Memento mori: Recuerda que morirás

La muerte es un suceso trascendental que pone fin a nuestros días, para muchos, el final en este plano de existencia es causa de reflexiones, temores y cuestionamientos, y por esto, obliga a los hombres a ser más profundos.

La Magdalena penitente de Francesco Lupicini

Memento mori, recuerda que morirás, es una frase que proviene del latín y que nos recuerda la finitud de la condición humana, se dice que en un sentido que pretende evocar humildad en la persona. Se encuentra también en escritos de filósofos estoicos como Séneca y Marco Aurelio, quienes tenían reflexiones sobre lo efímero de la existencia, y es en este sentido donde yo creo que la frase tiene más relevancia, en que la reflexión sobre la muerte nos llame a vivir de forma significativa y con conciencia, de forma virtuosa como decían los filósofos estoicos.

La vida y la muerte

Me encantan las reflexiones sobre la vida que tiene esta nueva generación, es parte de la adolescencia el hacerse preguntas y cuestionar las cosas, las reglas y lo que los adultos les dicen. Como una persona que le da importancia a filosofar, nada me merece más respeto que esta necesidad de cuestionar. Esta nueva generación con más libertad, se da el permiso de ser graciosa, de hacer bromas de sus miedos, de su dolor, y muchos (no todos) están preocupados en cuestionar y enojarse con la gente que se burla de otros, que hablan de físicos ajenos o que discriminan y son intolerantes a las diferencias. Mis ojos brillan al ver a los adolescentes.

Uno de los «eventos canónicos», como bien dirían ellos, fue cuando vi una tendencia donde los jóvenes se quejaban de haber nacido, de que nadie les había pedido permiso para traerlos a este mundo. Así como lo leen, queridos lectores. No hay nada más interesante y gracioso, pues son cosas que pensé, pero que nunca pude expresar, y, al tener a mi adolescente interior tan presente, yo dije: «los acompaño en su dolor, en el dolor de este despertar». Sé que para muchos la actitud de estos jóvenes será ridícula y una actitud ingrata, pero no es más que un despertar profundo a lo que significa la vida, a la insoportable levedad del ser.

Venimos aquí para morir, venimos a un mundo de dificultades, un mundo que nos exige, nos critica y que no se cansa de pedir cosas, con estándares de éxito y de belleza. La vida y la muerte nos hace pensar en todo esto, ¿qué sentido tiene el estar vivos?, ¿acaso se trata de quién sufre menos?

Los Duelos

La ira

El proceso por el que pasamos en cada pérdida es el duelo, y los duelos que pueden llegar a ser más significativos son aquellos que nos enfrentan a la muerte, a dejar de ver vivos a nuestros seres queridos, o a saber que nosotros mismos dejaremos este mundo. Lo cierto es que enfrentaremos muchos finales con el paso del tiempo: el final de nuestra niñez, el final de nuestras amistades, el final de nuestras relaciones amorosas, entre otras pérdidas, y todas nos obligan a reinventarnos.

Uno de los finales que nos trae de forma obligada una reinvención es la adolescencia. El empezar a apreciar la vida con los ojos de un adulto que ve como muere su niñez, es una de nuestras primeras pérdidas. Y para muchos adolescentes, puede hacer que empiecen lo que sería la segunda etapa del duelo, la ira, pues la vida puede ser injusta y las personas crueles.

En mi propia experiencia de vida, recuerdo descubrir, por primera vez, que la gente le podía hacer daño a otros seres vivos solo por diversión, recuerdo cómo podía ver a muchos adultos minimizar cosas que eran espantosas. Bajo mi mirada, asimilar estas cosas y otras más personales, fue todo un proceso, del que no era del todo consciente.

Como adulta y profesional de la psicología, puedo decir que dudo que exista un solo ser humano (con capacidad de sentir) que pueda decir que no pasó por situaciones desagradables y dolorosas; y sé que cada profesional que se dedica a alguna vocación donde tenga que ver las situaciones personales de otros seres humanos, entiende que los casos varían y que, aunque todos sufrimos y tenemos una historia, estamos frente a una escalera de males y dolores que van desde el escalón de lo triste hacia el escalón de lo inenarrable. La etapa de ira, probablemente, será tan grande como tan alto nos haya tocado estar en la escalera de los males.

Asimilar que nadie escoge venir al mundo, que nadie escoge a sus padres, ni la condición económica de los mismos, ni su genética, ni el entorno en donde nos toca crecer, puede ser más o menos difícil, según el caso, y sin duda, podría hacer que nos llenemos de enojo y nos cuestionemos: ¿Por qué? Esto es muy válido, pero no superar esta etapa puede volvernos personas resentidas. Yo lo llamo el duelo patológico de estar vivos.

La negociación

Esta etapa del duelo es donde las personas, ante una pérdida, después de estar en negación y de pasar por la ira, intentan hacer un pacto: personas que profesan una religión o fe, lo hacen con Dios, otros, con la vida misma. En esta etapa se intenta sopesar nuestras opciones para superar la pérdida por la que se atraviesa. En el caso de estar ante el duelo del final de la inocencia y de la despreocupación de nuestra condición de infantes, después de pasar por la ira o indignación, podemos ver a muchos pasar por esta etapa de negociación, pues no son pocos los adolescentes que se suman o se acoplan a ciertas causas, que encuentran personas a quienes admirar y escuchar, porque comparten sus ideas y con quienes crean relaciones parasociales, hacen de algunas causas, sus causas, y pueden llevar esto hasta el punto de modificar sus acciones, hábitos y estilos de vida. Como por ejemplo, un jovencito que, después de una serie de cuestionamientos, decide hacerse vegano, o una jovencita que, después de lo mismo, decide estar en cada marcha feminista y empaparse de la literatura sobre el tema.

Toda decisión que implique que las personas tomen acciones y procuren cambios, implica una negociación con la vida, para que lo malo mejore. Los adolescentes más comprometidos, a veces, tienen toda la intención de cambiar el mundo, de cambiar lo que es injusto.

Los logros del woke - Nueva Revista

La depresión

Al enfocarnos en el paso de la adolescencia a la adultez, se vive la depresión cuando entendemos que no podemos cambiar a otros, o que no podemos cambiarlo todo de acuerdo a nuestras expectativas. Diré que este es uno de los últimos golpes antes de que se determine qué clase de adultos seremos, el golpe definitivo.

Al igual que en la antigua leyenda de los indios Cherokee, donde se nos ejemplifica cómo en la vida nos encontramos ante la dualidad, el dolor de la vida nos puede llevar a caminos diferentes y opuestos, tan opuestos como lo serían un lobo bueno y un lobo malo. Según el relato indio, en nuestro corazón luchan estos dos lobos y ganará al que más alimentemos: El lobo malo representa el miedo, la ira, la envida, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego; y el otro lobo bueno representa la alegría, la paz, el amor, la esperanza, el compartir, la serenidad, la amabilidad, la benevolencia, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe.

Entonces, ¿qué determinará nuestro camino, después de llorar ante la realidad de nuestras limitaciones, de las limitaciones de nuestros esfuerzos?

Nos determinará todo lo que nos ha alimentado durante este proceso. Son aquellos amigos que hicimos en el camino, aquel profesor que nos inspiró respeto, a quien diferenciamos de otros, porque se sabía real su interés por sus alumnos; aquellos momentos donde vimos gestos genuinos de nuestra familia o de alguna persona de nuestro entorno; el recuerdo de estar ilusionados, de cómo nos podía emocionar la sonrisa de un amor platónico; aquella canción que nos hizo llorar, y toda pequeña cosa, incluso si fuese insignificante, pero, sobre todas las cosas, ese algo que nos hizo entender que la vida no se trata de quién sufre menos, sino de qué es lo que hacemos ante el sufrimiento.

Ese algo puede venir en forma de un libro, en forma de una película, puede venir a través de la voz de alguien a quien admiramos y respetamos, o a través de una experiencia donde logramos ser cruciales en la ayuda a un compañero o amigo, o a un pequeño ser vivo que logramos salvar, porque no podemos cambiar el mundo, pero podemos cambiar vidas, tenemos impacto sobre otros, y, en alguna medida, sobre la sociedad, porque es esta la suma de sus individuos.

La aceptación

Todos tenemos dos vidas, y la segunda inicia cuando te das cuenta de que solo tienes una.
Confucio

La aceptación no es solo saber y entender algo, es tener paz con lo que sabes, es hacer las paces con la realidad. ¿Recuerdan algún momento en su vida donde lloraron tanto que ya no habían más lagrimas?, ¿alguna vez donde se desahogaron de tal manera que, después, solo los inundó un profundo silencio? Esa es la calma después de la tormenta.

Si no has tenido el infortunio de que alguien te haya transmitido constantemente la idea de que la vida es para estar enfocándolo todo en lograr algo —podría ser el dinero, una carrera, éxito de algún tipo, alcanzar estándares sociales a nivel obsesivo— sin descanso alguno, podrás volver a encontrar aquello que creíste que habías perdido, pues al igual que cuando perdemos a un padre, a una madre o a alguien significativo, aunque esas personas no estén más en esta vida, viven en nosotros, cada recuerdo, cada abrazo y el amor que aún les tenemos están presentes, por ello, tratar de no pensar o de olvidar la muerte, es hacer mal el duelo. A todos los que nos importan y nos dieron felicidad, hay que darles un lugar siempre, y, cuando ya no podamos encontrarlos en carne y hueso, hay que encontrar un lugar donde podamos, simbólicamente, acercarnos para honrarlos y decirles que los amamos. Hay que darles un lugar en nuestras vidas, porque solo desaparecerán cuando nosotros ya no podamos recordarlos, cuando nosotros ya no podemos amarlos.

Aquello que perdiste al finalizar tu niñez, fue tu capacidad de enamorarte de estar vivo, de vivir cada cosa aparentemente insignificante, pero que detrás de ello, podías sentir pequeños y hermosos momentos por los cuales vale la pena vivir. Ajeno al miedo a no ser lo suficientemente bueno, puedes tener perspectiva para ver que ninguna meta es el propósito de la vida y, por tanto, que el fracaso no te condena a no vivir una vida feliz.

Por su puesto que las metas y objetivos son importantes, estas nos dan orden, y el orden dota de belleza a todo. Las metas nos encaminan a mejorar e incluso a ser mejores personas, pero no son el propósito de la vida en sí mismas.

Hay un viejo poema que ejemplifica el poder de las metas en cuanto a nuestro propósito, con el que me despido, no sin antes expresar la frase que inspiró todas estas palabras: “Recuerda que morirás y recuerda cada momento por el que vale la pena vivir”.

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues —¡con qué placer y alegría!—
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya, qué significan las Ítacas.

Poema de Konstantíno Kaváfis

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El origen de lo ineludible

Palabras clave: Albert Camus, el dilema,El mito de Sísifo, suicidio, el absurdo, el salto de fe.

¿Qué pensarías sí te digo que al día en la ciudad de Arequipa se está registrando de dos a tres intentos de suicidio y la situación se está volviendo mucho más caótica y preocupante respecto a la salud mental? El médico psiquiatra Edwin Casaverde, del hospital Honorio Delgado ya nos estaba advirtiendo de esta situación y nos comenta que se está agravando por la inestabilidad política y la crisis económica y también por los cuadros depresivos en la población tanto adolescente y adulta joven.

Ahora bien, mi cometido en esta oportunidad es precisamente solventar esta disyuntiva acudiendo a un autor francés del siglo XX cuyos escritos marcaron está época. Albert Camus. ¿Estás preparado para afrontar verdades dolorosas inminentes?

El dilema del «para qué», si la respuesta es afirmativa, es cuestión de abrir el telón y demos comienzo al espectáculo. La mejor manera de comenzar con las peripecias que hoy nos atañan es relatando un mito narrativo trascendental en la filosofía de Albert Camus.

«El mito de Sísifo»

Así pues, según la mitología griega Sísifo fue el primer rey de la ciudad de Efira, actualmente conocida como Corinto en La Ilíada y la Odisea de Homero. El gobernante es descrito como un personaje ambicioso, déspota y cruel pues no se resistía a emplear la violencia en pos de mantenerse en el poder y conservar su influencia ante adversarios, además muestra poco o  ningún resentimiento al engañar y asesinar a quién fuera necesario. Bien es cierto, que Sísifo hizo algo que nadie tuvo la osadía de hacer: imponer su voluntad infringiendo las normas de los dioses para con el resto de mortales. De tal modo que, los dioses decidieron en conjunto la sentencia que se le adjudicará, ¿La humillación eterna? ¿Desempeñar alguna labor útil para ellos? ¡pues nada de eso! la pena que debía cumplir el hombre era experimentar de primera mano el sinsentido durante el resto de la eternidad…

Para ellos el castigo que se le impuso a empujar una gran piedra redonda desde la base de una montaña hasta el punto de partida para volverla a subir una y otra vez, fue la perfecta humillación para el rey burlón.

Este relato despertó la curiosidad del pensador francés, quién publicó en el año de 1942 un ensayo titulado «El mito de Sísifo» donde se realiza un comentario crítico acerca del mismo fundamentado con las máximas y principios básicos de su particular corriente filosófica: el absurdismo.

Este término acorde a Camus explica los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar un significado dentro del universo mediante los fracasos estrepitosos por definición puesto que no existe una explicación racional capaz de unificarlo todo (mucho ojo) no es que el mundo parezca absurdo,ni tampoco el hombre como tal es absurdo, sino es cuando la apetencia por buscar un efecto para cada causa, una razón para cada hecho y un todo para cada parte se encuentra ductilidad a un principio racional y razonable y creemos que sabemos.

Sin embargo, nuestro conocimiento es una mota de polvo en comparación a lo que ignoramos. Bajo dichas circunstancias, lo más sensato habría sido lo contrario a negarse rotundamente a esa rebelión, es decir, el absurdo. De manera análoga, al mito de Sísifo, gran parte de nuestra existencia,  la esperanza en el mañana, es que estemos un paso más cerca de la muerte, por ello, el preciso instante en el que uno realiza un profundo acto de introspección y se percata del carácter maquinal de la vida en primera persona es sumamente impactante.

Mientras redacto las líneas, pensaba en la segunda Guerra mundial, ya que ésta construyó un caldo de cultivo para la gestación de las ideas del pensamiento absurdista. Especialmente en las devastadas ideas de este concepto en el modus vivendi contemporáneo, sin duda el ejemplo más destacable que nos ofrece el pensador es el del obrero, ya qué llegó un momento en el que el escenario vital cae por su propio peso: levantarse, manejar, trabajar,  comer rápidamente, trabajar otras tantas horas, cenar, dormir y repetir el ciclo lunes, martes…es jueves, viernes y sábado durante todas las semanas hasta que un día cualquiera surge el inevitable ¿para qué? Y es entonces cuando se acentúa esa condición teñida de repugnancia.

Así mismo es menester destacar la referencia de Simone de Beauvoir con respecto al castigo de la piedra. Pocas tareas se asemeja más a la tortura de Sísifo, el trabajo doméstico con su infinita repetición. Lo limpio se ensucia y lo sucio se limpia, una y otra vez; jornada tras jornada. Actividades tan mundanas como comer, dormir, hacer ejercicio o mantener relaciones sexuales, tampoco se escapan a esta dinámica.

El remedio

Albert Camus

Además el francés nos ofrece arquetipos bastante representativos del hombre absurdo que merece la pena repasar.

Pero antes que nada Camus examina minuciosamente la posibilidad del problema filosófico dónde el hombre se vuelve consciente de su miseria, la auténtica tragedia a la par que los pensamientos que sucumben al volver de la oficina, al limpiador tras terminar trapear el suelo, al seductor nada más que conquista otra mujer, al actor jugar su papel y la fugacidad de la vida en combinación con la impotencia que uno atraviesa cada vez que grita desesperadamente al vacío para hallar una respuesta y se topa con el más absoluto y atronador silencio, eso es en definitiva…El absurdo.

Probablemente muchos de nosotros pensarán ¡Qué horror de vida! ¡Esto es insufrible!  y con razón pues la primera parte de la reflexión no invita precisamente al optimismo qué hacemos entonces pues no nos queda más remedio que seguir con el hilo conductor del francés para averiguar cuáles son las opciones a nuestra disposición concretamente son tres los caminos que podríamos adoptar para con esta problemática tan apremiante.

Camus examina minuciosamente la posibilidad del suicidio. De ello el autor considera que el único problema filosófico realmente serio es el suicidio, el resto de cuestiones tales como lo real, qué es la justicia, existe el libre albedrío, existe Dios o hay algo después la muerte, son pasatiempos secundarios en comparación con el asunto que precede con observación a lo expuesto anteriormente. Cabría pensar que está alternativa no resulta tan descabellada como parece desde fuera a fin de cuentas si el problema radica en la toma de conciencia acerca de la fatal condición de la existencia humana. ¿No sería acaso una buena idea suprimir dicha existencia? ¿No sería la solución más coherente eliminarnos del mapa? ¿qué fácil verdad? pues no. El pensador defiende que al quitarse la vida uno confiesa subrepticiamente que no merece la pena vivir en sí y eso es falso.

Para Camus, no hay nada que refuerce más el absurdo que el hecho de acabar con la vida voluntariamente debido a la presencia del absurdo, darse es equivalente a confesar que la vida no supera o directamente que no la hemos entendido al no hallar una respuesta inexistente. Encierra una contradicción querer marcharnos por el absurdo pero hacerlo implicaría una resignación total ante el absurdo lo cual es el absurdo en el apego de un hombre a su vida, puesto que hay algo más poderoso que todas las miserias del mundo en un juicio corporal equivale a lo espiritual en consecuencia el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento, el hombre es al absurdo como el absurdo es al hombre, se puede vivir con él. No obstante, ¿Cómo podría uno convivir con el absurdo sin hundirse ante su presencia? ¿Acaso estamos capacitados para soportarlo?

«Sobre todo mirarlo«

Monumento de Søren Kierkegaard

El autor, a su vez, plantea «el salto de fe» como elección moral y epistemológica, que consiste la adopción de un sistema de creencia religioso espiritual cuyas ideas estén justificadas por la existencia de un sentido vital divino o trascendente y absoluto, esto es una concepción de la realidad bajo un marco desde que trascienda. Según el filósofo Søren Kierkegaard, el padre del existencialismo, nos propone un salto de fe hacia lo intangible y empíricamente indemostrable, puede ser considerado como una postura sumamente irracional pero también necesaria, ya que vivir es lo más sensato cuánto menos que depositar nuestras esperanzas en un ente omnipotente y omnipresente que otorga una respuesta definitoria, puesto que es contraproducente o inútil. ¿Qué nos queda entonces?

La posición del escritor advierte que uno no ha de imaginar a Sísifo como un ser miserable pues el héroe ya es perfectamente consciente de su castigo y por tanto no espera que su situación vaya a  mejorar. Tampoco ruega a los dioses a la desesperada para que le vuelvan de sus cargos ni mucho menos se inventa esquema mentales que excusan su sufrimiento en su lugar al final comprende a cabalidad que haga lo que haga nada tiene sentido lo único que le queda es sublevarse en contra de los dioses bajando al pie de la montaña para empujar hacia arriba de nuevo la tarea es inútil su destino es inevitable en lo sabe y aún así continúa haciéndolo.

Es precisamente el reconocimiento de la verdad lo que acaba conquistando porque lo que buscaban los dioses desde un principio no era que cargara con la piedra sin más, sino que se cuestionara porque tenía que hacerlo una y otra vez. La verdadera tortura es ese «para que»  nunca fue desde el momento en el que Sísifo disfrute de su castigo sin cuestionarse lo que lo sobrepasa y es liberado del mismo ya que el castigo deja de ser castigo y lo más pertinente es que se vuelve en aceptación. Un estado en el que el individuo no solo reconoce la estampa absurdista sino que se apropia de ella. Le toma gusto, la vive en paz da entierro al problema y este se confronta por medio de la ciencia de sabiduría y paciencia  transformando en regla de vida lo que antes era una invitación a la muerte, ahora bien cómo puede uno encarar dicha verdad y coger el toro por los cuernos, es mejor que darle las espaldas. 

Pero hay que tener cuidado,  la noción de aceptación que el escritor proclama es un tanto difícil de entender pues está viene acompañada de la resignación y al mismo tiempo de una actitud activa y lúcida, por lo tanto constituye una aparente contradicción, si el absurdo está ahí y lo acepto pero esto no implica que no deba despreciarlo, desafiarlo o rebelarse contra él, en el acto de rebeldía el sujeto admiten conscientemente la puesta en escena del absurdo y a la par manifiesta expresamente su disposición a encararlo el autor declara vivir una experiencia, un destino.  Implica aceptarlo plenamente pero no viviremos tal destino sino hacemos todo lo posible para actualizar nuestra conciencia frente al absurdo, darle vida es sobre todo mirarlo.

La rebeldía consiste en la confrontación perpetua y directa del hombre con su propia oscuridad, es cuestionar el mundo a cada segundo. No hay aspiración, esperanza, deseo, ya que su única verdad es el desafío y la decisión más importante que toma cada día es la de no eliminarse.

El origen de lo ineludible es admitir que podamos reírnos de pensamientos que puedan parecer escalofriantes, deprimentes y asoladores, más pobre del ser humano que jamás se haya cuestionado estos interrogantes o peor aún, que los haya barajado sin atreverse a confrontarlos debidamente.

Referencias

  • Camus, A. (1942) El Mito de Sísifo. Madrid: Alianza.
  • Kierkegaard, S. (1984) La desesperación es “la enfermedad  mortal”. Madrid: Sarpe S.A.
  • Navarro, L. (2004) El malentendido de Albert Camus. Madrid: Alianza.