Brenda Margaret Flores Geldes

Soy psicóloga y una fiel creyente de la importancia del ocio y la recreación para fomentar una vida estable. Leo desde que tenía miedo a la oscuridad y sigo leyendo ahora donde los miedos son mayores y a veces reales, pero, más importante que eso, escribo para reflexionar, el entretenimiento es solo un agregado. Carpe díem, aprovecha el momento, no lo malgastes.

LA DESPEDIDA EN VIDA: Cuando entierras el dolor

Dolor y sufrimiento son situaciones vivenciales distintas. Sí sentimos dolor, respondemos con una sensación generalmente táctil que, dependiendo del impacto, puede cesar pronto, o tras la intervención de algún fármaco. A nivel emocional, suceden otras situaciones, que iremos revisando progresivamente.

Y es que vale la pena distinguir algunas categorías de sensación de dolor, algunas personas tras recibir el impacto se afligen y retuercen levantándose tiempo después, pero, existen otros que prolongan por largo tiempo este choque emocional, y es aquí cuando entramos al profundo mar de sufrimiento; de este mar y sus corrientes estaremos hablando.

Es en esta instancia donde el suspiro es la bocanada de aire fresco que el antiguo afligido inhala tras escapar del mar desesperante de llanto donde su nariz y pecho se ahogaban antes. “No hay mayor causa de llanto que no poder llorar” (Séneca, citado por Molina, 2017).

¿Cómo llegar a tierra firme?

            El camino es largo y alberga tempestades. Despedirse, en primer lugar, reviste varias nociones importantes, la primera de ellas es detectar que existe un dolor y como seres hedonistas que somos, este impacto contranatural puede ser bastante sorpresivo y voraz, más cuando se trata de alguien cercano.

            Es como una llama incandescente que en su brillante flama exhibe preguntas como: ¿Por qué me haces daño?, ¿por qué sí confié en ti?, ¿para qué me haces esto?, ¿por qué no te detienes? Comprender lo profundo de estas preguntas es cosa fácil, más de una vez nos la habremos hecho, pero, más difícil es respondérnoslas ya que el “acusado” a quien se le interroga no está verdaderamente en el banquillo, dado que el juicio está en nosotros, con el objetivo de sentenciarlo a la despedida real, aquella que se aprende con el tiempo, donde lo amargo de la ignorancia se asimila como el primer sorbo de alcohol tras alzar la copa.

Sí, es la ignorancia la verdadera despedida, hay quien la cita como el peor de los castigos y ¿cómo no serlo? Sí requiere desconocer la existencia de alguien. Ignorar, según Oxford Languages denota la cualidad de desconocer, al mismo tiempo en otra acepción incluye la capacidad de no dar importancia, y es justo en esta acepción donde el centro de la tierra firme se asienta.

“No tienes poder sobre mí”

            Es una frase viralizada por memes en la web, pero, en contextos de la vida diaria fuera de las pantallas y los likes, en los que se pone en relieve las relaciones humanas y su funcionamiento, resulta que todo el contenido de esta frase engloba una autonomía indescriptible. Aquel que influía en el alma con su mirada repulsiva y violenta, aquel que con voz de trueno apagaba toda esperanza de un sueño tranquilo reemplazándolo por llanto, aquel que con su presencia enturbiaba el agua del manantial del hogar, ya no tiene fuerza, influencia, poder o decisión, cómo desees llamarlo, simplemente, ya no más.

            Sin embargo, muchas veces te atacaran pensamientos recelosos que te llevaran a evocar situaciones tensas y tu primera estrategia será evadirlo, no obstante, cuando integres esta nueva habilidad de la ignorancia en vida, esto es, restar importancia y validez a los embates del otro, notarás que surge un mecanismo sabio que te dice:

 ¡Llámalo! Y yo, me enfrentaré a él, 
 ¡llámalo! Y podré defenderte,
 ¡llámalo! Y te liberarás de la angustia.
 ¡llámalo! Y lo silenciaré.
 ¡llámalo! Tu aprendizaje es avasallante.
 Llámalo y de mi mano, destiérralo    conmigo.
 Deja que parta tras convocarlo,
 En paz y agradecimiento porque tu desdicha,
 Ahora es un camino fértil para la vida. 
 

Las despedidas en vida son dolorosas, no solo porque implican apartarse de quien hizo daño por tanto tiempo y de forma sistemática acostumbrándonos a la desidia y la miseria, sino que además evoca otras conductas igual de amargas que el dolor, se trata de despedirse sin el cuerpo. Para muchos, apartarse de esta forma de vivir implica la nada, dado que no conocen un mundo más allá de las fronteras de la tristeza y el miedo.

Nuestra consciencia occidental nos súplica el acto simbólico de arrojar la ropa al balcón, lanzar los objetos antes preciados por ser regalos en una vil bolsa de basura, o más actual aún bloquear de cuánta red social hayamos compartido. En líneas generales, implica acciones simbólicas y contundentes: terminé, ya cambié mi foto de WhatsApp.

Pero no todo el mundo es así. En la cultura oriental, los antiquísimos dogmas de muchos pueblos apostados a la sombra de gigantes montañas nos hablan del provechoso proceso interno del desprendimiento. Y para ello, no implica ser un monje con absoluta devoción y privilegio de abandonar voluntariamente la ostentación, todo lo contrario. Se trata más bien de dejar pasar las circunstancias en la medida que se van desenvolvimiento, es decir, evitando el vulgar enganche.

Sí ya estamos allí, genial, ya lo reconociste ¿que llevas mucho tiempo? Bueno, aún estas con vida, el suspiro aún te aguarda en el corazón. “El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional” dice la religión budista (Molina, 2017).

No desesperemos ni perdamos la calma, llegar a la despedida en vida es asunto de asimilar; palabra curiosa que implica aceptar como sí de uno mismo se tratara algún hecho o cosa ¡Qué barbaridad, tanto tiempo evitando el dolor mientras sufrimos para que no duela más y resulta que debíamos asimilar! Sí, es una paradoja tremenda.

Volviendo a uno de los puntos anteriores, cuando el dolor es de alguien cercano y lo cuestionamos y acusamos, se expide una hiel horrida, acompañada de insultos y vejaciones, está bien, hazlo, durante el juicio, muchos de los que tienen que subir al estrado son caras nuestras que, en su momento desearon rugir improperios para defender su ser, pero, no consiguieron destrabar la lengua y solo pudieron morder su queja.

Además de esto, cuando los sapos y culebras broten, vendrá un pequeño oficial de policía radio en mano con un playlist bastante conocido, cuyo álbum del momento lo titula: Reproches Vol. I, entre sus éxitos tiene:

  • ¿Cómo te atreves a decirle zángano a tu padre sí te dio la vida?
  • ¿Por qué ignoras a ese que para bien o para mal te dio casa?
  • Como hija eres un desastre, juzgas sin comprender ft. ¿Qué te pasa?

Entre otros, ¿te suena? Es un playlist lleno de disclaimers en contra de tu pasado altanero que deseó levantarse en armas contra la opresión, pero, su golpe de Estado no dió frutos pues, sus hombres (o sea, tú mismo) fueron maniatados y controlados, su ira fue extinta con una agresión mayor. No había recursos para aguantar el estado de sitio.

Pero, ¿qué sucede sí no lo conocemos?, ¿sí es alguien fuera del mundo afectivo cercano y hasta consanguíneo? La respuesta en sencilla y viene desde el más profundo deseo autocompasivo: ¡Corre por tu vida, hay dolor, no hay que soportarlo, hay que resolverlo!

Como un marinero que saca apresuradamente de la chalupa, mililitros de agua para evitar hundirse, la cosa es la misma: No estás solo, no te rindas. El jefe, el vecino soez, el sol a mediodía, todo puede aquejar en un día donde el dolor se instauró pesadamente sobre la cabeza, y claro está, responsabilizar al jefe del padecimiento que aqueja al alma es complicado, y ni que decir sí subimos al estrado al sol ¿cómo se disculparía?

La trampa de la espera, no, no se disculpará

Sí María Antonieta hubiera quedado esperanzada en que su verdugo la abrazaría y perdonaría su vida en un último minuto; sin lugar a dudas hubiera quedado para la posteridad como la representación total de la ingenuidad. No, ella subió al patíbulo y cuentan quienes recogieron vistas de aquella época que, pese a la sombría expresión de su cara demacrada, había un aire de solemnidad frente al abucheo de los ciudadanos. He allí la cuestión: la solemnidad.

Para que nos podamos comprender, ser solemnes implica contar con todos los formalismos necesarios para una ceremonia o acto. Mi pregunta ahora es: ¿Cuentas con la certeza que se disculparan porque te han hecho daño?

Es duro preguntarse esto porque pudieras responder: ¡Claro! Me ha hecho sentir que no valía nada, que mi vida era un infierno, era un dolor insoportable, merezco que me ofrezcan disculpas. Ante esto, yo te digo: Sí. Sí, tienes razón pasaste por momentos duros que te hicieron crecer purulentas llagas, pero, que te merezcas unas disculpas, no significa que vayas a tenerlas. Si lo pensaste, felicidades, eres María Antonieta Edición Ingenuo o Ingenua.

Y aquí, tu cabeza sintió la fría cuchilla y cayó al canasto para, segundos después ser exhibida al vulgo quien goza del acto. Sí, sé que es muy gráfico, pero, me permito serlo para que la realidad haga su entrada; hay que distinguir que quien te hace sufrir en un arranque de ira, frustración, miedo o porque realmente quiere verte herido no parece realmente tener cara de ofrecer disculpas, al menos, no unas sinceras.

¿Cómo sé esto?

Bueno, la vida y sus experiencias explican que el perro que ladra advierte que no hay que acercársele mucho. Pero, esto es muy simple, no obstante, al aplicarlo al mundo humano, esto se traduce en desear repeler. Sin embargo, ¿y si nos vamos más allá, a la fosa oceánica?

¿Qué esconden los que hieren?

Hagamos un ejercicio, tras respirar profundamente un par de veces y conseguir que tus oídos y cerebro se oxigenen, permítete cerrar los ojos y vislumbra en tu mente cómo es un tirano. Por definición, sabemos que un tirano es quien abusa desmesuradamente de su poder al relacionarse con otros de forma cruel y despiadada.

Por ende, sabemos que esta persona actúa controlando a través del miedo que evoca en otros, puede ser miedo a través del control económico, quitándote la independencia: «Cállate, yo lo pago todo en esta casa y me parto el lomo por ti» .

Controla mediante el miedo, despojándote de tu privacidad: «En este lugar yo lo se todo sobre ti, no pueden existir secretos» .

Controla por medio del miedo atacando con insultos tu autoestima: «¿Quién te querrá siendo tan poca cosa? Agradece que estás conmigo» .

Todas estas consignas distorsionadas de control provocan en la víctima un dolor tan inmenso que llega a ser incapacitante. Pero ahora, piensa: ¿Qué es el gobernador sin sus gobernados? Es decir, sí el presidente de la ciudad ficticia «Tamarindo City» naufraga y queda atrapado en una isla desierta ¿sigue siendo un gobernante? Sí es así ¿sobre quién gobernaría?, ¿los cocos?, ¿una tilapia? NADIE.

Cuando osamos revertir la situación, y tomamos la sartén por el mango ya no hay marcha atrás. El gobernante cruel se alimenta del miedo que produce a otros para no evidenciar el miedo que siente él mismo, lo esconde con rabia expresada en frustración.

Pensemos lo siguiente: Sí alguien es feliz ¿tendría tiempo para descalificar? No realmente, porque es incoherente la felicidad se expresa de maneras diversas no causando daño. Sí una persona con bondad en su corazón humilla a quien “ama” frente a otros, realmente ¿es bondadosa? No, porque la bondad es la inclinación por hacer el bien, por lo tanto, es incoherente. Una persona quien grita para ordenar que le obedezcan ¿tiene ganas de escuchar a otros? No, porque el grito es ruido, es la articulación de los que no tienen argumentos y cuando el argumento es de mala calidad el ruido del grito compensa, entonces, finalmente, no, no es coherente.

Entendiendo esto, se hace más clarificador el considerar que no te ofrecerán disculpas, porque quien carece de ese regalo dotado por el intelecto que son los valores no tiene oportunidad de ofrecer disculpas, no se da lo que no se tiene.

Los valores, son principios y los principios son lo primero, dirían Les Luthiers en uno de sus espectáculos. Por estas razones antes mencionadas, ser solemnes es primordial, se requiere que dos personas se conecten de tal manera que sientan el impulso de escucharse y asimilen sus vivencias, no olvidarlas, sino, crecer pese a ellas, como testimonios de desavenencias que, en un acto sagrado y humano deciden no repetir por las consecuencias nefastas que suscitan. Sí las condiciones no están dadas, es negativo esperar, pues, resta energías en crecer y evolucionar.

Por otra parte, si, si cabe la posibilidad de que en algún momento se disculpen con tu afligido corazón, pero, dependerá de ellos, no de ti. Y es posible que hayas sanado y asimilado tanto que cuando finalmente se disculpen te des cuenta que ya no era necesario.

Por último, para ignorar no hace falta “funar”, despedazar o escrachar; hace falta ser congruente, ser capaz de distinguir qué actos humanos entran a ti y cuáles dejar pasar, ignorar, porque carecen de importancia y porque ya no significan nada para ti, porque asimilaste una comprensión mayor: El grito no era para ti, él o ella no TE gritó, él o ella hizo ruido interiormente por no poder controlarse, atrévete a quitarle el “te” a esa oración ¿qué queda? “él o ella grito” y así, la energía se va, el antes naufrago llega a tierra firme, suspira, recuerda, agradece y vive en libertad.

Referencias

Molina, C. Emociones expresadas, emociones superadas (Barcelona, España) Editorial Planeta, S. A., 2017

Les Luthiers (17 de marzo de 2021). El día del final (Vídeo «Lutherapia»). Lutherpedia. https://lesluthiers.org/verversion.php?ID=315

Oxford Languages (17 de marzo de 2021) Ignorar. Oxford University Press. https://languages.oup.com/google-dictionary-es/

2 comentarios en “LA DESPEDIDA EN VIDA: Cuando entierras el dolor”

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