Trastornos depresivos en niños y adolescentes

Es muy importante tomar en cuenta la conducta de nuestros niños y adolescentes, porque la depresión es un trastorno afectivo cada vez más frecuente en la sociedad, y ellos también puede pasar por esta situación, no obstante, su manifestación puede ser un poco distinta. Una persona podría sentirse triste y no significa que tenga depresión, sin embargo, la intensidad y frecuencia de dicha imitación son indicadores que deben tenerse en constante atención. El estado de ánimo decaído que dura semanas o meses, limita al niño o adolescente en su capacidad de funcionar con normalidad; es un signo de alerta. Los síntomas pueden aparecer sea cual sea la edad. Por ejemplo, en lo niños prepuberales se muestra irritabilidad, rabietas, o incumplimientos de normas, quejas somáticas, afecto reactivo, incluso comorbilidad con ansiedad o TDAH.

Los trastornos depresivos afectan a personas de cualquier edad, condición económica y nivel cultural, y suponen un gran coste para el individuo, la familia, el sistema sanitario y la comunidad en general. Asimismo, los estudios sobre prevalencia, diagnóstico y tratamiento de la depresión en la población infantil y adolescente pueden tener resultados variables, debido a la dificultad diagnóstica en esta edad, los criterios diagnósticos empleados o las técnicas de entrevista utilizadas. Dadas las peculiaridades de la depresión en la infancia y la adolescencia, se debe disponer de profesionales en atención primaria y en salud mental infanto-juvenil, que tengan formación y experiencia en el manejo del trastorno en estas edades, y contar con los recursos necesarios para su diagnóstico y tratamiento.

Hoy en día, la depresión durante la infancia continúa siendo infradiagnosticada, lo que se traduce en un mayor número de complicaciones y comorbilidades, así como el aumento del riesgo de cronicidad o de la aparición de enfermedades psiquiátricas en la edad adulta. A diferencia de los adultos, la depresión en los niños no se manifiesta tanto como un estado de ánimo alterado identificado claramente por el paciente, sino como un conjunto de síntomas variables en función del estado evolutivo, que abarcan desde alteraciones conductuales (conductas delictivas, agresividad, consumo de tóxicos), hasta el retraso del desarrollo psicomotor, disminución del rendimiento escolar o aparición de síntomas somáticos, lo que dificulta el diagnóstico.

El diagnóstico de la depresión infantojuvenil es clínico y ha de realizarse a través de una entrevista detallada, dirigida tanto al paciente como a sus cuidadores (que investigue sobre posibles estresores desencadenantes, personales o sociales; y antecedentes, personales y familiares, de enfermedad mental) y una exploración física y analítica que permita descartar enfermedades médicas que pueden manifestarse con síntomas depresivos.

La depresión es una de las mayores causas de riesgo de suicidio; por ello, es necesario preguntar siempre por ideas autolíticas o deseos de muerte, ya que, lejos de incitarlas, podremos evitar un paso al acto.

Sintomatología

La depresión infantil tiene una sintomatología un tanto diferente a la de adultos y adolescentes. Los niños suelen mostrar:

  • Irritabilidad, más que tristeza o desesperanza.
  • Reaccionan a la mínima provocación y de una manera desmedida.
  • Tienden a minusvalorarse.
  • Desarrollan fobias.
  • Sufren alteraciones del sueño.
  • Aumento de sensibilidad ante breves separaciones.
  • Empiezan a tener problemas en el colegio, suspenden y no hacen los deberes.
  • No les interesa jugar, pierden el apetito, tienen cansancio.

Hay que tener en cuenta que son propios de la infancia, los cambios muy rápidos en el estado de ánimo, de modo que en un momento los vemos tristes e irritables y luego, jugando muy felices, casi inmediatamente. Sin embargo, estas oscilaciones no invalidan el diagnóstico de una posible depresión durante la infancia.

Tratamiento

Hay diferentes variantes de tratamiento de la depresión infantil, no obstante, siempre debe ser individualizado, tiene que adaptarse al niño y a sus condiciones. En el mismo tratamiento es fundamental involucrar a los padres para que puedan intervenir en el entorno del paciente. Se puede tratar con acción psicoterápica, que debe extenderse al entorno familiar del niño; o en los casos más severos, con un tratamiento farmacológico.

En el plano psicológico, se incluyen técnicas congnitivo-conductales con las que el niño puede modificar su comportamiento frente a diferentes acontecimientos. El tratamiento precoz es fundamental, por ello, se debe actuar en cuento salten las alarmas.

Referencias

Escamilla, I. (2012). Depresión Infantil. https://www.topdoctors.es/diccionario-medico/depresion-infantil

De Castro, P. (s/f). Depresión en el niño y el adolescente. https://www.cun.es/enfermedades-tratamientos/enfermedades/depresion-infantil-adolescente

Adolescencia: Desprenderse del yo infantil

A medida que más se ingresa a la adolescencia, más amplia se va haciendo la distancia emocional con la niñez, motivo por el cual en esta etapa suelen aparecer abruptamente episodios de tristeza, de enojo, irritabilidad, aislamiento, entre otros.

Durante las sesiones psicológicas, muchos padres y/o cuidadores se cuestionan desesperadamente por el cambio drástico en la forma de ser de sus hijos, tratando de identificar causas externas, pero en realidad, la causa base, es que los adolescentes estarían atravesando por las fases de duelo psicológico, al estar «perdiendo» en cierto modo, su imagen, identidad y forma de relacionamiento de la etapa previa, de la niñez.


La pubertad es aquella etapa que vendría a ser el puente entre la niñez y la adolescencia. Y en donde podríamos argumentar que el duelo se inicia y estanca en la fase de negación. Los púberes tienden a presentar problemas en el manejo de las emociones, aún cuando ya habían logrado cierta madurez emocional. Es la etapa en la que usualmente ya no se quiere crecer más, por lo que ronda de cerca la emoción del miedo, se vuelve a viejos apegos, aparecen dificultades para compartir, y en algunos casos el conocido «Síndrome de Peter Pan», que se caracteriza tal como el cuento, por una evasión a tomar conciencia de la nueva fase de vida, rechazándose a sí mismos. 

En esta transición de la niñez/pubertad/adolescencia, se tiene que atravesar por varios ciclos, como los son por ejemplo los cambios en el aspecto físico, psicosocial y los cambios en la relación con los demás.

Respecto a los cambios en el aspecto físico, Aberastury y Knobel (1997), lo denominan «Duelo por el cuerpo infantil», y describen que se trataría de la forma en la que los adolescentes ven todos los cambios físicos por los que atraviesan de una forma pasiva, como meros espectadores, hecho que genera una sensación de pérdida de control sobre la apariencia física. El crecimiento del cuerpo, genera en la mayoría cierta torpeza al caminar, al tener que manipular algún objeto, dado que se están acostumbrando a las distintas proximidades.

En esta etapa de vida, aparece el rechazo a verse frente al espejo o a aparecer en fotografías o videos. Esto porque no hay un entendimiento claro de los cambios físicos. Una vez una púber me dijo: «No me gustan las fotos porque me recuerdan lo distinta que soy, no me reconozco». Muchos de ellos también se niegan a mantener sus hábitos de higiene personal, en donde se vuelve un motivo de discusión constante, el «no me quiero bañar», no solo se trata de una manifestación de cierto estado depresivo (en donde se remarca el descuido al aspecto físico). Si no también de un rechazo a tener que verse desnudos, y en el camino, reconocerse. 

Un segundo tipo de duelo, se debe a cambios en el aspecto psicológico, dado que gran parte de la identidad del que hasta hace poco era niño(a) está quedando en el pasado. Y se activa la incertidumbre respecto al ¿Quién soy? Otro aspecto que influye en este duelo, se refleja de sus acciones contradictorias en sus expectativas de autonomía, un adolescente puede sentirse en la capacidad de tomar más decisiones, pero a la vez, evade la responsabilidad de las consecuencias que no esperaba conseguir. Existen más características que se alteran en este proceso de crecimiento, tales como la evolución afectivo- sexual y la inmadurez psicosocial.

Un tercer tipo de duelo durante la transición, se refiere a la forma en la que cambian las relaciones interpersonales. Es bastante sencillo de darnos cuenta, no le hablamos igual a un niño que a un adolescente, y es justamente este desprendimiento forzoso del mundo infantil lo que los motiva a desconfiar del resto. Están centrados en reconocer el nuevo lenguaje, la nueva forma de trato, las exigencias, límites, etc.

Es necesario señalar que, los padres y/o cuidadores también experimentan un duelo al dejar de tener un hijo(a) que curse la fase de niñez, en donde se podía percibir una relación más protectora, de mayor cuidado, de menos responsabilidad para los hijos(as), incluso de mayor paciencia.

Ojalá notáramos más la gran necesidad de entendimiento que tienen los adolescentes. En este periodo es donde las heridas de infancia salpican, y si no tienen a una persona con quien hablar, aprenderán a disimular socialmente, sintiendo la incongruencia que se siente al no permitirse ser, quien realmente uno es.

Ser conscientes de esto nos podría servir para incrementar la empatía, aún cuando la brecha generacional tiende a obstaculizar la comprensión. Consejería a un adolescente en terapia: «Entiendo tu temor, tristeza, enojo, es difícil dejar de vernos, de pensar, sentir y comportarnos, de la única forma a la que estábamos acostumbrados. Es un proceso que va a tomar unos años, hasta que logres adaptarte. En realidad, el niño(a) interior no tendría que desaparecer, y eso va a depender únicamente de ti. Está bien crecer, no tienes que ir tan rápido, puedes hacerlo a tu ritmo. Pero no te detengas porque hay un mundo precioso también en la mente de los adolescentes, sobre todo de aquellos que nunca dejan de ser niños(as)».

Bibliografía:
Aberastury, A. y M. Knobel (1997). La adolescencia normal. Buenos Aires, Paidós

Un verdugo llamado alcoholismo

¿Sabías que no todo lo dañino es ilegal?

Desde hace mucho tiempo tenemos una percepción errónea en cuanto nos referimos a una droga ilegal pensamos que es dañina y tóxica para la salud tanto mental como física y justificamos a las ya conocidas “drogas legales”, dentro de ellas el tabaco y el alcohol, por esta razón es que tantas personas las consumen. 

A largo plazo, el comportamiento de abuso de drogas puede convertirse en un problema con mayor probabilidad a la soledad, o incluso a menudo, con deterioro progresivo de las distintas actividades cotidianas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea: el alcoholismo es un trastorno conductual crónico manifestado por ingestas repetidas de alcohol, excesivas, respecto a las normas dietéticas y sociales de la comunidad y acaban interfiriendo la salud o las funciones económicas y sociales del bebedor.

 

La dependencia de sustancias es una enfermedad del sistema nervioso central (SNC), debida a una disfunción neurobiológica de estructuras cerebrales mesencefálicas, límbicas y corticales y de circuitos cerebrales implicados en la motivación y la conducta (Kosten, 1998; Leshner, 1997; Kalivas y Volkow, 2005).

¿Por qué los adolescentes consumen drogas y alcohol?

Los adolescentes tienden a querer experimentar y probar cosas nuevas, por un tema de aceptación social, porque piensan que los hacen más adultos o que les generará felicidad. En cierto punto, hay algo de verdad y es necesario saber que este efecto puede ser inhibidor (depresor) como ocurre con el alcohol.


¿Es lo mismo adicción que dependencia?

– Adicción: Consumo repetido de una o varias sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor (denominado adicto) se intoxica periódicamente o de forma continua, muestra un deseo compulsivo de consumir la sustancia (o las sustancias) preferida, tiene una enorme dificultad para interrumpir voluntariamente o modificar el consumo de la sustancia y se muestra decidido a obtener sustancias psicoactivas por cualquier medio.


Drogas y Alcohol En Los Adolescentes y Sus Consecuencias

-Dependencia: En sentido general, estado de necesitar o depender de algo o de alguien, ya sea como apoyo, para funcionar o para sobrevivir. Aplicado al alcohol y otras drogas, el término implica una necesidad de consumir dosis repetidas de la droga para encontrarse bien o para no sentirse mal. En el DSM-IIIR, la dependencia se define como un grupo de síntomas cognitivos, fisiológicos y del comportamiento que indican que una persona presenta un deterioro del control sobre el consumo de la sustancia psicoactiva y que sigue consumiéndola a pesar de las consecuencias adversas. Equivale, más o menos, al síndrome de dependencia recogido en la CIE-10 (ICD-10). En el contexto de la CIE-10 (ICD-10), el término dependencia podría referirse en general a cualquiera de los componentes del síndrome. Este término se intercambia a menudo con el de adicción y alcoholismo.

Infografía. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prendió las alarmas, luego de su último informe sobre el consumo de alcohol en América. Para 2010, Paraguay lidera la lista con 33,9% de la población que ha tenido este tipo de episodios, seguido por Venezuela con 24,3% y Perú con 13,5%. 

¿Cómo apoyar a sus seres queridos con trastornos por consumo de alcohol?

El principal soporte emocional para una persona con dicho trastorno será su familia, siento un participante activo en sus actividades diarias, tener mucha paciencia y celebrar por muy mínimo que sea, todas sus victorias y sobre todo el auto cuidarse, ya que las personas de padecen de dicho trastorno pueden ser agresivas o estar a la defensiva.

PALABRAS CLAVES: ALCOHOLISMO, ADOLESCENCIA, FAMILIA.

Referencias bibliográficas

  1. Organización Mundial de la Salud. Glosario de trastornos mentales y guía para su clasificación. Ginebra,1976.
  2. González R. Variedades de alcoholismo. Rev Hosp Psiquiátr La Habana 1983;24(4):523-9.
  3. https://gestion.pe/tendencias/peru-tercer-pais-consume-alcohol-region-96077-noticia/?ref=gesr
  4. Glosario de términos de términos de alcohol y drogas.

¿Por qué es importante llevar a mi hijo adolescente a la psicóloga?

La etapa de transición de vida de la niñez a la adolescencia es una fase compleja, como puente está la pubertad. El otro día pensaba que todos vivimos cierto duelo al dejar de ser niños, y al mismo tiempo, lo viven nuestros padres y/o cuidadores, quienes nos acompañan en el proceso.

De un día al otro, los padres caen en cuenta que sus hijos tienen decisiones propias, que están muchas veces buscando diferenciarse de las ideas impartidas, que son diferentes a lo que fueron, que empiezan a retarlo todo.

Escribir sobre mis pacientes adolescentes, me hace pensar en lo increíble que resulta ver el miedo en su mirada, ese miedo de sentirse inadecuados. Es terreno nuevo para ellos asumir esta nueva identidad, y solo están tratando de protegerse. Los adolescentes sienten miedo de no ser aceptados, y ya no solo se trata de su familia, el rol social empieza a cubrir una gran importancia.

Se miran a sí mismos, y están diferentes, comienzan a aparecer cambios en su aspecto físico, que con el tiempo irán entendiendo. Pero lo más complejo es lo abstracto, el plano psicológico, su mente cambia, inician un proceso de creación, en base a las experiencias. Se trata de una transformación creadora de la interpretación que le fueron dando a sus acontecimientos de vida, este es un proceso sujeto a constantes auto- críticas, lo que los hace pasar de fases inhibitorias a fases de bloqueo en cuestión de segundos.

Mis pacientes adolescentes, vienen con una armadura a la primera cita, y están la mayor parte del tiempo a la defensiva, he notado que están cansados de esa comunicación vertical. Entonces, lo primero que hago, es colocarnos en una misma posición: «Vamos a conocernos, entonces haremos un juego de preguntas, puedes preguntarme lo que tu desees, y luego de responderte, será mi turno de preguntar, ¿Estás de acuerdo con iniciar de este modo?», sus preguntas son claves, podemos iniciar hablando de cine, música, de arte, de sus mascotas, de sus pasatiempos, de cosas de las que realmente les interesa hablar, y que a mi realmente me interesa escuchar.

Me encantaría que los padres vieran ese primer desenlace, los adolescentes se sienten escuchados, no hay juicios, se siente un suspiro de alivio, y de pronto, compartimos algo de música, o vemos por minutos algunas escenas de películas o series importantes para ellos. Casi siempre, luego de eso, nos vamos al patio, jugamos con las mascotas, las alimentamos, o subimos a hornear galletas, o a pintar un poco, a jugar videojuegos.

Y es allí, en ese ambiente desestructurado, donde se comienzan a mostrar como son, una vez retirada la armadura, se ve su indefensión, sus pensamientos comienzan a ordenarse, empiezan a retomar el permitirse sentir, el permitirse simplemente ser. Es un requisito fundamental analizar sus procesos psicoafectivos y su vinculación.

Soy tan afortunada de que me permitan ser espectadora mientras se quitan la máscara, muchos de ellos refieren no sentirse comprendidos, percibirse solos, alejados de los demás, distantes. Eso me permite explicarles que los padres aún son niños grandes, que ellos también vivieron esa transición, y cuando les confieso, «¿Sabías que papá, mamá, también están asustados? Esto también es nuevo para ellos, que estén teniendo problemas de comunicación y confianza, no significa que no esté presente el amor, tus padres están aquí, contigo, para que podamos ayudarlos a entenderte. Ellos están dejando de lado su orgullo, han venido aquí a escuchar sus errores, pero no creo que todo sea oscuridad, porque estás aquí brillando de ilusiones, y una cuota de todo esto, la han puesto ellos».

Conversamos de tantas cosas, sus gestos son claros, es maravillosa la forma en la que empiezan a ver el mundo, mantienen la mirada inocente de un niño, y la valentía de querer descubrir las cosas por sí mismos de un adulto, y este es uno de los principales problemas en la comunicación con los padres, ya que muchos de ellos aún sienten que deben dirigirlos, pero no, en la adolescencia, hay que acompañarlos, escucharlos y guiarlos. Es momento de permitir que nuevas competencias parentales empiecen a marcar el camino.

El rol del padre o madre líder se afianza en este periodo de vida. Sé que aparece el duelo de perder al hijo(a) niño(a), pero no olvidemos que la voz de nuestros padres suena en nuestras mentes para toda la vida, algo así como una canción o varias, ya que forman parte de nuestro diálogo interno. Tengamos confianza en que las canciones cantadas por tantos años se mezclaran con la voz interna, para construir una melodía propia, basada en los valores inculcados. Y en que, si entendemos su nuevo ritmo, podremos seguir siendo escuchados.

De pronto en la sesión, el tiempo se hace corto, y es momento de despedirnos. Creo que la sinceridad y la humildad son los recursos más efectivos para desarrollar un vínculo de confianza con los adolescentes. Por eso, al finalizar la cita, les consulto si están de acuerdo en que converse con los padres nuevamente, señalando algunas conclusiones. Tengo claro que son menores de edad, y que es necesario hablar con los padres al finalizar, pero que importante es obtener su consentimiento.

Luego de varias sesiones individuales, y de encontrar fortalezas, y resaltarlas, luego de trabajar en la introspección, y mejorar el autoconocimiento, luego de explicarles con tanto cariño que el niño(a) interior no se irá a ningún lado, que no teman avanzar, que será su gran compañero(a) hasta los 100 años, si aprenden a cuidarlo(a). Le van perdiendo el miedo a lo desconocido, y se llenan de valentía. De esa valentía que te invade y te hace sentir más despierto que nunca.

Entonces, empezamos a hablar de los episodios de niñez que nos han herido o aquellos que no hemos concluido, claro que para este momento, ya se han desarrollado paralelamente sesiones individuales con cada uno de los padres, cuidadores, hermanos, esto para tener una visión más clara de la dinámica familiar. Es indispensable entender el sentir de cada miembro de la familia, sus expectativas, sus heridas, sus fortalezas, los aspectos por mejorar, sentimientos, entre muchas otros factores.

Continuando con el proceso psicoterapéutico, los recursos psicológicos, nos permiten identificar cuando estamos listos para pasar a las sesiones familiares, y se arma un plan estratégico, para luego desarrollar las sesiones entre el adolescente y cada integrante de la familia, hasta llegar al todo.

Ser el nexo para que ambas partes puedan comunicarse, significa traducir al idioma del otro la necesidad de cada uno, significa activar la compasión y asertividad en todo momento. «Vas a escuchar la versión de papá / mamá, puede que no la sientas al 100% afín a la tuya, pero son perspectivas. Es como si todo este tiempo hubieran estado viviendo en medio de una película, pues bien, cada uno tenía su propia filmadora, el lente con el que tu observabas algo, es muy diferente al que usaron tus padres, vamos a escuchar no para defendernos, dar la contra, o discutir, simplemente vamos a escuchar para entender la película que filmaron tus padres, y luego de ello, tu vas a poder contarles cuales han sido tus tomas favoritas, y cuales te lastimaron, no vamos a poder cambiar la película, pero si la moraleja».

La mayor parte del tiempo, estas sesiones terminan en un «perdón», de ambas partes, seguido de un abrazo sincero. Es ahí, donde me retiro un momento de la cita, por dos motivos, primero para darles un espacio privado, y en segundo lugar, porque estos momentos me conmueven hasta el alma, y suelo salir al patio a mirar el cielo y a agradecer por mi vocación, que me permite disfrutar de un te quiero, de un te perdono, te entiendo, que aún siendo ajenos, se vuelven tan propios.

La adolescencia, una etapa difícil para todos

Resumen o contenido:

La adolescencia puede ser una etapa muy complicada de tratar, especialmente para los padres, esto debido a que el adolescente pasa por situaciones y experiencias nuevas que le pueden causar confusión y cuestionamientos internos, respecto a quien es y sobre su sentido de existir. Es primordial asegurarse que el adolescente posea una buena autoestima, así como un buen autoconcepto, ya que esto le permitirá hacer frente a los obstáculos que pueda encontrarse en esta etapa, y a tener un mejor desarrollo de sí mismo, en relación a la construcción de su personalidad y su forma de percibir a las personas y al mundo que lo rodea.

Si tenemos un adolescente en casa o conocemos a alguno, sabemos lo difícil que puede resultar interactuar con ellos y comprender lo que piensan o cómo se sienten, esto debido a que la adolescencia es una etapa que se caracteriza por la confusión y cierta rebeldía, que no es más que la falta de comprensión por parte de los adultos a las nuevas necesidades del adolescente. Por ejemplo, el querer formar parte de un grupo, la asunción de nuevas responsabilidades o de situaciones que le son desconocidas, la búsqueda y construcción de su personalidad, y una forma de ser individual que le permitan diferenciarse de los demás como persona.

A continuación, estudiaremos la etapa de la adolescencia, lo que esta implica y algunas recomendaciones a seguir frente a posibles dificultades que puedan derivarse a lo largo de su progreso.

La adolescencia es una etapa del desarrollo humano que actúa como el preámbulo de la independencia personal. Se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, es decir entre los 10 y 19 años de edad, esto según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Según la psicóloga clínica Dina Krauskopf, la adolescencia da inicio con la pre adolescencia desde los 10 hasta los 12 años y la adolescencia inicial desde los 13 hasta los 14 años. Así también nos da a conocer una fase media desde los 14 hasta los 16 años y una fase final desde los 17 hasta los 19 años.

Pre adolescencia (10 – 12)

En esta fase el adolescente piensa mucho en su apariencia física, empieza a examinar la relación que lleva con sus padres y tiene la necesidad de comunicarse con ellos. Asimismo, empieza a experimentar grandes cambios físicos, tiene más consciencia de sus necesidades y empieza a tomar una posición crítica respecto a determinaos puntos de vista. Algo que no debe pasar desapercibido, es el duelo que vive el adolescente al dejar de ser reconocido por los adultos como un niño para ser un adolescente.

Adolescencia inicial (13 – 14)

En esta fase al adolescente le preocupa mucho su ámbito social y menos el familiar. Le interesa como es percibido por su círculo de amigos o compañeros, se torna más interesado en el sexo opuesto, empieza a explorar su sexualidad y se interesa más por el amor de pareja; es más crítico y autónomo, se pregunta por el sentido de la vida y si es valioso e importante para los demás.

Adolescencia media (14 – 16)

En esta fase el adolescente tiene la necesidad de afirmar su atractivo sexual y social frente a los demás, especialmente entre su grupo de amigos porque influirán en su identidad personal, empieza a tener impulsos sexuales, busca una pareja para comprender mejor su sexualidad, autonomía e independencia. Tiene la capacidad de situarse frente al mundo que los rodea como una persona individual con sentimientos y necesidades.

Adolescencia Final (17 – 19) En esta fase el adolescente busca reafirmarse tanto de forma personal y social, tiene la necesidad de establecer un vínculo con su familia especialmente con sus padres. Reafirma su personalidad, busca grupos de amistad afines a sus intereses personales, y desea encontrar una pareja para establecer vínculos afectivos profundos.

La autoestima y el autoconcepto en el adolescente

Otro punto importante en el crecimiento del adolescente se puede reflejar en su autoestima que paralelamente al auto concepto, lo ayudarán a pasar esta etapa de una manera óptima.

Un adolescente puede dar a conocer cómo se siente no solo con sus palabras, sino también en sus acciones o en su forma de expresarse ante los demás. Esta forma diferente de pensar puede resultar conflictiva para sus padres o las personas que estén a su cargo, debido a que su comportamiento y preocupaciones pueden resultarles superfluas, pero que en realidad son inquietudes válidas que sentarán la base de una personalidad formada y de una  autoestima alta que van a abrirle paso a una adolescencia responsable. Se recomienda que los padres puedan resolver las dudas de sus hijos y traten de comunicarse con ellos de forma continua y abierta.

La autoestima y la auto aceptación

Son dos conceptos que van de la mano, ya que mientras el primero está dirigido a lo que es el amor propio, el segundo se orienta a ser auto responsable y a la integridad personal. Según la opinión de González, Núñez, Glez, y García (ca. 1997), “La autoestima estaría vinculada al auto concepto, respecto de lo que me gustaría ser, y de lo que a los demás les gustaría que yo fuese” (p. 273).

Branden (1987) menciona que:

La autoestima es la experiencia de ser aptos para la vida y para sus requerimientos. Más concretamente consiste en tener confianza en nuestra capacidad de pensar, de afrontar los desafíos de la vida y en nuestro derecho a ser felices. El sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos (p. 21).

El autoconcepto se entiende como la imagen que tiene uno de sí mismo. González, Núñez, Glez, y García (1997) explican:

En su dimensión conceptual, se aprecia una doble vertiente: la descriptiva o autoimagen (cómo percibo que soy) y la valorativa o autoestima (cómo valoro mi autoimagen). (p. 273).

Respecto a la importancia de la autoestima en el adolescente, Díaz, Fuentes y Senra (2018), nos dicen que, “Una adecuada formación de la autoestima conlleva al crecimiento de adolescentes estables, sanos y con herramientas adecuadas para asumir cambios propios del período evolutivo” (s.p.).

En relación a lo anterior, debemos deducir que la base para que un adolescente pueda desarrollarse y pasar esta etapa sin muchos conflictos internos y externos, es una infancia en la que haya aprendido que es valioso, que su familia lo ama y que es una persona importante para ellos y para sí mismo. Una buena autoestima y auto concepto van a sentar las bases de una infancia feliz, lo que va a dar paso a una adolescencia estable, en donde el adolescente va a reconocerse como valioso frente a él mismo y frente a los demás. Empezar con estos conceptos en la pre adolescencia también sentaría las bases para una adolescencia sin muchos conflictos tanto para el adolescente como para las personas que lo rodean.

Otro impacto importante de una autoestima y auto concepto bajos en el adolescente, podría reflejarse en trastornos psicológicos, como son: la anorexia, la bulimia, la dependencia emocional, la depresión, la obsesión por su imagen frente a los demás, entre otros trastornos del comportamiento. Un adolescente con baja autoestima pensará que solo tiene valor por lo que representa para los demás y no por su valor individual como ser humano. Por otro lado, una buena autoestima permitirá al adolescente interactuar socialmente con más facilidad y la superación de situaciones negativas que no estén de acuerdo a sus principios ni valores morales y que se traducen en su visión de la vida.

Finalmente, es importante estar atentos a las señales que nos puede brindar el comportamiento habitual de un adolescente, debido a que en este podríamos ver reflejados sus inquietudes y sus conflictos. También que los adultos deben estar atentos, ser observadores y comunicativos respecto al comportamiento adolescente, ya que al surgir un dilema y no encontrar un adulto disponible, estos pueden buscar refugio en otros adolescentes como ellos, o en personas inescrupulosas, que los pueden llevar a tomar decisiones equivocadas. Somos nosotros los adultos los que tenemos el deber de interferir para el buen desarrollo y crecimiento en esta etapa; y lograr que el adolescente sea consciente que el valor de una persona está en uno mismo y en las personas que lo quieren de verdad, todo esto en base a la comprensión por el otro.

Bibliografía

Branden, N. (1987). Como mejorar su autoestima. Recuperado de https://www.ttmib.org/documentos/Branden-Autoestima.pdf

Branden, N. (1987). El poder de la autoestima. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica.

Díaz, D., Fuentes, I. y Senra, N. (2019). ADOLESCENCIA Y AUTOESTIMA: SU DESARROLLO DESDE LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS. Conrado14(64), 98-103. Recuperado de http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1990-86442018000400098&lng=es&tlng=es.

González, J., Núñez, J., Glez, S., y García, M. (1997). Autoconcepto, autoestima y aprendizaje escolar. Revista Psicothema, 9(2), 271-289. Recuperado de   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=727/72709204.

Krauskop, D. (1999). Los derechos y las características de la preadolescencia y adolescencia. Recuperado de: http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/Los%20derechos%20y%20las%20caracter%C3%ADsticas%20de%20la%20preadolescencia%20y%20adolescencia_0.pdf

Krauskopof, Dina. (1999). El desarrollo psicológico en la adolescencia: las transformaciones en una época de cambios. Adolescencia y Salud1(2), 23-31. Recuperado de http://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-41851999000200004&lng=en&tlng=es