Una opinión de por qué somos como somos (continuación)

El buñuelo, con su traje esmerado y pulcro con una capa de rudeza
Lejos de describir una figura con grasa, circular y llena de gozo por ser una muestra culinaria que es accesible a todos los paladares. La figura del buñuelo es muy particular, de las clásicas figuras del alma, esta es la más compleja de describir, más que una caracterización de traje o armadura, es una actitud. Dicha postura ante las circunstancias, pescan a incautos que ante el pecado de sucumbir en la traición o de dar desdicha, son capaces de volverse raudos e inflexibles, algo así como cuando dejamos un buñuelo mucho tiempo en la intemperie ¿qué le sucede? se daña, se atrofia, no vuelve a ser quien era, su postura aunque refinada y aparentemente accesible no vuelve a ser la misma ni desea serlo, es fiel creyente a sí mismo y se escabulle ante el daño, es diplomático en sus maneras pero firme en sus convicciones.
¿Por qué un buñuelo? sencillo, ¿Quién se atreve a decirle que no a un delicioso y accesible buñuelo? es de las almas más accesibles cuyo uniforme pulido y perfumado invitan a conocerlo. Piensa, aquella persona que conociste en algún momento de la vida y te pareció sumamente amable, bondadosa, recta en sus actos, convencida en lo que piensa y seguro de sus maneras ¿la tienes? ahora, piensa ¿Cómo luce regularmente? Esto, ya te lo dejo a tu cargo. Ahora bien ¿Cómo surgen los buñuelos?

En un mundo donde la soga del juego de la vida siempre está halándose de un lado a otro, es común ver que alguien ceda y haga caer a todo el equipo, no por el sentido del deber y por sacrificio como nuestra alma anterior, no, lo hace desde el punto de vista de los ideales, y lejos de verlo como una derrota, lo contempla como una manera amena de relacionarse a través de las ideas, genera familiaridad de grupo cuando persuade a otros para que vean más allá de lo aparentemente evidente. Esta alma, desde muy pequeña se adaptó a observar y tomar acciones rápidas y prácticas para vivir, más que sobrevivir, apreciando el mundo que le rodea, obtuvo para sí la dicha de ver que las personas mejoran desde las buenas maneras, desde las palabras, evitando conflictos en lo máximo y dando la cara cuando es necesario.
Asimismo, valoró como posibilidad magnífica la de ir por la vida adoptando posturas ajenas, como bien diplomático (el mejor de ellos), se las arregla para no ceder en sus ideas, pero, convencerte a ti de las suyas. Su esencia, es desperdigar carisma, bondad y aceptación. Pero, a veces, tras de sí guarda una faceta que a veces le disgusta.

Resulta que muchas veces la actitud de estar abierto a otros le juega en contra, y sufre reveses, le traicionan, surgen rumores sobre su forma desairada de proceder, recriminan su aparente falta de frivolidad, no se permite en ocasiones extender la mano a quién no ha observado en “buenos caminos”. Como un agente de negocios, sabe qué recursos dar y cuando, sin embargo, el problema yace en por cuánto tiempo los seguirá dando, al igual que la armadura de acero del deber, en muchas oportunidades, se pierde en una dulce nube de sonrisas, olvidándose de cómo proveerse a sí misma. Es aquí cuando esta alma sucumbe a presiones y se desgasta en dejar todo en orden y de manera cálida ¿qué le ocurre después? bueno, lo que le ocurre a un buñuelo al dejarlo tiempo demás en el fuego.
El mastranto seco, la armadura corroída

Quizás el uniforme de alma más apesadumbrada. Todo mal, todo terrible, todo es caos, fuego lúgubre y deceso mientras vive. Su gestación es de lo más curiosa, de las almas descritas, aquí, tal vez no exista un desarrollo traumático desde el inicio, no, se trata más bien de cómo configura en su ser cada estímulo, tanto los “buenos” como los “aversivos”, este tipo de alma puede volverlos en su contra.
El niño que desde pequeño comprendió a su modo que ser consentido era sinónimo de ser un desfavorecido que necesita siempre muestras de afecto o aquel que siendo pequeño fue puesto a prueba innumerables veces y aceptó para sí la idea que para ser respetado y valorado requiere pruebas de desgaste altísimas, puede convertirse en un mastranto seco. Así, encontramos a aquellas almas que en su adultez malinterpretan los acontecimientos de la vida bajo una lupa distorsionada, como si vieran a través de un espejo opaco, oscuro y sin rastros de espacios de alegría y luz.
Son excelentes previsores de lo malo, pues, al verlo todo mal, son ellos los primeros en ver la quinta pata al gato, defectos en otros y en sí mismos son nombrados en infernales listas que se repiten constantemente como mantra para seguir corrompiéndose, la lista de aparentes castigos nunca cesa, más bien, se incrementa, en una temporada es la apariencia, en otra, es sobre los logros, más allá en el tiempo, son las mujeres o los hombres, y luego ¿qué más? lo que sea, lo vital es quejarse, malinterpretar lo que sucede allá afuera, verlo desde el caos, entenderlo como una lucha de poderes inalcanzables que sólo se apacigua con aquel más “fuerte”, básicamente con aquel capaz de zanjar temas a su paso a través de la dominación sin contemplaciones.

Se debe rescatar al mismo tiempo, que son amantes de lo bello, del arte, las manifestaciones de lo estrictamente hermoso (según los criterios de ellos); y tal postura no debe impresionarnos, dado que al no ver casi nunca la luz al final del túnel o el vaso medio lleno sino siempre vacío, observan a lo lejos como voyeurs distantes los pocos tintes bellos que la vida les da, y generalmente, es el arte puro quien se los da.

Del mismo modo, en la vida relacional, no pueden ser de otra manera, su malherida esencia se ve tan vulnerable que respaldan toda muestra de cariño que dan como una manera de anteponerse por encima de otros, no es amor, ni cariño real, es cariño y amor por la dominación, por fingir (a veces) que realmente quieren y son queridos y aceptados, lo cual es la parte más importante y lo que constantemente buscan, pues, como hemos visto, el repudio ante sí mismos es elevado.
De esta manera, cada soplo vivencial, lejos de ser un aprendizaje para el futuro, una enseñanza de cómo proceder de mejor y de manera más sabia se convierte realmente en una tortura interna de pena y recriminación constante, un concierto de gritos e improperios para sí misma que lo único que hacen es dejar un alma desnutrida, sin fuerzas, que mientras más se hunde, más fuerte y raudo se hace por fuera, qué mejor manera de esconder vulnerabilidad que mostrándose con rejas y abarrotes de hierro, no obstante, no se dan cuenta que dichas estructuras, con el tiempo y embate de los cambios, se corroe y se rompe, tal como ellos, que, de no cuidarse y entablar el rumbo a un lugar más estable sucumben a sus impulsos o los de otros y son neutralizados de manera violenta o “apacible”, es decir, tras cada “derrota” se embotan en sí mismos, siendo incapaces después de sentirse fuertes quedándose estancados para siempre.
¿Cómo se relacionan entre ellas?
Las almas van por allí uniéndose de la manera más impensable, pero, a mi modo de ver, existe una relación interesante entre el buñuelo y el soldado de élite del deber ¿razón? muy sencilla, uno le muestra la ligereza con que se puede tomar la vida y el otro le enseña cómo manejarse de manera recta acompañada del placer de cumplir, se enseñan y contribuyen en muchas ocasiones, no obstante, se restan y eclipsan cuando existen desfases en cuanto al placer, por un lado, la armadura del buñuelo grita hedonismo y el soldado de élite pregunta ¿por cuánto tiempo? Es decir, no desdibuja del horizonte el sentido de cumplir. Entre malabares y cariño, se van conectando y triunfa, si lo hacen lo suficientemente bien, el amor.
Pero, el mastranto seco ¿cómo surge y con quién? Por un lado, con el soldado de élite del deber, puede llegar a contemplar por un lado la idea de dar y sentir satisfacción, sin embargo, verá a corto plazo, cómo obtener algo más que eso. De ese modo, la relación puede que se estanque y al estar el soldado pavimentando el camino y el mastranto simplemente quejándose de todo lo que debe hacer, todo acabe muy pronto. Aquí el sentimiento de héroe vencido del deber será el que de el primer paso después de múltiples oportunidades.
El mastranto y el buñuelo, son una pieza casi idílica. No se sabe cómo, ni se sabe porqué, pero la dulzura del buñuelo puede penetrar la barrera dura y fría del mastranto, con carisma, alegría por la vida y muestras de cariño puede que ceda un poco ante los manjares que pueda ofrecerle, no obstante, la tirantez y estado de ánimo de quejas constantes, una postura casi eterna y en contra del disfrute pueden hacer que se socave la idea del amor y cariño. Simplemente, uno se marchará por creer al otro demasiado inflado de aire y que está volando contra la gravedad y la realidad de la vida apesadumbrada que existe, mientras que el otro, lo ve como una manifestación amorfa de lo malo, donde no hay momentos para compartir ni sentirse aceptado ante los pequeños placeres de la vida. Simplemente, no es para mucho tiempo.
Justificación y aclaraciones
Hace mucho tiempo, entendí en la labor pública del ejercicio, que hablar es una cosa que debe tomarse con pinzas ¿cómo hablarle de esquemas y de estructuras mentales a aquel que solo sabe de su trabajo y de nada más?, ¿cómo llegarle a aquel adolescente que por su característica intrínseca solo quiere irse y no escuchar nada? Ante estas instancias, comprendí que existe un idioma aparentemente universal: las narraciones. Si, por supuesto, con embellecedores y adjetivos a morir, claro que sí (pero solo aquí, por ahora).

No obstante, cuando son bien aplicadas pueden dar a luz a quien antes solo veía tedio de asistir con el “especialista”. Y esta última palabra queda entre comillas porque, a mi parecer, no es especialista quien tiene un pergamino italiano que lo afirma, no, es quien puede emplear todo su saber en quien lo necesita y así, sí este lo decide, mejorar y trascender. Hasta aquí la justificación.
Ahora, como breve y última aclaración, el término uniforme me parece apropiado sí tomo como punto de partida, un elemento que es invariable. Así, el alma es muchas veces intransigente, se queda en una misma posición y forma de ver, a menos que claro, contemple su existencia y decida elevarse por encima de sus circunstancias, pero, sabemos que no siempre es así. De este modo, me despido, recordándote que no todo está perdido, que no todo es teórico y no todo se puede explicar con términos precisos, muchas veces, necesitamos contar como si de niños se tratara y así, ver al otro como un igual que me enseña y no me hace menos. Finalmente, ¿Cuál es tu uniforme de alma?, ¿te diste cuenta de que existe?, ¿Cómo la caracterizas y que harás de ella?



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