El trauma y el cuerpo/La traición de Freud

Historia del trauma: Breve introducción

En los tiempos de Freud y Breuer, allá en 1895, cuando la psicología era considerada aún como “la cura de hablar”, se empezó a gestar lo que hoy conocemos dentro de la psicología clínica como psicoterapia o tratamiento psicológico, lo cual implicaba (más o menos) poner atención a las ideas, pensamientos, conductas, sentimientos y creencias sobre nosotros mismos y sobre nuestra vida. El trauma ha sido, sin duda una de los asuntos más controversiales de abordar, debido a su alta complejidad e incomprensión.

Para conocer las primeras conceptualizaciones sobre el trauma, remontémonos al Siglo XIX, cuando Freud junto a Pierre Janet empiezan sus estudios sobre los efectos del trauma en las mujeres, así, se devela que muchas de ellas tenían en común eventos traumáticos en la niñez. La llamada histeria femenina empezaba a tomar forma. Janet en Francia y Freud en Viena llegaron coincidentemente a resultados similares sobre el trauma y la histeria: 

“Tanto Janet como Freud reconocían que los síntomas somáticos de la histeria eran representaciones disfrazadas de acontecimientos intensamente perturbadores que habían sido borrados de la memoria”. Janet describió a sus pacientes histéricas como gobernadas por “ideas subconscientes fijas” derivadas de los recuerdos de hechos traumáticos. Breuer y Freud, en una recapitulación inmortal, escribieron que “las histéricas sufren principalmente de reminiscencias”. (Herman, 1997, pp. 32-33)

El ego por encima del dolor

Luego de tan valiosos descubrimientos, Freud, que ya era respetado y recibía aceptación de la burguesía de Viena, en 1886, se dio cuenta una y otra vez que, mientras más intentaba descubrir el origen de la histeria, más hechos sobre experiencias sexuales infantiles descubría. Freud escribió: “Por consiguiente, presento la tesis de que bajo cada caso de histeria hay una o más incidencias de experiencias sexuales prematuras”. Lamentablemente, cuando Freud escribió esto en un informe sobre 18 casos clínicos llamado: Etiología de la histeria, significó el fin de la investigación de toda un área clínica, ya que, tan solo un año después de haber publicado sus descubrimientos sobre el trauma femenino, y al caer en cuenta de que la histeria no desarrollaba solo en mujeres del proletariado sino también en mujeres de las “mejores familias” (en donde él radicaba principalmente), decidió retractarse ante la posibilidad de las fuertes repercusiones sociales que produciría su teoría, por lo que dejó de escuchar a sus pacientes, invalidando sus sentimientos de injusticia e indignación, centrándose en lo que ellas sentían sexualmente, para desarticular sus argumentos, tratando de atribuir forzosamente que ellas casi lo habían propiciado y deseado, concluyendo en poco tiempo que los relatos eran falsos: “Por fin me vi obligado a reconocer que estas escenas de seducción nunca habían tenido lugar y que tan solo eran fantasías que se habían inventado mis pacientes” (Herman, 1997). Dándole un final a todas las investigaciones sobre lo que las mujeres sufrían en ese momento y el descubrimiento del trauma infantil doméstico hasta esa época. “Freud creó el psicoanálisis sobre las ruinas de la teoría traumática de la histeria. La teoría psicológica dominante del siguiente siglo se basó sobre la negación de la realidad de las mujeres” (Herman, 1997).

Luego de saber un poco sobre la historia del trauma psicológico, es muy importante conocer los estudios pasados, sobre todo por las implicaciones clínicas, que hoy cobran vigencia, es por eso que el libro de Judith Herman, Trauma y Recuperación, es altamente recomendable porque en el que se recopila y analiza una amplia investigación en la que brinda al lector un detallado compilado de valiosa información sobre el trauma, sus orígenes y su impacto en nuestra sociedad, o como ella misma nos cuenta sobre su libro:

Es fruto de dos décadas de investigación y de trabajo clínico con víctimas de la violencia sexual y doméstica. También refleja una creciente experiencia con muchas otras personas traumatizadas, especialmente veteranos de guerra y víctimas de terror político. Este es un libro que habla de restaurar conexiones: entre el mundo público y el privado, entre el individuo y la comunidad, entre hombres y mujeres. Es un libro sobre puntos en común: entre supervivientes de violaciones y veteranos de guerra, entre mujeres maltratadas y prisioneros políticos, entre supervivientes de enormes campos de concentración creados por tiranos que gobiernan naciones y supervivientes de pequeños y escondidos campos de concentración creados por tiranos que gobiernan sus hogares (Herman, 1997).

«Sentir» el cuerpo:

Al seguir con la línea temporal sobre los estudios del trauma psicológico, apreciamos que no es sino hasta el estallido de las guerras mundiales que se empieza a investigar el trauma de forma “seria” y sin cuestionamientos, al mostrar los supervivientes de combate comportamientos traumáticos explícitos luego de regresar de la guerra, comportamientos que no discriminaban entre soldados comunes o héroes de guerra. Finalmente, el más reciente tipo de trauma es la violencia sexual y doméstica, que se ubica hasta hoy entre los más comunes, nos solo en adultos en situación vulnerable, sino también en niños. 

Respecto a Janet, olvidado o menos popular, continuó con las investigaciones sobre trauma y disociación. Gracias a la vehemencia de su trabajo, sus investigaciones han sido redescubiertas y se convirtió en uno de los pilares bajo el cual, se formularon muchos de los tratamientos para trabajar con personas traumatizadas en la actualidad.

El concepto de trauma viene del griego τραῦμα (traûma) que significa herida y  uno de los clínicos que dedicó su carrera a investigar sobre este tema fue el mencionado Pierre Janet: “Es un conjunto de ideas, recuerdos, representaciones de fuerte carga emocional, producto de un evento, que disocia la conciencia, queda relegada al subconsciente desde donde se generan diversos síntomas”, notemos que el trauma como dice el DSM-V puede derivar de eventos muy estresantes que pueden generar malestar psicológico intenso o prolongado y requiere la exposición a un evento que involucre la amenaza real o posible de muerte, como violencia o lesiones graves, en donde existe una gran posibilidad de activación si la persona vuelve a estar expuesta a factores internos o externos que simbolizan o se parecen al evento traumático vivido con anterioridad. Sin embargo, más que estudiar los eventos en sí mismos, se presta especial atención a los efectos derivados de la situación vivida, como por ejemplo los síntomas, dificultades y limitaciones de llevar una vida funcional con normalidad.

Por otro lado, si bien los tratamientos psicológicos han evolucionado mucho en las últimas décadas en cuanto a su efectividad clínica y adherencia al tratamiento, es curioso notar que hubo un inclinación por la terapia narrativa, aquella que se desarrolla de forma verbal, dándole énfasis al contenido más que a los procesos detrás o a la forma en la que el cuerpo se manifiesta; y con cuerpo me refiero al sistema nervioso responsable de mantenernos regulados y alertas para cuando sea necesario; en artículos pasados ya se ha hecho referencia sobre ello con referencia a la teoría polivagal:  https://warayana.com.pe/publicaciones/2021/11/09/un-agente-encubierto-el-sistema-autonomo-al-servicio-de-nuestra-seguridad/4

El enfoque en esta ocasión sería más referido a las terapias sensoriomotrices, en las que el cuerpo es el protagonista, sin dejar de lado las terapias narrativas que nos ayudan a esclarecer las hipótesis propuestas por los terapeutas en el tratamiento de personas con trauma.

Imaginémonos no poder sentir el cuerpo, es decir perder el sentido de la propiocepción, cerrar los ojos y no poder saber dónde estás las manos, rodillas o cabeza, aunque un evento raro, sucede; y le pasó a un trabajador en 1975, Ian Waterman, perdió la capacidad de sentirse a sí mismo debido a una infección muy mal tratada que se complicó, lo que implicaba que él tuvo que aprender a moverse desde cero, calcular la fuerza, sentir los pies al caminar, etc. No sentir el cuerpo nos expone, no solo a sufrir accidentes físicos, sino también a no saber cuándo estoy tenso, nervioso, irritado y en ocasiones a no sentir ni el dolor y ¿qué pasaría si esto sucediera también a causa del estrés, ansiedad, depresión, trauma y disociación? 

El trauma es un evento que manifiesta mucho de sus efectos a nivel físico, por eso diversos autores (Pat Ogden, Peter Levine, Dan Siegel, Onno van der Hart, Bessel van der Kolk, Judith Herman, etc.), durante sus carreras, experiencias clínicas e investigaciones han determinado que, para el trabajo con personas sobrevivientes de trauma es muy beneficioso incorporar la experiencia somática e investigar la relación del trauma vivido con sus cuerpos, ya que muchos de los daños recibidos son físicos, lo que produce una desconexión de las sensaciones corporales, previniendo la activación de recuerdos vívidos o flashbacks (Ogden, Minton y Pain, 2009).

No solo por las huellas mnémicas que quedan en el cuerpo es que se debe trabajar en él, sino también por aquellos intentos muchas veces fallidos de escape, defensa o huida que las víctimas emprendieron repetidas veces sin evitar que el maltrato o abuso suceda: 

La esencia de la traumatización es la indefensión más absoluta combinada con el abandono por parte de los cuidadores supuestamente protectores. Probablemente, el mejor modelo animal de este fenómeno sea el del “shock inevitable” en el que las criaturas son torturadas sin que puedan hacer nada por alterar el curso de los acontecimientos (Van der Kolk, Greenberg, Boyd y Cristal, 1985). Ello hace que se derrumben y dejen de esforzarse por luchar o huir. En el caso de los seres humanos, el mejor predictor de que algo revestirá características traumáticas parece ser la situación en la que la persona implicada ya no puede imaginar ninguna posible salida; cuando luchar o huir dejan de ser una opción y la persona se siente desbordada y desvalida. Como ya señalara Darwin: las emociones correspondientes al miedo, el asco, la rabia o la depresión son señales para comunicarles a los demás que retrocedan, desistan, se detengan o que les protejan. Cuando una persona queda traumatizada, dichas emociones no generan los resultados esperados: el depredador no retrocede, ni desiste, ni protege, y cualquiera de las acciones que emprenda la persona traumatizada no logra restablecer la sensación de seguridad (Ogden et. al, 2009).

Hay todo un modelo neurobiológico que sostiene que, aunque el tratamiento de la terapia sensoriomotriz (que muchas veces excluye el tacto del terapeuta hacia el paciente) se trabaje con el cuerpo, no quiere decir que sea necesario el contacto, por eso, en las ocasiones que el terapeuta decida hacerlo, tiene que existir un consentimiento informado al respecto (Ogden et. al, 2009).

También se hace hincapié en el proceso de integración de la información, ya que el trauma, al producir un shock emocional que entumece o congela a la víctima, las memorias se almacenan en el cerebro de manera difusa, existiendo mucha confusión de por medio, recordándose sensaciones, imágenes, sonidos, recuerdos más que palabras, por lo que a veces una intervención terapéutica centrado solo en la narrativa frustra el acceso de recuerdos narrativos y activa el sistema nervioso, en modo defensivo para evitar lo que el cerebro interpreta como nueva exposición al hecho traumático. A causa de ello, se recomienda que trabajar en conciencia plena, respiración y mindfulness con pacientes que hayan aprendido a controlar sus activaciones corporales con respecto a los recuerdos, y así, puedan disfrutar de los beneficios de prácticas como la meditación, que ayudan bastante a llevar la atención al cuerpo en el presente y en el ahora, y a evitar ser presas de los recuerdos intrusivos o flashbacks

Algunas patologías como la ansiedad y depresión (y sus niveles), serían un ejemplo claro que mostraría como el trauma se refleja no solo a nivel psicológico, si no también a nivel físico, pues, dichos trastornos, dañan el funcionamiento cotidiano de la persona al interrumpir con sus labores diarias, por lo que aprender a “sentir” el cuerpo para rehabilitar la homeostasis natural del sistema nervioso, sería de gran utilidad dentro del contexto de la práctica clínica más específicamente en la psicoterapia.

Referencias

  • Herman J. (2004). Trauma y recuperación: Cómo superar las consecuencias de la violencia.
  • Ogden P., Minton K., Pain C. (2009). El trauma y el cuerpo. España, EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A.
  • Van der Hart, et al., (2003, 2006). El YO atormentado. España, Editorial desclée de brouwer, S.A.
  • Van der Kolkl (2014). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. España, EDITORIAL ELEFTHERIA, S.L.

El poder de la vulnerabilidad

Escrito en conmemoración del 30 de abril, día del psicólogo peruano

Palabras clave: TLP/DRE, Terapia Dialéctica Conductual, vulnerabilidad, experiencia. 

A raíz de que ya fueron pasando los años se me hizo más sencillo hablar respecto a mi diagnóstico, aunque no lo crean ya han pasado siete años y por más que parezca que ya sea bastante, siento que aún me causa un poco de nerviosismo. Es como subirse a un escenario y realizar la mejor performance de toda mi vida o al menos, de lo que va… 

Supongo que a todos nos gusta tener el control de todo o la mayoría de los factores dentro de las circunstancias habitualmente.

Yo como paciente TLP o DRE  no lo tengo y tal vez sea porque no he desarrollado las facultades o capacidades que muchas otras personas como tú (estimado lector/a) posiblemente poseas. Sin embargo, la experiencia de ser diferente no tiene pierde.

A lo que quiero llegar es que, todos hemos pasado por ese túnel oscuro que es la vulnerabilidad, pero que muchas veces consideramos qué no existe una luz al final de este mismo. Hoy (y siempre que se pueda) solo quiero decirte que es todo lo contrario…

A lo largo del camino incendiario, hemos dejado pasar un concepto que tal vez había quedado desapercibido durante todo este tiempo y que les puede suceder de igual modo a muchos pacientes, que es justamente el validar. 

 Primero aprende a Validar 

Pero, ¿qué es validar?

Validar desde el aspecto coloquial es el aceptar/permitir. Sin embargo, en la práctica que realizó en DBT (Dialectic Behavior Therapy/ Terapia Dialéctica Conductual). Podemos aborda el término de la siguiente manera:

«tener presente el conocimiento de ciertas conductas o comportamientos que están ahí presentes, que tienen una causa y que se busca entender dicho origen…» 

Y es justamente, el no validar lo que nos hace vulnerables, por nosotros mismos.

El dolor que sentimos, al no tener quizás las capacidades como para poder afrontar dicha situación adversa o eventos que se puedan considerar desafortunados a lo largo de nuestra vida. Somos los primeros tal vez en no saber cómo definir ciertas situaciones (etiquetar), conductas y que a su vez el momento de pedirle al contexto desde un inicio (en nuestros años tiernos de vida) que nos puede enseñar qué es esto y el temor aparece en el ambiente, ocasiona la invalidación, más frustración; por ende sufrimiento, la vulnerabilidad misma.

Porque nadie va por la vida diciendo: «yo pienso mal», «yo siento mal». Pues incluso en ciertas conductas (que suelen ser disfuncionales) para algunos otros o no aceptadas, existe verdad. Verdad que no puede ser negada, ni mucho menos invalidada. 

Aproximación al otro

El problema radica en no entender la experiencia privada del otro y esto se da en lo más íntimo del círculo (sociedad): en la familia. 

Ocurre que en el modelado de la búsqueda de una crianza adecuada se puede caer en ciertos errores de estrategias, cuidados… Al no conseguir los resultados que se esperaban y que, como normalmente se ha visto en nuestra cultura, sigue un castigo que resulta justamente insuficiente frente al modelado inicial ante las instrucciones dadas.

  • Esto no solamente explicaría la cacería de brujas que se puede ocasionar en la  búsqueda del cambio, sino en las habilidades de nuestros pacientes para lograr el éxito. 

Pero resulta, en la mayoría de veces, tedioso. Tendríamos que evaluar la mismidad (condición de ser uno mismo) y además la individualidad de la persona. Comprender que no todas las estrategias son buenas para todos y que no todas las habilidades son las mismas en todos los pacientes. 

Recuerdo muchísimo la imagen de un pez qué está plácidamente en su pecera pero que si le preguntas si puede volar te dirá que es incapaz; incluso se podría presentar otros cuestionamientos. Como el no ser lo suficientemente apto para hacerlo, por consiguiente, surge la sombra de la desconfianza. 

En ocasiones me sentía ese pez, nadando a contracorriente frente a mi falta de destreza y armonía con las matemáticas y la Física, llegaba el castigo y sufría. Solo cuestiónenlo… ¿alguna vez les ha pasado?

A veces, pedimos más de lo que nos pueden dar los demás, cuando lo que ya nos proporcionan y poseen es sumamente valioso y no sabemos reconocerlo. Y al fallar, ocurre el antes mencionado castigo sistemático. Los intentos de pedir ayuda se vuelven nulos y aparece lo que es la desesperanza.

Esto solamente sería el preludio para una muerte anunciada o más bien, de un manejo de contingencias anunciado: 

  • Que serían las expresiones llamativas, lo que ocasiona un cambio en el contexto.

En mi experiencia, recuerdo no solo el confiar mis secretos a los personajes de entrañables libros, o poemas que solía escribir desde muy pequeña, sino a la soledad o aquellas conductas que no se ven políticamente correctas, las cuales serían aquellos medios desesperados para pedir ayuda cuando ya todo está consumado (invalidado)  al menos es lo que se genera y se conoce como self-harm (daño a uno mismo), solo por mencionar una de estas. 

Todo en consecuencia de conductas invalidantes. 

Es cuando se minimiza la dificultad al mostrarnos vulnerables ante esta experiencia, y no se le da la oportunidad al individuo a tolerar el malestar de forma gradual y lenta, antes de ser resuelto. 

Es tenerle temor y miedo a la experiencia reveladora del sufrimiento. 

No es una oda a los eventos desafortunados, sino es la hermosura que nos puede proporcionar la adversidad. La  sociedad nos vende un happy ending cuando esto, muchas veces no nos pasa. Solo eso ocasiona una frustración tal, que causa el nacimiento descarnado de conductas extremas para provocar una respuesta de nuestra atmósfera ya doliente. 

Una comunicación errática del: «sonríe o muere» y no cuestionamos qué nuevo nos puede traer la vulnerabilidad, la experiencia de darle un nombre a lo que nos hiere, darle una antesala al encuentro.

Jamás seremos capaces del cambio, sin validar. 

En algún momento todos nos vestimos de verdugo de nosotros mismos (y tal vez, de otros) y decimos: ¿realmente no sé si importa lo que yo creo? Y el depender; el estar solo; el que no puedo; el que siento de manera inadecuada; que actuó mal, es una constante…

Ser vulnerable es mostrarse desnudo, en pensamiento, palabra, cuerpo y no en omisión alguna. 

Este es solo un pequeño haz de luz, de reflexión, de cómo estaba sentada en su momento al otro lado del escritorio, pero los roles cambiaron, ahora soy yo la que está frente a ustedes, en un día tan especial como este.