La compasión y la violencia: ¿Reconoces a los monstruos? Si los ves, ¿podrías perdonarlos?

La compasión y la violencia, esta es la dicotomía que hoy quiero traer a sus mentes, queridos lectores. Al hablar de compasión, lo que viene con esta (que es la capacidad de empatizar con el otro), y hacer algo al respecto para aliviar su dolor, también tenemos que hablar de la violencia, algo que caracteriza muchas de las dinámicas del ser humano, que incluso puede llegar hasta el sadismo.

Es muy interesante la pregunta filosófica: ¿El ser humano es bueno o malo por naturaleza?, como toda pregunta de esta índole, trae más preguntas que respuestas, pero, para enfocarnos en la dicotomía de hoy, tomaré el punto de vista del registro histórico, en el cual vemos la crueldad sistemática y la reiteración en todas las culturas y civilizaciones de la violencia extrema, esta no sucede en circunstancias excepcionales, patológicas o criminales, sino que son aceptadas socialmente. Solo tenemos que ir a generaciones anteriores y retroceder, para ver como las cosas van escalando en cuanto a la crueldad: si tus padres tienen treinta años de edad, verás en muchos casos cómo la violencia psicológica fue notoria durante su crianza. Si tus padres tienen cincuenta años o más, verás como además de la violencia psicológica, estuvo presente la violencia física e incluso la violencia sexual, y, dicho sea de paso, en las partes más oriundas de nuestro país esto no está alejado del día de hoy.

La respuesta, entonces, sobre la violencia y su capacidad de estar presente en el ser humano es que sí, que el devenir histórico muestra que el ser humano tiene esa tendencia hacia la crueldad o la violencia como instrumento de dominación reiterada y universal.

La violencia y la inconsciencia

Cuanto más atrás vayamos y observemos la violencia, más fácil es reconocerla y condenarla, pero cuando retrocedemos solo décadas, las cosas cambian: la gravedad no esta tan clara para muchos, a veces las justificaciones se asoman y hasta la admiración a la violencia. Puesto que ver la violencia en uno, vernos a nosotros mismos como malas personas, egoístas y dañinas, es una de las cosas más dolorosas para una personas. El tema de la «generación de cristal», es uno de los más escuchados y que demuestra esta tendencia a la inconsciencia.

A una persona joven le falta asimilar —por su juventud— una premisa de vida que mucha gente no llega a integrar, incluso hasta el final de sus días, que es “no puedo controlar lo que otros hagan o digan, pero si mi reacción y la actitud que tomaré al respecto, soy dueño de mis palabras, dueño de mis silencios y dueño de mis acciones”. Si bien esta postura de vida requiere gran fortaleza, lo cierto es que los cuestionamientos de los jóvenes son más que legítimos, y vemos cómo muchos adultos no tienen capacidad alguna de introspección y que hay bastante inconsciencia.

¿Por qué necesitan insultarlos?

¿Por qué quieren criticarlos?

¿Por qué quieren comparar su vida con la suya?

¿Por qué quieren que se sientan mal por no vivir lo que otros si vivieron?

¿Por qué quieren que se sientan en deuda por vivir una vida tranquila?

¿Por qué quieren dejarles en claro que son débiles?

¿Por qué quieren burlarse de ellos?

Y sobre todo

¿Por qué creen que ellos deberían sentarse a escuchar burlas?

¿Por qué esa necesidad de decirles cómo deberían de verse y cómo deberían de sentirse?

Si alguien tiene tantas ideas negativas sobre alguien o sobre un grupo, ¿por qué necesitan increparlo? Si la otra persona está en una posición de entendimiento superior, sabe que llevar esas actitudes solo van a lograr más resentimientos que cambios, no van a hacer a nadie más fuerte, porque si el que es —supuestamente— fuerte “no es dueño de sus silencios”, y si hace todo lo anterior como un “burdo desahogo de sus ideas”, ¿con qué autoridad puede querer algo de un joven que está aprendiendo a vivir?

Si vemos esto en el caso de padres e hijos, vemos relaciones con profundas heridas. Existen casos donde la violencia estuvo muy presente en la infancia y el resentimiento sigue latente, a pesar de que los años y la vida trajeron cambios de actitud y, quizá, una faceta diferente por parte de esos padres que maltrataban y, ahora, son diferentes con sus nietos. Sin embargo, el cambio de actitud nunca incluyó abiertamente las disculpas y el reconocimiento de esos actos, todo se desenvuelve dentro de una nube gris de rencores e inconsciencia.

Perdonar a los monstruos

Perdonar es un acto sumamente complejo, para algunos, como dice Borges: cuando hay perdón ya no hay remordimiento y el olvido es una de las formas del perdón. Por eso yo les recuerdo a mis pacientes, por los cuales tengo una gran admiración y me siento afortunada de ser parte de sus procesos, que también es válido alejarse de las personas que les hicieron daño, que eso es una forma de perdonar: la lejanía y el olvido. En otros casos, esto no será necesario y podrá seguir existiendo un lazo entre las personas, a pesar de esta parte imperfecta que nos lleva, a veces, a dañar a otros. Cuando en el que ha cometido el agravio, encontramos ese proceso de hacer conscientes sus actos y de tener compasión, podemos incluso fortalecer la confianza que es parte del amor.

Quizá recuerden la historia del minotauro, un monstruo de la mitología griega, fruto de un escarceo amoroso entre la reina Pasifae y un hermoso toro blanco enviado por Poseidón. El destino del minotauro estuvo para siempre ligado a su encierro en un laberinto, donde devoraba cada año a catorce jóvenes atenienses, que eran entregados en sacrificio como pago por perder la guerra contra Minos de Creta. Finalmente, el monstruo solitario murió a manos del príncipe ateniense Teseo.

Este monstruo siempre fue víctima de las circunstancias. Como cada ser vivo, no pidió venir a este mundo y menos en la forma en que lo hizo, fruto de la venganza de Poseidón, el dios del mar, que al ver que el rey no cumplió su pedido de sacrificar en su honor a un hermoso toro blanco, se vengó utilizando a su esposa, haciendo que se enamore y mantenga relaciones con el toro. Las circunstancias destinaron al minotauro a ser un monstruo, cada año mataba a catorce inocentes, cada año, cuando le daban la oportunidad, dañaba a otros. Nuestro incomprendido minotauro, también conocido —pues ese era su nombre— como “Asterión”.

Asterión nos cuenta su propia historia, su perspectiva sobre su propia vida, de quién es él; al escucharle, lograremos entender y quizás perdonar su falta de consciencia, gracias al genial Jorge Luis Borges y su cuento La Casa de Asterión:

«Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí, ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra.

«Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

«El hecho es que soy único […] corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). […]

«Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?».

Entonces, vemos como Asterión no se percibe a sí mismo como un monstruo, él nos cuenta de su soledad, del aburrimiento, nos revela que el no está encerrado pues, si no sale, es por la gente y cómo reacciona cuando le miran y las respuestas de la personas a su presencia le dan miedo. Él no se da cuenta que mata a los que entran a “visitarlo”, el va a jugar con ellos, y para él simplemente mueren, está esperando a alguien que lo libere (que lo mate) y ve a ese alguien como su redentor, pues si analizamos, para él, la la muerte es su liberación.

Cuantas personas no perciben la real magnitud de sus actos, catalogare estos como actos monstruosos, a fin de que se entienda la razón de traer este cuento sobre el minotauro para ilustrar cómo los seres humanos podemos ser inconscientes del daño que hacemos. Aquí pondré el ejemplo de los padres: si tuviste padres violentos, muchas veces podrás ver justificaciones, negación y hasta pedidos de admiración a sus actos violentos, con él tiempo, al escuchar cómo crecieron ellos, también entenderás por qué son fruto de sus circunstancias y de su propio sufrimiento, queda en ti el perdonarlos y el cómo perdonarlos. Pero, recuerda también tus propios actos monstruosos y el perdón a uno mismo.

Perdonarse es difícil, porque, en primera instancia, reconocer nuestra monstruosidad lo es en sí. Me es difícil verme a mi misma como una persona mala, una persona de actos crueles, pero si me reconozco, si en vez de esperar a mi redentor, me redimo yo misma, podré encontrar el camino para perdonarme.

No soy perfecta, soy Asterión, pero buscaré un espejo en el laberinto de mi vida. Para muchos, esa es la terapia, un espejo. Esta bien poner nuestros actos ante estos espejos para ver, frente a frente, nuestra violencia y todo aquello que nos aleja de la compasión.

En Warayana te invitamos a hacer uso de un recurso espléndido de catarsis, que son “los cuartos de la ira”, donde podrás echar todo el enojo, frustración y demás emociones negativa, liberarlas y permitirte, ya con todo esto volcado, mirarte en el espejo.

Me despido con esto, dejándoles un minotáurico saludo. Más abajo podrán encontrar toda la información de la magnífica institución con la que tenemos convenio, «Crash. Cuarto de ira».

En “Crash” podrás encontrar instalaciones debidamente implementadas para soltar toda esa carga emocional de la que buscas deshacerte.

Facebook de Crash: https://www.facebook.com/crash.arequipa?mibextid=ZbWKwL

Referencia

Borges, J. L. (1949). La Casa de Asterión, en El Aleph. https://ciudadseva.com/texto/la-casa-de-asterion/

Mis redes:

Instagram: @psic.adrianamiranda

Correo: pisc.adrianamiranda@gmail.com

Padres sobreprotectores

Deseo de control

“Sentido de extrema protección”, algunos padres usan la hiperpaternidad para con sus hijos. Cuando queremos controlar todo, se esconde detrás un gran sentido de inseguridad contra la vida, además se busca cubrir carencias desde tiempos remotos. En este caso, los padres tuvieron infancias difíciles, y en su deseo de que sus hijos no pasen lo mismo, creen erróneamente que “sobre-ayudando” harán una buena tarea.  Esta situación, además, denota cierto egoísmo en los progenitores, detrás de esto, se encuentran padres narcisistas, con probable trastorno de la personalidad “pasivo-agresivo”, dependientes emocionales, víctimas, etc. Se usan frases como: “Lo hice por ti”, “sufrí mucho al tenerte”, “eres todo para mí”, “viniste a salvarme”, etc.

Unos progenitores con buena salud mental siempre querrán que sus hijos se defiendan por sí mismos ante las adversidades, dándoles la libertad adecuada.

Ilustración 1: caricaturización de la sobreprotección.

Algunas de las características del estilo educativo sobreprotector:

  • Impiden que sus hijos exploren el mundo.
  • No se les permite ser independientes y eligen las actividades que harán, incluso deciden que vestimenta tendrán.
  • Les privan de expresar sus sentimientos y deseos, pensando por ellos.
  • Los padres evitan que los niños experimenten situaciones incómodas o difíciles, y no dejan que el niño se defienda por sí mismo.
  • Para ejercer el control, generan miedo al decirles que no son capaces de hacer algo.
  • Alojan sentimientos de culpa por falta de tiempo con sus hijos.

Consecuencias de la sobreprotección:

Consecuencias en el área biológica:

  • Demora en el control de esfínteres.
  • Demora en caminar.
  • Demora en comer solo.

Consecuencias en el área psicológica:

  • Fobias.
  • Inseguridad.
  • Bruxismo.
  • Agresividad.
  • Timidez.
  • Celos excesivos.
  • Baja tolerancia al fracaso.

Consecuencias en el área social:

  • Dependencia de otros.
  • Dificultad en habilidades sociales.
  • Baja autoestima.
  • Niño inhibido y retraído con los demás. (Cisneros, 2017)
Ilustración 2: Pensamiento de Jodorowski.

Unos padres felices criarán hijos felices:

¿Amor o desamor? El amor verdadero no causa daño, ¿o sí lo hace?

El amor verdadero es planificado. La llegada de una de las alegrías más grandes de la vida (como podría ser para muchos la idea de tener hijos) debe ser correctamente preparada. Pues si los padres se encuentran extenuados con la crianza y sienten que dieron más de lo que debían, resurgirán ideas de victimismo, y con ello, se transmitirá, consciente o inconscientemente, el propio dolor a los hijos, buscando llenar vacíos, y uno sería el de la extrema protección.

Se debe tener primero las necesidades básicas cubiertas para con uno mismo (techo, comida, salud, paz) y los propósitos que puedan ir más allá (porque no solo de pan y agua vive el hombre), como una profesión, deseos de la vida, viajes, etc., antes de la llegada de hijos. Cuando estemos felices con nosotros mismos recién podremos hacer felices a los demás. Por ello, resolver tempranamente nuestros conflictos internos, emocionales, sociales y económicos, nos brindará ese camino deseado, y podremos dar amor de calidad a los demás.

Fuente: Cisneros, J. (2017). ColegioArcangelRafael.com.

Destruir una flor

A veces, hablar del siguiente tema puede ser difícil, pero les contaré un poco de lo que me tocó ver. Si yo no hubiera tenido estos conocimientos quizá hubiese sido solo una expectadora.

Conocí a una persona que, por no saber sobre estos temas, terminó destruyendo un futuro. Esta persona era madre de dos hijas, desde muy pequeñas las crio en un hogar donde había mucha violencia. Discutía demasiado con su esposo, delante de sus hijas, sin saber que ellas sufrían. 

Sabemos que las discusiones son parte de la vida. Y tenemos distintos tipos: desde las negociaciones en las que se intercambian ideas para llegar a un acuerdo, hasta las peleas en las que no faltan los agravios, las burlas y otras afrentas. Estas situaciones, sin embargo, dejan heridas en quienes participan de ellas, y también (a veces muy graves), en los niños que se ven involucrados.

El cerebro del niño por Alvaro Bilbao - Que tristeza se ve en la cara de los  niños testigos de peleas y discusiones. La razón es así de sencilla. Cada  niño lleva

¿Qué pasa cuando discutimos delante de nuestros hijos?

En su artículo, el profesor Harold concluye que una amplia selección de la investigación académica, desarrollada desde la década de 1930 en torno a la psicología del niño (junto a una variedad de trabajos experimentales y de seguimiento a largo plazo), demuestra que los menores expuestos al conflicto, pueden experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés. Todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los seis meses.

También es posible que sufran retrasos en el desarrollo del cerebro, problemas de sueño, ansiedad, depresión y problemas de comportamiento. Aquellos niños que ven peleas menos intensas, pero por un periodo continuado, también pueden desarrollar los mismos problemas.

El «maltrato leve» no existe

Cabe agregar que los niños y las niñas viven las disputas de forma distinta. El profesor Harold, en un artículo publicado en la revista de psicología El desarrollo del niño, sostiene que mientras los niños suelen experimentar problemas de comportamiento, las niñas se ven más implicadas emocionalmente.

Si estas discusiones se manejan de una manera adecuada, puede ser una gran oportunidad para que los hijos adquieran habilidades de cara a que, cuando ellos tengan que enfrentarse a esas mismas situaciones, puedan resolverlas de manera efectiva, y tengan control sobre sus emociones.

Si estas discusiones se realizan desde el respeto, sin alzar la voz, sin utilizar insultos, ni chantajes emocionales, los hijos podrán desarrollar destrezas para manejar estas situaciones de conflicto con otros niños, y, posteriormente, en su edad adulta.

En cambio, si estas discusiones son expresadas desde la agresión, los niños van a imitar estos comportamientos de los padres, y repetirán esas conductas en el trascurso su vida.

Nuestros hijos son como una esponja, y mucho más si son pequeños; ellos no solo hacen lo que nosotros hacemos, sino también lo que decimos.

“El aprendizaje es bidireccional: nosotros aprendemos del entorno, y el entorno aprende y se modifica gracias a nuestras acciones”

Albert Bandura

Investigaciones anteriores ya habían demostrado que las conductas agresivas pueden afectar al desarrollo del comportamiento. El famoso experimento de Albert Bandura, nos puede servir de ejemplo.

Experimento del muñeco Bobo: un modelo de agresión

Bandura no estaba de acuerdo con la postura de los conductistas, porque consideraba que subestimaban la dimensión social del comportamiento humano. Por ello, enfocó su estudio en la interacción entre el aprendiz y el entorno, para explicar los procesos de aprendizaje. Para ello, puso en marcha su famosa y mundialmente conocida investigación: el experimento del muñeco Bobo.

En el escenario del modelo agresivo, el adulto comenzaba jugando con los juguetes de la sala, durante un minuto aproximadamente. Después de este tiempo, el modelo agresivo iniciaba un comportamiento violento hacia el muñeco, pegándole o utilizando un martillo de juguete para golpearlo en la cara. En el modelo no agresivo, el adulto jugaba sin más con el muñeco. Y, por último, en el grupo control no existía observación previa de interacción con ningún modelo.

Más adelante, los niños fueron pasando, uno a uno, a la sala con los juguetes y el muñeco Bobo. Estos fueron grabados con cámaras para registrar su comportamiento tras haber contemplado las formas de actuar de los modelos adultos.

En cuanto a los resultados referidos a las diferencias de género, estos apoyaron firmemente la predicción de Bandura de que los niños estaban más influenciados por los modelos de su género.

Además, entre los niños que habían estado presentes en el escenario del modelo agresivo, el número de ataques físico exhibidos fue mayor en los niños que en las niñas. Es decir, los niños mostraron más agresividad cuando se expusieron a los modelos masculinos agresivos.

Imágenes del experimento del muñeco Bobo

«Prepara a tu hijo para la vida no la vida para tu hijo«

Tim Elmore

¿Qué esperamos de nuestros hijos? 

Debemos de tener claro que algo hay que ofrecerles, porque ellos lo esperan. Ellos nos observan constantemente, esperan ver aquello que le dé sentido a su vida, un “algo” donde apoyarse, para crecer con estabilidad y firmeza. Y de esta manera, crear su propio criterio de la vida, algo a partir de lo cual, puedan tomar sus propias decisiones. Entonces, ¿por qué no empezamos con nosotros mismos? Si hemos vivido en un hogar donde hubo violencia, cortemos esos lazos que nos conectan al pasado. Comencemos un hogar sano, sin violencia, sin discusiones. Hagamos la diferencia.

Referencias

BBC Mundo (2018). Qué efectos tienen sobre los hijos las peleas de sus padres frente a ellos. https://www.bbc.com/mundo/noticias-43618412

El Mundo (s/f). La crianza con violencia perjudica el desarrollo del cerebro de los niños y causa daños a largo plazo. https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/salud-infantil/crianza-violencia-cerebro-ninos/

Prieto, M. (2022). El experimento del muñeco Bobo y la agresividad. https://lamenteesmaravillosa.com/el-experimento-del-muneco-bobo-y-la-agresividad/

Soler, A. [Píldoras de Psicología] (2018). El experimento del muñeco bobo: un modelo de agresión [Archivo de video].

Jinetes de lo imposible: Madres (borderline). Simplemente madres

Para todas las mamás en días de cielo nocturno, 

en especial para Elva y Eve 

en admiración y agradecimiento, 

para Alma porque hago lo mejor que puedo, 

aunque no sea suficiente…

¿Qué es ser una buena madre? Y, ¿qué es no serlo?

Podría jurar, pensar o maldecir, pero ninguno de los multiuniversos/escenarios imaginarios servirán para definirla, porque toda o ninguna abarcaría en su complejidad lo difícil que es ser mamá y aún más siéndolo con TLP/DRE…

Creo que solo quiero permitirme ser real, espontánea (en este artículo y fuera de él), evidentemente responsable, no ser juzgada pero sí ser audaz, y lo suficientemente resuelta, astuta e inteligente para ser capaz de superar cada valla que se me atraviesa como al caballo o al jinete en las competencias. Pero en mi propia competencia, porque no estoy luchando contra nadie que no sea conmigo misma, que no sea con mi maternidad cargando a cuestas una condición médica, física, o un diagnóstico de patología mental osease la adversidad con la que salí sorteada. No compito con nadie… atravieso el fuego. 

Maternidad y TLP/ DRE (Desregulación Emocional)

Marco contextual: datos generales 

El Trastorno límite de la personalidad (TLP) se caracteriza por un patrón de relaciones intensas y ambivalentes, ira incontrolable, control deficiente de los impulsos, inestabilidad afectiva, trastornos cognitivos y de identidad, y conducta suicida recurrente. Es probable que las personas con TLP se enfrenten a una serie de resultados negativos, incluida una mala respuesta al tratamiento y malos resultados sociales, laborales y académicos (Bagge, Nickell, Stepp, Durrett, Jackson y Trull, 2004; Bender et al., 2001; Skodol et al, 2002). 

El día a día de las personas con este trastorno está plagado de altos niveles de miseria, que a menudo persiste incluso después de que remitan los síntomas de impulsividad y las conductas suicidas (Zanarini, Frankenburg, Hennen y Silk, 2003). En entornos clínicos, el 75% de los que tienen un diagnóstico de TLP son mujeres (Skodol y Bender, 2003), y se estima que hay más de seis millones de mujeres en los Estados Unidos diagnosticadas con TLP (Friedel, 2004). Es probable que haya un gran número de mujeres con TLP que también son madres, lo que, combinado con las amplias deficiencias funcionales asociadas con este trastorno, representa un problema de enorme preocupación pública. Por lo tanto, es algo sorprendente que los efectos del TLP materno en los resultados de los niños hayan sido el foco de poca atención empírica o esfuerzos de desarrollo de tratamientos. Dado que la crianza impacta tanto a la madre como al niño, creemos que, desarrollar una intervención de crianza específicamente para esta población de alto riesgo, es un esfuerzo particularmente importante.

En los estudios revisados, se postula que la madre tiene estrategias de crianza caracterizadas por oscilaciones entre la participación excesiva y la participación insuficiente. Vemos estas oscilaciones como extremas formas de inconsistencia. Tales como las que se presentan en prácticas de socialización de las emociones, así como en las estrategias de disciplina y vigilancia parecen contribuir al desarrollo del TLP (Bezirganian et al., 1993).

Enfoque de la crianza en TLP/DRE:

Los hijos de madres con TLP están en riesgo de problemas psicosociales. Los resultados y la transmisión de esta vulnerabilidad pueden deberse a ciertos déficits en las habilidades de crianza. No existen intervenciones diseñadas específicamente para madres con TLP y sus hijos; sin embargo, los autores han hecho recomendaciones generales a favor de las terapias de apego. (cf., Macfie, Fitzpatrick, Rivas y Cox, 2008).

Programas de psicoeducación familiar, para las personas con enfermedades mentales graves, han recibido un amplio apoyo empírico para reducir las tasas de recaída y la reducción del estrés familiar y carga (para una revisión ver Cohen et al., 2008). El impacto de la psicoeducación familiar para las personas con TLP ha sido inferior al de otras formas de enfermedad mental grave, especialmente esquizofrenia. Gunderson, Berkowitz y Ruiz-Sancho (1997) abogan por un enfoque psicoeducativo familiar.

Aproximación al tratamiento del TLP

El desarrollo de un programa piloto de Grupos Familiares Múltiples (MFG)  informó mejoras en la comunicación familiar y carga familiar después de seis meses de tratamiento. Ahí son tres los tratamientos que incluyen la psicoeducación familiar como uno de los componentes del modelo de tratamiento y han publicado al menos un artículo empírico sobre la efectividad de la intervención para familias con TLP: Familia Conexiones (FC; Fruzzetti & Hoffman, 2004), Sistemas de Capacitación para la Previsibilidad Emocional y la Resolución de Problemas (STEPPS; Blum, Pfohl, St. John, Monahan y Black, 2002), y Entrenamiento de Habilidades Familiares Multigrupales como parte de Terapia dialéctica conductual para adolescentes (Miller, Rathus y Linehan, 2006).

Para reflexionar…

En resumen, las vulnerabilidades genéticas y ambientales ponen en riesgo a los hijos de madres con TLP y psicopatología relacionada. Un contexto ambiental que puede conferir riesgo, es la crianza de los hijos. Las madres con BPD (Borderline Personality Disorder) pueden encontrar desafíos únicos de crianza, especialmente a la luz de la falta de eficacia que sienten como padres. La estrategia de crianza que sería más perjudicial para los hijos de madres con BPD puede ser oscilaciones entre formas extremas de control y pasividad, que dan poca consistencia a la experiencia del día a día del niño. Al abordar habilidades de crianza, esperamos ver mejoras en las interacciones entre padres e hijos, lo que conducirá a la reducción de la angustia de la madre y el niño. Con base en una minuciosa revisión de la literatura, podremos esbozar varios puntos para una intervención de crianza, a saber, psicoeducación, consistencia en la programación y el seguimiento, la coherencia en calidez y cuidado, así como la aplicación de estrategias de crianza basadas en la atención plena.

“Morir no duele mucho:

nos duele más la vida.

Pero el morir es cosa diferente,

tras la puerta escondida:

la costumbre del sur, cuando los pájaros

antes que el hielo venga,

van a un clima mejor. Nosotros somos

pájaros que se quedan:

los temblorosos junto al umbral campesino,

que la migaja buscan,

brindada avaramente, hasta que ya la nieve

piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas”.

-Emily Dickinson-

Bibliografía: 

Cohen, P. (1996). Childhood risks for young adult symptoms of personality disorder: Method and substance. Multivariate Behavioral Research, 31, 121–148

Gunderson, J. G., Berkowitz, C., & Ruiz-Sancho, A. (1997). Families of borderline patients: A psychoeducational approach. Bulletin of the Menninger Clinic, 61, 446 – 457.

Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York, NY: Guilford Press.

Sobrecompensar: Cuando dar de más, daña

¿Qué significa sobrecompensar?

Me gusta mucho empezar cada artículo, buscando sinónimos que me ayuden a ordenar mis ideas. Empecemos con el significado de compensar para luego hacer una diferenciación.

Si buscamos los sinónimos de compensar encontramos…

Resarcir, pagar, reparar, retribuir, desagraviar, subsanar, nivelar, equilibrar, igualar, neutralizar, contrarrestar, etc.

Al parecer compensar es una palabra que denota un significado positivo, algo que podemos hacer si nos equivocamos o dañamos algo o alguien. Sin embargo, cuando hablamos de sobrecompensar, es como si buscáramos volver a arreglar lo ya reparado, y como consecuencia, lo podríamos volver a descomponer.

Como ya hemos escuchado, todo en exceso daña, pareciera que hacer esto voluntariamente o con intención, es absurdo, pero seguramente viene del miedo a sentir que alguien que queremos tanto (como es el caso de nuestros hijos) experimenten un dolor similar al que nosotros vivimos en el pasado, creyendo que la forma de ser mejor que nuestros padres, es darles todo lo que ellos no pudieron darnos, juzgando por dolor, que todo lo que vivimos fue malo, jurando que cuando seamos padres no haremos los mismo. Así, nos dejamos guiar por el dolor que nos causó vivir con carencias, que nos olvidamos de aquellas cosas que sí nos sirvieron para enfrentar la vida de manera satisfactoria, en donde incluso, aprendemos y cultivamos hábitos y actitudes muy valiosas como son los valores de cada familia, que provienen de generación en generación, los cuales son importantes para desarrollar el sentido de pertenencia. A continuación, voy a contarles una historia para ilustrar mejor mis ideas.

Susan y Juan Diego son dos esposos que están casados desde los 19 años, tienen cuatro hijos, y viven en un pueblo alejado de la capital. Cuando nació el primero de sus hijos, ellos trabajaban en lo que podían, eran padres responsables, en casa nunca falta comida, distinto de cuando hablamos de ropa nueva cada mes, o de comprar los mejores juguetes para sus hijos. Vamos a contarles sobre las vivencias del primero de ellos, Mateo. Cuando Mateo creció, relata haber tenido una niñez un poco triste, pues desde muy pequeño tuvo que ayudar a sus papás en el trabajo para los gastos de la casa, siempre estuvo preocupado por el dinero, los días de infancia fueron complejos y cansados también, porque debía levantarse temprano y regresar de noche, excepto los domingos, que podía salir a jugar o pasear. Con el tiempo, Mateo logró tener una carrera técnica y se volvió un profesor muy capaz, hábil y entregado a su trabajo. Todos destacan su buen vestir y excelente metodología para enseñarle a los niños, le gustaba mucho promover el juego y los aprendizajes cantando y divirtiéndose, muchos veían en él a un niño más cuando estaba con sus alumnitos, los cuales lo adoraban. A base de esfuerzo, y enfocado en el estudio logra ir a la capital y postular a un trabajo en un asentamiento humano, ya que sabía que existían plazas disponibles porque nadie quería ir a trabajar tan lejos, pero él lo hacía con la finalidad de lograr su tan ansiado nombramiento, hasta que un día… lo logra. Pese a demorar diez años como profesor de primaria, por la inexperiencia y con la seguridad de tener un trabajo fijo, sin darse cuenta, empieza a gastar más de lo que tiene, emocionado por su gran logro, ayuda a sus hermanos a estudiar y postular a la universidad, y al mismo tiempo, ayuda a sus padres. Pero empieza a comprar cosas que sobregiran su gasto mensual, sin decirle nada a nadie, dejando de alimentarse saludablemente. ¡Ah, pero eso sí! Siempre dándole prioridad a su look y luciendo muy bien. Cuando sus hermanos logran hacerse profesionales, ya él, a la edad de 39 años, conoce a Laura, su esposa, a quien conquista con su inteligencia y simpatía, juntos tienen un niño, a quien llamaron Miguel. Miguelito tiene la fortuna de crecer en una casa en la que no hace falta trabajar de sol a sol, porque sus padres pueden proveerle comida sin que él los ayude. Laura también es profesora de primaria, con ambos trabajando, Miguelito llega a casa y siempre tiene el plato que desea comer, pues Mateo no va a permitir que coma platos que no le gusten, es así como Miguelito se vuelve muy selectivo con la comida, por otro lado, Laura al no poder estar presente junto a su hijo por las demandas de su trabajo, todos los sábados lo lleva a comprarse toda la ropa que él quiera aunque esta es muy costosa (poniendo en serios problemas a la economía del hogar) y ni hablar de los juguetes, que cuando era niño, no podía terminar de usar, le aburrían muy rápido, por lo que los rompía y no tenía mucho cuidado con ellos, porque sabía que puede tener unos nuevos “rápido y fácil”. Creo que todos podemos pronosticar el adolescente en el que se convertiría Miguelito… demandante, poco considerado, muy intolerante a la frustración y con serios problemas para aceptar la realidad económica en la que vive. A Miguel se le dificulta mucho enfrentar los retos y crisis de la vida y prefiere evitar solucionarlos, tomando decisiones que lo hacen sufrir a él y a sus padres.

Con frecuencia, resulta complicado ser padre, ya que vamos a transmitir con nuestras acciones, pensamientos y emociones, mucho de lo que aprendimos de nuestros padres lo que se convierte en una forma de sentir la parentalidad cuando a nosotros nos toca ejercer nuestra labor de padres (si digo sentir, es porque se trata del cómo yo sentí mis experiencias de infancia).

Si yo siento que mi niñez fue injusta, sentiré que no puedo permitir que él viva lo que yo viví, esto pasa con frecuencia cuando nos convertimos en padres con infancias complejas no resueltas, llenas de carencias tanto emocionales, físicas como materiales, en dónde haremos todo lo necesario para que a nuestros hijos no les pase lo mismo, es un acto que intenta protegerlos. Pero que no viene con maldad o con la intención de herirlos, esto sucede de forma inconsciente y proviene de dos posibles causas: desde nuestros traumas de infancia, o porque sentimos culpa. Culpa que intentamos aliviar tratando de dar más de lo que el niño necesita, y se da por motivos que a veces el padre por desconocimiento comete, como: demostrar poco afecto, comprar regalos demasiado grandes o caros, cuando siempre es permisivo, diciendo que sí a todo para obtener la aceptación de los hijos, etc. (algo muy común cuando una pareja atraviesa un divorcio, que los podría llevar a sobrecompensar). Es por eso que, si tomamos decisiones basadas en la culpa y el dolor, inevitablemente sobrecompensaremos, al hacerlo, tendremos la tendencia de sobreproteger y al parecer este acto se ve como menos nocivo. Sin embargo, esta acción poco reflexionada, se disfraza en acciones pasivas y negligentes que comienzan a mal formar a los niños.

Entonces… ¿Vivir experiencias dolorosas, solo nos dan consecuencias negativas?

Les propongo apreciar estas experiencias como una oportunidad de cambio, de mejora, si las vemos desde un lado más objetivo, también nos brindaron herramientas con las que hemos logrado lo que somos hoy. Pues, a pesar de las carencias, también nos llenó de valores y enseñanzas prácticas que nos han dado la experiencia de vivir aprendizajes por uno mismo, enseñándonos valores como la tenacidad, la autonomía y habilidades como la solución de problemas, te enseñó a ser creativo, a apreciar las cosas, a ser proactivo, demostrándote que eres resiliente a la adversidad (claro que sin duda, no todos los casos son iguales, como cuando hablamos de los niños que desarrollan trauma complejo, por mencionar un caso, sin embargo, felizmente no todos hemos tenido que atravesar por experiencias tan crueles y adversas en nuestras vidas). Si reflexionamos sobre los hechos de la vida y vemos que al mismo tiempo, mis padres me dieron lo mejor que tuvieron y se mantuvieron junto a mí a pesar de todo, lo más probable es que cuando sea padre, le daré a mis hijos lo mejor que tengo; a veces, le daré la oportunidad de que se frustre, para que aprenda que puede empezar de nuevo, le pediré que espere para que aprenda a desarrollar paciencia, le compraré lo que realmente necesite, para que entienda que no tengo que comprarle todo lo que quiere y podrá valorar sus cosas, aprenderá a ser creativo cuando le permita enfrentarse a desafíos que pueda manejar, y al mismo tiempo, desarrollará su inteligencia).

En pocas palabras le daré experiencias que guiaré desde cerca, para que cree sus propios recursos y se sienta muy valioso y útil, porque la valía de una persona se gesta cuando obtenemos logros, logros que hemos construido por nosotros mismos desde pequeños que pueden ser simples pero constantes en el tiempo.

Es importante valorar todas nuestras experiencias, incluso aquellas que fueron difíciles, porque nos permitieron forjar un temperamento fuerte, para evitar sobrecompensar con tus hijos y al relacionarte con los demás, trabajar en esas frustraciones sería lo más sano, así podrás ejercer una paternidad responsable.

Para vivir mejor, date la oportunidad de sanar.

Fuentes:

Palabras clave:

Crianza, sobrecompensar, parentalidad, infancia, niños.

Cuando le crees todo a mamá

Los pilares también se quiebran


Muchos quebraderos de cabeza, dolores, manías y compulsiones pueden tener una luz de origen en el seno familiar, para nadie es un secreto que varias de las actitudes o aptitudes que nos ayudan a desenvolvernos en la vida la pudimos haber heredado de ellos (los padres), sin embargo, nunca dejemos de lado ese vasto imperio derruido que se conforma de las “malas ideas”, y si, están entre comillas porque definen lo que sucede con un pensamiento que tras mucho rodar por la vida termina espichado y sin brillo. Ahora, toma un asiento muy cómodo y vamos a quejarnos y simular al menos por una vez, que la responsabilidad culpa no es nuestra.

¿Cómo y cuándo una idea se vuelve “mala”?

Si nos desligamos del área fisiológica y vamos a hechos más accesibles, podemos comprender que unas ideas al aparejarse a otras configuran una creencia, y esta, al aplicarse a diversas situaciones y dar resultados (la mayoría de las veces, agradables) provoca un reforzamiento. Siendo esto así, sí nos volcamos a usar el mismo plan para casi todas las situaciones de la vida ¿qué crees que ocurra? Antes de continuar, tómate un espacio, reflexiona, respóndete y luego sigue leyendo, quizás tengamos una grata coincidencia.

Ahora que te has detenido y pensado, hablemos un poco de la suspicacia a modo de ejemplo de lo anterior. Ese arte fino de dudar, de ver entre líneas negativamente lo que no se ha dicho de forma clara, esa forma de quien entre cierra los ojos, ladea la cabeza y dice que algo no está del todo bien. Nos parece una cualidad importante, y lo es, pero, ¿sí la empleamos a todo?, ¿qué resultaría? Básicamente, la búsqueda y resolución de un crimen que no se ha cometido, una saña contra inocentes que se ven criminales por no poder leerles la mente, una incansable cacería para obtener “la razón” cuando el otro se harta y nos traiciona víctima de tantas injurias y señalamientos. Como vemos, no es aplicable a todo ni a todos. Es así como llegamos a una “mala idea” el uso excesivo de una fortaleza se convierte en debilidad en la medida que se aplica a todo.

Mamá dice: «cuídate, no salgas”

Para cualquiera que lea esta frase le parecerá una buena sugerencia, una muestra de cariño y de querer la seguridad completa para su prole, pero, no olvidemos el centro de esto “las malas ideas” cuando una creencia se establece y es usada en todo y para todo.

Partiendo de esto, cuando existe una creencia sobre la seguridad, donde el mundo se aprecia como hostil, la incertidumbre se apodera de la persona con total tranquilidad, y no es para menos: “si sales a la calle, pueden atropellarte, sí contestas el teléfono de un número desconocido puede que te estafen, sí hablas con desconocidos pueden hacerte daño”. ¿te suena? Vivir con “el Cristo en la boca” es decir, vivir con un estado de incertidumbre constante, es algo que no solo se les confiere a los trastornos por fobias sociales generalizadas, muchas veces, estas creencias exacerbadas viven con nosotros y nos cubren en cada ámbito de la vida.

          Un ejemplo anecdotario de este tipo de creencias son las que encontró Rebe Secura cuando entendió desde muy pequeña que salir en toalla por el pasillo de su casa no era conveniente a todas horas, pues, debía cerciorarse que su tío quien tenía serios problemas con las drogas no estuviera en casa. De este modo, Rebe comprendía a todas horas el hecho de tener que mantenerse alerta, sí la dejaban sola en casa no podía asomarse por la ventana, sí iba a comprar el pan debía evitar los callejones y lugares con muchos hombres como la licorería de la esquina, sí llovía no podía ampararse bajo la marquesina del local vecinal porque ¿quién sabe que podía ocurrir? Un “instinto” muy fino que fue tergiversándose hasta llegar a ideas erróneas en la adultez.

          Algunas de las características que hacen orgullosa a Rebe es la del “scanner comportamental emocional” este refinado recurso que parece sacado de una película de ficción no es más que la finura actualizada de su creencia anterior. Aquí, utiliza señales mínimas para interpretar el entorno, sobre todo a las personas con las que entra en contacto, bajo una callada mirada se queda pensativa sobre la mueca que acaba de hacer su interlocutor, su mirada gacha y su tono de voz bajo casi neutro le son indicios a Rebe de que algo no anda bien, por lo que activa su segundo programa al que denomina: estabilización de situación.

          Esta aplicación orgánica la utiliza para dos casos muy bien diferenciados: protegerse, replegándose sobre sí misma; estabilizar la situación para no sentirse anímicamente amenazada.

          Personas como Rebe cundan en muchos sitios, sus relaciones se basan en tener siempre cuidado, énfasis en esta palabra, siempre, porque es allí cuando las conductas adaptativas se convierten en patrones que en un futuro son casi inamovibles. En esta situación, Rebe se ha visto envuelta en muchos “cuidados” que como dogmas se han extendido por ejemplo al área sexual, donde estar con alguna persona ya se consideraba un gesto de ligereza y de mal futuro a vistas de otros quienes ya tachaban negativamente su reputación, se le acostumbró a ir siempre por el camino de en medio, evitando conflictos y no manteniendo posturas, no volcarse a otros caminos desconocidos ni qué decir de aceptar llamadas de números extraños, eso es, claramente, impensable. Por ende, no es de extrañar que el malhumor y maltrato de otros era algo que ella asimilaba como una tarea propia, la de apaciguar.

          Es precisamente, esta labor observadora la que la hace presa de sí misma, de no atreverse a la espontaneidad luego de ver un rostro serio, de no envalentonarse cuando alguien está abusando de otros o inclusive de sí misma. Simplemente, se repliega y muerde su queja. “Ten cuidado Rebe, ten cuidado del mundo”.

Mamá dice: «no hay”

Las dificultades económicas no le son ajenas a buena parte de la población, de hecho, muchas veces puede constituirse como una lección importante de vida como antídoto para evitar las superficialidades de la misma. Sin embargo, cuando esta idea existe de una manera totalmente arraigada, encontramos a un individuo lleno de precaución que rechazan un soplo de alivio y de gusto en nombre de los “malos momentos”, donde el gastar no es solo una contención arbitraria y constante, sino que además se vuelve en una forma de apego, quieren desde la carencia.

De este modo, Rafael se movía por la vida, precavido con el dinero, precavido con el amor, precavido en amistades, precavido en todo. Invertir en una relación de pareja es para él una consideración casi que, de vida o muerte, se le metió en la cabeza desde muy pequeño que para engalanarse y coquetear no debía ser austero, al contrario, debía invertir tiempo y dinero. Y aunque para muchos esto es una realidad incuestionable, resulta que no es así al menos no con todo el mundo. Quien desea estar contigo, lo estará y aceptará una cita en un parque con un lunch. Pero Rafael, no piensa así, gastar y gastar es la moneda máxima para estar en el juego de la vida.

“Tener que levantarme y asearme por alguien, a quien tengo que llevar algún día a casa, tener ropa adecuada para mostrarme, aplazar pendientes y dedicarle espacio…no, paso” se dice Rafael cuando de amor se trata, no gusta de relaciones, aunque las anhela, simplemente teme salir de su restringida nube de barrotes sólidos en la que se encuentra, pero, su preocupación constante en no invertir porque es una pérdida le carcome. Esa necesidad que pide en silencio ser satisfecha nunca llega, dado que se acostumbró a lo que hay, nada más, conformarse y resignarse. Por ende, ama de forma lejana, desde el deseo no cumplido.

Esta misma falta de iniciativa comenzó desde casa, donde desechaban ideas tan simples como ir a la playa un fin de semana de forma exprés, inclusive, cuando brindaba algunas tácticas de paseo accesible como, por ejemplo, salir ya almorzados o con comida hecha en casa, comprar boletos antes y con promociones y demás artimañas, todas y cada una eran desechadas a veces sin razón alguna por lo que su espíritu de intento quedó cercenado. Así, su vida es eso, una idea amputada tras otra. “No gastes Rafael, no hay, esto es lo que nos tocó y así hay que vivir, poquito pero divino”.

Mamá dice: «eres especial, nadie es como tú”

Estas ideas de valoración absoluta de los hijos son muy lindas y apropiadas, hasta que llega el momento de contemplarlos a ellos como divinidades que son criadas con esmero y total atención que, al momento de relacionarse con otras familias cuyos sistemas y valores son distintos, existe un choque descomunal como si de supernovas se tratara. Y queda entonces el polvo fino luminiscente de asperezas.

La vida de las gemelas que veremos a continuación transcurrieron bajo las siguientes líneas: “no iremos a casa de tus tíos de nuevo, dice que se comportan como unas malcriadas, son unos exagerados. Prohibirles cosas a mis hijos es un abuso ¡locos!” dice la mamá enojada porque la tía impidió que las gemelas Roy y Susan jugaran con el nacimiento navideño de porcelana. ¡Les compraré otro si se rompe! – Era su respuesta a cada travesura que sus especiales e inmaculadas hijas provocaban.

El sentimiento de autovaloración es importante cuando hablamos de saber quiénes somos y de qué estamos hechos, en momentos de adversidad profunda es lo que nos ayuda a envalentonarnos y encontrar valor para reafirmarnos y no dejarnos llevar por la desidia. En situaciones sociales incómodas donde hay personas que gozan de extinguir cualquier opacidad intencional o inconsciente, saber quiénes somos y no doblegarnos resulta un as bajo la manga, muy efectivo, dado que todos somos distintos y gozamos de ese privilegio sin igual que consiste en no pensar igual, gracias a eso, el mundo camina y progresa. Pero, ¿cuándo se convierte en debilidad el que nos creamos especiales y únicos?

Volviendo a las gemelas y su ahora vida como adultas universitarias, existe un extraño ambiente en sus experiencias, un vacío que las une pese a estar separadas en sus actividades, se describen en intimidad como personas que no encajan, que no pueden establecerse en un sitio o encontrar su nicho porque todo escapa a sus expectativas, y esto, las lleva a un sin sabor enorme, un sentido de soledad abismal donde las más triviales conversaciones se sienten como paja en un establo, algo más que tratar en una noche que se supone era divertida. De este modo, pasaron de sentirse geniales y hasta superiores a ser “un bicho raro” que cuando intenta relacionarse no sabe cómo interpretar el suceso externo y huye para no afrontarlo.

“Siempre serán mis soles, mis gemelas únicas, especiales e insuperables, nadie es como ustedes, nadie las querrá como lo merecen, mis niñas Roy y Susan”.

Finalmente, antes de pasar a las recomendaciones y reflexiones, es necesario acotar que las madres muchas veces están en ocasiones al frente de la crianza de los hijos, algunas por decisión propia, otras por obligación, algunas más bajo la presión social del “deber”, sin embargo, lo importante de lo aquí recalcado, es que estas vivencias han venido bajo la inspiración de procesos personales extraídos de terapia,  al mismo tiempo, también se han concebido gracias al apoyo invaluable de pacientes que, tras cada sesión fueron expresando tales dificultades de vida que fueron acuñadas en sí mismos desde tempranas etapas debido a la crianza que su progenitora les había provisto.

Por supuesto que hay madres excepcionales, hay un escrito que inclusive las concibe de ese modo e intenta arrojar luz sobre sus conductas, pero, tampoco puede obviarse aquellas circunstancias donde sus acciones, aunque “buenas” (en su mayoría) no hicieron más que mella en sus hijos. Agradezco en este punto, el libro que en su momento no significó nada, sin embargo, ahora con la madurez y sabiduría que da la terapia valoro entrañablemente llamado “Cuando mamá lastima” de Rayo Guzmán (2015), el cual narra historias de perdón altamente valiosas.

¿Qué puedo hacer?

  • Derriba paradigmas. Enlista tus fundamentos, las banderas que te definen y cuestiónate sobre ellas.
  • Revisa tus relaciones. La manera en cómo te relacionas tiene que ver mucho en cómo piensas, para nadie es un secreto que el apego deviene de cómo aprendiste a recibir y dar cariño, de modo que, indaga sobre tus ideas respecto al amor.
  • Humillas o te dejas humillar. Sí tus emociones son un vaivén incontrolable, revisa de manera incansable a quién pertenece dicho rasgo, hazte cargo de esta cualidad ahora que hace mella en ti y reencáusala.
  • Toma las riendas de tu existencia. Ya responsabilizamos a mamá, sin embargo, ella y tus familiares definieron tu crianza de acuerdo a lo que ellos sabían. Pero, ahora, tú, ser consciente y presto a la comprensión de los hechos ¿Qué harás al respecto?

 

¿Por qué es importante llevar a mi hijo adolescente a la psicóloga?

La etapa de transición de vida de la niñez a la adolescencia es una fase compleja, como puente está la pubertad. El otro día pensaba que todos vivimos cierto duelo al dejar de ser niños, y al mismo tiempo, lo viven nuestros padres y/o cuidadores, quienes nos acompañan en el proceso.

De un día al otro, los padres caen en cuenta que sus hijos tienen decisiones propias, que están muchas veces buscando diferenciarse de las ideas impartidas, que son diferentes a lo que fueron, que empiezan a retarlo todo.

Escribir sobre mis pacientes adolescentes, me hace pensar en lo increíble que resulta ver el miedo en su mirada, ese miedo de sentirse inadecuados. Es terreno nuevo para ellos asumir esta nueva identidad, y solo están tratando de protegerse. Los adolescentes sienten miedo de no ser aceptados, y ya no solo se trata de su familia, el rol social empieza a cubrir una gran importancia.

Se miran a sí mismos, y están diferentes, comienzan a aparecer cambios en su aspecto físico, que con el tiempo irán entendiendo. Pero lo más complejo es lo abstracto, el plano psicológico, su mente cambia, inician un proceso de creación, en base a las experiencias. Se trata de una transformación creadora de la interpretación que le fueron dando a sus acontecimientos de vida, este es un proceso sujeto a constantes auto- críticas, lo que los hace pasar de fases inhibitorias a fases de bloqueo en cuestión de segundos.

Mis pacientes adolescentes, vienen con una armadura a la primera cita, y están la mayor parte del tiempo a la defensiva, he notado que están cansados de esa comunicación vertical. Entonces, lo primero que hago, es colocarnos en una misma posición: «Vamos a conocernos, entonces haremos un juego de preguntas, puedes preguntarme lo que tu desees, y luego de responderte, será mi turno de preguntar, ¿Estás de acuerdo con iniciar de este modo?», sus preguntas son claves, podemos iniciar hablando de cine, música, de arte, de sus mascotas, de sus pasatiempos, de cosas de las que realmente les interesa hablar, y que a mi realmente me interesa escuchar.

Me encantaría que los padres vieran ese primer desenlace, los adolescentes se sienten escuchados, no hay juicios, se siente un suspiro de alivio, y de pronto, compartimos algo de música, o vemos por minutos algunas escenas de películas o series importantes para ellos. Casi siempre, luego de eso, nos vamos al patio, jugamos con las mascotas, las alimentamos, o subimos a hornear galletas, o a pintar un poco, a jugar videojuegos.

Y es allí, en ese ambiente desestructurado, donde se comienzan a mostrar como son, una vez retirada la armadura, se ve su indefensión, sus pensamientos comienzan a ordenarse, empiezan a retomar el permitirse sentir, el permitirse simplemente ser. Es un requisito fundamental analizar sus procesos psicoafectivos y su vinculación.

Soy tan afortunada de que me permitan ser espectadora mientras se quitan la máscara, muchos de ellos refieren no sentirse comprendidos, percibirse solos, alejados de los demás, distantes. Eso me permite explicarles que los padres aún son niños grandes, que ellos también vivieron esa transición, y cuando les confieso, «¿Sabías que papá, mamá, también están asustados? Esto también es nuevo para ellos, que estén teniendo problemas de comunicación y confianza, no significa que no esté presente el amor, tus padres están aquí, contigo, para que podamos ayudarlos a entenderte. Ellos están dejando de lado su orgullo, han venido aquí a escuchar sus errores, pero no creo que todo sea oscuridad, porque estás aquí brillando de ilusiones, y una cuota de todo esto, la han puesto ellos».

Conversamos de tantas cosas, sus gestos son claros, es maravillosa la forma en la que empiezan a ver el mundo, mantienen la mirada inocente de un niño, y la valentía de querer descubrir las cosas por sí mismos de un adulto, y este es uno de los principales problemas en la comunicación con los padres, ya que muchos de ellos aún sienten que deben dirigirlos, pero no, en la adolescencia, hay que acompañarlos, escucharlos y guiarlos. Es momento de permitir que nuevas competencias parentales empiecen a marcar el camino.

El rol del padre o madre líder se afianza en este periodo de vida. Sé que aparece el duelo de perder al hijo(a) niño(a), pero no olvidemos que la voz de nuestros padres suena en nuestras mentes para toda la vida, algo así como una canción o varias, ya que forman parte de nuestro diálogo interno. Tengamos confianza en que las canciones cantadas por tantos años se mezclaran con la voz interna, para construir una melodía propia, basada en los valores inculcados. Y en que, si entendemos su nuevo ritmo, podremos seguir siendo escuchados.

De pronto en la sesión, el tiempo se hace corto, y es momento de despedirnos. Creo que la sinceridad y la humildad son los recursos más efectivos para desarrollar un vínculo de confianza con los adolescentes. Por eso, al finalizar la cita, les consulto si están de acuerdo en que converse con los padres nuevamente, señalando algunas conclusiones. Tengo claro que son menores de edad, y que es necesario hablar con los padres al finalizar, pero que importante es obtener su consentimiento.

Luego de varias sesiones individuales, y de encontrar fortalezas, y resaltarlas, luego de trabajar en la introspección, y mejorar el autoconocimiento, luego de explicarles con tanto cariño que el niño(a) interior no se irá a ningún lado, que no teman avanzar, que será su gran compañero(a) hasta los 100 años, si aprenden a cuidarlo(a). Le van perdiendo el miedo a lo desconocido, y se llenan de valentía. De esa valentía que te invade y te hace sentir más despierto que nunca.

Entonces, empezamos a hablar de los episodios de niñez que nos han herido o aquellos que no hemos concluido, claro que para este momento, ya se han desarrollado paralelamente sesiones individuales con cada uno de los padres, cuidadores, hermanos, esto para tener una visión más clara de la dinámica familiar. Es indispensable entender el sentir de cada miembro de la familia, sus expectativas, sus heridas, sus fortalezas, los aspectos por mejorar, sentimientos, entre muchas otros factores.

Continuando con el proceso psicoterapéutico, los recursos psicológicos, nos permiten identificar cuando estamos listos para pasar a las sesiones familiares, y se arma un plan estratégico, para luego desarrollar las sesiones entre el adolescente y cada integrante de la familia, hasta llegar al todo.

Ser el nexo para que ambas partes puedan comunicarse, significa traducir al idioma del otro la necesidad de cada uno, significa activar la compasión y asertividad en todo momento. «Vas a escuchar la versión de papá / mamá, puede que no la sientas al 100% afín a la tuya, pero son perspectivas. Es como si todo este tiempo hubieran estado viviendo en medio de una película, pues bien, cada uno tenía su propia filmadora, el lente con el que tu observabas algo, es muy diferente al que usaron tus padres, vamos a escuchar no para defendernos, dar la contra, o discutir, simplemente vamos a escuchar para entender la película que filmaron tus padres, y luego de ello, tu vas a poder contarles cuales han sido tus tomas favoritas, y cuales te lastimaron, no vamos a poder cambiar la película, pero si la moraleja».

La mayor parte del tiempo, estas sesiones terminan en un «perdón», de ambas partes, seguido de un abrazo sincero. Es ahí, donde me retiro un momento de la cita, por dos motivos, primero para darles un espacio privado, y en segundo lugar, porque estos momentos me conmueven hasta el alma, y suelo salir al patio a mirar el cielo y a agradecer por mi vocación, que me permite disfrutar de un te quiero, de un te perdono, te entiendo, que aún siendo ajenos, se vuelven tan propios.

Mamá Grita: En defensa de las madres

En un día habitual, mamá regresa del trabajo, deja la cartera y demás cachivaches de protección contra cierto virus y se dirige al baño a asearse, sin respetar, los 20 segundos que recomiendan para el lavado de manos porque unas voces demandantes, persistentes, aparentemente indolentes y muy directas la acechan desde su llegada. 

Le reclaman su atención, le recriminan su ausencia, se quejan de sus decisiones y actos apenas los ejecuta, cuestionan sus razones y además de eso, le señalan cada error pasado y le anticipa todos los deseos a cumplir hacia el futuro inmediato. 

Esa voz inquisitiva es la de su hijo. 

«¿Por qué llegas a esta hora, mamá?», «siempre dices que llegaras temprano, mentirosa». ¿Dónde está mi mochila?, ¿ya saldremos?, ¿vas a cocinar ahora? ¡Tengo hambre! 

Ante esta escena, que más parece crónica de un desesperante texto de revista de suspenso antes de la ejecución de un crimen, resulta más bien una anécdota. 

Y eso, sin contar situaciones que pasan debajo de mesa y según quienes las viven son más «adaptativas»

– «Partes de la cotidianidad Brenda, por favor, acostúmbrate»- me dice la mamá crispada por mi cara de horror- hago mención también a situaciones tales como: «mamá, vete, no quiero tu opinión, el profesor ha dicho que debo hacerlo así todo, ¡no me digas más nada!». Y ante esta escena que me deja también estupefacta, la sonrisa nerviosa de la mamá se asoma con un: «tranquilito hijito, ya, ya lo hago». Increíble.

Ante este panorama, hay quienes se detienen a señalar desde lo alto de un pedestal de concreto cuál medida es mejor tomar en esos casos para los “impíos que osan privar de su paciencia al adulto”, cuál castigo a modo de ejecución total estarían dispuestos a tomar, otros, llevando su cabeza de lado a lado saborean desde su “privilegiada” inexperiencia mil maneras de increpar a la madre por su “blandengue” inactividad tras el arrebato de su hijo. Pero, ¿quién es el valiente que se impulsa a diseccionar el cadáver de la situación y desmiembra sección por sección los factores y pormenores de lo que sucede, lo que sucedió y sucederá? Muy pocos, realmente. 

No obstante, hoy, de la mano conmigo vamos a levantar la escena del crimen que se ha dado y descubriremos quién mató la paciencia de mamá, quién finiquitó realmente esas ganas de solicitar un por favor y devolver un gracias, quién realmente obstruyó esas ganas de levantarse a diario con la intención de cuidar mediante el mimo y no sobre la necesidad de calmar el palpito de urgencia por creer que ese pequeño fulanito está mal. Básicamente, veremos más allá del crimen (gritar) y observaremos el anecdotario y las pistas que, desperdigadas anuncian la consumación de este hecho, para algunos, en extremo repudiable. 

Asimismo, desde la base, veremos que el grito a modo de arma decapitó por unos instantes las emociones de una madre y de su hijo.

“Te concebí, eres mío”

Desde que recibió su muestra de embarazo positiva, desde que sus síntomas se fueron acrecentando y notó la transformación de su cuerpo, dio a luz antes de tiempo, simplemente, alumbró un par de ideas: Mi/su cuerpo, ya no será mío/de él, ahora, es nuestro.

Cada latido, cada mueca, cada sonrisa, sensación de placer, dolor y angustia fueron compartidos desde ese día, un sentido de pertenencia abismal, que dura en muchas madres hasta que se despiden de la vida. Inclusive, demuestran un nivel de fortaleza ante adversidades muy superior a lo que habían demostrado antes, dándose casos muy lamentables donde se toleran las más terribles injusticias en nombre de ellos, los hijos. Bajo este respecto, me es bastante familiar recordar este verso de una canción de Rosalía (cantautora española) que, en su álbum número dos titulado “El mal querer” (2018) interpreta: “Bueno, yo por amor, uff, bueno, hasta bajé al infierno. Eso sí, como subí con dos ángeles” (0:25).

Esta referencia, hace mención a una serie de abusos recibidos durante la vida matrimonial, llegando a rescatar como algo positivo el tener dos hijos. Para algunos un precio ampliamente cuestionable de pagar, para otros, existe una justificación enorme. En torno a esto, una realidad que inclusive viven muchas personas, más de las que imaginamos. ¿De dónde surge este sentido de pertenencia aún por sobre la vida de la “procreadora”? 

Badinter (1993) citado por Recciuti (2020), presenta este concepto como un saber espontáneo de toda madre que surge con un conjunto de saber hacer que viene de manera genética en la mujer, haciéndola la mejor cuidadora posible en la tarea de maternar. Pero, ¿Realmente es así?, ¿es cultura o es biología?, ¿cuánto es de uno y cuánto es de lo otro?

Si nos adherimos a la definición anterior, encontramos una perspectiva biologicista, donde la anatomía de la mujer ya determina lo que sucederá en la vida, a través del tiempo sin trascender aparentemente. Realmente, muchas veces no ocurre así y es un error inexcusable solo apegarnos a estas instancias, ya que muchas veces la cultura y la educación pueden llevar a caminos distintos, como ejemplo clave: la división de tareas y de “roles” en tanto que hombres ahora están en instancias “privadas” del hogar y mujeres en el trabajo, activando la cultura y política de su entorno. Sí bien es un tema que hoy en día se toma con pinzas, es necesario revisar que muchas de estas concepciones no solo eran de unas generaciones atrás sino que en muchas civilizaciones todavía se persiguen como un ideal.  Por lo tanto, dejando la mente abierta a encarar ideas y discursos dispares a los habituales, observemos estos dos caminos: en primer lugar, cuidar y soportar molestias por un tema de dificultad educativa, carencias económicas y afectivas para sí mismas, resignación ante la situación y noción del castigo como un elemento de aprendizaje necesario. En segundo lugar, cuidar y tolerar situaciones a veces de incomodidad extrema por considerar que el problema es irresoluble y “así debe ser” por patrones familiares arrastrados, rechazo a tomar la iniciativa para innovar nuevas estrategias para afrontar los problemas y fatiga crónica ante el estrés constante. Veamos un caso ilustrativo.

Sasi en Barrio Bajo y Lili en Villa Arco 

Una, es una chica menor a los 35 años, tiene dos hijos, educación primaria a duras penas terminada y es ama de casa, no demuestra esmero en su vestimenta diaria ni para celebraciones, su casa, su lugar de trabajo diario y no remunerado está impecable, con la comida siempre a la hora y sus hijos inmaculadamente bien cuidados. 

Para el desayuno, el cual hace cuando el sol aún no alcanza la alborada siempre está pensado para los demás antes que su propia nutrición, su esposo e hijos merecen “la gran presa” ella… ya tendrá alguito más. 

Asimismo, tolera explosiones de ira de su pareja ante cualquier cosa como una toalla mal colgada o una camisa sin planchar. Ante esto, el día a día con los hijos se torna una lucha de supervivencia, alimentarlos, asearlos, educarlos ante travesuras y reforzarles durante las tareas lo visto en la escuela aun con los escasos conocimientos que tiene y, además, tener algo de paciencia para sí misma y ellos.

Mantiene cada respiro de su existencia con base al alivio que llegará el día que sus hijos puedan levantarse por sí mismos, cuidarse y cuidarla y así alejarse de las penurias que la vida conyugal le ha proporcionado. No hay que ser muy listo para deducir que muchas de sus instrucciones son del tipo: “eso te pasa por estúpido, hazlo de nuevo”, “si no mejoras acabaras limpiando, estando como yo, mantenida y pobre”. 

Mucho resentimiento, frustración y deseos de expiar cada dolor mantenido durante años no son la excusa para palabras tan crudas, pero, existen y son distintivas de situaciones tan desesperanzadoras como la descrita. Ahora, veamos el caso de Sasi.

Hermosa, bien portada, muy cuidada en sus maneras, discreta y sonriente fuera de casa. Tiene 3 hijos, uno más travieso que el anterior, vivaces y muy audaces para conseguir lo que desean. No están enmarcados dentro de la habitual familia que vive bajo el mismo techo, al contrario, son familia pero viven de a temporadas en casa de cada progenitor, que, gracias a sus profesiones pueden permitirse una casa en un buen lugar de la ciudad.

La vida en estas instancias no está tan diluida en mieles y azúcares como pudiéramos imaginarnos, resulta que la cotidianidad de Sasi es la de ir arreando a su pequeña tropa, si, arreando porque en su casa no se mueve un dedo sino lo demarcan unos altos decibelios en más de cinco llamados, resulta que sus hijos luchando entre ellos por atención desarrollaron ciertas conductas que buscan de la manera que sea la atención de la dulce Sasi, cuya casa está destinada al azar y la aventura, lo primordial es el trabajo “para mantenerlos adecuadamente sin tanta ayuda del padre”.

Ante esto, el empuje para criarlos levantándose cada mañana, el de poder corregirlos ante quien esté, mimándolos cada que puede bien sea por capricho de ellos y su facilidad para “domesticarla” o porque simplemente le surgía de su interior, ella, es una fuerza arrolladora que al mismo tiempo de sacar la colada de la lavandería se cuestiona ¿lo haré bien?, ¿por qué conmigo no obedecen y con el papá sí?, ¿y sí los dejo con mi hermana y me voy de vacaciones un fin de semana?, ¿seré una mala madre por esto? y tras breves segundos de introspección surge nuevamente el llamado de la cotidianidad exigiendo algo baladí a lo que la respuesta que surge de su garganta son del calibre de: “nunca ves nada, está allí, ¡ciego!”, “jamás se te ha ocurrido buscar acá, es que no piensas”, “acostúmbrate a hacerlo tú solito, ya estás grande, no puedo hacerlo todo yo siempre”, “el día que me vaya tú tendrás que valerte por ti mismo, aprende de una vez”.

Ambas instancias, una más altisonante que la otra (para algunos) nos denotan dos realidades de las múltiples que existen, son comunes, pero no significan que sean aceptables dentro de los deseos de lo saludable y de bienestar, primordialmente porque están repletas de desdichas y reproches que lejos de levantarlas de la situación las hunde todavía más. 

Gritar para sentir

A este punto, gracias por no aferrarte a un paradigma y seguir explorando el tema que trasciende el grito de una persona, en este caso, de una madre, que desde esta postura las vislumbra como seres que han estado en observación y de los que se detallan estas características, para los padres, ya existirá otro momento para hablar sobre ellos donde hay mucha tela que cortar también. 

Entonces, siguiendo la línea de la comprensión y no de la excusa, ya sabemos qué trasfondos existen y que sucede allí entorno al grito y es que existen muchos disparadores que pueden predisponer todavía más una situación de crisis, vamos a enunciarlos y hagamos un pequeño ejercicio, sí respondes más de cinco “sí” por favor, busca apoyo, no serás señalado, anímate a revertir la situación. Empecemos.

  • Discuto constantemente con mi pareja, familiares cercanos y me irrito fácilmente.
  • Veo las noticias y la situación país me altera, provocando que me moleste y hable de cualquier modo con mis hijos.
  • No me detengo a pensar qué consecuencias puede desencadenar el que les grite y ellos se callen.
  • Casi nunca les pregunto a mis hijos cómo se sienten tras una discusión.
  • Me siento rebasado casi todo el tiempo, ante el mínimo estímulo “estallo” con todos en casa.
  • No ofrezco disculpas casi nunca o nunca.
  • Los problemas de mi familia se resuelven en casa, pienso que las cosas suceden por etapas, se disipan solas.
  • Si todo está en calma no vuelvo a tocar el tema de la anterior discusión, si nadie habla, ya se resolvió.
  • Acepto que muchas veces hablo a mis familiares con improperios y descalificaciones en lugar de ir al meollo de los problemas tratados.
  • Al ver un problema, juzgo, señalo, increpo al que lo cometió culpandolo inmediatamente de la situación en lugar de comprender y resolver.
  • Busco culpables de las situaciones para regodearme en lo que han hecho para sentirme mejor.
  • Espero que mis hijos siempre sean ordenados y condescendientes respecto al trabajo y rol que desempeño en casa más que por mi persona. 
  • Me molesto fácilmente si me mencionan alguno de mis errores, más si lo hace alguno de mis hijos.

¿Turbio, ¿no?  estas situaciones arriba enunciadas a modo de cuestionario son muchas de las instancias que en terapia se visualizan de manera casi total cuando a terapia familiar se refiere, y no lo comentan los padres o madres angustiadas, no, lo hace ese hijo que no se concentra en clase, que no puede acercarse a otros por problemas de confianza, entre otros, sí, son los hijos los síntomas de la situación de fondo que atraviesan los padres. 

Una baja autoestima, una necesidad casi eterna por desear descansar física y emocionalmente, incapacidad para controlar las reacciones emocionales, pobre capacidad para gestionar excesos conductuales de parte de los niños, esto es, lo que tradicionalmente llamamos “berrinches” pueden ser detonantes de una serie de desgastes familiares que traen como consecuencias los gritos desaforados de quién se siente responsable total por la vida de sus infantes.

Finalmente, algunas sugerencias de la mano de las revistas Healthy Children (2020) y Guía Infantil (Padilla, 2021) demuestran algunas estrategias importantes a considerar, aquí un resumen de ellas:

  • Tómate un momento para visualizar quejas, en papel, por escrito en el teléfono o en la pc, lo importante es poder saber qué sucede y cuántas veces se repiten estas situaciones y cómo resolverlas.
  • Sí bien el trabajo es vital, no puede llevarse a casa siempre. Un terreno de esparcimiento, un refugio ante la vida arrolladora es lo que debe significar un hogar, procura no evadir las situaciones de casa empleando como excusa el tener mucho trabajo.
  • procura mantenerte atenta a los placeres de la vida, que aunque se vean pequeños y cotidianos pueden significar un momento de meditación activa muy reconfortante, tal como el apreciar un aroma de la comida que consumes, apreciar la sonrisa que tus hijos te devuelven, agradecer por las cosas que te has podido proveer, entre otras.
  • Piensa que no todos tienen un mismo objetivo dentro de la familia, bien sea por la diferencia de edad, pensamiento, cultura, educación etc. todos son distintos, por lo tanto, no todos perseguirán la misma meta, no obstante, que esto no signifique hacer planes familiares, escucha la opinión de todos y en familia conduce el camino.
  • Piensa antes de estallar ¿esto lo amerita? Hay cosas que no son estrictamente necesarias para resolver de inmediato, puedes aplazar actividades en pro de una jerarquía más funcional, como el relajarte unos instantes y luego retomar las tareas de casa; en lugar de gritar e irritarte porque no están las cosas tal como las prefieres.
  • En situaciones sociales, destaca lo positivo, una reunión familiar amena no tiene por qué volverse un centro de quejas, al contrario, gózalo y disfrútalo, en otro momento, apropiado y privado compártelo y desahoga tus vivencias, hay un contexto para todo.
  • Comprende la conducta de tus hijos, vuélvete más observadora, muchas de las actividades que pueden irritarte pueden ser causa de un sentimiento de aburrimiento y de querer llamar tu atención sobre ellos, de manera negativa, pero atención al fin, de modo que, redirige la conducta, una actividad entretenida y educativa que pueda satisfacerlos a ellos y te sientas tranquila tú.
  • halagos, mimos y afecto. No dudes en dar los abrazos que siempre quisiste recibir, estimula el proveer afecto sin razón aparente más allá que la del amor, de ese modo, los lazos afectivos serán todavía más profundos y lograrás mayor cohesión familiar y por sobretodo te sentirás alegre de dar dulzura frente a los embates de la vida.
  • Finalmente, si estás en una situación de violencia, recurre a los organismos de apoyo, tus hijos no tienen por qué ser una barrera entre tú y tu estabilidad física, emocional y mental, además que no tienen que recibir el maltrato y abuso que por tu frustración arrastra, al contrario, contágiate de la fortaleza que ellos pueden darte y sal adelante, busca apoyo y brilla.

Referencias 

Vila, Rosalía. (2018). Preso (Cap.6: Clausura) [Canción]. El mal querer. Sony

Recciuti, P. Los artificios del instinto materno : representaciones de la madre universal [en línea]. Trabajo final de grado. Montevideo : Udelar. FP, 2020.

American Academy of Pediatrics. (2020). La crianza de los hijos durante una pandemia: consejos para mantener la calma en el hogar. Revista digital Healthy Children. Disponible en: https://www.healthychildren.org/Spanish/health-issues/conditions/COVID-19/Paginas/Parenting-in-a-Pandemic.aspx

Padilla, M. (2021). 12 prácticas necesarias para madres y padres estresados. 12 meses, 12 propuestas destinadas a fortalecer la familia. Revista digital Guía Infantil. Disponible en: https://www.guiainfantil.com/familia/padres/12-practicas-necesarias-para-madres-y-padres-estresados/