En sesiones de consultas psicológicas es natural recibir a quién se siente afligido por heridas del pasado. Esa típica persona que tiene huellas imborrables y selladas con sangre que se le dificulta el hecho de procesar y elaborar aquello que vivió. Un acudiente que añora como el más fantasioso de los cuentistas, poder regresar al pasado y colocar todos los cimientos de manera perfecta y así decir en el futuro que todo saldrá bien. Son personas que juran y perjuran que actualmente son un desastre y que, de haber actuado de manera distinta, hoy, serían más felices.
Pero, cuando asiste una persona que más que cambiar situaciones decide verse al espejo que refleja su alma y decirse que prefiere cambiarse a sí mismo, que no quiere alterar esos altercados con sus padres o ese desengaño con su pareja, sino que desea ser otra persona, encarnar a un personaje totalmente alejado de sus convicciones y principios cuya personalidad avasallante sea radicalmente distinta y, sobre todo, acertada. ¿Qué tan distinto es el panorama?
Cabe resaltar que no estamos hablando de una situación como en películas de cambio de cuerpo o de un trastorno de personalidad múltiple (ahora, llamado trastorno de personalidad disociativa). Sino más bien, de sentir la misma identidad, de estar en la misma familia, comiendo lo mismo y compartiendo en los mismos círculos con ellos, pero, tal vez, siendo más altos, más iracundos y temerarios, o, por el contrario, más silenciosos, dubitativos y menos impulsivos, tener unas pulgadas demás, el cabello más liso, entre otras particularidades. Vamos a fantasear, veamos qué resulta.
Ejercicio de identidad
La Flaca Ramírez, asiste a sesiones de terapia debido a frecuentes náuseas que la aquejan desde la adolescencia, llegando a ausentarse de clases de la universidad y del trabajo debido a las mismas, con la consecuente fatiga y reproche que se hace a sí misma por no saberse ser de otra manera. Los resultados del servicio de gastroenterología y demás especialidades arrojan un cuadro totalmente conservado, normal, según los médicos.
Ese día, en que contactamos por segunda vez estaba especialmente pálida, encorvada y pesadumbrosa. Un mendrugo tendría más ánimo que esa chica cuyo cabello opaco hacía entrever unas pesadas ojeras y ojos cansados que advertían de una noche pegada al wáter. Empezó su relato así:
“Es que, si yo hubiera sido otra, le hubiera gritado, le hubiera pegado, ¿cómo es posible que se enamorara de ella? Aceptó ser nuestro padrastro, nos cambió pañales, nos dio de comer, y mi hermana ahora tres años mayor que yo le parece el amor de su vida, es incomprensible, esto no es la vida de Woody Allen, es la realidad, y de solo pensarlo me revuelve el estómago”.
De esta manera, tan cruenta y llena de garbo inició el proceso. ¿Cómo ser otros? Realmente, si estuviéramos en el tiempo cero de nuestra historia, y estamos parados frente a la tienda de habilidades y atributos de la vida, realmente ¿te crees tú, enteramente capaz de tomar todo lo que se necesita?, ¿Sin que falte absolutamente nada para atacar y defender la existencia? Detente, y piénsalo.
Con la Flaca Ramírez, cuyos años se habían acumulado, esta idea no había hecho más que crecer en lugar de aminorar. De este modo, se le preguntó:
- ¿De dónde vienes?
- ¿Qué hacen los tuyos cuando la madurez los alcanza?
- ¿Cómo se mueven ustedes en la vida cuando hay amenaza de lluvia en el horizonte?
- ¿Qué festejos proclama tu gente cuando sienten la vida recorrer por sus venas?
La manera de preguntar, que recuerda al viejo oeste con un anciano a las afueras del pueblo deviene de cimentar en la persona un sentido de identidad, que recuerde que no vino sola de la nada, sino que, es parte de un sistema, que inculca modos y procederes y ella no es ajena a estos, por lo tanto, sin esperar ánimos de víctima, se le recuerda que no es una pobre alma presa de las circunstancias, pero si es alguien que puede ser quién es aún pese a ellas. De allí el énfasis en hablar de “los suyos” y no tomarla a ella como un ser meramente individual, sino alguien que tiene una historia que está ligada a otros.
Considerando lo anterior, la Flaca Ramírez se retorcía mentalmente buscando sus respuestas. Fue para ella un proceso doloroso, un problema que aquejó en su ser la búsqueda de una verdad que según ella solo la escondía su mente. Sin embargo, al verse descubierta por la realidad que la arropaba comenzó gradualmente al cabo de un tiempo a reflexionar sobre las vivencias de su casa.
Más allá del ejercicio de identidad
Volvamos a la cuestión anterior, sí respondes la pregunta base sobre sí tendrías todo lo necesario para tu vida, ¿qué te asegura y da garantía total de que no necesitarás más nada?
La tortura de creerte una persona carente de habilidades y destrezas perpetúa la idea de saberte un inútil, un escupitajo de la vida que llegó a la tierra a tropezar sin talento alguno. De creerte un ser que lejos de ofrecer claridad solo oscurece la vida de todos y la de sí mismo, busca además estallar en frustraciones por sentir que no vale nada y que la vida es una pena que merece ser decapitada más que vivida y luchada.
A veces, para algunos, fantasear con ser otro resulta un escape adorable, una ilusión anodina que hace suspirar con la idea de que el pasto del vecino es más verde. Es un laberinto hedonista que eterniza la idea de sentir que se es nada. Esta realidad fantasiosa no es más que una trampa.
El mundo, se maneja como un sistema amplio de arbitrariedades y probabilidades, podemos estar en un momento de confort y de repente la tierra se estremece y quedamos de nuevo en cero. O, por el contrario, estamos en un pozo oscuro y con un toque de suerte y personas correctas surgimos y exploramos un estado de estabilidad que va más allá de riquezas y se muestra como una serie de disfrutes “simples” como sentirse querido, apreciado y valorado.
La trampa de querer ser otros
Cómo observamos, la Flaca Ramírez mantenía la ilusión de que siendo otra pudo haber advertido y protegido a su hermana mayor, trazar otro camino diferente al de su familia y ser además quien rompiera todas las cadenas que arrastraba su sistema familiar conforme siempre con las circunstancias que atravesaba. De este modo, mentalmente y lleno de oasis de fantasía creó una intrincada configuración que buscaba siempre escapar de la cruda realidad. Aquí, en este hueco cálido donde ella como protagonista siempre ganaba, se sentía segura, pensaba que podía dar soluciones y recibir siempre una palmada en la espalda por estar en lo correcto. Todas mentiras.
El camino largo de ser quien eres porque los otros “personajes” ya han sido tomados
Una vez, estando en la universidad en la asignatura dinámica de grupos un chico que tenía muchas particularidades entre ellas ser tajante, me escribió una pequeña nota a petición del profesor para una dinámica sobre opiniones y cómo vemos a otras personas. Cuando leí su nota, me quedé anonadada por lo que decía, en resumen, era: compórtate de manera genuina, revisa quién eres y no finjas.
Y ciertamente, todavía hoy me cuestiono qué había en mí y mi conducta que despertó esa idea en él, sí lo habían pensado otros, sí tal vez estaba equivocada en mi proceder, sí yo fuera otra tal vez me hubiese aceptado, en fin, muchos argumentos se dieron sin respuesta alguna, acompañados todos de dolor, por supuesto, llegando inclusive a romper la nota y dejarla en la basura, aunque, ciertamente el recuerdo seguía conmigo.
Hoy, avanzo un poco más y me doy cuenta que, si bien el recuerdo persiste, no había manera que yo fuera otra persona, mi lugar en el mundo no está determinado por su nota ni por la de nadie más. Esa idea extenuante de siempre proceder de acuerdo a otros no solo es una labor suicida, sino que además corroe la propia existencia, por lo que no hay manera de ser genuino ya que siempre estamos sobre el molde de lo que otros piden y quieren. Hoy, ciertamente soy distinta, me manejo con algunas barajas nuevas y persigo objetivos que antes eran totalmente fuera de serie.
De esta manera, logré consolidar la fantasía de ser otra persona, pero, siendo auténtica a mí, adquirí la capacidad de transformarme para mi bien cuando las circunstancias lo ameritan y no soy un disfraz endeble que se desvanece con los días de lluvia, al contrario, siendo yo como soy, puedo ser recordada por más habilidades de las que soy capaz de mencionar.
Finalmente, me aleccioné y noté que no puedo ser buena en todo, aunque lo anhele, que ser capaz en más de un área y no en todas me brinda mayores posibilidades de expansión y alegría que sobrecargar sobre mis hombros la idea de ser siempre idónea y quien sobresale en todo. Reafirmo el compromiso de que, aunque pertenezco a un modelo donde se barajan y entregan las cartas de una manera, soy yo la que decide qué hacer con cada opción que se me presenta, no seré hoy la persona hedonista que busca siempre destacar en la fantasía, sino que seré la mujer real que se transforma por su bien y para vivir en un mundo donde nada es absoluto y eso es lo más realista que hay.