina, “Después de la guerra, la dignidad de la persona y sus derechos humanos se convirtieron en el pilar vertebral de la nueva forma de organización democrática del Estado y de la comunidad internacional”. (p. 12).
La historia de la dignidad se basa en la lucha por el reconocimiento de la misma, como nos refiere Cortina (2013), “Han sido innumerables las revoluciones de los esclavos, los pobres y miserables, los siervos, las mujeres, los negros y los indígenas para lograr ser reconocidos como personas dignas de respeto, pertrechadas de una identidad que merece igualmente respeto”. (s.p.).
El respeto de la dignidad de las personas, es la base de una sociedad, en la que prima el respeto, la igualdad y la justicia.
El valor humano desde el punto de vista de la religión
La idea de dignidad nace en el cristianismo, en la concepción de que el hombre es una creación de Dios, hecha a su imagen y semejanza. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “el hombre como creación, une al mundo material y espiritual y por lo tanto tiene la dignidad de la persona, ya que no es solamente algo, sino alguien”. Es relevante destacar que hablamos de hombre porque según la religión católica Dios creó primero al hombre y luego a la mujer, por lo que capítulos más adelante, se observa lo siguiente, “Ser hombre y ser mujer es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador (cf. Gn 2,7.22). El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, «imagen de Dios». En su «ser-hombre» y su «ser-mujer» reflejan la sabiduría y la bondad del Creador”.
Además de agregar que el hombre y la mujer son los únicos que tienen el conocimiento y el amor en la vida de Dios, se hace referencia a su capacidad, como lo que hace de estos seres especiales, terminando con lo siguiente, “Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad”.
El valor humano desde el punto de vista de la filosofía
El humanismo, un movimiento propio del Renacentismo, enfatizó la dignidad y la autonomía del hombre a través de la “dignitas homitis”, que define al hombre como un mundo interior que se sostiene en una forma de ser indeterminada, lo que lo hace autónomo, libre y responsable de sus actos, por lo que es capaz de modelar su propia naturaleza humana. Asimismo, se planteó la idea de este valor en la ley natural, una corriente de la filosofía y el derecho que postula la existencia de derechos fundamentales determinados en la especial naturaleza humana, ya que en cuanto a las relaciones inter humanas, esta corriente exige el respeto de la dignidad de cada persona, porque esto dará lugar al bien común de la sociedad, teniendo como base el respeto de la libertad y de la vida. En este contexto es importante resaltar a Kant, según el cual los seres humanos merecen un trato especial que posibilite su desarrollo como persona, en este sentido kant afirmaba, “el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos”.
Para un mejor entendimiento Cortina (2013), nos dice lo siguiente, “Hay seres que no deben estar jamás en el mercado, seres a los que no se les puede fijar un valor de cambio, porque no hay nada equivalente por lo que podrían intercambiarse. Valen por sí mismos, no para otras cosas. Tienen dignidad, y no un simple precio”. (s.p).
El valor humano desde el punto de vista del ordenamiento jurídico
Los derechos humanos tienen como base a la dignidad, valor que asume como un fin en sí mismo. La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo primero nos dice lo siguiente, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
En base a esta premisa, delitos como la trata de personas quebrantan la dignidad de la persona, pues le otorgan un precio, lo cual es inaceptable bajo el concepto de la dignidad. Como personas podemos dar marcha a nuestro proyecto de felicidad siempre y cuando respetemos la normativa legal y los principios morales, que buscan la convivencia en base a la dignidad y que nos llaman a practicar el respeto, la tolerancia y la libertad como valores supremos, en donde a partir del diálogo podamos relacionarnos a pesar de nuestras diferencias y nos ayuden a construir una sociedad moral y justa, donde la persona humana es valiosa y la dignidad es el eje central de la sociedad, del Estado y de nosotros mismos.
En en Perú, la Carta Magna también tiene a la dignidad como base fundamental del espíritu de las normas. El artículo primero del Capítulo I Derechos Fundamentales de la Persona, del Título I de la persona y de la sociedad de la Constitución Política del Perú de 1993, nos señala que “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Es así que el Estado reconoce el valor intrínseco de la persona, por lo que garantiza su realización plena, otorgándole las mismas capacidad y posibilidades de derecho a todos los peruanos.
La autoestima y la dignidad, dos conceptos de valor
La autoestima está comprendida como el amor propio que se tiene una persona en sí misma. Respecto de esto Branden (1987) nos dice lo siguiente, “La autoestima consiste en tener confianza en nuestra capacidad de pensar, de afrontar los desafíos de la vida y en nuestro derecho a ser felices. El sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos”. (p. 21).
El reconocimiento mutuo de la dignidad, de la necesidad de amor y estima es indispensable para llevar adelante una vida buena y feliz, relacionándose a la autoestima como una pieza más grande, en donde la dignidad es la base, impuesta por corrientes del pensamiento a lo largo de la historia de la humanidad, y la autoestima es la última esfera, en donde el derecho a través del Estado nos conmina a valorarnos desde el interior humano, de la forma en la que se nos ha reconocido por ser nuestro derecho.
En relación a la dignidad y de la necesidad de su reconocimiento Cortina (2013) opina, “Si los demás no se lo reconocen, tienen conciencia de ser injustamente tratados y ven mermada su autoestima”. (s.p.). Por lo que el ser tratados con dignidad y el tener una vida digna, va a significar una buena autoestima a lo largo de nuestra vida, ya que nos vamos a saber valiosos y vamos a internalizar este concepto dentro de nosotros mismos hasta convertirlo en auto valoración y amor propio, es decir en autoestima.
Para finalizar, la autoestima es un concepto de suma importancia, pero es en la dignidad que vamos a encontrar el fortalecimiento de este amor propio, ya que nos va a permitir ser conscientes del valor que poseemos y de lo que merecemos. Valorarse uno mismo, es cuidarse de lo malo y permitirse una vida buena y feliz, es estar dispuesto a compartir momentos solo con las personas que vean en ti el valor que tu ves en ti, y apartarse de las que no lo hagan, porque todos somos dignos de ser amados y valorados de la forma en la que esperamos.
Cierra los ojos y mírate, abrázate con fuerza, reconcíliate contigo mismo y recuerda que el hecho de no reconocer que eres valioso te puede negar la posibilidad de saber cuando otra persona lo haga, por lo que debes tener en claro que, si no te tratas con amor, no vas a saber cuando otra persona lo haga. Quien mejor que tú para acariciarte el alma y darte el trato y el reconocimiento que como ser humano, por naturaleza y por derecho te mereces.
Bibliografía
Branden, N. (1987). El poder de la autoestima. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica.