Antes de escribir este artículo, me limitaban mucho mis ideas de exponer mi vida e imagen como profesional de la salud mental envuelta en esta situación. Quienes saben un poco más de mi, conocen mi historia familiar; soy casada, tengo dos hijas, una de once años, otra de seis, y un pequeño bebé con apenas días de nacido, que me ha llevado a conectar con mi vulnerabilidad y esa parte sensible que no me gusta reconocer en mí. Es más fácil mostrarse fría, tener las cosas bajo control, y con una respuesta que ayude a la esperanza. Pero, decidí hacerlo porque es una forma de sanar.
A quienes son mis pacientes, muchas veces, les dije que escribir es terapéutico, y que las veces en que he escrito artículos para el blog han sido durante momentos que necesitaba conectar conmigo y reconocer mis emociones. Espero poder ayudar a algunas mamás que estén pasando esta etapa. Ya seas primeriza o tengas tu cuarto hijo, cada experiencia es distinta.
Este tiempo he estado leyendo mucho sobre la depresión postparto, o artículos de cómo puede afectarnos la llegada de un nuevo ser a nuestra vida; nadie niega que no lo hayas esperado tanto y que deberías estar contenta y agradecida, porque ya está contigo; pero se olvidaron de decirnos que la maternidad duele. Duele ya no tenerlo en tu vientre, no poder hacer las cosas que hacías antes, dejar de sentirte reconocida en tu trabajo; duele dar de lactar; las malas noches; el cansancio; ver que tu cuerpo que ya no es el de antes; afecta esa carga hormonal que estaba a mil con el bebé dentro, y hoy, ya no está; frustra la ansiedad que sientes por si acaso podrás terminar tus cosas a tiempo, antes de que despierte el bebé; apena no tener tiempo de pareja, y pensar que tu relación puede llegar a su fin, porque eres invisible para él; destroza no tener el mismo tiempo, ni la sonrisa y energía para los tuyos cómo te veían antes… Y así, una lista interminable de la que no se habla mucho, porque se ha idealizado «la maternidad».
Según la sociedad, el fin y felicidad de toda mujer debe ser el tener una familia o casarse; cuanta mentira nos metieron las novelas y cuentos de hadas, desde esas creencias absurdas de que «el amor debe ser sufrido» y que «el matrimonio es para siempre, así tu salud mental o física esté en peligro», Todos esos mensajes equivocados han hecho que veamos el amor hacia el otro y no hacia uno mismo, lo que hace que anulemos o posterguemos nuestras necesidades y satisfagamos la de los otros. ¿Y por qué menciono esto? Porque al comienzo la maternidad puede verse así, dar de lactar o dar biberones antes de tomar desayuno, despertarse por alguien que necesita que lo atiendas, así no hayas pegado el ojo toda la noche… La maternidad, al inicio, es de alta demanda y sí se sufre; no pretendas que en el primer mes, puedas hacer todo lo que hacías antes, o estar súper-arreglada, bañarte todos los días, tener una sonrisa deslumbrante… Ideas completamente falsas; por eso, cuando nace un bebé, él estará protegido y con buenos cuidados, más sin embargo, quien necesita apoyo es la nueva mamá para manejar los cambios de su ser, de su cuerpo y de su antes vida.
Las redes sociales y medios de comunicación ponen imágenes de mamás puerperinas, alegres, sin ojeras y dando de lactar, completamente realizadas, poco real, ¿no? Eso te hace sentir como una extraterrestre, con miles de dudas de por qué yo no vivo mi maternidad así. Por qué me duele cada vez que doy teta, o por qué mi ropa termina manchada de leche; mi mirada anda perdida por extrañar mi yo de antes, y me pregunto, ¿qué estaría haciendo hoy, meses atrás? Pero la realidad no es esa, la realidad es que estoy en mi cuarto, metida las veinticuatro horas, siete días a la semana, atendiendo las necesidades de un ser pequeñito, tomando muchísimo líquido para tener leche, y, con mis emociones cómo una montaña rusa, que van desde sentir ternura, hasta querer desaparecer por un momento.
Así es cómo hoy me siento, y qué bueno es hablarlo con mi red de apoyo, porque no soy la única que vivió su postparto así. Debido a mi alta vulnerabilidad, conversé con muchas amigas mamás, donde tuve que quitarme el papel de psicóloga, mostrarme humana y frágil; al fin me sentí comprendida… Muchas pasaron depresión postparto, otras, melancolía postparto, varias la manejaron más rápido, y algunas ni la sintieron. Seguro que has escuchado de ese término…
Aquí te lo defino teóricamente: La depresión posparto o posnatal es diferente de la melancolía que se siente después del parto. Suele aparecer entre dos y ocho semanas después de dar a luz, pero puede darse hasta un año después del nacimiento del bebé. “Uno de los aspectos importantes de la depresión posparto es que no es solo un sentimiento de tristeza”. (Stuebe, en Rich, s/f). Los sentimientos de ansiedad intensa, también son una característica común de la depresión posparto.
Algunos síntomas de la depresión posparto, a los que debe prestarse atención, son la sensación de agobio, el llanto persistente, la falta de lazos de afecto con el bebé, y las dudas sobre la propia capacidad para cuidar de una misma y de la criatura.
“Todos nos preocupamos por nuestros hijos, pero [las mujeres que viven una depresión posparto] están tan preocupadas, que eso les impide disfrutar de su bebé y de su vida” (Stuebe, en Rich, s/f). La depresión posparto también puede dificultar el cuidado de una misma y el del pequeño. Ahora, que ya tenemos la definición, vamos a hablar de lo que yo pasé, muchos lo confunden con «depresión postparto», pero se le dice «melancolía postparto». ¿Melancolía posterior al parto?
Alrededor de dos o tres días después de dar a luz, son comunes los sentimientos de depresión y ansiedad. Es posible que llores sin motivo, tengas dificultades para dormir, o dudes de tu capacidad para cuidar a tu bebé recién nacido. “Esto se debe, sobre todo, al cambio en los niveles de progesterona», me lo explicó mi ginecólogo. Sin embargo, es poco probable que los cambios hormonales sean la única causa. Además de estos cambios, existen otros factores que pueden provocar esos sentimientos, tales como los períodos prolongados de cansancio o agotamiento, las dificultades con la lactancia, y otras complicaciones posparto.
Estos son otros factores que también pueden intervenir:
- Problemas previos de salud mental.
- Causas biológicas.
- Falta de apoyo.
- Experiencias difíciles durante la infancia.
- Poca comunicación con tu pareja.
- Sentirte invalidada emocionalmente.
- Experiencias de abusos.
- Baja autoestima.
- Condiciones de vida estresantes.
Con un buen apoyo de la familia, los seres queridos y los amigos, estos sentimientos suelen desaparecer en unas dos semanas, sin necesidad de tratamiento. No estoy aun a mi 100 %, quizá estoy en un 30 o 40 % de mi esencia, pero déjame decirte que todo lo que sientes en esta etapa es válido. Es normal no querer ver a nadie durante un tiempo, así los quieras y sean parte de tu vida; a veces, una necesita una pausa, más aún cuando estamos transformándonos en cuidadoras; es normal llorar en el baño, al caer la noche o de día; recuerdo que hubo una vez en la que lloré mares, fue el día de bañarme después del parto… Me dolía todo, la herida de la cesárea, que hasta me daba miedo pasar mi mano por ahí; el pecho, por la angustia; la soledad… Todo.
No te juzgues si lloras una o trecientos sesenta y cinco veces por lo mismo, no seas tan dura y juiciosa contigo. Reconoce tus emociones, exprésalas; si no tienes una red de apoyo, puedes hacerlo mediante la escritura, la pintura, o el dibujo… Vivamos un día a la vez, hoy no es siempre. Para terminar, te dejo algunas ideas que, hoy en día, me sirven para sobrellevar este tiempo:
- Agradece, a si sea por lo más mínimo.
- Habla de lo que sientes, dilo una y mil veces sin prejuicios.
- Desconéctate de redes sociales o grupos, si sientes que es necesario, pero al mismo tiempo, busca una red de apoyo que te sostenga.
- Canta las canciones que siempre te ayudaron en momentos de tinieblas.
- Ponte límites a ti misma, no estás con toda tu fuerza; prioriza lo que es necesario y delega si tienes oportunidad.
- Poco a poco y según tus fuerzas, trata de volver a tu rutina de antes.
- Confía y espera en Dios, si eres católica esto puede ayudarte.
Y por último, déjame recordarte que, aunque el bebé esté sano, así haya sido un parto increíble, y lleves una lactancia admirable; aunque tengamos todo lo necesario, dinero, comida y amor; aunque hayamos deseado con todas nuestras fuerzas a este bebé, aún lloramos, y eso está bien. Lloramos porque nuestro cuerpo duele, el cabello se nos cae, el tiempo y nuestra identidad se desvanece; lloramos por quién éramos hace apenas unos días atrás; lloramos porque nuestras hormonas se descontrolan y desconocíamos su poder sobre nuestra complexión física y sobre nuestras emociones; lloramos de cansancio, sí, lloramos de un agotamiento enorme. Pero somos fuertes, poderosas, creadoras, y también lloramos, eso es completamente sano, que nadie te diga lo contrario. Lo estás haciendo bien.
Referencia
Rich, M. (s/f). ¿Qué es la depresión posparto? Aprende cuáles son las señales y cómo encontrar apoyo. https://www.unicef.org/parenting/es/salud-mental/que-es-la-depresion-posparto
Me siento tan identificada… Es una realidad y sobre todo que así tengas uno o cuatro hijos casa a uno y cada embarazo es distinto… Gracias Meli por compartir algo que es tan común pero por nuestra sociedad o crianza creemos que está mal sentirnos así… Gracias 😊