Más allá de la tristeza

Puede que en este momento te estés haciendo esta pregunta: ¿cómo saber si tengo depresión?, si la tengo, ¿cómo puedo salir de ella?, ¿será tan fácil cómo los demás me aconsejan? ¡Alto!  Detente, respira; llegó el momento de hablar de este enemigo silencioso. Probablemente por desconocer los verdaderos síntomas de la depresión, a menudo hablamos de este conjunto de trastornos mentales de un modo superficial o inadecuado. Frases cómo “ponle ganas”, “hemos venido a este mundo a ser felices”, “anímate” resultan tan fáciles de decir, pero es difícil describir lo que es una depresión a quien nunca lo ha vivido.

Mi primer acercamiento a ella fue por el 2009, no recuerdo bien las razones, pero si puedo mencionar cómo me sentía. Nada te divierte, nada te complace. Sientes que eres como un fantasma… que no eres parte del mundo real. Es como ahogarse, excepto que puedes ver que todos a tu alrededor están respirando. Te hace pensar que eres una actriz que te interpreta a ti misma —y que siempre está obligada a sonreír—. La depresión es la incapacidad para construir o imaginar un futuro. Sentirse oscura, sola, asustada. Dormir es la única escapatoria para el dolor. En el 2011 vino con fuerza y se presentó cómo “depresión post parto” (mejor vista en la sociedad, acababa de ser mamá); sueño e irritabilidad todo el día; pocas ganas de levantarse; pérdida del sentido del gusto; que un día se convierta interminable; sólo esperar que llegue la noche para meterme en mis pensamientos;  junto a eso estaba mi incapacidad para poder concentrarme y poder tomar decisiones.

No llegué a un tratamiento psiquiátrico ni terapéutico, hoy no recuerdo cómo salí de eso, quizá no era un trastorno depresivo y sólo fue un estado anímico debido a distintas circunstancias en mi vida. En muchas ocasiones los límites entre una salud mental normal y un trastorno del estado de ánimo son difusos. Es posible que en tu estado de ánimo haya un cierto “fondo depresivo” o que seas una persona más bien melancólica y pesimista. Eso no quiere decir exactamente que tengas una depresión en el sentido clínico, sobre todo si funcionas bien en otras áreas importantes de la vida y conservas la capacidad para disfrutar y relacionarte.

En la actualidad la sociedad nos exige un grado de bienestar inalcanzable, y satisfacciones inmediatas… Es cómo si estuviéramos en la orilla de una piscina y nos están diciendo: ¡Lánzate no hay de otra! Debido a que no solo nos frustra, sino que incluso llegamos a tener culpa por no sentirnos felices ¿qué estoy haciendo mal? ¿por qué no me siento plena? Entiéndelo de una vez, es falso ser felices todo el tiempo, la felicidad es intermitente, la vida real implica tener momentos de sacrificio, esfuerzo o simplemente estar cansados físicamente. Sin embargo, si te identificas con expresiones del tipo “Mi vida no tiene sentido”, “Nadie me puede ayudar a salir de esto” o “Todo está perdido, no hay esperanza en mi futuro” ha llegado el momento de tomar medidas más allá de la reflexión.

Es característico observar en las personas que la padecen una gran sensación de abatimiento, falta de energía y desmotivación para cualquier actividad a la que tengan que enfrentarse. De hecho, uno de los síntomas más relevantes suele ser la dificultad o incapacidad para disfrutar de las cosas y situaciones de la vida, incluyendo aquellas situaciones en las que antes sí se hallaba placer o ilusión. Junto a lo que ya hemos mencionado, en ciertos tipos de depresión es frecuente encontrar una autoestima baja y una falta de confianza en las propias capacidades para desarrollar una vida satisfactoria tanto en el presente como en el futuro.

La depresión es un problema de salud mental complejo que no se reduce solo a estar “muy triste” sino que tiene una estrecha relación con la manera que tenemos de definirnos y de valorarnos a nosotros mismos. Es decir: para observar nuestro estado de ánimo también tenemos que observar qué pensamos de nosotros mismos. Si has leído acerca de los síntomas de la depresión, recordarás las palabras anhedonia, abulia y apatía. Efectivamente, la depresión dificulta el disfrute y además paraliza y “desinfla” la motivación, las ganas de hacer cosas. Es importante fijarse en si un periodo de desánimo vital más o menos puntual va convirtiéndose en un trastorno grave. El trastorno estaría caracterizado por un estado de desgano y desmotivación que hacen que la persona pierda el interés por la vida que hay más allá de su pequeño espacio y de su mundo interior. Se presentan varios otros síntomas, entre los que se incluyen la dificultad de concentración, el sentimiento de culpa excesiva o de autoestima baja, la falta de esperanza en el futuro, pensamientos de muerte o de suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio acusado o de falta de energía.

En efecto, desaparece la ilusión por el futuro y aumenta el desinterés hacia los asuntos presentes, cuyo disfrute se hace cada vez más difícil. A nivel cognitivo genera una importante dificultad para hallar soluciones a los problemas o encontrar interpretaciones alternativas a la propia visión pesimista de la realidad. El desánimo puntual es un sentimiento humano normal, mientras que la depresión es una enfermedad y no se remonta con consejos superficiales o con frases motivadoras. Debido a que quienes padecen dicho trastorno no pueden estar felices, este tipo de actitudes de la familia y amigos suelen incrementar su culpa o frustración porque los llevan a preguntas como “¿por qué yo no puedo?”.

Cuando tenemos que convivir o relacionarnos con alguien que tiene depresión, no debemos confundir nuestro cuidado, compañía y apoyo con responsabilizarnos de la solución de su problema. Son cruciales y no tienen nada de malo, pero no debemos confiar en que nuestro amor, simpatía o cuidados son suficientes por sí mismos para revertir el curso de una enfermedad mental, sobre todo si esta es grave.  Podemos contribuir al bienestar de una persona que la esté padeciendo, pero es un error cargar con la responsabilidad de revertir su estado.  A menudo estas personas también piensan que nadie les comprende o les trata como merecen o que no hay solución posible a sus problemas. Es frecuente que los síntomas de la depresión hagan que la persona se aleje de los demás y no encuentre comprensión en ellos ni alternativas válidas en sus propuestas. Esto resulta muy frustrante y desolador para quienes tratan de acompañarla. No hay una manera concreta de tratar a las personas que padecen una depresión clínica establecida, porque las características de este trastorno se manifiestan de forma diferente de un individuo a otro. Es importante escuchar y tratar de comprender, pero sin dejarse arrastrar por su intenso nivel de apatía o abatimiento. Podemos mostrar empatía, calidez y apoyo, pero no reforzar la victimización que la persona experimenta. Si el caso es grave no basta con nuestras buenas intenciones: es necesaria la ayuda psicológica e incluso psiquiátrica.

Según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el desarrollo de la depresión es causado por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. A continuación se describen en mayor detalle:

  • Factores genéticos (40 a 50 %) : La depresión es una condición de salud mental que puede heredarse de los padres. Las personas diagnosticadas con depresión pueden tener antecedentes familiares de este trastorno.
  • Factores físicos (20 a 30%): Partes de su cerebro responsables de regular el estado de ánimo, el pensamiento, el sueño, el apetito y el comportamiento no funcionan adecuadamente. Además, las personas con depresión tienen un desequilibrio en ciertos neurotransmisores.
  • Factores ambientales (30 a 40%) : El trauma, la pérdida de un ser querido o cualquier otro evento estresante puede propiciar un episodio depresivo. O el no dejar de lado la presión del mundo y la competitividad que nos exige.

Habiéndola definido, identificado sus síntomas y evaluado sus causas; necesitamos saber cómo evitar que la “susodicha” toque nuestra puerta o vuelva a visitarnos. En primer lugar, hay que plantearnos preguntas para ver cuál es la percepción que tengo de mí mismo, del tiempo y del entorno. ¿Me exijo mucho?, ¿estoy en constante competitividad con los demás?, ¿siento que no logro nada en el tiempo y eso me hace creer que soy un fracasado? Si te has sentido identificado, es momento de conectarte con el presente, de actuar a conciencia, un día a la vez, empieza a ser compasivo contigo, a escuchar tu cuerpo y permitirte descansar, no olvides que el vivir en gratitud con tus seres queridos aliviana los problemas.

Como paso dos, tómate unos minutos para pensar en tus relaciones personales: la familia, la pareja, los amigos, los compañeros de trabajo, la gente de tu vida pasada y presente. De este modo podrás evaluar la percepción que tienes actualmente de tu red social, es decir, de la calidad de tus relaciones y de los vínculos con las personas importantes de tu vida. Si en esta fase detectas que no han sido de lo mas “sanas”, es hora de hacer una limpieza, así cómo cuando removemos archivos del celular y establecer distancia o límites por un tiempo con lo que no te hace bien.

Por último, puedes echarte una mano para salir de estos rasgos depresivos. En el proceso hay cosas que te pueden auxiliar, así como hay otras que puedes evitar. Recuerda que lo más probable es que no te apetezca hacer nada o estar con nadie. Pero en vez de meterte debajo de la manta o no hacer absolutamente nada, lo que a menudo hace que te sientas aún peor, puedes intentar, poco a poco, asumir alguna actividad. No te plantees qué te apetece hacer, porque la respuesta normal es que no te dé la gana de hacer nada, sino qué puedo hacer. Aunque te parezca poco, es mucho. Ponte objetivos sencillos que puedas cumplir: ir a tirar la basura, caminar un poco, copiar en un cuaderno la letra de una canción que te gustaba, ordenar los cubiertos en el cajón de la cocina. Cosas pequeñas, concretas, claras. Es un error plantearse objetivos ambiciosos en medio de una crisis emocional.

En definitiva, si con este artículo te ha entrado la incógnita que cité en las primeras lineas. Debemos tener en cuenta que cada depresión es diferente y que existen muchos grados, pero con la ayuda profesional adecuada es posible que tu estado de salud mental mejore mucho. Si es tu caso, al menos merece la pena que intentes salir de esto, por tu salud y por el bienestar de las personas que te rodean. Plantéatelo y da el paso. Los psicólogos estamos aquí para ayudarte.

También camino sobre el fuego y encanto serpientes

Después del accidente la vida no es la misma. Los tejidos se reestructuran. Donde hubo piel, a veces hay cicatrices. Algunos huesos quedan expuestos y no siempre se encuentra quien los reacomode. Quizás, luego, haya que operar. Es cierto que cuando le ocurre a un niño, él se cura mejor. Todo se regenera más rápido y se adapta a vivir con las secuelas que a veces recuerdan el pasado.

A veces, los accidentes no son físicos, (ninguno es sólo físico) sino, principalmente, internos. Y a veces no son accidentes, sino traumas («golpes») constantes. Contra la identidad, la seguridad, las creencias internas. A esto le llamamos trauma complejo. Cuando la cronicidad normaliza un estado de supervivencia en adultos o niños.

Into the Abyss, Achraf Baznani(2014)

Tal como ocurre en los accidentes físicos, la mente se adapta a las nuevas condiciones (más rápido en niños que en adultos) y construye mecanismos de defensa para evitar más sufrimiento. Por eso, tenemos distintas manifestaciones de «callosidades»: dependen de las características de la «piel» de cada paciente, las predisposiciones genéticas, el tipo de daño, etc. Así como se construye una costra que protege una herida de la contaminación y evita que se extienda mientras está fresca, el cerebro puede construir una costra para sus heridas internas, aislando eventos dolorosos hasta que pase el estado de alerta. Cuando el estado de alerta se prolonga, esta cicatriz se queda de forma permanente protegiéndose y protegiendo al resto de la mente de contagiarse de su dolor.

A este tipo de aislamiento le llamamos disociación. Los estados de disociación son temporales normalmente, y no surgen siempre en forma de «cura» para situaciones dolorosas. También pueden darse por agotamiento como una forma de reducir el gasto cognitivo o simplemente como una capacidad de concentración que aisla la experiencia para lograr más eficacia en alguna tarea. De aquí que el espectro de disociación oscile entre una discontinuidad ligera del proceso de integración perceptiva y la radical disociación en múltiples identidades (varias conciencias de «yo» con experiencias perceptivas, emocionales, sensoriales y de memoria propias).

My small world, Achraf Baznani(2014)

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Espacio para profesionales:

Las recientes tendencias sobre rasgos transdiagnósticos que plantean un abordaje distinto sobre la clasificación de patologías respecto a la forma clásica de los manuales, postula la posibilidad de considerar la disociación como una clave que refiere también a la «evitación existencial» y que se encuentra presente en patologías muy diversas: trastornos de conducta alimentaria, trastorno obsesivo compulsivo, evitativo, ansioso, fóbico, de estrés postraumático, bipolar, límite, somatomorfo y alexitimia. Además de una buena cantidad de evidencia que estudia esta asociación, la experiencia clínica permitirá percibir un patrón cognitivo común de evitación en estas alteraciones que da origen a obsesiones, desórdenes emocionales, comportamientos compulsivos y descontrolados o aparentes afecciones somáticas.

De aquí también la importancia creciente, por ser eficaz, que toma en las terapias de tercera generación (EMDR, Aceptación y Compromiso, Dialéctico Conductual, Activación Conductual, etc.) la aceptación de las emociones desagradables y su tolerancia a lo largo del proceso terapéutico.

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Paperman, Achraf Baznani(2014)

La disociación es una forma compleja y útil de respuesta a los eventos traumáticos que puede atravesar una persona. Se presenta con mayor radicalidad y complejidad cuando el trauma es continuo y ocurre en edades tempranas. Esto podría deberse a que los mecanismos de tolerancia al estrés no han sufrido un proceso de maduración gradual y porque la búsqueda de supervivencia se considera superior a la integración de la experiencia. Recordemos que en un niño, la percepción sensorial y su internalización a través de funciones ejecutivas es un proceso desgastante; un adulto posee, en comparación, muchísima más capacidad de inferencia acerca del mundo a partir de la experiencia.

Se trata precisamente de una forma extraordinaria de respuesta al miedo. Tal como encantar serpientes y caminar sobre el fuego. Tan maravillosa es nuestra mente que nos permite atravesar la guerra sin pensar en el dolor para sobrevivir. Los pacientes que han atravesado por trauma; independiente de su edad, condición y la gravedad del mismo; son también veteranos. Las consecuencias son difíciles, y el proceso terapéutico tiene la función de dar a estos superhéroes de su propia historia, la capacidad de controlar su superpoder.

Porque "un gran poder conlleva una gran responsabilidad"
El tío Ben

Referencias:

Peiró (01 de marzo, 2021). Terapias de tercera generación. Economipedia.com. https://economipedia.com/definiciones/terapias-de-tercera-generacion. economipedia.com/definiciones/terapias-de-tercer-generacion.html#:~:text=Las%20terapias%20de%20tercera%20generaci%C3%B3n,en%20sus%20conductas%20y%20sintomatolog%C3%ADa.

Vera (s.f.) ¿Qué son las terapias de tercera generación y cuales hay?. Grulla, psicología y nutrición. https://grullapsicologiaynutricion.com/blog/terapias-tercera-generacion