
Hasta el trabajo de Wukmir (1967), nadie ha sabido dar una explicación definitiva acerca del fenómeno de la emoción. Todo lo que se ha dicho de ella y se sigue diciendo, son descripciones de sus efectos muy generales. En este artículo, queremos resumir la aportación de Wukmir al esclarecimiento definitivo del fenómeno emocional. Esperamos que la lectura detenida y reflexiva de este artículo pueda ayudar al lector la cuestión aludida.
Aproximación a la emoción
En cada instante experimentamos algún tipo de emoción o sentimiento. Nuestro estado emocional varía durante el día en función de lo que nos ocurre y de los estímulos que percibimos. Otra cosa es que tengamos siempre conciencia de ello, es decir, que sepamos y podamos expresar con claridad lo que sentimos en un momento dado.
Estas tienen una naturaleza muy compleja y para expresarlas utilizamos una gran variedad de términos, además de gestos y actitudes. De hecho, podemos utilizar muchísimas de las palabras del diccionario para expresarlas y, por lo tanto, es complicado hacer una descripción y clasificación total de lo que podemos experimentar. Sin embargo, el vocabulario usual para describirlas es mucho más reducido y ello permite que las personas de un mismo entorno cultural puedan compartirlas. En la siguiente tabla se muestran algunas tanto en sus vertientes positivas como negativas.
| Emociones positivas | Emociones negativas | ||
| Me siento … | Siento … | Me siento … | Siento … |
| Bien | Bienestar | Mal | Malestar |
| Feliz | Felicidad | Desgraciado | Desgracia |
| Sano | Salud | Enfermo | Enfermedad |
| Alegre | Alegría | Triste | Tristeza |
| Fuerte | Fortaleza | Débil | Debilidad |
| Acompañado | Compañía | Solo | Soledad |
| etc. | etc. | etc. | etc. |
Las emociones están acompañadas de un proceso multifactorial o multidimensional. Uno siempre tiene la impresión de que le faltan palabras para describirlas con precisión.
Pero debajo de esta complejidad subyace un factor común: cada una expresa una cantidad o magnitud en una escala positivo/negativo. Así, experimentamos emociones positivas y negativas en grados variables y de intensidad diversa. Podemos tener cambios de intensidad, bruscos o graduales, bien hacia lo positivo o bien hacia lo negativo.

En el lenguaje cotidiano, las expresamos dentro de una escala positivo-negativo y en magnitudes variables, como «me siento bien», «me siento muy bien», «me siento extraordinariamente bien» (intensidades o grados del polo positivo) o «me siento mal», «me siento muy mal», «me siento extraordinariamente mal» (intensidades o grados del polo negativo).
Según sea la situación que provoca la emoción, escogemos unas palabras u otras como ‘amor’, ‘amistad’, ‘temor’, ‘incertidumbre’, ‘respeto’, etc., que, además, señala su signo (positivo o negativo). Y según sea la intensidad, escogemos palabras como ‘nada’, ‘poco’, ‘ bastante’, ‘muy’, etc. y así, componemos la descripción de la misma. Decimos, por ejemplo, «me siento muy comprendido» (positiva) o «me siento un poco defraudado» (negativa).
En consecuencia, podemos reconocer en toda emoción dos componentes bien diferenciados. Por un lado, el cuadro siguiente trata de reflejar estos a ambos.

Emoción como valoración o medida de la probabilidad de supervivencia:
Ahora nos falta determinar a qué se refiere este componente cuantitativo (magnitud positiva o negativa) que contiene toda emoción. ¿Qué es lo que miden? ¿Qué significa ‘positivo’ y ‘negativo’ en ellas?
Los organismos vivos disponen de mecanismos perceptivos que les permiten reconocer aquellos estímulos que son significativos para su supervivencia: para obtener comida, para protegerse de un ataque, etc. Pero la percepción cubre sólo una parte del problema; tiene como objeto reconocer los estímulos y saber que son.
Esto no es suficiente para un ser vivo. Además, necesita saber si esto que ha asimilado (que ya ha reconocido) le es útil y favorable para su supervivencia o no. ¿Qué mecanismos tienen los seres vivos para determinar si lo que han percibido es favorable para su supervivencia o no?

Wukmir (1967) planteó que tales mecanismos son las emociones, que son una respuesta inmediata del organismo que le informa del grado de favorabilidad de un estímulo o situación. Si la situación le parece favorecer su supervivencia, experimenta una emoción positiva (alegría, satisfacción, deseo, paz, etc.) y sino, experimenta una emoción negativa (tristeza, desilusión, pena, angustia, etc.). De esta forma, los organismos vivos disponen de este mecanismo para orientarse, a modo de brújula, en cada situación, buscando aquellas situaciones que son favorables a su supervivencia y alejándose de las negativas para esta.
Por ejemplo, cuando entramos en una reunión, lo primero que hacemos es reconocer (percibir) a las personas que están en la sala y casi simultáneamente, empezamos a experimentar nuevas emociones relacionadas con la nueva situación. Si lo que sentimos es positivo y agradable significa que nuestro mecanismo emocional valora que la situación, lo que allí ocurre, es favorable para nuestra supervivencia (negocios, afecto, conocimientos, etc.). Por el contrario, si nos sentimos mal, inquietos, forzados, etc., cree que la situación puede perjudicarnos.
Esta valoración se realiza mediante mecanismos físico-químicos muy diversos dependiendo de la complejidad del organismo. Los de un organismo unicelular son simples para evaluar si una situación o estímulo le es favorable o desfavorable, mientras que los de un mamífero, son mucho más intrincados, en los que su sistema nervioso juega el papel fundamental.
Con la aparición y desarrollo del córtex, los procesos cognitivos participan de forma fundamental en la elaboración de las emociones. En particular, la importancia del neocórtex en la especie humana es tal que, los procesos cognitivos las determinan en gran medida. Pero el hecho de que el córtex y neocórtex participen en la creación, no significa que sea de forma consciente. Esta elaboración es un proceso no voluntario, del que se puede ser sólo parcialmente consciente.

A menudo se habla de controlar las emociones como una habilidad necesaria para el buen desarrollo de nuestras relaciones sociales. En este caso, controlarlas significa que uno sea capaz de no mostrar las emociones que está experimentando. Es decir, no tenemos control sobre las mismas sino sobre su manifestación externa.
En definitiva, queremos decir que, por medio de la emoción, un organismo sabe, consciente o inconscientemente, si una situación es más o menos favorable para su supervivencia.
Ahora bien, cualquier organismo puede equivocarse en su valoración emocional. Todo proceso de medida puede ser erróneo en grados variables. Los mecanismos emocionales, al igual que los perceptivos, son limitados y están sometidos a múltiples incidencias, tanto internas como externas, que disminuyen su eficacia. En consecuencia, lo que sentimos puede no corresponder a la realidad de la situación y producir graves perjuicios al organismo. Es decir, una situación puede ser valorada positivamente, aunque en realidad, sea muy perjudicial para el organismo.
Un ejemplo típico es el efecto droga. La droga es un estímulo capaz de engañar al sistema emocional, es decir, hacer que el organismo valore dicho estímulo como positivo para su supervivencia, cuando, en realidad es todo lo contrario. De hecho, en la vida de los seres vivos, estos errores son frecuentes. Nuestra subjetividad nos enseña que muchas emociones experimentadas son incorrectas y que sólo mediante un gran esfuerzo de introspección podemos conocer cuáles son las que corresponden con nuestra realidad. Saber lo que sentimos verdaderamente es algo difícil de lograr. Esto no tendría mayores consecuencias si no fuese porque participan directamente nuestro comportamiento y el error nos sitúa en una posición de riesgo.
En resumen, Wukmir planteó que siendo la vida y la supervivencia lo positivo para un ser vivo, las emociones son el resultado de una medida (o valoración) subjetiva de la posibilidad o probabilidad de supervivencia del organismo en una situación dada o frente a unos estímulos determinados. Estas informan al organismo acerca de la favorabilidad de cada situación. Diríamos, pues, que se comportan como una variable de estado intensiva (el valor total es igual al promedio de las partes). A cada estado de nuestro organismo le corresponde una emoción, que es más positiva cuando se trata de un estado más saludable, más orientado hacia la vida (orexis) y es más negativa cuando nuestro estado se acerca más a la enfermedad y la muerte (anorexis). Pero, como todo proceso de medida, está sujeta a errores que acaban perjudicando al organismo.

Referencias:
Alonso-Recio, A., Serrano-Rodríguez, J., Carvajal-Molina, F. Calder, A.J., Young, A.W., Perrett, D.I., & Etcoff, N.L. (1996). Categorial perception of Morphed Facial Expressions, Cognition. 3(2), 81-117.
M.P. González, E. Barrull, C. Pons y P. Marteles (1998). Loeches-Alonso,A. (2012). Reconocimiento de expresiones faciales de emociones en la enfermedad de Parkinson: una revisión teórica. Revista de Neurología, 54(8), 479-489.
Wukmir, V. J., (1967): Emoción y Sufrimiento. Barcelona: Labor.



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