Palabras clave: Albert Camus, el dilema,El mito de Sísifo, suicidio, el absurdo, el salto de fe.
¿Qué pensarías sí te digo que al día en la ciudad de Arequipa se está registrando de dos a tres intentos de suicidio y la situación se está volviendo mucho más caótica y preocupante respecto a la salud mental? El médico psiquiatra Edwin Casaverde, del hospital Honorio Delgado ya nos estaba advirtiendo de esta situación y nos comenta que se está agravando por la inestabilidad política y la crisis económica y también por los cuadros depresivos en la población tanto adolescente y adulta joven.
Ahora bien, mi cometido en esta oportunidad es precisamente solventar esta disyuntiva acudiendo a un autor francés del siglo XX cuyos escritos marcaron está época. Albert Camus. ¿Estás preparado para afrontar verdades dolorosas inminentes?
El dilema del «para qué», si la respuesta es afirmativa, es cuestión de abrir el telón y demos comienzo al espectáculo. La mejor manera de comenzar con las peripecias que hoy nos atañan es relatando un mito narrativo trascendental en la filosofía de Albert Camus.
«El mito de Sísifo»

Así pues, según la mitología griega Sísifo fue el primer rey de la ciudad de Efira, actualmente conocida como Corinto en La Ilíada y la Odisea de Homero. El gobernante es descrito como un personaje ambicioso, déspota y cruel pues no se resistía a emplear la violencia en pos de mantenerse en el poder y conservar su influencia ante adversarios, además muestra poco o ningún resentimiento al engañar y asesinar a quién fuera necesario. Bien es cierto, que Sísifo hizo algo que nadie tuvo la osadía de hacer: imponer su voluntad infringiendo las normas de los dioses para con el resto de mortales. De tal modo que, los dioses decidieron en conjunto la sentencia que se le adjudicará, ¿La humillación eterna? ¿Desempeñar alguna labor útil para ellos? ¡pues nada de eso! la pena que debía cumplir el hombre era experimentar de primera mano el sinsentido durante el resto de la eternidad…
Para ellos el castigo que se le impuso a empujar una gran piedra redonda desde la base de una montaña hasta el punto de partida para volverla a subir una y otra vez, fue la perfecta humillación para el rey burlón.
Este relato despertó la curiosidad del pensador francés, quién publicó en el año de 1942 un ensayo titulado «El mito de Sísifo» donde se realiza un comentario crítico acerca del mismo fundamentado con las máximas y principios básicos de su particular corriente filosófica: el absurdismo.
Este término acorde a Camus explica los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar un significado dentro del universo mediante los fracasos estrepitosos por definición puesto que no existe una explicación racional capaz de unificarlo todo (mucho ojo) no es que el mundo parezca absurdo,ni tampoco el hombre como tal es absurdo, sino es cuando la apetencia por buscar un efecto para cada causa, una razón para cada hecho y un todo para cada parte se encuentra ductilidad a un principio racional y razonable y creemos que sabemos.
Sin embargo, nuestro conocimiento es una mota de polvo en comparación a lo que ignoramos. Bajo dichas circunstancias, lo más sensato habría sido lo contrario a negarse rotundamente a esa rebelión, es decir, el absurdo. De manera análoga, al mito de Sísifo, gran parte de nuestra existencia, la esperanza en el mañana, es que estemos un paso más cerca de la muerte, por ello, el preciso instante en el que uno realiza un profundo acto de introspección y se percata del carácter maquinal de la vida en primera persona es sumamente impactante.
Mientras redacto las líneas, pensaba en la segunda Guerra mundial, ya que ésta construyó un caldo de cultivo para la gestación de las ideas del pensamiento absurdista. Especialmente en las devastadas ideas de este concepto en el modus vivendi contemporáneo, sin duda el ejemplo más destacable que nos ofrece el pensador es el del obrero, ya qué llegó un momento en el que el escenario vital cae por su propio peso: levantarse, manejar, trabajar, comer rápidamente, trabajar otras tantas horas, cenar, dormir y repetir el ciclo lunes, martes…es jueves, viernes y sábado durante todas las semanas hasta que un día cualquiera surge el inevitable ¿para qué? Y es entonces cuando se acentúa esa condición teñida de repugnancia.
Así mismo es menester destacar la referencia de Simone de Beauvoir con respecto al castigo de la piedra. Pocas tareas se asemeja más a la tortura de Sísifo, el trabajo doméstico con su infinita repetición. Lo limpio se ensucia y lo sucio se limpia, una y otra vez; jornada tras jornada. Actividades tan mundanas como comer, dormir, hacer ejercicio o mantener relaciones sexuales, tampoco se escapan a esta dinámica.
El remedio

Además el francés nos ofrece arquetipos bastante representativos del hombre absurdo que merece la pena repasar.
Pero antes que nada Camus examina minuciosamente la posibilidad del problema filosófico dónde el hombre se vuelve consciente de su miseria, la auténtica tragedia a la par que los pensamientos que sucumben al volver de la oficina, al limpiador tras terminar trapear el suelo, al seductor nada más que conquista otra mujer, al actor jugar su papel y la fugacidad de la vida en combinación con la impotencia que uno atraviesa cada vez que grita desesperadamente al vacío para hallar una respuesta y se topa con el más absoluto y atronador silencio, eso es en definitiva…El absurdo.
Probablemente muchos de nosotros pensarán ¡Qué horror de vida! ¡Esto es insufrible! y con razón pues la primera parte de la reflexión no invita precisamente al optimismo qué hacemos entonces pues no nos queda más remedio que seguir con el hilo conductor del francés para averiguar cuáles son las opciones a nuestra disposición concretamente son tres los caminos que podríamos adoptar para con esta problemática tan apremiante.
Camus examina minuciosamente la posibilidad del suicidio. De ello el autor considera que el único problema filosófico realmente serio es el suicidio, el resto de cuestiones tales como lo real, qué es la justicia, existe el libre albedrío, existe Dios o hay algo después la muerte, son pasatiempos secundarios en comparación con el asunto que precede con observación a lo expuesto anteriormente. Cabría pensar que está alternativa no resulta tan descabellada como parece desde fuera a fin de cuentas si el problema radica en la toma de conciencia acerca de la fatal condición de la existencia humana. ¿No sería acaso una buena idea suprimir dicha existencia? ¿No sería la solución más coherente eliminarnos del mapa? ¿qué fácil verdad? pues no. El pensador defiende que al quitarse la vida uno confiesa subrepticiamente que no merece la pena vivir en sí y eso es falso.
Para Camus, no hay nada que refuerce más el absurdo que el hecho de acabar con la vida voluntariamente debido a la presencia del absurdo, darse es equivalente a confesar que la vida no supera o directamente que no la hemos entendido al no hallar una respuesta inexistente. Encierra una contradicción querer marcharnos por el absurdo pero hacerlo implicaría una resignación total ante el absurdo lo cual es el absurdo en el apego de un hombre a su vida, puesto que hay algo más poderoso que todas las miserias del mundo en un juicio corporal equivale a lo espiritual en consecuencia el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento, el hombre es al absurdo como el absurdo es al hombre, se puede vivir con él. No obstante, ¿Cómo podría uno convivir con el absurdo sin hundirse ante su presencia? ¿Acaso estamos capacitados para soportarlo?
«Sobre todo mirarlo«

El autor, a su vez, plantea «el salto de fe» como elección moral y epistemológica, que consiste la adopción de un sistema de creencia religioso espiritual cuyas ideas estén justificadas por la existencia de un sentido vital divino o trascendente y absoluto, esto es una concepción de la realidad bajo un marco desde que trascienda. Según el filósofo Søren Kierkegaard, el padre del existencialismo, nos propone un salto de fe hacia lo intangible y empíricamente indemostrable, puede ser considerado como una postura sumamente irracional pero también necesaria, ya que vivir es lo más sensato cuánto menos que depositar nuestras esperanzas en un ente omnipotente y omnipresente que otorga una respuesta definitoria, puesto que es contraproducente o inútil. ¿Qué nos queda entonces?
La posición del escritor advierte que uno no ha de imaginar a Sísifo como un ser miserable pues el héroe ya es perfectamente consciente de su castigo y por tanto no espera que su situación vaya a mejorar. Tampoco ruega a los dioses a la desesperada para que le vuelvan de sus cargos ni mucho menos se inventa esquema mentales que excusan su sufrimiento en su lugar al final comprende a cabalidad que haga lo que haga nada tiene sentido lo único que le queda es sublevarse en contra de los dioses bajando al pie de la montaña para empujar hacia arriba de nuevo la tarea es inútil su destino es inevitable en lo sabe y aún así continúa haciéndolo.
Es precisamente el reconocimiento de la verdad lo que acaba conquistando porque lo que buscaban los dioses desde un principio no era que cargara con la piedra sin más, sino que se cuestionara porque tenía que hacerlo una y otra vez. La verdadera tortura es ese «para que» nunca fue desde el momento en el que Sísifo disfrute de su castigo sin cuestionarse lo que lo sobrepasa y es liberado del mismo ya que el castigo deja de ser castigo y lo más pertinente es que se vuelve en aceptación. Un estado en el que el individuo no solo reconoce la estampa absurdista sino que se apropia de ella. Le toma gusto, la vive en paz da entierro al problema y este se confronta por medio de la ciencia de sabiduría y paciencia transformando en regla de vida lo que antes era una invitación a la muerte, ahora bien cómo puede uno encarar dicha verdad y coger el toro por los cuernos, es mejor que darle las espaldas.

Pero hay que tener cuidado, la noción de aceptación que el escritor proclama es un tanto difícil de entender pues está viene acompañada de la resignación y al mismo tiempo de una actitud activa y lúcida, por lo tanto constituye una aparente contradicción, si el absurdo está ahí y lo acepto pero esto no implica que no deba despreciarlo, desafiarlo o rebelarse contra él, en el acto de rebeldía el sujeto admiten conscientemente la puesta en escena del absurdo y a la par manifiesta expresamente su disposición a encararlo el autor declara vivir una experiencia, un destino. Implica aceptarlo plenamente pero no viviremos tal destino sino hacemos todo lo posible para actualizar nuestra conciencia frente al absurdo, darle vida es sobre todo mirarlo.
La rebeldía consiste en la confrontación perpetua y directa del hombre con su propia oscuridad, es cuestionar el mundo a cada segundo. No hay aspiración, esperanza, deseo, ya que su única verdad es el desafío y la decisión más importante que toma cada día es la de no eliminarse.
El origen de lo ineludible es admitir que podamos reírnos de pensamientos que puedan parecer escalofriantes, deprimentes y asoladores, más pobre del ser humano que jamás se haya cuestionado estos interrogantes o peor aún, que los haya barajado sin atreverse a confrontarlos debidamente.

Referencias
- Camus, A. (1942) El Mito de Sísifo. Madrid: Alianza.
- Kierkegaard, S. (1984) La desesperación es “la enfermedad mortal”. Madrid: Sarpe S.A.
- Navarro, L. (2004) El malentendido de Albert Camus. Madrid: Alianza.



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