Maria Alejandra Muñoz Muñoz

Directora Consultora Warayana Psicóloga Clínica

La línea invisible entre el paciente y la psicóloga

Todas y cada una de las ocupaciones son excepcionales. Me imagino a un odontólogo interviniendo a un paciente mientras revisa sus dientes, pide una radiografía, y efectúa muchos otros estudios que denotan definitivamente de mucho conocimiento y destrezas propias de la profesión. Me imagino también a un arquitecto diseñando en la computadora, poniendo en cada gráfica una gran cuota de talento y de arte. Y así podría observar desde afuera a cada una de las ocupaciones. Pero hoy, por motivos muy personales, quisiera centrarme en los psicólogos(as).

Los psicólogos trabajamos con lo abstracto, las emociones, los sentimientos, percepciones, ideas y creencias, etc. Somos estudiantes eternos, cada caso es un tema único. Hay distintas variables que analizar, determinar que técnicas podemos aplicar para cada situación, para cada persona.

Sería muy gratificante que algunos de nuestros pacientes pudiesen llegar a leer este texto, creo que aquí va a pasar lo contrario a la dinámica de las sesiones. Por primera vez voy a hablarles de lo que pasa en mi vida al haber elegido esta maravillosa vocación.

Primeramente, necesitamos comprender que la mayoría de pacientes acuden a consulta psicológica por primera vez cuando tienen la percepción de haber tocado fondo. Aún cuando no mencionen el motivo central en la primera cita, lo cual puede deberse a muchas razones, tales como el miedo a que al decirlo en voz alta, todo se vuelva más real, o también puede ser que aún no hayan identificado con claridad las causas de su malestar, entre tantas otras cosas. El hecho es que, lo verbalicen o no, lo sienten. El motivo por el que asisten es por dolor emocional.

Claro que despierta muchas emociones el conocer a un nuevo paciente, es como si abrieras un libro nuevo, que cada vez que lo vuelvas a abrir, tendrá nuevos capítulos. Aunque no lo vas a poder leer desde la hoja número uno, ya que a veces partirá desde más de la mitad, y poco a poco se podrá ir retrocediendo, conforme el autor lo lea.

En cada libro, hay una forma de escritura única, y de lectura también. 
El poder leerlos, te permite de algún modo, tener la sensación de haber aprendido junto al protagonista. Pero no solo es eso, cada vez se pone más interesante. A veces, los autores (pacientes), te invitarán a leer los libros que ellos han escrito sobre otros personajes (que suelen ser personas que han impactado en sus vidas). Y aún no es todo, porque una vez que se avance lo suficiente con cada autor, se puede invitar a coautores, en sesiones de terapia familiar.

Entonces de pronto, vas recopilando todas las versiones, y este es uno de los puntos más difíciles e importantes, ya que un psicólogo(a), no es ningún personaje. Es la voz sin rostro, sin género, es el público que escucha, que aplaude, que se conmueve con cada página. Creo que desarrollar gran parte de la vida, atendiendo pacientes, te hace más humano, te va alejando del ego, te permite vivir cada día cuatro o diez vidas, aún sin ser parte de ellas. 
Esa es la línea invisible, que necesitamos ir aprendiendo a trazar entre las historias de vida de nuestros pacientes, las cuales resultan ser tan ajenas, pero por instantes cuando tu empatía esta al mil, son tan cercanamente propias.

¿Cómo se traza esta línea? En realidad es algo que se va a tener que dibujar antes de iniciar cada sesión, durante la misma (a veces en más de una oportunidad), y sobre todo al terminarla. Yo lo hago algo así: Escucho los relatos y me detengo por breves momentos para cuestionar mis emociones, es un juego de piensa rápido, mi sentir es maravilloso para empatizar y puedo dejar que crezca lo necesario, hasta que podría iniciar a doler. Es entonces cuando racionalizo de inmediato el propósito de mi función como psicóloga de esa persona, que está depositando su confianza, quizás como nunca antes lo ha hecho con nadie, en mi.

Pensamientos como: «La historia es ajena a ti, no se trata de remediar lo que pasó, o aplicar la ley del espejo y permitir que la transferencia se vuelva poderosa, se trata de ayudar a tu paciente a que algún día vuelva a narrar lo sucedido, con una moraleja de vida, lejos de cualquier creencia irracional, lejos de la culpa, pero sobre todo lejos del dolor».
No puedes sentir luego de que tu paciente terminó de hablar. Es más, muchas veces ni siquiera puedes hacerlo antes. Y si nos permitimos hacerlo, necesitamos tener la apertura de sentir con el corazón ajeno, lejos de cualquier sentimiento de la vida propia.

Un viejo truco, es dar lo mejor de ti como profesional en la sesión, prestar una atención plena a lo que ocurre. A mi me ayuda muchísimo tomar apuntes, ya que pongo en funcionamiento a varios procesos mentales al hacerlo. Ya no solo es el escuchar, si no el sintetizar mediante la escritura, que posteriormente podrá servir para una lectura previa a una siguiente sesión.

¿Un psicólogo(a) necesita ir al psicólogo(a)? Creo que sería necesario una ley que lo avale, es más, un estudiante de psicología necesitaría iniciar con su tratamiento personal, y continuar teniéndolo por el resto de su vida. En realidad, todas las personas lo necesitamos. Y sé que muchos piensan lo contrario, pero me pregunto si tienen por lo menos una experiencia de haber ingresado a una cita, o más importante aún, si cuando fueron llegaron a confiar en su psicólogo(a), porque si no lo hicieron, que en realidad es un trabajo en equipo, es como si nunca hubiesen ido.

Yo también voy a la psicóloga, y me enorgullece decir que, especialmente en los pasajes más duros de mi vida, he tenido la humildad de pedir ayuda, y lo seguiré haciendo. Se disfruta tanto de la psicología que sería una locura no buscar sentarme del otro lado.  También he ido notando, con el pasar de los años, que cada vez más son los estudiantes de Psicología quienes buscan ese apoyo, así como colegas míos.

¿Cómo hacemos para atender a pacientes que tienen problemas, si nosotros también tenemos nuestros propios problemas? Es bastante lógico plantearnos esta pregunta, la verdad es que, como cualquier otra persona, también tenemos heridas emocionales, a veces también nos hieren o herimos. Un psicólogo(a) que no presente estabilidad no debería ejercer la psicología clínica en ese momento.

Podemos reprogramar una cita, o derivar un caso si sentimos que se nos dificulta establecer esa línea invisible, porque probablemente el caso que vemos nos toca en la fibra más sensible de nuestro ser. Y está bien, lo que se cuestiona es el no identificarlo. Trabajamos en la salud mental, nuestra base es nuestra propia salud mental. Si no estamos estables, no podremos ver las cosas con claridad, y tenemos al frente vidas. Del mismo modo con los prejuicios y creencias, hay que quitárnoslos todos, y no solo antes de entrar a consulta, si no en equilibrio con la vida personal.

Es un estudio constante de uno mismo, no me avergüenza poder hablar de algunos acontecimientos propios en alguna sesión, si corresponde y de forma muy puntual, no como desahogo, ya que nuevamente lo ponemos sobre la mesa, no se trata de tu sentir, si no del paciente. Este no es tu libro, eres la voz que lo lee, o los oídos que lo escuchan, según corresponda.

¿Puede un psicólogo llorar o reír durante una sesión? Claro que podemos, es más hay momentos en la vida, en donde es lo mejor que podemos hacer, porque es la manifestación cúspide de nuestra empatía. Pero no podemos desbordar, no podemos permitir que ese pequeño momento se alargue, no podemos dejar de racionalizar, es algo muy puntual. Y quizá una de las cosas que más te una a aquella persona que te mira con el rostro lleno de confianza. Se puede llorar de compasión, se puede llorar de bondad. Y es aquí donde comprendo porque pueden pasar 1, 2 o 6 años, y no he tenido un solo día de aburrimiento en mi vocación. Porque estoy donde necesito estar, me siento realmente viva, con el cerebro y el corazón a mil al estar en mis sesiones. ¡Gracias por tanto!

 Dedicado a mis queridos pacientes de Warayana

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