Joselyn Stefani Matta Arancibia

Hola 😊 soy Joselyn, trabajo como Psicóloga clínica con pacientes dentro del espectro disociativo, ansiedad, mediante la terapia analítico funcional y la teoría del vínculo de apego desarrollada por John Bowlby. Disfruto mucho de la música, dedico mucho de mi tiempo en aprender del ser humano, la consciencia, la neurodiversidad y últimamente de nuestra identidad.

Un agente encubierto: El sistema autónomo, ¿al servicio de nuestra seguridad?

¿Qué significa sentirse seguro? ¿lo has pensado? Por un lado, tenemos la seguridad emocional, la que nos regala protección, por la cual obtenemos validación y amor, lo que, a su vez, permite el desarrollo de una personalidad lo suficientemente estable para afrontar los problemas de la vida diaria. Y por otro lado es importante la seguridad fisiológica, vivir en un ambiente limpio, cómodo, tener un techo, comida, ropa, contar con salud, etc. y vivir en un lugar resguardado lejos de problemas que atenten nuestros bienes materiales o nuestra integridad física, hasta ahí estamos de acuerdo ¿no? Sin embargo, estas dos clases de seguridad ¿pueden coexistir por separado? ¿O se influencian una a la otra?

¿Alguna vez has analizado cuán seguro te sientes dentro de tu casa, tu trabajo, tus amigos o con tu pareja?

Tal vez para entender cómo opera nuestro centro de seguridad debemos conocer mejor la función de nuestro sigiloso sistema nervioso autónomo y cómo él nos prepara para adaptarnos a contextos en los que se ve afectada nuestra supervivencia.

El sistema nervioso autónomo viene del cerebro y va hacia nuestras vísceras, tiene una rama simpática y otra parasimpática. La rama simpática la activamos cuando sentimos miedo o nos sentimos en peligro y se activan nuestros sistemas de acción, el de lucha o huida.

En cuanto a la rama parasimpática existen dos vías de acción que se encuentran dentro del nervio vago: ventro vagal y dorso vagal. Recordando el ejemplo anterior, si esta situación de miedo, no la podemos resolver, nuestro cuerpo reacciona paralizándose o colapsando (activándose la vía dorso vagal); por otro lado, cuando sí logra encontrar refugio dentro de la conexión con el otro, logra obtener seguridad y confianza ya que su supervivencia está fuera de peligro (activándose la vía ventro vagal).

¿Nuestro sistema nervioso es capaz de dimensionar si una amenaza es momentánea o definitiva? ¿Puede saber si es buena o mala?

Al parecer no, debido a que precede a la emoción y cognición, (algo así como el sentido arácnido de Peter Parker en Spiderman) pues se activa ante las señales que sentimos y proyectamos como peligrosas de forma inconsciente, como reacciones somáticas rápidas que se predisponen a la acción. Sin embargo, aunque muchas las compartimos porque representan amenazas vitales humanas, existen otras de carácter personal regidas por nuestras experiencias y aprendizajes previos. Por lo tanto, descubrirlas y repararlas le corresponden a cada individuo.

Más allá de intentar entender cómo funciona nuestro sistema nervioso, el fin de este artículo es visibilizar la importancia de nuestras reacciones fisiológicas cuando experimentamos estrés, miedo, ansiedad o trauma, al permitirnos mirar más allá cuando queremos trabajar en nosotros mismos y en generar mejores respuestas ante situaciones estresantes, ya que un sistema acostumbrado a mantenerse hiperalerta, tendrá menos oportunidades de dar una respuesta regulada, así, procuraremos trabajar en el cambio de nuestros pensamientos pero también en el de nuestro estado fisiológico.

Así, por ejemplo, cuando algunas personas experimentan algún tipo de trauma, este “interrumpe el proceso de construcción del circuito autónomo de conexión segura y desvía el desarrollo de la regulación y resiliencia” (Dana, 2018).

Entonces el sistema autónomo gestiona el riesgo y dota de dinámicas vinculares que modifican nuestro estado a nivel corporal. Siendo muy importante también en la creación de la confianza y conexión con los demás ya que un trauma reemplaza las dinámicas de vínculo y conexión por patrones de protección, expresadas muchas veces de forma defensiva impidiendo un vínculo seguro, que permita construir relaciones sociales en las que se pueda encontrar apoyo, ayuda y regulación con el otro.

Es por eso que debemos entender que un trauma, de cualquier índole, experimentado a muy temprana edad genera un daño irreversible, alterando cómo el sistema autónomo debe regular las situaciones en las que nuestra supervivencia se ve amenazada, por lo que estos nuevos patrones de respuesta alterados psicofisiológicamente se vuelven normales y habituales, y se pierde la capacidad de volver a un estado de seguridad, haciendo que la persona, viva desde el dolor, el dolor de un evento no asimilado de manera correcta, un sistema nervioso alterado que no trabajará para él, lo que traerá como consecuencia que no se desenvuelva de manera saludable y desarrolle limitadas habilidades para entenderse, amarse a sí mismo y a los demás; y tratando a su vez sobrellevar los desafíos que representa vivir y crecer.

Seamos más empáticos cuando conozcamos a alguien que está sufriendo mucho a causa de un evento que no ha podido resolver, porque como vimos, a veces se requiere de muchas herramientas más, a parte de la valentía y el esfuerzo para comenzar a trabajar en uno mismo, pues así, entenderemos la complejidad de los procesos de recuperación de cada persona.

Referencias:

  • Dana D. (2018). La terapia poligaval: como unirse al ritmo de la regulación. Editorial Eleftheria.
  • Hernandez M. (2021, 07 de noviembre). Teoría polivagal.
  • Zambraya D. (2020, 29 de mayo). El Nervio Vago, la Teoría Polivagal y nuestro Bienestar.
  • Y si de repente. (2021, 12 de enero). Cómo modular el estrés. La Teoría Polivagal.

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